Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
ANTE LA SESION EXTRAORDINARIA DEL CONSEJO PERMANENTE

13 de diciembre de 1995 - Washington, DC


"En la evolución de la humanidad no hay pausas ni descansos. El que no se atreve a ser protagonista de la historia le está entregando a otros el destino de sus compatriotas, de sus hijos, de sus nietos. Ustedes, Señores Embajadores, han comprendido siempre que es nuestro deber hacer de nuestra Organización una protagonista del futuro. Ustedes han optado por una senda más difícil pero más satisfactoria, la de cabalgar las fuerzas de la historia."

El fin de año es siempre una época propicia para hacer balances, evaluar lo que se ha alcanzado y preparase para el futuro que se avecina. Es por cierto difícil escaparse al espíritu navideño que invita a una reflexión pausada y profunda, a una reafirmación de valores y a la renovación de las convicciones que nos guían. Además, esta es buena época para compartir con los amigos y colegas los éxitos colectivamente alcanzados.

Es por ello que le he pedido a la Señora Presidente del Consejo Permanente, la Embajadora de México, Carmen Moreno, que me otorgue la oportunidad de dirigirme a Ustedes durante esta reunión extraordinaria del Consejo Permanente en el año que termina.

La historia, que suele desconocer los calendarios, parece haber decidido concluir temprano, -hacia fines de la década pasada-, el Siglo XX. Vientos de cambio derribaron muros y dictaduras, y sembraron nuevos valores y legitimidades. La Guerra Fría terminó y ha resurgido la aldea global como expresión de un mundo signado por dos realidades incuestionables: la multipolaridad y la interdependencia.

Estos hechos son ya parte de la conciencia colectiva. Se ha vuelto ritual hablar del viejo orden y enarbolar el nuevo. Pero ya no basta con felicitarnos por que atrás hayan quedado los tiempos borrascosos. Tampoco es suficiente con anunciar el albor de una nueva era. Ya se está desvaneciendo la efímera euforia de los muchachos bailando encima de los muros derruídos y la espontánea alegría del pueblo festejando el fin de la dictadura.

Ahora estamos enfrentados a la tarea de esculpir realidades de las ilusiones, de traducir los sueños colectivos en decisiones y de asumir la responsabilidad de construir el futuro, en vez de contentarnos con contemplar las ruinas de un mundo que se desvanece en el horizonte.

Cuesta trabajo ser contemporáneo. El presente es tan fugaz que, o bien se le pierde el miedo a hacer de la cotidianeidad una revolución permanente, o se corre el riesgo de terminar viviendo en la cómoda inercia del pasado.

Al darle la vuelta a la página el destino nos ha dado una oportunidad. Tenemos ante nosotros una hoja en blanco. Hay quienes prefieren dejar que sea la historia la que llene su propio vacío. Quisieran vivir en un limbo entre el inconsecuente languidecimiento de lo establecido y la lejanía insalvable del futuro.

Pero no debemos llamarnos a engaños. En la evolución de la humanidad no hay pausas ni descansos. El que no se atreve a ser protagonista de la historia le está entregando a otros el destino de sus compatriotas, de sus hijos, de sus nietos.

Y aun cuando estas palabras pudieran parecer reflexiones remotas, las uso de preámbulo por cuanto creo que ponen en contexto la magnitud de la misión en que colectivamente nos hemos embarcado.

No tengo duda de que Ustedes todos, Señores Embajadores, han entendido siempre que es ahora nuestro deber crear las bases que hagan de nuestra Organización un protagonista del futuro. Estoy convencido de que Ustedes han optado por una senda más difícil pero más satisfactoria, la de cabalgar las fuerzas de la historia.

Y debo decir con satisfacción, que en este último año es mucho lo que la Organización ha logrado, para hacer de la O.E.A. un instrumento vigente que le permita a la comunidad de naciones del Hemisferio construir un mañana en democracia, paz y prosperidad.

Permítanme adentrarme en la revisión de algunos de esos resultados que alimentan mi optimismo.

Al asumir el cargo de Secretario General hace quince meses, encontré a una Organización buscando un nuevo camino. En la Asamblea de México surgieron pautas renovadoras. A mi llegada sentí que era mi obligación exponer algunas ideas que podían eventualmente ser utilizadas como materia prima para ayudar a darle a la Organización renovados propósitos e instrumentos para la acción colectiva. Esas sugerencias han sido enriquecidas y transformadas a lo largo de este año con los aportes del Consejo Permanente y de los países miembros, y han evolucionado en la dirección de construir una nueva y dinámica agenda que responda a las demandas de los tiempos que corren.

Diez semanas después de mi llegada, tuvo lugar la Cumbre de las Américas, en la que se congregaron los Jefes de Estado y de Gobierno del hemisferio. Nuestro primer gran reto fue garantizar que la Organización fuera al mismo tiempo protagonista e instrumento de esta cita histórica. El "espíritu de Miami" no solo confirmó la existencia de nuevas prioridades y objetivos por parte de nuestras naciones, sino que abrió, -quizás como nunca antes en la historia-, un camino a la acción colectiva y un espacio al escenario multilateral.

La Declaración de Principios y el Plan de Acción emanados de la Cumbre definen el fortalecimiento de la democracia y de sus instituciones; la integración económica y el libre comercio; el combate contra la pobreza y la marginalidad; la protección del medio ambiente y la búsqueda del desarrollo sostenible; y la lucha contra la corrupción, el terrorismo, el narcotráfico y el crimen organizado, como los grandes pilares de una nueva agenda hemisférica, sustentada en la plena convergencia de valores y en una voluntad política sin precedentes.

De la Cumbre de las Américas el sistema interamericano en general, y la OEA en particular, salieron fortalecidos. Por lo que hace a nuestra Organización, asumimos compromisos que nos demandan hoy la necesidad de redefinir nuestras prioridades en cuanto al trabajo político, y también de introducirle modificaciones al funcionamiento de la Secretaría General.

En materia de prioridades, Montrouis sirvió de escenario para que la Asamblea General avalara las propuestas que esbozamos conjuntamente en el documento "Una Nueva Visión de la OEA". Así, la adopción de la ambiciosa agenda de trabajo con la que cuenta hoy la Organización es quizás el producto más importante de nuestro esfuerzo en 1995.

En cuanto al funcionamiento de la Secretaría General, hemos promovido iniciativas dirigidas a fortalecer su capacidad en materia de formulación de políticas; de tramitación oportuna de la agenda de la Organización; y, por supuesto, la atención adecuada a los requerimientos de la Asamblea, del Consejo Permanente, de las Comisiones y de los países miembros.

En tal sentido, estamos consolidando un esquema institucional que le permita a la Secretaría General asumir un rol más dinámico en la formulación de propuestas para estimular el proceso de cambio y para ser sometidas a la consideración de los órganos de gobierno de la Organización.

El Protocolo de Cartagena ya preveía una Secretaría más sintonizada con las aspiraciones del Hemisferio y con una mayor capacidad para catalizar los procesos en curso. La Secretaría General debe contribuir activamente a la discusión en el seno del Consejo Permanente a través de documentos de trabajo, así como a la tramitación ordenada y puntual de sus funciones secretariales. La articulación del equipo asesor del Secretario General y el avance hacia un esquema de Unidades Especializadas comprensivo de los principales temas de nuestra agenda, constituyen pasos en esa dirección.

Las Unidades Especializadas brindan al Secretario General la posibilidad de ejercer una coordinación y un seguimiento más eficiente en aquellos temas que dada la importancia política que reviste para los países, no deben ser coordinados exclusivamente con criterios técnicos.

En relación con el perfil del Secretario General, creo en la conveniencia de un Secretario con iniciativa, que haga presencia cuando nuestras naciones lo requieran, no solo en aquellos escenarios que amenacen los principios medulares de nuestra Organización, como lo son la preservación de la democracia y de la paz, sino en diversas actividades de campo, académicas y de representación. Por ello, en poco más de un año de gestión he mantenido un programa proactivo que me ha llevado a visitar casi todos los Estados miembros.

La Organización se ha hecho presente también en el debate público de los temas que le competen, en los organismos de integración regional, en el Congreso de varios países, en centros académicos, en Fundaciones privadas y en aquellos foros en donde su participación es indispensable para impulsar la visión de la nueva América.

Mucho se ha avanzado en la redefinición de la agenda de la Organización. Hoy existen grandes expectativas en los países sobre las inmensas posibilidades de progreso que, gracias a la renovada vitalidad política de la acción colectiva, se han abierto para los pueblos de las Américas

Pero para cumplir no basta con que en los documentos y en los discursos nos comprometamos con el futuro. No es suficiente anunciar nuevos propósitos comunes si no somos capaces de traducir esa voluntad política en decisiones administrativas, presupuestales y laborales que los hagan realidad. Es por ello que la asignación de recursos y la discusión presupuestal debe ser entendida como un ejercicio político. No se trata solamente de un pesado y monótono esfuerzo de contabilidad.

Al decidir en qué y cómo gastamos nuestros recursos estamos definiendo que queremos que sea esta Organización. Qué peso van a tener en la nueva agenda los proyectos en ejecución, qué tanto nos vamos a mover hacia una mejor focalización de los recursos para invertir más en los países que más lo requieren; qué tanto nuestros mecanismos presupuestarios van a permitir trabajar con otras instituciones del sistema, agencias de cooperación de los países o fundaciones privadas y centros académicos, mediante una programación presupuestaria que sea más programática y menos una simple sumatoria de proyectos financiados en su totalidad con recursos de la OEA. Estas son algunas de las preguntas que debemos hacernos en la coyuntura actual.

No hay nada más difícil que romper la inercia de la costumbre presupuestaria. Yo he visto, y estoy seguro que ustedes también, el fracaso de grandes proyectos políticos por la inhabilidad de muchos dirigentes para traducir su visión en una propuesta pragmática sobre la distribución de los pesos y los centavos. Y cuando esto ocurre es porque se prefiere no incomodar los intereses creados, se carece de la paciencia que exige evaluar con ojo crítico lo que se viene haciendo, o se sucumbe a la comodidad de perpetuar la rutina. Ante los retos que se avecinan, no renunciemos a actuar con audacia y en función de los nuevos propósitos.

Como parte integral de este proceso de cambio de los procedimientos presupuestarios, la Secretaría está comprometida con una minuciosa revisión de cada uno de sus proyectos y actividades. Estamos recopilando información detallada que nos permita evaluar de manera objetiva, seria y responsable, las acciones que actualmente adelanta la Organización. Se trata de hacer un alto en el camino y romper la inercia de años que, en esta materia, arrastra la OEA.

Es bien claro que buena parte de los proyectos en ejecución debe ser terminada, pero igualmente lo es, que buena parte de los recursos a disposición debe recibir el influjo de la nueva agenda y de las nuevas prelaciones. Sería inconveniente que ataramos los recursos a formulas de distribución, que si bien correspoden a acuerdos del pasado, introducen inflexibilidades y automaticidades que nos hacen muy difícil atender los nuevos compromisos surgidos de México, Miami y Motrouis.

En ese sentido, la revisión de los programas es de primordial importancia para contar con suficientes elementos de juicio en el momento de decidir sobre la utilización de los recursos presupuestarios sin programar. La Asamblea General Extraordinaria que hemos propuesto para el mes de enero, ofrece la oportunidad de tomar decisiones en materia de reasignación de recursos con conocimiento de nuestras acciones presentes y nuestros planes futuros. Además, a ese foro solicitaremos que faculte al Consejo Permanente para que ponga en vigencia las modificaciones de algunas de las normas y procedimientos del presupuesto que recomiende la CAAP.

Quiero reiterar: nuestro presupuesto no puede seguir siendo una simple sumatoria de proyectos totalmente financiados por la Organización. Por el contrario, es necesario contar con recursos globales que atiendan las prioridades programáticas y faciliten nuestra cooperación con otras instituciones, preservando el control y la asignación política de los recursos por parte de los países miembros. Asímismo, se deberán programar proyectos específicos debidamente formulados y evaluados.

Señores Embajadores:

Estamos viviendo una coyuntura ideal para construir una Organización cuya estructura, actividades y presupuesto, reflejen las tareas del presente y la nueva agenda" que ha sido definida en los más altos niveles políticos.

En fiel acatamiento del Protocolo de Managua, de las decisiones tomadas en el marco de la AGECID, y desde luego, de las responsabilidades que se nos entregaron en la Cumbre de Miami, la puesta en funcionamiento del CIDI entraña una reestructuración profunda de la Organización. Se trata de la reconfiguración de los instrumentos con que cuenta la OEA para hacer realidad los mandatos de la cooperación solidaria para el desarrollo.

El CIDI es mucho más que la simple suma del CIES y el CIECC, con sus virtudes y defectos. El CIDI tiene que ser el eje sobre el cual se construya una nueva interacción entre el mandato político y la acción de la OEA con los países. El CIDI que proponemos será el brazo de la Organización que recoja los compromisos que adquieren colectivamente los países al más alto nivel y los convierta en hechos políticos concretos. El Consejo Interamericano para el Desarrollo Integral será, entre otras cosas, la instancia que capitalice el entusiasmo generado por el "Espíritu de Miami".

La OEA está en condiciones de ofrecer un espacio verdaderamente multilateral para las labores de seguimiento, no sólo de la Cumbre de Miami, sino de aquellas otras que se convoquen. El CIDI, a través de su Secretaría Ejecutiva, estaría en capacidad de brindar el apoyo logístico y técnico requeridos para que las reuniones de Ministros de todos los ramos que se están llevando a cabo, cuenten con un mecanismo de seguimiento propio que asegure la utilidad del esfuerzo que realizan.

La creación de la Secretaría Ejecutiva del CIDI es la ocasión para dotar a la OEA de la instancia de planeación que nunca ha tenido. Debe ser el ámbito en donde se gesten los así llamados "proyectos de segunda generación" que, en buena hora, han llamado la atención del Consejo Permanente, bajo el liderazgo de su Señora Presidente para lo cual, desde luego, ha contado con la plena colaboración de la Secretaría General.

La transición al CIDI es nuestra gran oportunidad de repensar la OEA, de reestructurarla en función de sus nuevas prioridades y, por lo tanto, de dotarla de espacios institucionales multilaterales que le permitan "pensar" y "hacer". "Pensar" para aportar al diálogo que se surte en éste, el gran foro político del hemisferio. Y "hacer" para, -a través de una renovada capacidad ejecutiva-, servir mejor a los Estados miembros y a sus prioridades comunes.

Como es bien sabido, la Secretaría General hace varios meses ha estado trabajando en una propuesta relacionada con la estructura y funcionamiento del CIDI. Ya se han entregado dos versiones iniciales del documento que han sido enriquecidas por las Misiones y por el Grupo Conjunto CEPCIES-CEPCIEC. En breve entregaré a éste Grupo, y por su conducto al Consejo Permanente, una tercera versión de dicho documento de trabajo.

Para hacer realidad ese nuevo esquema es también indispensable garantizar que la Secretaría General tenga los instrumentos necesarios para cumplir con las crecientes responsabilidades que la Asamblea, el Consejo Permanente y los países miembros le han asignado. Los llamados temas nuevos" son asuntos de delicadas implicaciones políticas que requieren una coordinación minuciosa por parte del Secretario y flexibilidad administrativa y de recursos.

Es por ello que estamos convencidos de que si bien el CIDI debe estar apoyado en la creación de las Unidades Especializadas de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible, y de Desarrollo Social, asímismo debemos abrir un espacio institucional adecuado a temas tan importantes de nuestra agenda como son la Seguridad en su sentido más amplio, el Turismo, y la Ciencia y Tecnología, para mencionar solo algunos. En las próximas semanas presentaré el documento relacionado con las nuevas Unidades. En él describiremos el rol que jugarán para que la OEA gane un espacio en ambos temas y colabore con otros organismos internacionales que ya trabajan en ellos.

En estas áreas nuestra Organización tiene la oportunidad de convertirse en un importante generador de nuevas políticas públicas y de los marcos institucionales y legales requeridos para su adecuada implementación. La renovada vigencia de la OEA, se ha puesto en evidencia en el papel protagónico que el Gobierno de Bolivia le ha otorgado en el proceso de impulso a la Cumbre sobre Desarrollo Sostenible que tendrá lugar en año entrante. La creación de un Grupo de Trabajo del Consejo Permanente sobre el tema y la creciente contribución técnica de la Secretaría General a ese proceso, harán de la Cumbre una nueva expresión de confianza en el trabajo colectivo.

Quiero ahora hacer mención a la labor que vienen cumpliendo la Unidad para la Promoción de la Democracia y la Unidad de Comercio. No es necesario ilustrar con ejemplos el cambio cualitativo que representó para la Organización y para los países miembros el hecho de que hoy en día contemos con un instrumento eficaz y profesional para apoyar los procesos democráticos en el Hemisferio. Nuestra contribución en Haití, Centroamérica, Paraguay, Perú y en muchos otros lugares del continente durante éste último año, ha sido particularmente valiosa.

El solo hecho de que la UPD esté ampliando el espectro de su acción a temas como el desminado, la resolución pacífica de conflictos, el fortalecimiento institucional, la educación para la democracia, y el intercambio de experiencias entre Estados Miembros, -para mencionar solo algunos ejemplos significativos-, nos llena de satisfacción.

Pero estoy convencido de que debemos ir más allá. Es necesario empezar a articular toda esta gama de actividades en una estrategia a largo plazo, integrada, coherente, y encaminada a construir un esfuerzo sistemático en beneficio de la consolidación de la democracia en el Hemisferio.

La UPD se encuentra en el proceso de definir su carta de navegación. Si no damos a este esfuerzo la debida prioridad, corremos el riesgo de dispersar sus recursos y su energía. La Unidad no puede orientarse exclusivamente a la ejecución de proyectos. Si así fuere, la OEA dejaría de aprovechar el potencial de la UPD como instrumento para la prevención de crisis, y para la defensa, consolidación y estímulo de la democracia en el hemisferio. Esperamos en el curso del primer semestre del año entrante ofrecer al Consejo Permanente un documento de trabajo que recoja esa visión integral de las funciones, responsabilidades y actividades de la Organización en ésta, una de sus áreas esenciales.

Al tomar posesión de la Secretaría General mencioné la importancia de crear un Centro de Estudios para la Democracia. A este respecto, hemos adelantando conversaciones con el BID encaminadas a que, bajo el auspicio de ambas instituciones, el sistema interamericano pueda beneficiarse de más investigación e información en temas de democracia y gobernabilidad, de más intercambio de experiencias alrededor de un foro democrático renovado, y de una mayor presencia en la discusión académica sobre los asuntos de la práctica y la institucionalidad democráticas. Estoy seguro de que en pocas semanas podremos concretar el proyecto que convertirá en realidad este Centro. Mantendré al Consejo informado sobre los avances de esta iniciativa.

Desde mi llegada a la Secretaría General he insistido en que la OEA no puede ser un convidado de piedra en el proceso de integración económica y comercial en el Hemisferio. Desde la creación del Comité Especial de Comercio de la Organización, ya era claro que los países miembros consideraban importante la utilización de nuestro escenario multilateral para apoyar, impulsar e incluso liderar el proceso de liberalización del comercio que recorre el Hemisferio. Es por ello satisfactorio reportarles que en el último año la Organización ha desempeñado un papel cada vez más reconocido y vital en este aspecto de nuestra agenda.

El pasado mes de abril creamos la Unidad de Comercio y, en respuesta a los mandatos emanados de la Cumbre de Miami, le asignamos la responsabilidad de asistir a los Estados Miembros en el tránsito hacia la articulación del Area de Libre Comercio de las Américas. Durante su corta existencia, la Unidad ha producido varios informes y estudios de utilidad que fueron objeto de consideración por parte de los Ministros reunidos en Denver.

En dicha oportunidad, se decidió que la Unidad de Comercio, junto con el BID y la CEPAL, proporcionaría asistencia técnica y analítica a los siete grupos de trabajo allí creados. Desde entonces, la Unidad se ha centrado en preparar un número significativo de documentos y en crear bases de datos que resultan críticos en el momento de despejar dudas y servir de sustento a las decisiones asociadas al proceso de convergencia de los acuerdos de comercio. Así mismo, la Unidad ha dado un importante paso al ofrecer al público información comercial y especializada, mediante la incorporación al INTERNET del Sistema de Información sobre Comercio Exterior de la OEA (SICE).

Durante el año entrante, la Unidad de Comercio continuará sus labores de apoyo a los grupos de trabajo existentes y a aquellos que se crearán en la reunión que tendrá lugar en marzo en Cartagena. Desde luego, también la Unidad seguirá prestando su respaldo a los trabajos de la Comisión Especial de Comercio y de su Grupo Asesor, y estrechando sus vínculos de cooperación con instituciones tales como la OMC, el Banco Mundial, el BID la CEPAL, ALADI, CARICOM, la Asociación de Estados del Caribe y el Mercado Común Centroamericano. Confío en que los trabajos que adelanta nuestra Unidad sigan siendo fuente de apoyo y estímulo para la consecución de un objetivo tan crucial, como es la liberalización comercial hemisférica y el fortalecimiento de la integración económica.

No voy a negarles que siento una gran satisfacción por lo mucho que ha avanzado en el terreno político la definición y la discusión de una nueva agenda de la Organización. Déjenme citar solo algunos ejemplos.

A mediados de noviembre tuvo lugar en Chile la "Conferencia Regional de Medidas de Fomento de la Confianza y de la Seguridad". Dicha conferencia fue un hito en la historia del sistema interamericano. Allí comenzó el diálogo que nos permitirá transitar hacia una nueva concepción de la seguridad hemisferica, esto es, hacia una seguridad cooperativa que convoque, sin excepción, la solidaridad y el interés de todos los pueblos de las Américas. El éxito de la Conferencia no fue producto del azar. Existen hoy condiciones concretas que generan un gran espacio en el ámbito multilateral para fortalecer la confianza entre los países del hemisferio. Solo con base en ella será posible definir una nueva manera de trabajar en la preservación de la paz y la seguridad de la región.

Al quedar atras la Guerra Fría" y la gran amenaza hemisférica que representó el comunismo, la paz y la prosperidad de nuestros pueblos se ven amenazadas no sólo por eventuales conflictos armados entre las naciones del hemisferio. Hoy, el crímen organizado, el terrorismo internacional, el tráfico de drogas, y la proliferación de armas en manos de grupos delincuenciales, entre otras, representan nuevas y quizas más devastadoras amenazas que enfrentan todos los países sin excepción, y que tienen una dinámica que se proyecta más allá de las fronteras nacionales. El gran valor de la Conferencia de Chile es que puso los cimientos de una nueva agenda para el Siglo XXI, en la que América Latina y el Caribe asumirán un rol protagónico en la definición de nuevos valores, parámetros e instituciones para la seguridad futura del hemisferio.

En este renovado escenario se enmarca la labor que realiza el Grupo de Trabajo sobre Terrorismo presidido por la Embajadora del Perú. Sus miembros ya han adelantado importantes deliberaciones en torno a la agenda que deberá discutirse en la conferencia especializada sobre el tema, que se llevará a cabo en Lima, el próximo mes de abril.

También, el tema de la seguridad ciudadana ha adquirido singular relevancia. La manera de encarar este problema que afecta prácticamente a todas las ciudades de América, no pasa por tener más organismos de seguridad, sino por asegurar su capacitación, su fortalecimiento, y por fundar una alianza entre las autoridades y la sociedad civil.

A este respecto, conviene precisar que los asuntos asociados a la preservación de la seguridad ciudadana no pueden seguir manejándose bajo la óptica estrecha de lo policivo. Conviene elevar el ámbito de la discusión en relación con estos temas, reconocer que se trata de una amenaza contra la gobernabilidad de las grandes urbes, y buscar mayor intercambio de experiencias a nivel de alcaldes y otras altas autoridades.

La corrupción es una amenaza por su perversa capacidad para debilitar la democracia y la confianza ciudadana en sus instituciones. En las últimas semanas se llevaron a cabo dos importantes eventos en los que la Organización ha tenido una importante participación: el Seminario de Montevideo y el período extraordinario de sesiones del Grupo de Probidad y Etica Cívica. Estas reuniones, donde hemos contado con el vivo interés de todos los países y del particular entusiasmo del Presidente Caldera de Venezuela, nos han permitido profundizar en la conceptualización del problema y en la adopción de medidas efectivas para hacerle frente. La más importante de ellas es la que tiene que ver con el estudio y, en su caso, adopción de un proyecto de Convención Interamericana.

Teniendo en cuenta los pasos ya dados por la OEA y para continuar ese proceso, me propongo hacer llegar a este Consejo un documento con algunas ideas que podrían servir de base para la discusión y eventual adopción de un Plan de Acción en materia de lucha contra la Corrupción para los próximos años.

No menos relevante es el que los países miembros hayan entregado recientemente a la OEA el mandato para elaborar una convención de alcance Hemisférico para la lucha contra el lavado de dinero. Es de destacar el incremento en la contribución voluntaria de los Estados Unidos y otros países a la CICAD y el ingreso de nuevos miembros a dicho cuerpo de la Organización. Esas expresiones de confianza con el proceso de renovación administrativa y conceptual de la Comisión Interamericana Contra el Abuso de las Drogas, llevarán a que la Organización asuma un papel protagónico en la lucha contra el flagelo del narcotráfico.

Nos proponemos entregar al Consejo Permanente en el curso del próximo semestre un documento de trabajo sobre este tema crucial para la estabilidad de la democracia y la salud física y moral de nuestros pueblos.

Quizás uno de los terrenos en el que se reflejan con mayor claridad las ventajas comparativas de la OEA es el que tiene que ver con el desarrollo del derecho internacional. Nuestra Organización tiene allí uno de sus más valiosos patrimonios y algunas de sus más importantes contribuciones a la consolidación de un orden internacional pacífico, justo e igualitario. Por ello, he considerado conveniente revisar la forma como operamos en materia jurídica. Una nueva agenda exige también un nuevo derecho.

Me propongo reestructurar la Subsecretaría de Asuntos Jurídicos para fortalecerla en lo que tiene que ver con el desarrollo del derecho interamericano y con la cooperación en materias jurídica y judicial. Así mismo espero presentar al Consejo Permanente y al Comité Jurídico Interamericano un documento con algunas propuestas para asegurar el mejor funcionamiento del sistema en su conjunto y definir una agenda jurídica de nuestra Organización para los próximos años.

En lo que se refiere al Sistema Interamericano de Derechos Humanos, estamos reformulando nuestra manera de trabajar en la defensa, protección y promoción de los derechos humanos, a la luz de la nueva realidad política regional. Y si bien, -como lo he dicho ya tantas veces-, nuestras instituciones en esta materia gozan de bien ganado prestigio, no es menos cierto que la única forma de mantenerlo es fortaleciendo el sistema mediante un esfuerzo sostenido. No podemos descansar sobre los laureles. El momento es propicio para, en el marco de la "reinvención" de la OEA que de alguna manera estamos todos haciendo, tomar decisiones que supongan darle nuevo y largo aliento al sistema.

Nuestro reto, -preservando su necesaria autonomía-, consiste en fortalecer su capacidad para interactuar con los sistemas nacionales de promoción y protección de los derechos humanos. Para ello, no basta con dotar a la Comisión y a la Corte con mayores recursos humanos y materiales, -cosa que estamos haciendo-, sino que es necesario diseñar los instrumentos necesarios que les permitan interactuar, en forma especializada, con los actores nacionales involucrados en su promoción y defensa.

Con el fin de avanzar en esta materia, en los primeros meses del año entrante propondremos al Consejo Permanente la realización de una Conferencia Especializada sobre Derechos Humanos, que deberá contar con una amplia participación de autoridades y especialistas en el tema. Buscamos así iniciar un amplio diálogo que nos conduzca a redefinir los contornos de un nuevo sistema hemisférico de promoción y protección de derechos para el Siglo XXI.

Como parte de nuestra filosofía para modernizar esta Organización hemos promovido, a lo largo de este año, la idea de que ya no se puede ser autosuficiente, que en las actuales cicunstancias no se puede ser efectivos sin aliarse con los demás actores del sistema internacional, y particularmente sin trabajar con nuestros socios naturales en el Hemisferio. Es por ello que en este año hemos firmado acuerdos de cooperación con el Banco Interamericano de Desarrollo y con la Corporación Andina de Fomento. Actualmente estamos en conversaciones con el Banco Mundial y otras organizaciones internacionales para definir también con ellos nuevas áreas de cooperación.

En el caso de nuestro acuerdo con el BID se trata de un instrumento que refleja la voluntad que existe, al más alto nivel de ambas instituciones, de trabajar unidas y, en un ámbito más amplio que aquel hecho explícito en la Cumbre de las Américas, evitar duplicidades y sumar nuestras ventajas comparativas. Con el BID, además de su inminente vinculación a la iniciativa del Centro de Estudios para la Democracia, nos encontramos definiendo aquellos espacios en los que trabajaremos conjuntamente en el futuro. Pretendemos expedir en el primer trimestre de 1996 un documento conjunto que ponga en blanco y negro nuestro plan de trabajo.

La semana pasada se puso en marcha un ejemplo concreto del tipo de alianzas y proyectos a los que nos referimos: se firmó el Acuerdo de Cooperación OEA-BID-UWI, que establece un programa de capacitación para funcionarios gubernamentales y de instituciones privadas que trabajen en el área de política social. Este programa beneficiará a 14 países del Caribe.

Así mismo, es posible que, en materia de formación de recursos humanos, unamos fuerzas con el BID para crear el más ambicioso programa que en esta materia existente en el hemisferio. Por lo pronto, en la OEA hemos emprendido una revisión minuciosa de nuestro sistema de becas, con el fin de modernizarlo, atarlo a las prioridades de nuestra agenda temática e introducirle criterios transparentes de selección y adjudicación.

Permítanme que regrese por un momento a los temas administrativos. Al hacerme cargo de la Secretaría General encontré un panorama de relaciones laborales complejo y caracterizado por la incertidumbre. Gracias al apoyo del personal, a los muchos esfuerzos de los Representantes Permanentes de los Estados Miembros, y a la gestión de los funcionarios involucrados en la transición al nuevo sistema de remuneración, tales dudas e incertidumbres están siendo superadas.

El personal, plenamente informado y por rotunda mayoría, dió su apoyo al paso a un nuevo sistema de remuneración, con reglas definidas, estables y respaldadas no solo por la voluntad política de los Estados, sino por el hecho de ser las mismas que se aplican dentro del sistema de Naciones Unidas. Observo hoy en el personal ánimo de dedicación y colaboración. Existen también, como en cualquier otra institución dinámica y en proceso de cambio, temas que preocupan a los empleados. Voy a referirme brevemente a ellos:

La revisión de los casos en los cuales algunos cargos fueron desclasificados ha resultado más lenta de lo que todos quisiéramos. A lo largo del proceso he insistido en la necesidad de que todo el personal conozca y entienda el sistema de clasificación de la ONU, de suerte que, partiendo de dicho conocimiento, pueda solicitar las aclaraciones que estime necesarias. Nadie ha sufrido desmejora en sus condiciones salariales auncuando en algunos casos los empleados se sienten afectados por los cambios en la nomenclatura de sus cargos.

Confío en que el proceso de las auditorías termine en el menor tiempo posible. Debemos tener presente que, independientemente de las revisiones individuales, la implementación de la auditoría -que correspondió al cumplimiento de un paso previo necesario para el cambio al nuevo sistema de remuneración- es lo que nos ha permitido adoptar un mejor sistema de sueldos y beneficios para el personal.

Por otra parte, los nuevos derroteros de la Organización implican no sólo cambios en su estructura, sino modificaciones en la asignación de sus recursos humanos. A este respecto, habrá que complementarlos vinculando nueva capacidad técnica y pericia. Desde luego, los ajustes se harán respetando los derechos del personal.

No es realista ni oportuno prever un incremento de la planta de personal de la Secretaría General para hacerle frente a nuestras nuevas responsabilidades. Al tiempo, algunos funcionarios han expresado su deseo de retirarse del servicio en condiciones razonables. Mediante el plan voluntario de retiro anticipado que he enviado al Consejo Permanente, será posible acoger las aspiraciones de dichos funcionarios, siempre que estas coincidan con el interés de la Organización. Esto abrirá espacio para la contratación de recursos humanos que correspondan a las necesidades contemporáneas de la Organización, sin exceder los límites que en este campo ha determinado la Asamblea General, y para la vinculación de consultores de alta competencia.

Y, continuando con temas de naturaleza operativa, dentro del contexto de las modificaciones aprobadas por la Asamblea General en relación con nuestro Tribunal Administrativo, en su oportunidad respondí a la invitación que nos hiciera el correspondiente Grupo de Trabajo de la CAAP, presentando las observaciones y recomendaciones que sobre este asunto tenía la Secretaría General.

Hemos querido así colaborar con los Estados Miembros en su esfuerzo por precisar la jurisdicción, competencia y procedimientos del Tribunal, fortaleciendo su capacidad de acción en el terreno para el cual fue creado, y delimitando con mayor claridad el alcance de sus determinaciones. La nitidez acerca de la naturaleza y modalidades de operación del Tribunal, es tema que debe contribuir a estimular armónicas relaciones de trabajo en la OEA.

Quisiera también detenerme en el tema de las Oficinas de la Secretaría General en los Estados Miembros. En la búsqueda de planteamientos razonables sobre este tema, parece aconsejable abandonar el estrecho debate del todo o nada. Hay que trascender esta dinámica y buscar soluciones que conjuguen la realidad política y presupuestal que vivimos con el propósito esencial de prestar mayor cooperación a los países que más la requieren. Ayer, en el seno de la Comisión General, presentamos un avance del documento que sobre este tema la Secretaría está preparando por mandato de la Asamblea General. Pretendemos entregar al Consejo toda la información necesaria para encontrar una solución de política bien sustentada.

Soy de la opinión de que cualquier determinación a este respecto debe partir de algunos supuestos básicos, a saber: trabajar en función de un sistema de apoyo que la Secretaria General requiere; acentuar el carácter eminentemente técnico y no diplomático de su naturaleza; llevar a cabo un proceso de toma de decisiones caso por caso, esto es, oficina por oficina; y considerar la relación costo-beneficio que para la OEA tiene mantener a cada una de ellas. Además, deberemos también considerar el papel de estas oficinas dentro del nuevo esquema de cooperación solidaria para el desarrollo que finalmente se adopte.

Puedo asegurarles que en esta materia la Secretaría General no tiene ideas pre-concebidas, y que por tanto trabaja en un escenario que me permitirá presentarles, durante el primer semestre de 1996, todos los elementos de juicio necesarios para tomar, de una vez por todas, decisiones largamente aplazadas.

En abril de 1998 se cumplirán 50 años de nuestra Organización. Cinco décadas al servicio de las Américas no es una efemérides menor. Creo que debemos rodear ese aniversario con la dignidad y con la significación que se merece. Quisiera sugerirle al Consejo Permanente la creación de un Grupo de Trabajo que con tiempo suficiente pueda prepararnos para dicho acontecimiento. Pero más importante que los festejos, es llegar al medio siglo de existencia con una vitalidad instuticional y una renovada capacidad que le permitan a la OEA ser eje ineludible de la vida colectiva de las Américas durante los siguientes ciuncuenta años. Es por ello que el mejor regalo que podemos hacer a la Organización en este especial aniversario es continuar por el camino de cambio y transformación que hemos recorrido en el último año.

Embajadores, Señoras y Señores:

Las marchas y contramarchas de la historia muestran que no hay territorio conquistado de una vez y para siempre. A la vuelta de la esquina, Panamá nos espera. Habremos de trascender la etapa de las visiones y hacer de ellas realizaciones.

Si la Nueva Visión nos aportó inspiración y confianza en nuestra capacidad de acción colectiva, -si en Montrouis no dudamos en definir los contornos de un sueño posible-, Panamá será el lugar en donde sellaremos la transición al CIDI y, con ella, la reforma institucional de la Secretaría General y de la Organización. La OEA moderna y dinámica que estamos construyendo requiere que sigamos poniendo a prueba nuestra decisión y nuestra audacia.

Debemos tener el valor, porque así lo exigen los tiempos y nuestra gente, de innovar, de ser creativos y capaces de resolver los retos que enfrentamos. No permitamos que por conocer un camino, el del pasado, nos venzan las viejas maneras de hacer las cosas.

Aprovechemos al máximo las fortalezas que hemos adquirido en cincuenta años, cortemos de raíz lo que nos pesa, y hagamos bajo el cielo de las Américas una promesa por el bienestar, la paz y la prosperidad de nuestros pueblos.

Muchas gracias