Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
SESIÓN INAUGURAL DE LA SEGUNDA REUNIÓN ORDINARIA DEL CONSEJO INTERAMERICANO PARA EL DESARROLLO INTEGRAL (CIDI)

17 de abril de 1997 - Ciudad de México, México


En nombre de todos los funcionarios de la Organización de los Estados Americanos, quiero ofrecerle un caluroso saludo al Señor Canciller de México, Licenciado Ángel Gurría, anfitrión generoso del evento que hoy se inicia. Sin su particular interés y diligencia, y sin la gran capacidad de convocatoria que tiene la Secretaría de Relaciones Exteriores, esta reunión quizás no tendría el lucimiento y la gran concurrencia que observamos. Saludo también a los Ministros y Jefes de Delegación, a los representantes de los países miembros, a los observadores permanentes, a los delegados de agencias de cooperación e instituciones multilaterales y a los presidentes del Banco Interamericano de Desarrollo y de la Corporación Andina de Fomento, quienes hoy se encuentran con nosotros.
Quisiera también, Señor Canciller, extender nuestro saludo al Señor Presidente Ernesto Zedillo Ponce de León, por quien todos los americanos tenemos motivos de admiración y respeto. La manera como él ha conducido su país en tiempos particularmente complejos constituye uno de los paradigmas de nuestra historia común. El caso de la recuperación económica de México después de la crisis financiera de hace un par de años, además de ser un ejemplo de cooperación interamericana, es sin duda uno de los más exitosos de estos tiempos modernos, y es ya considerado en todos los escenarios como ejemplo de seriedad, profesionalismo y coraje políticos.
Aparte de los notables resultados económicos, este país ha vivido un proceso de reforma política sin par en la historia mexicana de las últimas décadas, que ha permitido la más libre expresión de las fuerzas políticas, sociales y económicas, en un período de grandes sacrificios. El que todo ello se haya dado en un ambiente de democracia, tolerancia y respeto por la diversidad, nos ha llevado a recordar el enorme capital que para la cohesión nacional y para un civilizado comportamiento social tiene su país. Ésto dice muy bien de la apropiada interpretación que el Presidente Zedillo ha hecho de las necesidades de su nación en este período particularmente desafiante, y de la disciplina, espíritu de solidaridad y unidad de todo el pueblo mexicano.
Es significativo que esta Segunda Reunión del Consejo Interamericano para el Desarrollo Integral se lleve a cabo en México, porque su país, Señor Canciller, fue en el ámbito de la OEA el principal impulsor de los nuevos criterios con los cuales nuestra Organización ha decidido afrontar los esfuerzos de modernización y de actualización de su agenda en el campo de la cooperación para el desarrollo. Estos criterios fueron acordados en el Protocolo de Managua y desarrollados en la Asamblea Extraordinaria de México de 1994.
Es oportuno destacar que en múltiples oportunidades la OEA ha podido promover la acción solidaria entre sus Estados miembros, gracias a que se ha asociado a acciones de cooperación impulsadas por el Gobierno de México, a través de distintas dependencias como la Secretaría de Educación Pública y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, de diversos centros nacionales de proyección internacional y de prestigiosas instituciones educativas y de investigación.
En esta ocasión, los gobiernos de las Américas vuelven a congregarse en este histórico punto de encuentro de las culturas Tlatelolco para dar continuidad al diálogo interamericano sobre los problemas más apremiantes del desarrollo, y para concluir acuerdos fundamentales sobre los que se sustentará la evolución futura de la cooperación interamericana. Tales acuerdos nos permitirán encarar los crecientes frentes de acción colectiva surgidos del renacer de la posibilidades del multilateralismo hemisférico al finalizar la Guerra Fría.
Recién hemos concluido una etapa crucial en nuestros esfuerzos de modernización. La OEA ha dejado de ser una institución simplemente asistencialista, para convertirse en una entidad promotora de cooperación internacional dispuesta a trabajar de manera mucho más estrecha con otras instituciones del sistema interamericano, en especial con el BID, las agencias del sistema de Naciones Unidas, el Banco Mundial, la CAF, las agencias de cooperación de países miembros y observadores, y con fundaciones privadas y organismos no gubernamentales.
Esta reunión se inicia así con los mejores auspicios. Los ministros y jefes de delegación que integran en esta ocasión el Consejo Interamericano para el Desarrollo Integral, tendrán la oportunidad de iniciar un diálogo con directivos de organismos globales y regionales, que permitirá explorar el papel de las agencias especializadas en el fortalecimiento de la cooperación interamericana, y el rol de la OEA en el afianzamiento de la cooperación horizontal, así como sus posibilidades para trabajar de consuno con otras agencias y organismos.
Tendrán, asimismo, la oportunidad de considerar el Programa Interamericano para el Desarrollo Sostenible y el Programa Interamericano de Combate a la Pobreza y la Discriminación. Ambos programas definen los lineamientos básicos para orientar el desarrollo del diálogo interamericano y la cooperación solidaria en el ámbito de la OEA.
En cumplimiento de las responsabilidades que la Carta de la Organización le asigna a este Consejo, los señores ministros considerarán y, en su caso, recomendarán a la Asamblea General el primer Plan Estratégico de Cooperación Solidaria de la OEA, que abarca el período 1997-2001. La propuesta de Plan Estratégico que está a su consideración ha sido el resultado de tomar la agenda temática aprobada en AGECID, actualizándola conforme a las decisiones que se han adoptado en Asambleas de la OEA en cuanto a actividades de cooperación, y de acuerdo también con los mandatos que hemos recibido de los Presidentes y Primeros Ministros en la Cumbre de Miami y en la de Santa Cruz de la Sierra sobre Desarrollo Sostenible.
Esas prioridades son desarrollo social y generación de empleo productivo; educación; diversificación e integración económicas, apertura comercial y acceso a mercados; desarrollo científico e intercambio y transferencia de tecnología; fortalecimiento de las instituciones democráticas; desarrollo sostenible del turismo; desarrollo sostenible y medio ambiente; y cultura.
Pero un campo de trabajo tan vasto y que cubre un horizonte temático tan amplio, sólo podrá ser atendido de manera eficiente si tomamos algunas decisiones que son esenciales para nuestros esfuerzos de modernización y solidaridad. Para comenzar, a la OEA le corresponde trabajar dentro de un contexto en el cual el esquema de cooperación multinacional, con la participación activa de todos los Estados miembros y los esfuerzos de cooperación horizontal impulsados por un número creciente de países, es sin duda el vehículo más adecuado para que se ofrezca una atención especial a los países con requerimientos más apremiantes de apoyo.
Como lo he expresado en otras ocasiones, las actividades de cooperación que impulse el CIDI deben atender de manera especial las necesidades de los Estados miembros con economías más pequeñas o de menor nivel de desarrollo relativo. Por esa razón, para el logro de los objetivos que nos hemos propuesto y en particular para hacer de la solidaridad una realidad actuante, son necesarias ciertas decisiones, sin las cuales estos postulados perderán parte importante de su fuerza innovadora.
1. Los países de mayor desarrollo relativo y de mayor tamaño económico deben buscar nuevas modalidades de cooperación con la OEA y el CIDI, dentro del nuevo espíritu que privilegia el trabajo conjunto y para el cual podemos ofrecer una vasta infraestructura en la sede y en nuestras oficinas nacionales. Ello estimulará que otras agencias de cooperación de países miembros y de países observadores trabajen con nosotros. Limitar su participación a los actuales niveles de aporte de fondos voluntarios hace muy difícil que el CIDI represente un cambio significativo en los niveles de cooperación que hoy reciben los países del Hemisferio, y en particular vuelve muy compleja la tarea de diseñar y ejecutar programas que tengan relevancia.
2. La OEA será cada vez más una institución orientada hacia políticas, ya que, entre otras razones, no tiene ni los recursos ni la capacidad para ejecutar programas en tantas áreas y en todos sus miembros. Los países de desarrollo y tamaño relativo intermedio deben mirar a la OEA como una institución de la cual reciben su cooperación a través del intercambio de experiencias y de información, del diseño de tratados y normas interamericanas, y de la preparación de documentos de política. Es en tal sentido como debe entenderse el principio de la nueva estrategia según la cual todos los Estados deben participar en las actividades de cooperación. Por otra parte, la Organización podría destinar los recursos que hasta hoy ha recibido para ayudar a movilizar los recursos de sus agencias de cooperación como empieza a ocurrir con Argentina y más recientemente con México y Brasil.
3. En cuanto a los países de menor tamaño habría que diferenciar por niveles de ingreso relativo. Costa Rica, por ejemplo, ha expresado su voluntad de ser país cooperante en el área de democracia y derechos humanos. Por ello, habrá que diseñar parámetros que nos permitan que entre estos países haya un importante nivel de solidaridad, ya que algunos tienen elevados niveles de ingreso por habitante.
4. Los proyectos nacionales de cooperación solidaria para el desarrollo propiamente dichos deberían centrarse en la realización de experiencias de carácter piloto de las que pudieran derivarse enseñanzas que tengan un impacto permanente; y deberían darle un renovado impulso a las actividades de intercambio de experiencias, a la formación de sistemas de información y a la comparación, diseño y formulación de políticas de la agenda hemisférica. Y, desde luego, debemos desarrollar también mayor capacidad para colocar nuestros instrumentos al servicio de actividades y proyectos que nos permitan trabajar con otros organismos regionales e internacionales para cumplir tareas dispuestas por los Presidentes y Jefes de Gobierno y por las Asambleas de la OEA.
5. En el campo de la cooperación de carácter multinacional, la acción de la Secretaría General deberá concentrarse en acciones de apoyo al diseño y organización de programas y al desarrollo de un sistema de información sobre oferta y demanda de cooperación. La ejecución directa de programas de cooperación debería limitarse a casos muy específicos de proyectos piloto, o cuando se trate de tareas que le sean encomendados para su ejecución, en áreas en que la OEA haya desarrollado cierta experiencia, tal como está ocurriendo en temas de democracia y desarrollo sostenible.
Sólo decisiones deliberadas de ustedes, en reuniones como ésta, o en nuestra próxima Asamblea, así sean tomadas para adoptarlas de manera gradual, harán posible que el ejercicio de transformación que se ha hecho con la creación del CIDI rinda frutos significativos. Permitirán también darle a la OEA el tipo de mayor equilibrio político que muchos demandan con razón, al convertir a una buena cantidad de países en aportantes netos de cooperación.
En esta reunión se considerarán también las normas que habrán de reglamentar el funcionamiento del CIDI y el estatuto que regirá su financiamiento. La creación de los fondos sectoriales permitirá el aporte de recursos de los Estados miembros a temas definidos por ellos como prioritarios, mientras que los fondos específicos permitirán a los Observadores Permanentes y a las organizaciones de cooperación para el desarrollo participar en programas, proyectos y misiones de la OEA en los que tengan particular interés. Sea esta la ocasión para registrar que el BID empieza a ser una fuente importante de recursos para algunos proyectos vitales en el campo de la democracia y la política social, gracias primordialmente a la permanente atención que a nuestras tareas presta Enrique Iglesias.
Todo lo anterior es fundamental para que la Organización sea cada vez más útil. Las decisiones vinculadas con el Plan Estratégico que se tomen en el CIDI permitirán que la OEA pueda proyectarse con eficacia como un instrumento adecuado para dar seguimiento a los acuerdos que se adopten en las reuniones cumbres de Presidentes y Jefes de Gobierno. Las normas para el funcionamiento del CIDI, que están a su consideración, le permitirán entonces funcionar como foro de nivel ministerial, con la flexibilidad necesaria para que los Estados miembros designen su representación de una manera que se adapte a los diversos temas de reuniones interamericanas que se han venido realizando y que de seguro se realizarán en el futuro por mandato de las cumbres presidenciales. Le permitirán también movilizar recursos humanos, técnicos y financieros en relación con los distintos temas especializados.
En este contexto la OEA podrá, si así lo deciden los países miembros, asumir una parte de los mecanismos de diálogo ad hoc creados por la Cumbre de las Américas, dirigidos al intercambio de experiencias, a la definición de instrumentos normativos para encauzar las relaciones hemisféricas y a otros asuntos de acción colectiva. Es en gran medida en la búsqueda de su modernización y de cumplir los mandatos de la Cumbre, como la OEA ha ido evolucionando de ser una institución básicamente orientada a proyectos, a una orientada más a la comparación y concertación de políticas hemisféricas, retomando así su papel de principal foro para el diálogo continental.
La OEA podría de esta manera continuar desarrollando capacidades para producir, por consenso, documentos de recomendaciones de política en diversas áreas de la agenda interamericana, tal como ocurre de manera más sistemática con una gran variedad de temas en instituciones multilaterales como la OCDE. La OEA puede también proveer apoyo de secretariado técnico, preparando informes y documentos dispuestos por los funcionarios de alto nivel; ésta es una función que las reuniones ministeriales y las de políticas sectoriales demandarán de manera creciente.
En lo tocante a la concreción de su vocación como foro interamericano, el CIDI deberá revitalizar algunos foros ministeriales que ya se habían venido configurando en el ámbito de la OEA. Habrá que prestar, en este sentido, una especial atención a la reactivación del foro de ministros de educación y al impulso, en el marco del CIDI, de los foros de ministros y altas autoridades en las áreas de trabajo, desarrollo social, desarrollo sostenible, ciencia y tecnología, cultura, turismo, telecomunicaciones y puertos. También deberá considerarse la conveniencia de promover en el marco del CIDI el fortalecimiento o la conformación de otros foros de nivel ministerial, o de altas autoridades en sectores de justicia e interior, como lo viene estudiando la Comisión de Asuntos Jurídicos y Políticos del Consejo Permanente. La OEA debe estar también preparada para asumir mayores responsabilidades como las de secretaría de un eventual proceso formal de negociaciones de la Zona de Libre Comercio de las Américas, si así lo reclamaran los países miembros.
Las responsabilidades que la Cumbre de Santa Cruz de la Sierra le ha encomendado a la Comisión Interamericana de Desarrollo Sostenible del CIDI, permiten vislumbrar las oportunidades y desafíos que le esperan al Consejo. Sobre todo permiten apreciar con claridad sus potencialidades para ofrecer un marco jurídico y técnico de discusión y de examen, de ejecución de tareas, de apoyo al seguimiento de los mandatos presidenciales y para la configuración de una memoria institucional del proceso de seguimiento de las cumbres.
Es de cara a estos procesos como hemos aprendido que las tareas delineadas por los Jefes de Estado y de Gobierno son de tal envergadura que su implementación, además de la voluntad de los países, exige de la acción concertada de éstos con las instituciones y agencias del sistema interamericano. Y para ello se requiere que éstas, y en particular la OEA, transformen sus estructuras y utilicen sus recursos en función de esas mismas tareas. La Organización ha enriquecido su trabajo y su rol al recibir requerimientos, solicitudes, mandatos de diversos funcionarios nacionales, ministros y otras instancias de alta jerarquía, a veces bien coordinados por sus cancillerías, a veces con una relación tenue con estas. De ello hemos derivado una experiencia que debemos fortalecer sobre todo para asegurar que estos temas, en la OEA, sean tratados sólo por los expertos nacionales o las altas autoridades de políticas sectoriales.
Por ello, reitero que la acción de la Secretaría General debe concentrarse en el apoyo al diálogo hemisférico, mediante el fortalecimiento de sus capacidades para brindar servicios de secretaría técnica a los distintos foros y reuniones que se vayan generando en vinculación con el desarrollo de la agenda interamericana. Si ustedes así lo disponen, y si así se decide en el marco de seguimiento de las Cumbres, el CIDI podría convertirse en el principal escenario de trabajo multilateral en las Américas.
En la Secretaría General estamos convencidos de los beneficios que trae el que los procesos de diálogo entre nuestros países se desarrollen en espacios multilaterales formales. Ello permite institucionalizar el trabajo, asumir los procesos como acumulativos, guardar la memoria institucional en un organismo multilateral y atenuar las posibles disparidades y desconfianzas naturales entre países de diverso tamaño y grado de desarrollo.
Señor Canciller de México, señora Vicepresidente de Costa Rica, señores Cancilleres, Ministros y Jefes de Delegación:
En esta reunión se completará una etapa que podremos caracterizar como de diseño de la puesta en funcionamiento del CIDI. Ella no ha estado exenta de dificultades. Los problemas propios de una transición han provocado incertidumbre, sobre todo por la falta de definición de algunos parámetros centrales en la operación de los nuevos sistemas de gestión de la cooperación. Quizás algunos de estos problemas pudieron evitarse, quizás también fueron en gran medida inevitables. En todo caso, se han sorteado y se ha sostenido un trabajo constante para completar, con los instrumentos que se someterán en esta reunión a la consideración del CIDI, un sistema con parámetros claros y con los elementos necesarios para obtener del nuevo esquema los mayores beneficios para avanzar en la acción colectiva en las Américas.
En la solución de estos problemas y en la concepción de los instrumentos que el CIDI va a disponer, es necesario reconocer, de manera especial, el esfuerzo y la dedicación infatigables de los Estados miembros representados en la Comisión Ejecutiva Permanente del CIDI, eficaz y concienzudamente encabezada por el Embajador Kingsley Layne, de San Vicente y las Granadinas, y el Embajador Brian Dickson, de Canadá. Igualmente, debemos destacar el abnegado trabajo del Secretario Ejecutivo, doctor Leonel Zúñiga.
Adoptados los nuevos instrumentos, el CIDI se enfrentará al desafío de aplicarlos y utilizarlos.
De sus decisiones en esta reunión del CIDI y de otras que ustedes tomen en otros escenarios, dependerá el que la OEA, nuestro organismo multilateral, sea de nuevo el epicentro del diálogo hemisférico, y que el CIDI sea el principal instrumento de solidaridad y cooperación interamericanas para promover un período vigoroso de acción colectiva que nos conduzca a la integración política, cultural y económica, y que apoye los esfuerzos que todos hacemos para enfrentar los inmensos desafíos que tenemos para que las Américas sean tierra de paz, justicia, prosperidad, igualdad y solidaridad.