Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
EN LA INSTALACIÓN DE LA REUNIÓN DE ALTO NIVEL SOBRE POBREZA, EQUIDAD, E INCLUSIÓN SOCIAL

8 de octubre de 2003 - Isla de Margarita, Venezuela


Le agradecemos al gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, al Presidente Chávez, la invitación a participar en esta reunión sobre Pobreza, Equidad e Inclusión Social, el tema que más preocupa a nuestros pueblos y que más atenta contra los esfuerzos de crear ese hemisferio más democrático, justo, y próspero que todos anhelamos. Quiero destacar el trabajo, el tesón y la obstinación del Embajador Valero para la celebración de este certamen.



Desde los tiempos coloniales la pobreza siempre ha sido un problema acuciante en nuestra región, una fuente inagotable de dolor, de frustraciones, de alzamientos y revoluciones, de sueños postergados. Tanto a fines de la Segunda Guerra Mundial como a principios de los noventa se llegó a pensar que había comenzado el fin para ese mundo de privaciones en que viven tantos americanos. Esa primera esperanza murió con la crisis de la deuda de los 80s. Y en cuanto a la expectativa última igualmente se frustro. Hay hoy más pobres que hace diez años y las tasas de crecimiento de nuestras economías son muy inferiores a lo que se necesita para retomar el camino de la prosperidad con justicia social.



Estamos obligados a trabajar para asegurar un futuro mejor para todos aquellos que están por fuera de la economía de mercado, para los que viven en la miseria, para los desnutridos, para los indígenas, para los analfabetas, para los ancianos, para las poblaciones más vulnerables. La pobreza y la desigualdad constituyen las más grandes amenazas, los retos principales para la democracia en nuestro hemisferio.



Si la pobreza se origina en el anterior modelo económico o en el nuevo es un asunto que no es fácil de dilucidar y creo que ello no interese mucho a quienes padecen la miseria. Existe cierta tendencia a hacer del comercio el principal factor que explicaría uno u otro resultado: unos culpan al proteccionismo, otros al comercio mas libre. Lo que es evidente es que ambos se quedan mas que cortos en explicar el bajo crecimiento, la pobreza o la marginación. En todo caso una cosa si es clara, que las reformas que se han implementado no lograrán por si solas disminuir la pobreza. También, es bueno señalar, que abandonar dichas reformas es una receta riesgosa en un mundo tan competitivo e interdependiente como el que vivimos.



Yo creo que el centro de una buena explicación de lo que ha pasado esta en la debilidad ancestral del Estado, y no me refiero al tamaño del estado como a su eficacia, a su capacidad para prestar los servicios públicos o para ejercer sus funciones de regulación, supervisión o control. Las prioridades de nuestros estados fueron por muchas décadas las grandes obras de infraestructura y el desarrollo de industrias básicas o estratégicas. Para empeorar la situación, los recursos que se asignaron a los temas sociales, que en muchos casos representaron una parte importante del gasto público y del producto nacional, fueron a sostener pesadas y costosas burocracias y a concentrar el grueso de los recursos públicos en sectores económicamente privilegiados y económicamente poderosos.



La crisis de la deuda de los ochenta puso en evidencia la magnitud del problema. De la crisis se aprendieron muchas cosas, particularmente que no hay prosperidad real sostenida al debe, que el endeudamiento no debe usarse para gastos suntuarios, que la inversión pública debe ir solo a proyectos de alta calidad y que no se debe dar cuartel a la corrupción.



Se supero entonces la crisis de la deuda con un gran optimismo basado en la consolidación de los sistemas democráticos de la región y en el compromiso de cumplimiento de una agenda de reformas económicas que muchos creyeron, en los círculos académicos y multilaterales, eran los únicos determinantes del desarrollo.



Con el correr de la década nos movimos hacia un mundo cada vez mas complejo, donde las recetas económicas resultaron desde luego insuficientes. Quedó claro que no sirven las sobre-simplificaciones, que la compleja realidad exige más trabajo en el diagnóstico de los problemas y en el diseño de las soluciones. No hay formulas simples o sencillas ni para conseguir buenas tasas de crecimiento y mucho menos para alcanzar objetivos sociales.



Pronto descubrimos que no se hizo énfasis suficiente en la necesidad de aumentar las tasas de ahorro interno, sin lo cual, no habría crecimiento sostenido y se colocaría a la región en el rumbo de una nueva crisis económica. Hemos aprendido que con solo un aumento de los recursos para luchar contra la pobreza, no resultará necesariamente en una reducción significativa de la misma. Es inevitable ejercer con rigor y eficiencia las funciones estatales de control de gestión; abrir espacios al sector privado en la construcción de infraestructura, a la sociedad civil en programas sociales, con transparencia y participación; crear condiciones favorables a la inversión extranjera.



Pero para sumar a los errores o problemas de nuestras políticas, vinieron luego desafíos que en gran medida se escapan de nuestro control: Las crisis de volatilidad de capitales la más indeseable de las características de la globalización.



Tales crisis han echado por la borda años de esfuerzos y sacrificios para algunos de nuestros países. El efecto contagio, la rapidez con la que se expande la desconfianza y con las que las corrientes de capital abandonan los países ante cualquier desajuste en las variables económicas constituye una grave amenaza a lo que hemos conseguido con sacrificios, coraje y decisión.



En la gran mayoría de países hemos salido fortalecidos de cada crisis, mejor preparados, con mejores instrumentos, con instituciones más sólidas. Aun Argentina que ha debido enfrentar una crisis sistémica ha logrado superar los peores presagios sobre las consecuencias de su crisis y cuenta hoy con un gobierno y una política económica que tienen una enorme legitimidad.



En todo, superar estas crisis demanda una mayor voluntad del mundo industrializado para avanzar a un sistema internacional mas transparente, con mas recursos y con mas poder regulatorio.



Como lo hemos analizado con Don Enrique Iglesias en numerosas oportunidades, lo que se veía como el punto de llegada de las reformas, es apenas el punto de partida. Descubrimos que los factores políticos o institucionales como la estabilidad en las reglas de juego, el respeto al estado de derecho o la paz social son tan importantes como los factores económicos.



En Latinoamérica y el Caribe la transformación de las instituciones del estado y de sus políticas de intervención debe estar sometida a un proceso de rectificaciones importante. Esa debe ser la principal discusión de la vida pública y de la actividad política de nuestras naciones.

Tenemos que aprender de las duras lecciones que hemos recibido y continuar hacia delante con un mensaje de esperanza. Aquí no vinimos a lamentarnos o a gemir sobre nuestras flaquezas sino a encontrar propuestas que, respaldadas en la solidaridad hemisférica, nos ayuden a superar este periodo tan dañino y confuso para nuestros pueblos y para las instituciones americanas.



Es necesario entonces dar a los temas sociales la prioridad que merecen. Ese camino lo empezamos a recorrer con la expedición de la Carta Democrática. Hoy es imposible pensar en llevar a buen término un grupo de reformas económicas o sociales por vías diferentes a la democracia, como es imposible pensar en la democracia sin mantener una vigorosa política social.



Por otra parte, el éxito de la Carta Democrática solo será posible en la medida en que el sistema político fortalecido, con un vigoroso respeto al Estado de Derecho, que incluye elecciones libres, justas y transparentes; equilibrio de poderes públicos; lucha contra la corrupción; partidos y organizaciones políticos fuertes; participación ciudadana; acceso a la información; rendición rigurosa de cuentas en el ejercicio de la función pública. Incluyen también, los temas de derechos y espacios para la oposición y la defensa de la libertad de prensa y la libertad de expresión.



En medio del fenómeno de la volatilidad de capitales y sus consecuencias, se ha dado un enorme desgaste de las reformas estructurales que se han desarrollado desde los ochentas. La globalización ha generado un profundo cambio en muchos frentes, ha producido muchos ganadores y también muchos perdedores, ha generado muchas oportunidades pero también nuevos problemas. Pero no se ha reducido la desigualdad y se han dado grandes desequilibrios, se dan muchos malestares e inclusive hay una gran perplejidad sobre la pertinencia de lo que hemos hecho. En todo caso millones de ciudadanos de todos los estratos se sienten en una situación de vulnerabilidad, se sienten amenazados por fuerzas que ven como incontrolables, que les traen inseguridad económica, incertidumbre social, enfrentamiento de clases y culturas y degradación ambiental.



Pero este no es un camino inevitable. Podemos gobernar sobre la globalización y al mismo tiempo avanzar de manera colectiva hacia una mayor gobernabilidad democrática. Es necesario tomarle el pulso a las transformaciones mundiales, entenderlas, adoptar estrategias para enfrentarlas y modernizar las instituciones públicas y privadas para operar en el nuevo entorno. Esta reunión se da inmediatamente después de la reunión de Cancún. Está demostrado cuan difícil es conciliar hoy las diferencias de los distintos actores en el escenario mundial. Esta experiencia nos debe servir en el ámbito multilateral para fortalecer nuestra integración e impulsar la cooperación hemisférica; para poner en marcha, con los instrumentos que tenemos en el ámbito americano, un proceso de integración que tenga los equilibrios, los contrapesos, las compensaciones que lo hagan viable y justo, para asegurar que cada país pueda encontrar que la integración lo beneficia, que un comercio mas abierto pero reglado lo fortalece y que podemos construir acuerdos mas participativos de nuestros gobiernos, empresarios y trabajadores.





Quisiera llamar la atención sobre la importancia de las reuniones ministeriales como un buen instrumento para el desarrollo de los mandatos de nuestros gobernantes y para avanzar en la integracion. Por ejemplo, no creo que haya duda en el papel central de la educación en la política social, en la lucha contra la pobreza y en la lucha por una mayor equidad social. Nuestros gobernantes desde Québec y Santiago han realzado la importancia de la educación como el pilar de nuestro desarrollo y pusieron énfasis en que el progreso hacia sociedades más democráticas, economías en crecimiento y equidad social dependen de una economía educada y una fuerza laboral capacitada. Los proyectos de los ministros se desarrollan en funcion de esos objetivos.



En la Reunión de Ministros del Trabajo se ha estado buscando como fortalecer la dimensión social y laboral de la integración para avanzar hacia una globalización inclusiva y no excluyente. Allí hemos dicho que nos convocamos para hacerle frente al compromiso histórico de confrontar el analfabetismo, la desnutrición, la falta de calificación, la discriminación de toda clase, el trabajo infantil, las formas intolerables de trabajo. Estamos todos comprometidos a promover la ocupación digna y productiva para las mujeres, los jóvenes, los discapacitados, los enfermos de SIDA, los migrantes, las minorías étnicas y religiosas. Allí nos reunimos por la convicción compartida de la necesidad de pagar salarios justos y la generación de oportunidades de empleo y condiciones de trabajo que sean consistentes con los estándares internacionales. Dimos un gran paso al incorporar a la Carta Democrática el concepto de que la democracia requiere el ejercicio pleno y eficaz de los derechos de los trabajadores y la aplicación de las normas laborales básicas de la OIT.



En lo que se refiere al Programa Interamericano de Desarrollo Social quiero realzar la importancia de que los americanos compartamos experiencias sobre como hacer frente a los desafíos de la pobreza y la discriminación. Quiero también llamar la atención sobre la Red Social de América Latina y el Caribe y los Fondos de Inversión Social que hemos apoyado y que tienen además un programa de pasantias con financiamiento por el BID.



Antes de concluir quisiera referirme a un tema caro a todos los que nos hemos reunido aquí: la superación de la conflictividad social y económica en Venezuela. Estuve en este hermoso país por varios meses acompañando al Gobierno y las fuerzas políticas que lo respaldan como a la Coordinadora Democrática y las organizaciones sociales que la acompañan en un complejo proceso de concertación que concluyó con los acuerdos de mayo. En medio de las naturales tensiones inevitables en este momento de la vida venezolana, quiero celebrar el indudable fortalecimiento de las instituciones venezolanas desde entonces.



Ello ha sido posible por dos razones fundamentales: el acierto con que el Tribunal Supremo ha logrado dirimir las diferencias entre ambos sectores y llenar los vacíos institucionales que son comunes en todo proceso de transición hacia una nueva Constitución, así como el tino y buen juicio con el que ha estado orientando la búsqueda de una solución democrática, pacifica, electoral y constitucional. El recién escogido Consejo Nacional Electoral se ha comportado como el arbitro electoral confiable e imparcial que era imprescindible para llevar a buen termino los acuerdos de mayo.



También se ha dado tal fortalecimiento de las instituciones por el acatamiento de las decisiones tanto del Tribunal Supremo como del Consejo Electoral por todos los actores de la vida publica venezolana. Enaltece a ambos sectores, Gobierno y oposición, el comportamiento que han tenido. Y sin duda, la continuidad de ese comportamiento, asegura que los venezolanos resolverán los problemas que son de su responsabilidad.



Las instituciones internacionales que facilitamos ese proceso estamos para acompañarlo y tratar de evitar que se desvie de los parámetros que han acordado dentro del estricto respeto a la Constitución Bolivariana. En todo tiempo estaremos dispuestos a prestar nuestro concurso cuando así lo deseen las partes.


Presidente Chávez, estamos acá para asegurar que la integración americana y la lucha contra la pobreza nos genere una América mas democrática, mas justa como nuestros pueblos lo reclaman y lo merecen.