Discursos

EMBAJADORA LEILA RACHID, MINISTRA DE RELACIONES EXTERIORES DE LA REPÚBLICA DEL PARAGUAY
EN LA SESIÓN EXTRAORDINARIA DEL CONSEJO PERMANENTE EN HONOR DE LA SEÑORA MINISTRA DEL PARAGUAY

6 de octubre de 2004 - Washington, DC


Señor Presidente del Consejo Permanente de la Organización de los Estados Americanos, Embajador Arístides Royo, Representante Permanente de Panamá,
Señor Secretario General Adjunto, Embajador Luigi R. Einaudi,
Señoras y Señores Embajadores Representantes Permanentes,
Representantes Alternos,
Señoras, Señores:

Permítanme expresar mi profunda satisfacción de poder participar hoy en esta Sesión Extraordinaria del Consejo Permanente, que significa un encuentro con tantos rostros amigos, de abrazos fraternos de compañeros con quienes compartí jornadas de trabajo, intercambio de experiencias y opiniones, apoyo, cooperación. En fin, diáfano afecto.

Por ello y junto con todos ustedes, quisiera formular unas breves reflexiones acerca de nuestro centenario Sistema Interamericano, y muy especialmente, sobre nuestra Organización regional.

Este es el marco propicio que nos invita a dialogar acerca de nuestro presente, pero esencialmente sobre el futuro de la Organización, dejando en claro que desde el lugar que nos encontramos reunidos no renunciaremos nunca a nuestro rol de coadyuvar a la construcción de una sociedad internacional cada vez más democrática, más justa y más equitativa.

Y dentro de esa filosofía debemos expresar con mucho orgullo que nuestro hemisferio, junto con Europa Occidental, es el que más ha avanzado en construir una sociedad internacional basada en el Derecho y en la protección del ser humano.

Sin embargo, después de la constitución de la OEA, sus primeros años no fueron fáciles. Eran los tiempos de la Guerra Fría y la Organización, preocupada por afirmar el modelo de la democracia representativa, guardó silencio en aquellos años de profundos enfrentamientos ideológicos, cuando acontecía el quiebre institucional en muchos de nuestros países, y la violación de los derechos humanos ondeaba como bandera de oprobio del llamado “mundo libre”, al decir del reconocido jurista mexicano Profesor Ricardo Méndez Silva.

La guerra de las Malvinas en 1982 y la aguda crisis de Centroamérica fueron situaciones que trajeron desencanto hacia la Organización. Y para este último caso fue precisa la creación de una alternativa paralela de negociación.

Pero, llegamos a la década de los ’90 y se inicia una etapa de saldo favorable en los distintos capítulos de la cooperación interamericana.

La OEA se enriquece con su nueva composición, gana pluralidad y brinda una más extensa interlocución. Se van agregando nuevos puntos a su agenda, que resultan de nuevas realidades que van surgiendo en nuestras sociedades y en la comunidad internacional; esto en algunos casos se tradujo en reformas a la Carta y en la adopción de nuevas convenciones, entre otras medidas.

Así, en 1990 se constituyó la Unidad para la Promoción de la Democracia; en 1991, el compromiso de Santiago y la renovación del Sistema Interamericano, además de la Resolución 1080.

En 1992 se adoptó el Protocolo de Washington; en 1993 se constituye el Consejo Interamericano para el Desarrollo Integral, entre otros tantos hechos, decisiones y resoluciones que permitieron el desarrollo normativo político e institucional de nuestro Sistema Interamericano.

Gracias a esa riqueza institucional, que fue logrando la Organización durante esa década, el pueblo paraguayo sigue reconociendo la inestimable solidaridad y apoyo que nos han brindado años atrás, en más de una ocasión, para impedir el quiebre institucional en mi país, actuando en base a la Resolución 1080. Esta Resolución es un peldaño significativo que nos permitió preservar el orden constitucional y el Estado de Derecho.

Los difíciles momentos vividos en el Paraguay nos llevan a ratificar, con convicción, que la OEA es y ha sido un reaseguro para la democracia. Y por ello, los paraguayos le estamos profundamente agradecidos.

Esa experiencia ejemplar nos permite también confirmar que la OEA tiene en su haber un activo de incalculable valor, cuya materialización es poder contar con la Carta Democrática Interamericana.

El Gobierno del Paraguay está firmemente comprometido con este Instrumento, y vengo hoy a ratificar aquí el principio de que “los pueblos de América tienen derecho a la democracia y sus gobiernos la obligación de promoverla y defenderla”.

Su adopción significó el reconocimiento a millares de americanos que dieron sus vidas por la libertad, a los que alguna vez sintieron en su cuerpo la tortura por defender sus ideas y a los presos políticos que poblaron las cárceles antes de renunciar a la utopía.

Pero sin embargo, nadie podrá dar una explicación lógica al hecho de que su firma en la ciudad de Lima coincidiera con aquel día en que muchos de nosotros mirábamos horrorizados desde aquí la tragedia que ocurría en Nueva York y la que sucedía en el Pentágono, tan próxima a las sedes de nuestras Embajadas y Misiones, aquel fatídico 11 de setiembre de 2001.

Señoras y Señores:

Así como calificamos a la OEA como un reaseguro para la democracia, en ese mismo sentido también la calificamos como un reaseguro para la defensa y la promoción de los derechos humanos.

Bajo este espíritu, damos nuestro total apoyo a la labor de la Comisión y de la Corte Interamericanas de Derechos Humanos. A la Comisión como órgano esencial para la promoción y defensa de los derechos humanos, y a la Corte en su función jurisdiccional y consultiva, en base a los procedimientos establecidos en el Pacto de San José.

Me place señalar que hemos extendido una invitación a los miembros de la Corte para que puedan llegar hasta el Paraguay y sesionar en la ciudad de Asunción, flamante capital jurídica del MERCOSUR.

El Paraguay, en su condición de Estado miembro de la Organización y como Estado Parte del Pacto de San José y otros tratados interamericanos vigentes sobre la materia, siempre ha actuado en apoyo al fortalecimiento y perfeccionamiento del Sistema Interamericano y de sus órganos. Y en esa dirección ha alentado el diálogo y la construcción gradual de consensos. Tengan la seguridad de que el Paraguay seguirá en esa misma línea, respetuosa de los órganos, sus competencias y decisiones.

Por otra parte, quisiera manifestar nuestra preocupación debido al momento crítico que el Sistema está atravesando en materia presupuestaria. Debemos ser consecuentes con el sistema de protección que hemos creado y que es motivo de orgullo y prestigio de nuestra Organización. Es la hora de reflexionar y encontrar una solución razonable y efectiva para corregir este desequilibrio presupuestario, a fin de dotar a los órganos del sistema de derechos humanos, de los recursos financieros adecuados para su normal funcionamiento.

Hoy mi país tiene la satisfacción de que un destacado jurista paraguayo integre la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Con seguridad, el Comisionado Evelio Fernández Arévalos contribuirá sustantivamente con las labores de la misma en cumplimiento de su mandato.

Amigas y amigos todos:

Ustedes podrán comprender que en el Paraguay, país que vivió durante 35 años una de las dictaduras más férreas de América Latina, las tareas encaminadas a recuperar la memoria, y cerrar las heridas del pasado, revisten una especial importancia. Ello explica por qué el año 2003 fue declarado “Año de la memoria histórica”, hito en la historia de los derechos humanos en mi país.

Más aún, en octubre de 2003, se sancionó y promulgó la ley que crea “la Comisión de Verdad y Justicia”, órgano autónomo que tendrá a su cargo la investigación y esclarecimiento de las violaciones de derechos humanos cometidas durante la larga dictadura. La memoria histórica es necesaria e imborrable, por lo que debemos preservarla y reflexionar sobre lo que sucedió, para asumir con mayor certeza nuestro futuro.

Los paraguayos estamos seguros de que encontraremos una respuesta alentadora en la comunidad internacional para asistir a la Comisión de Verdad y Justicia en esta compleja, difícil, pero necesaria tarea, y deseamos que la Organización se constituya en articuladora de los países interesados en acompañar y apoyar este proceso histórico.

Señor Presidente,
Señoras y Señores Embajadores:

El fenómeno de la globalización también ha afectado al Sistema Interamericano, a la OEA y por supuesto a todos sus Estados Miembros, con sus impactos tanto de signo positivo como negativo. Todo ello ha creado un nuevo clima que obliga a proyectar nuevas premisas, con nuevas estrategias.

Este proceso nos orienta hacia una visión más creativa y flexible, en la cual la inclusión de nuevos actores de las Relaciones Internacionales, como son las sociedades civiles y los sectores empresariales, ha sido indispensable para armonizar los intereses nacionales con los valores compartidos por nuestra comunidad hemisférica.

Una magnífica prueba en el ámbito regional de este auge del multilateralismo se encuentra reflejada en el proceso de las Cumbres.

En efecto, diez años atrás, asistíamos a la Primera Cumbre de las Américas en la ciudad de Miami, donde se congregaron los Jefes de Estado y de Gobierno del hemisferio. El primer gran reto fue garantizar que la Organización fuera al mismo tiempo protagonista e instrumento de la cita. Este proceso de las Cumbres se fue fortaleciendo en Santa Cruz, Santiago de Chile, Québec, Monterrey, y nos adelantamos en augurar el éxito de la Cumbre de Buenos Aires, el año próximo.

Las Declaraciones de Principios y los Planes de Acción resultantes de las mismas, abrieron una acción colectiva y un espacio al amplio escenario multilateral, que fue definiendo el fortalecimiento de la democracia y de sus instituciones; la integración económica y el libre comercio; el combate a la pobreza y la marginalidad; la educación, la salud, la protección del medio ambiente y la búsqueda del desarrollo sostenible; la igualdad de género; entre otros, pasaron a constituirse en los grandes pilares de una agenda hemisférica, sustentada en la plena convergencia de valores y en una voluntad política sin precedentes.

Hay que destacar, muy especialmente, que como resultado de estas Cumbres, se ha priorizado la lucha contra los crímenes transnacionales, entre ellos el narcotráfico, como asimismo, el combate a la corrupción, habiéndose establecido el Mecanismo de Evaluación Multilateral (MEM) y el Mecanismo de Seguimiento de la Convención Interamericana contra la Corrupción (MESICIC), respectivamente, los que se constituyen en ejemplos palpables y claros de cooperación y solidaridad hemisférica.

También deseo resaltar la labor que el CICTE viene realizando en cuanto a prevención, combate y eliminación del terrorismo en todos sus aspectos, para lo cual coordina sus actividades con diversos organismos subregionales, regionales y globales dejando de lado la duplicidad de tareas.

Señor Presidente,
Estimadas y estimados Embajadores:

Tal como lo señalara en la presentación que hiciera en la ciudad de México, en el marco de la Conferencia Especial sobre Seguridad, tenemos buenas razones para creer que el orden internacional tradicional ha sufrido un drástico cambio de perspectiva.

La historia de nuestro creciente orden global no es una historia singular. No es un fenómeno unidimensional, es decir que la misma está muy lejos de ser puramente económica.

Por lo tanto, en este mundo que nos toca enfrentar, de comunidades y sistemas de poder entrecruzados, conceptos como Defensa, Seguridad, Soberanía, Territorialidad, entre otros, tampoco han permanecido ajenos a las transformaciones del mundo globalizado.

El difícil equilibrio entre seguridad y libertad, entre acción racional y reacción ciega, entre el respeto al derecho y el olvido del derecho, es uno de los grandes desafíos que enfrentamos en este mundo en transición, tal vez de pronto hasta caótico, incierto y lleno de dudas, en el que nos toca vivir.

En esta región aún podemos observar regímenes democráticos conviviendo con sociedades profundamente desiguales; acaso, de las más desiguales del mundo. En muchos casos, una gran parte de la ciudadanía está expuesta a los efectos de desigualdades sociales extremas que inhabilitan una premisa básica de la democracia, cual es la autonomía de los individuos.

Qué oportuno es recordar en esta ocasión las palabras de Fernando Savater cuando decía “Si queremos un mundo realmente seguro, que no esté permanentemente amenazado en su interior por los peligros de la subversión, de la violencia, de la demagogia, tenemos que intentar que el mundo sea más justo. Los grandes países, incluso los económicamente poderosos, si son injustos, son inseguros.”

Señor Presidente y Miembros del Consejo Permanente:

Creemos que nos encontramos en un momento histórico decisivo. De nosotros depende que tomemos la senda correcta para que nuestra región sea un lugar más seguro, justo, ético, integrador y próspero para la mayoría, y no sólo para unos pocos. Una globalización con un orden más ecuánime es la clave que permitirá lograr una vida mejor y segura para la gente de todo el mundo en el siglo XXI, basada en valores universales compartidos y en el respeto de los derechos humanos y la dignidad de la persona.

Deseamos que más allá de las fórmulas economicistas logremos construir la globalización de la solidaridad. Vale decir, una globalización capaz de ofrecer oportunidades y beneficios tangibles a todos los países y a todas las personas, tal como lo recomienda la Comisión Mundial sobre la Dimensión Social de la Globalización.

Estimadas amigas y amigos:

Es perentorio que nuestra Organización Regional se vaya identificando cada día más con una dimensión social. Que la centralidad de su política sea la equidad social, en un cambio de paradigma que le permita justificarse ante los pueblos de América.

Sin embargo, mucho es lo que ya hemos avanzado en este ámbito. Quiero resaltar que la Carta de la OEA proclama como uno de sus principios esenciales el propósito de “erradicar la pobreza crítica, que constituye un obstáculo al pleno desarrollo democrático de los pueblos del hemisferio”.

Este también ha sido un tema de la Cumbre Extraordinaria de las Américas, celebrada en Monterrey, México, en enero de 2004. En la Declaración de Nuevo León se afirma que “el bienestar de nuestros pueblos requiere el logro de tres objetivos estrechamente vinculados e interdependientes: crecimiento económico con equidad para reducir la pobreza, desarrollo social y gobernabilidad democrática”.

Este postulado obliga a los líderes de nuestras naciones a asumir de manera decidida el combate a la pobreza extrema, tal como fuera expresado por todos nuestros Jefes de Estado en la Cumbre contra el Hambre y la Pobreza, llevada a cabo en Nueva York el pasado 20 de setiembre, por iniciativa del Señor Presidente de la República Federativa del Brasil, Luiz Inacio Lula Da Silva. En esta ocasión se adoptó una Declaración entre cuyos párrafos resaltantes quisiéramos señalar los siguientes:

“Compartimos la visión de que enfrentar la pobreza y la injusticia social en el mundo es vital para la seguridad y la estabilidad de todos los países, tanto desarrollados, como en desarrollo.

Enfatizamos la necesidad de asistir adecuadamente a las víctimas de la extrema pobreza y del hambre por medio de una nueva movilización política, que coloque el desarrollo socioeconómico en el primer plano de las agendas nacional e internacional.



El mayor escándalo no es que el hambre exista, sino que continúe existiendo aún cuando tenemos los medios para erradicarla. Es tiempo de actuar.

El hambre no puede esperar.”

Por otra parte, cabe destacar la iniciativa de la distinguida delegación de Venezuela de haber impulsado una Carta Social de las Américas. La República del Paraguay acompaña esta iniciativa en el entendido de que la misma debe constituir un plan apropiado de políticas y acciones concretas para establecer un crecimiento económico con equidad a fin de reducir la pobreza, eliminar el hambre y elevar los niveles de vida de la población, con especial atención a los sectores y grupos sociales más vulnerables.

Estoy segura que con voluntad, sabiduría y creatividad podemos llegar al consenso y unirnos en un diálogo que contemple estos dos importantes elementos: el de la equidad y la justicia para lograr así, el tan ansiado desarrollo económico y social de nuestros pueblos.

Y bajo ese mismo espíritu deseamos concluir las negociaciones que nos permitan establecer un Área de Libre Comercio de las Américas, la cual debe constituirse en una realidad beneficiosa para todos los países participantes, en base a una adecuada dimensión del desarrollo que facilite la real participación de las pequeñas economías en los beneficios del libre comercio.

Estas son nuestras tareas comunes de cara al siglo XXI. Necesitamos una OEA para hacer prósperas a todas nuestras naciones. Y sin distinciones ni exclusiones de ninguna índole. Eso lo sabemos. Pero ahora debemos ser capaces de llevar adelante las políticas imprescindibles para, en menos de una generación, transformar a nuestros pueblos y convertirlos en sociedades de bienestar, progreso y cultura, con la efectiva participación de los organismos financieros internacionales, entre los cuales el Banco Interamericano de Desarrollo desempeña un rol fundamental.
Esa OEA debe ser creativa, imaginativa, cooperante e innovadora. Tiene que establecer una nueva dinámica encaminada a cambiar realidades. Con espíritu positivo, ser instauradora de una sinergia que comprometa a todos a cambiarnos a nosotros mismos para cambiar el mundo. Hacia la paz fecunda y perdurable. Hacia la justicia emancipadora y humanizante. Y hacia la civilización verdaderamente libre y dichosa.

Eso lo podemos. Y lo mejor, es que ese orden nuevo sólo de nosotros depende.

Señor Presidente, queridas amigas y amigos:

Hoy más que nunca, cuando hemos visto recorrer huracanes devastadores por las tierras de nuestros hermanos insulares, así como por otras regiones de nuestro continente, es cuando ratificamos la necesidad de exponer el rostro humano de la OEA.

Creemos que se debe intensificar y fortalecer la cooperación para estos casos tan trágicos, así como para la lucha contra el VIH (Sida) y otras enfermedades epidémicas, de forma tal que los ciudadanos que hayan sufrido estas desgracias puedan testimoniar que la OEA es de la gente y está al servicio de la gente.

Finalmente, quiero aprovechar esta ocasión para reiterar el agradecimiento a todos sus Ilustrados Gobiernos por el gran apoyo que nos otorgaran con motivo de la tragedia ocurrida en un supermercado de la ciudad de Asunción, el pasado 1 de agosto.

Le pido a Dios que extienda sobre todos y cada uno de los distinguidos representantes aquí presentes, sobre sus Gobiernos y sus pueblos, miles y miles de bendiciones, por tantos gestos de solidaridad y por tantas manos amigas que se unían a las nuestras en momentos de profundo dolor y tristeza, desde los más lejanos rincones de nuestra hermosa América.

Amigas y amigos todos:

Puede que la historia nos esté presentando un nuevo desafío, un nuevo examen, como otros tantos que ya hemos tenido en el pasado, y a pesar de que pudieron haber sido muy difíciles, hemos logrado superarlos con muy buenas calificaciones.

La OEA ha sido siempre una escuela de aprendizaje a la que fuimos moldeando hasta convertirla hoy en una universidad continental. Estoy absolutamente convencida de que sea cual fuere el desafío que tengamos que enfrentar, lo haremos todos juntos. Las pruebas a las que nos somete el destino, no nos deben abatir ni dividir. El compromiso es enorme. Tengo fe que tendremos el coraje de ser los forjadores de una América más justa, más próspera, más libre. Una América de todos y para todos.

Muchas gracias.