Discursos

LUIGI R. EINAUDI, SECRETARIO GENERAL INTERINO DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
EN EL SEMINARIO “DEMOCRACIA Y LA IV CUMBRE DE LAS AMÉRICAS”

11 de marzo de 2005 - Buenos Aires, Argentina


Señor Jorge Taiana, Secretario de Relaciones Exteriores, Cancillería Argentina; Señores y señoras Embajadores; Distinguidos amigos,

Quiero felicitar al Gobierno de Argentina por la elección del lema “Crear trabajo para enfrentar la pobreza y fortalecer la gobernabilidad democrática”, que atiende precisamente una de las inquietudes contemporáneas que más afectan a nuestros países.

El contexto regional, tomado en su conjunto, muestra una inédita combinación de democracia política con elevados niveles de pobreza y de desigualdad social. Ya no se puede pensar que la democracia es un elixir mágico que resuelve todos los problemas. Desafíos como la pobreza y la exclusión social se superan insistiendo, sí, en la democracia pero también exigiendo afinadas políticas económicas y sociales apoyadas institucionalmente y, todo ello teniendo en cuenta las múltiples idiosincrasias y la situación de cada país.

Son tantas las diferencias que existen entre los sistemas democráticos en nuestro hemisferio, que un seminario como este nos brinda la oportunidad de aprovechar esta diversidad compartiendo experiencias y buscando nuevas formas de solidaridad regional.

Agradezco otra vez al gobierno de Argentina, y muy especialmente el valioso aporte del gobierno de Canadá, cuyo apoyo hizo posible este evento, con las interesantes personalidades del mundo intelectual que hoy nos acompañan.


Los objetivos de la integración, la solidaridad y la seguridad hemisféricas que reclaman la disminución de la desigualdad al interior de los países, deberían también ser aplicados regionalmente, para disminuir las diferencias de desarrollo entre los Estados.

Partiendo de este postulado, quisiera terminar mis palabras refiriéndome a nuestro engranaje regional, la OEA.

Transcurrieron cinco meses desde que heredé las funciones de Secretario General de una OEA, en plena crisis institucional y financiera. Me enorgullezco de pensar que la primera crisis la he resuelto, por lo menos en cuanto a que la Secretaría General tiene una estructura que pienso sea perdurable, en la cual se restaura la posición del sistema de derechos humanos y se ajusta la nueva estructura diseñada por el Secretario Rodríguez a nuestras idiosincrasias regionales.

Pero no he logrado resolver la crisis financiera. El lunes presenté el programa presupuesto de la OEA para el 2006. Desde que empezó el Proceso de Cumbres, la OEA recibe cada año menos, precisamente cuando se le pide hacer cada vez más. La misma OEA que hoy está estableciendo las pautas globales en democracia, derechos humanos y antiterrorismo, hoy tiene menos funcionarios que el Departamento de Relaciones Públicas de las Naciones Unidas. Y en el presupuesto que tuve por ley que presentar el lunes, tuve que eliminar 16 cargos. Esto hace un total de 168 cargos eliminados en el Fondo Regular de la OEA desde que empezó el Proceso de Cumbres, cifra equivalente a un cuarto del número de cargos de la Secretaría General.

Es un escándalo.

Y ahora sí termino, pero con una propuesta.

En la Segunda Cumbre, en Santiago de Chile, en 1998, los mandatarios decidieron crear el MEM, el Mecanismo de Evaluación Multilateral de la Comisión Interamericana para el Control del Abuso de Drogas (CICAD).

El MEM sobre el problema de las drogas se ha convertido en un motivo de orgullo del multilateralismo, por su eficacia, a la vez profesional y política.

Aprovechando el ambiente de este Seminario y la presencia de tantas distinguidas personalidades, propongo, en mi calidad de servidor de los países americanos, que, en 2005, se pida la creación de un MEM para la democracia.

No hemos utilizado el Capitulo IV de la Carta Democrática Interamericana – con la única y tardía excepción del golpe de estado contra el gobierno de Venezuela. De los demás problemas, de las dificultades para progresar y, a la vez, mantener la separación de poderes, nada.

Es que los gobiernos no quieren dar espacio internacional a oposiciones internas. Es que nadie quiere sentirse sentado en el banquillo de los acusados.

Pero es también así que la OEA – el único engranaje político regional que tienen los gobiernos de América – va perdiendo credibilidad y capacidad para movilizar recursos. Y una ruptura antidemocrática, no importa donde sea, nos afecta y debilita a todos.

Un MEM para la democracia nos ayudaría a todos. Necesitamos cooperar para fortalecer la democracia y fortalecer la institucionalidad democrática. Lo importante es que no haya elementos sancionatorios ni impositivos. Lo importante es que nos esclarezca las opciones y las posibilidades de cooperación.

Lo bello de nuestra América es que no hay un modelo único, y que todos creemos que es posible, e inclusive imperativo, forjar sistemas democráticos.

Un MEM para la democracia, un verdadero mecanismo multilateral de evaluación y aplicación de principios democráticos, para fortalecerlos en sus aspectos prácticos, nos ayudaría a todos.