Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
EN EL FORO EMPRESARIAL DE LAS AMERICAS

20 de marzo de 1996 - Cartagena de Indias


Par mi es motivo de gran alegría volver a Cartagena de Indias, corazón del Caribe colombiano. Cartagena, la Bahía, la Ciudad Vieja, sus gentes me ofrecieron a lo largo de mi vida pública y particularmente durante el ejercicio de mis responsabilidades como Presidente de Colombia, inspiración y estímulo. La magia de sus murallas es propicia para alentar a quienes aquí se han congregado para avanzar en la integración de la región y el continente.

Quiero agradecer a los organizadores de este evento, en especial a Jorge Ramirez Ocampo, quien con gran dedicación ha logrado que este Foro Empresarial de las Américas se desarrolle conla eficiencia conla que todos esperamos sacar adelante este gran proyecto del Area de Libre Comercio. De igual manera, quiero resaltar la labor adelantada por el Ministro Morris Harf quien en muy poco tiempo asumió conla mayor resposabilidad este compromiso de gran magnitud para el hemisferio.

Los organizadores de esta conferencia me han invitado a hablar sobre la estrategia que deberíamos seguir para conseguir la integracion de las Americas en el año 2005. Como fue acordado por los Ministros de Comercio Exterior en Denver, estamos en el proceso de construcción de una zona de libre comercio que cumpla con varios propósitos: que sea consistente con las disposiciones de la OMT (Organización Mundial de Comercio), que sea balanceada y comprensiva en su alcance, que no produzca barreras hacia terceros países y que represente un acuerdo único de derechos y obligaciones.

Los esfuerzos que se han adelantado hasta ahora han estado encaminados a desarrollar un programa que nos prepare para la iniciación de las negociaciones. La primera fase, por lo tanto, ha consistido en crear un lenguaje común y una descripción técnica convergente de los principales temas de la negociación.

El sistema de los grupos de trabajo ha sido bastante eficaz para este propósito. Su labor nos ha ayudado a conformar una sólida información preliminar, a construir bases de datos, a realizar comparaciones sistemáticas de los distintos acuerdos, a recopilar estadísticas y normas, en fin, a entender mejor cada una de las áreas temáticas. Sin este esfuerzo preparatorio es imposible adelantar el trabajo técnico y aproximarse a las discusiones de política.

Los grupos de trabajo, además, se han propuesto identificar las áreas de convergencia y de divergencia en los distintos componentes temáticos de la negociación. Se trata, en escencia, de garantizar una mayor transparencia en el funcionamiento de los regímenes comerciales y de inversión de los distintos países, y de asegurar un conocimiento cabal de estos regímenes como paso previo para el inicio de las negociaciones propiamente dichas.

Con el apoyo técnico de la OEA, del BID y de la CEPAL, los grupos de trabajo han avanzado considerablemente en sus deliberaciones. En algunos de ellos se tiene ya una idea precisa del camino que deben seguir los países participantes para alcanzar acuerdos entre ellos.

Así, por ejemplo, en el caso del Grupo de Trabajo sobre Inversiones, como lo señaló ayer el Secretario Brown, se ha avanzado en la identificación de los elementos que conformarían un acuerdo de alcance hemisférico para el tratamiento de las inversiones extranjeras. Este avance ha sido posible gracias al extraordinario grado de coincidencias identificadas, tanto en los regímenes nacionales de inversión de los distintos países, como en los acuerdos bilaterales de inversión que éstos han suscrito.

En los grupos de Acceso a los Mercados y Normas de Origen, está a punto de terminar la creación de una ambiciosa base de datos sobre flujos de comercio, aranceles y medidas no arancelarias, indispensable para entablar negociaciones en lo que constituye el núcleo de todo acuerdo de libre comercio: la eliminación de las trabas y obstáculos al intercambio.

En el Grupo de Trabajo sobre Normas Técnicas se ha preparado un inventario de las reglamentaciones nacionales en esta materia y se ha comenzado a hablar sobre la posibilidad de lograr la armonización y el eventual reconocimiento recíproco de las mismas.

En el Grupo sobre Medidas Sanitarias y Fitosanitarias, el trabajo se ha facilitado debido a la participación de casi todos los países del hemisferio en la Organización Mundial de Comercio. Resulta evidente que los acuerdos alcanzados en esas materias durante la Ronda Uruguay podrán ser utilizados como base de referencia para el ALCA.

Hay Grupos en donde la temática resulta muy compleja. Es el caso de los grupos de trabajo sobre Subsidios, Antidumping y Derechos Compensatorios y sobre Economías Pequeñas. Allí también se han presentado avances a pesar de las naturales dificultades técnicas de los asuntos en discusión. Pero hay que reconocer que todavía falta bastante para definir el tipo de criterios y estándares que se utilizarán para el tratamiento que le otorgará el acuerdo a estos países. No tengo duda de que alcanzaremos un esquema de libre comercio hemisférico que, a la vez, reconozca y dé un tratamiento a las diferencias existentes y, garantice que éste sea un acuerdo equitativo.

La OEA, el BID, y la CEPAL, con el apoyo de otras entidades regionales, se estan preparándo para brindar el apoyo técnico requerido para facilitar y agilizar el trabajo de los nuevos grupos que empezarán a tratar nuevos temas a partir de éste encuentro.

La misión encomendada por los Ministros de Comercio a los Grupos de Trabajo ha sido entonces cumplida a cabalidad. Un año despúes de Denver, se puede decir que se ha recorrido un trecho bien significativo en la creación de los inventarios de información técnica indispensables para hacer viable el inicio de las negociaciones.

Sin embargo, la mayoría de los grupos se han quedado cortos en la recomendaciones que se requieren en las distintas áreas de trabajo para establecer una estrategia de negociación en cada una de las disciplinas de los Acuerdos.

Eso es comprensible. Una vez comencemos a hablar de estrategias, en la práctica, estaremos entrando en la propia fase de negociación. Y es natural que cuando se acerca el momento de la verdad todos quieran pensarlo dos veces antes de echarse al agua.

Cada vez nos acercamos más a tener que responder algunas preguntas esenciales que tienen el alcance de decisiones fundamentales de política. Si dejamos esas preguntas sin respuesta, va a ser difícil iniciar un proceso de negociaciones que, como lo proponen algunos gobiernos, podría comenzar el próximo año o que, como lo recomiendan algunas asociaciones de empresarios, debería comenzar más temprano en algunas disciplinas.

Permítanme tratar de resumir cuáles son los asuntos que parecen más de fondo y apremiantes.

Primero, debemos decidir cuán ambiciosas son nuestras aspiraciones para el ALCA. La pregunta es si vamos a ir más allá de los estándares establecidos en la Ronda de Uruguay, o si nos limitaremos a profundizar en la liberalización comercial dentro de los parámetros definidos en los acuerdos alcanzados en el marco de la OMC. Esto es algo que algunos de los grupos de trabajo deben tratar de empezar a dilucidar.

Segundo, aunque cada vez es más claro que se va a avanzar por un camino de convergencia de los principales acuerdos y no por la ampliación de uno de los grandes acuerdos regionales, estamos aún lejos de definir un camino para conseguir este objetivo. No sabemos todavía cuáles son los acuerdos que servirán de referencia para esa convergencia, o si se dará un proceso escalonado de convergencias regionales para luego avanzar en el escenario hemisférico. Esto dependerá, en gran medida, de cuándo y a qué ritmo se inicien las negociaciones del ALCA. También está sobre la mesa la constructiva propuesta de Canadá que sienta las bases de los que sería una estrategia de negociación para construir un nuevo y comprensivo acuerdo marco de pleno alcance hemisférico.

Tercero, no es claro si existe una ruta gradual que posibilite iniciar negociaciones tempranas en los temas menos contenciosos creciendo así la credibilidad del proceso -tal como lo propone instituciones del sector privado en el documento "Una Agenda para el Progreso"-, o si por el contrario, debemos esperar a que los temas maduren para abordar la negociación de manera global y simultánea en todas las áreas.

Y, finalmente, nos preguntamos cuál es la mejor manera de asegurar que los objetivos del ALCA sean consistentes con las prioridades estratégicas del sector privado. Esa sintonía con los empresarios es la clave para asegurar su apoyo sostenido a la creación del ALCA, respaldo sin el cual es imposible avanzar.

No me cabe duda de que este foro del sector privado nos va a ofrecer un modelo para encontrar las respuestas a estos interrogantes y para mantener la coordinación entre la dimensión pública y la dimensión empresarial del que es, sin duda, uno de los empeños colectivos más ambiciosos emprendidos por un grupo de naciones. Quizás desde la creación de la antigua Comunidad Económica Europea no había existido un esfuerzo de tantas proyecciones y con tantas posibilidades.

En verdad, ya es suficiente aporte el hecho de que en este foro el sector privado se haya impuesto la tarea de examinar la metodología de trabajo adoptada en Denver, para proveer insumos sobre los términos de referencia de los grupos de trabajo, ofrecer análisis técnico e información sobre las necesidades del sector privado y explicar a la comunidad de negocios las ventajas de las liberalización comercial y del proceso del ALCA. Esta pedagogía no solo garantiza que desde un comienzo el proceso sea congruente con las aspiraciones y necesidades de los empresarios sino que, igualmente importante, estimula a la opinion pública en favor de la construcción del Area de Libre Comercio de las Américas.

Ofrecer al sector privado, lo más pronto posible, algunos de los beneficios concretos de este esfuerzo de integración robustecerá la voluntad de la sociedad civil de acompañar las iniciativas de liberación comercial que, dada su naturaleza, sólo tendrán un impacto a largo plazo. Y dentro de ese contexto debo decir que comparto y considero bastante constructivas las recomendaciones del sector privado en el sentido de buscar acciones tempranas, estándares de trasparencia para el establecimiento de políticas, programas, y reglas; y una creciente convergencia en las regulaciones que afecten al comercio y la inversión, en particular las prácticas aduaneras, las medidas sanitarias y fitosanitarias y las barreras técnicas.

No deberíamos descartar la posibilidad de que los países presenten, independientemente de la negociación, un inventario de decisiones de naturaleza unilateral que alimenten la confianza en el proceso. Se trataría de una especie de "medidas de fomento a la confianza" de naturaleza comercial, que recojan los esfuerzos que cada nación ha realizado para racionalizar su comercio exterior y para adecuarse a la internacionalización de la economía mundial.

Y aquí cabe mencionar la idea -también proveniente del sector privado- de que los países se comprometan a no modificar hacia arriba las actuales estructuras arancelarias, asumiendo una especie de "consolidación" de aranceles en los niveles actuales, sólo suceptible de ser modificada en la dirección de promover una mayor liberación entre países.

Todas aquellas medidas que dentro del proceso de creación del ALCA estimulen la libertad de comercio e inversión, la protección de la propiedad intelectual y una temprana reducción de los aranceles pico serían no sólo complementarias sino muy alentadoras. De igual manera, la aplicación disciplinada de los compromisos de la Ronda Uruguay por todos los países, sin excepción, sería un aliciente a la credibilidad y la confianza del proceso.

Quiero mencionar ahora un enfoque que considero debe estar presente siempre en la negociación. La discusión contemporánea sobre comercio va más allá de los temas estrictamente relacionados con el intercambio de bienes. Es lo que desde la Ronda Uruguay se conoce como los "temas nuevos". Asuntos como la inversión, la propiedad intelectual, las compras oficiales, los servicios, los mercados financieros y de capitales, la transferencia de tecnología y las normas para la competencia, entre otros, van a desempeñar un papel determinante en la agenda de las negociaciones para la liberación del comercio en el Hemisferio.

Es evidente que para los países industrializados el problema del acceso a los mercados sigue siendo un asunto importante, pero el énfasis de sus aspiraciones se ha ido desplazando hacia esos "temas nuevos". Ello, en gran medida, por cuanto las restricciones a las exportaciones de los países industrializados en el resto de América, han disminuido considerablemente por decisión de los otros países de abrir unilateralmente sus economías sin contraprestaciones negociadas.

En contraste, los países con un grado de desarrollo medio tienen aún una largas lista de reclamos y de querellas pendientes en cuanto al acceso de sus productos a los mercados de mayores ingresos en las Américas. Esto es particularmente cierto en sectores considerados políticamente sensibles, como son los productos agrícolas, las manufacturas ligeras, y algunas industrias básicas. La mezcla de barreras administrativas, subsidios y altos aranceles hace que el tema de acceso tenga una especial trascendencia para América Latina y El Caribe.

Aquí es importante entender que el éxito de la negociación dependerá de la simetría y el equilibrio con que se traten las aspiraciones de los diferentes actores. Y si esta interpretación refleja en algo la realidad, va a ser indispensable mirar las negociaciones de acceso y los "temas nuevos", como un proceso obligado de articulación, en donde el progreso en el área de mayor interés para los países industrializados debe ir acompañado de sólidas concesiones y compromisos en materia de acceso.

Ustedes habrán notado que he insistido en la necesidad de aclimatar la confianza y alimentar la credibilidad de nuestros pueblos en este empeño colectivo. Y lo hago porque sin duda por el camino, que es largo y difícil, han surgido y surgirán escollos no tanto técnicos como políticos.

Desde la Cumbre de Miami se han presentado episodios que no sólo han puesto en entredicho la posibilidad de crear el Area de Libre Comercio de las Américas, sino en duda la voluntad de su mayor socio comercial para avanzar en la iniciación de las negociaciones antes de fin de siglo. Pero ese escepticismo reciente no tiene origen en el Gobierno. La Administración del Presidente Clinton ha reiterado su plena voluntad de iniciar más temprano que tarde el proceso de negocación.

El problema se presenta a nivel de la opinión pública. La combinación de una interpretación equivocada surgida de los tropiezos que sufriera la economía mexicana, con el malestar que ha generado el ajuste que ha tenido que hacer la economía estadounidense durante la última década en busca de estándares de competencia global, parecería haber debilitado el consenso interno en favor de la libertad de comercio.

La tardanza del Congreso para conceder autorización de "fast-track" al Gobierno para negociar un acuerdo con Chile ilustra este punto. Además, la agria controversia que sucedió al exitoso paquete de apoyo financiero que se otorgara a México, en buenahora liderado por el Presidente Clinton, ha puesto a prueba la tolerancia de algunos de los líderes de opinión frente al hecho de que los Estados Unidos se involucren de una manrea constructiva en la región.

Francamente yo no creo que el aislacionismo sea una alternativa realista. Estoy seguro de que cuando iniciemos el proceso de negociaciones para la creación del ALCA, podremos esperar de todos los participantes un compromiso tan decisivo y entusiasta como el que se hizo evidente en la histórica Cumbre de Miami.

Partiendo del entendido de que debemos trabajar todos para crear en nuestros países el ambiente y la voluntad política necesarios para avanzar, cabe evaluar los presupuestos que harán del Area de Libre Comercio de las Américas una realidad para el año 2005.

El objetivo de construir un Area de Libre Comercio de las Américas no es una meta exclusivamente comercial. Es, ante todo, la expresión de una convergencia de los valores económicos, políticos y sociales fundamentales que orientan a las Américas.

La integración como propósito colectivo se hizo viable. En primer lugar, porque prácticamente todas las naciones del Hemisferio han mantenido un férreo compromiso con la democracia.

En segundo lugar, la discusión del ALCA ha sido posible, porque se hizo evidente en todos los países de Amércia que las políticas proteccionistas se agotaron. En nuestro Hemisferio, la crisis de la deuda llevó a que los países realizaran una transición hacia aranceles más bajos, a que se eliminaran muchos de los sistemas administrativos reguladores del comercio y a que se desmontaran barreras de todo tipo al flujo de bienes y servicios entre países.

La continuidad de estas políticas, que implican la convicción fundamental de que construir estructuras de comercio exterior cada vez más libres es intrínsecamente saludable para las economías nacionales, es vital para garantizar la viabilidad del proceso de integración.

En tercer lugar, la integración comercial es hoy posible porque los países aprendieron la dura lección en torno a los inmensos costos y traumatismos que acarréa perder el norte del equilibrio fiscal y la estabilidad monetaria y financiera. Sin dicha estabilidad y sin políticas económicas congruentes a nivel regional no es posible la integración. Es por ello indispensable tener presente que el consenso entorno al mantenimiento de la estabilidad macroeconómica es un suspuesto fundamental detrás del actual esfuerzo hacia la integración hemisférica.

Pero quizás el aspecto más central de lo que ha ocurrido hasta ahora, y que alimenta la esperanza de que el ALCA es un proyecto política y económicamente viable, es el hecho de que la liberación comercial ha demostrado su efectividad al producir resultados positivos, concretos y excepcionales.

Las cifras no pueden ser más dicientes. El arancel promedio de las diéz más grandes economías latinoamericanas bajó de más del 50% hace una década al 25% en 1991 y al 12% durante 1993. El comercio intra-regional de MERCOSUR viene creciendo a un ritmo del 30 % anual promedio desde 1992. El comercio intrarregional entre América Latina y el Caribe creció un 20% el año pasado y, en general, las exportaciones intraregionales se duplicaron entre 1992 y 1995. Las exportaciones entre miembros del Grupo Andino han duplicado su participación en el total exportado.

El comercio entre Estados Unidos y América Latina y el Caribe alcanzó, en 1995, 202 mil millones de dólares lo que representa un 12% de crecimiento con respecto a 1994 y un 72% con respecto a 1990. Las exportaciones de los Estados Unidos a las Américas han crecido al doble comparadas con cualquier otra región del mundo. Las exportaciones de Canadá a América Latina y el Caribe crecieron un 30 % el año pasado. Y para ilustrar el punto, basta mencionar que los Estados Unidos exporta hoy más a Costa Rica que a toda Europa del Este, y que Brazil es un mercado más grande que China para los productores norteamericanos.

Este tipo de dinamismo es el que debemos mantener y alimentar con decisión. La señal de Cartagena debe ser clara en el sentido de que no hay obstáculo, coyuntura o incertidumbre capaz de detener el progreso de integración comercial de las Américas. Los resultados concretos de la integración y la apertura alimentan nuestra fé. Ahora hay que garantizar su permanencia y trabajar para que sus efectos progresistas lleguen a todos los pueblos de la Américas.

Quisiera referirme ahora a lo que creo son las lecciones que hemos aprendido desde la Cumbre de Miami, y a lo que considero que debemos hacer en los años por venir para adoptar una estrategia de acción colectiva y de política interna que nos conduzca a preservar los supuestos descritos arriba y que han servido de motor a la iniciativa de la Area de Libre Comercio de las Americas. Las tareas más urgentes son :

Primero, es necesario preservar la voluntad política de los pueblos y de sus Gobiernos.

Segundo, hay que mantener el dinamismo de los flujos de comercio como uno de los principales motores del crecimiento económico.

Tercero, hay que hacer realidad todos los compromisos de la Cumbre de Miami en materia de política social.

Y, cuarto, hay que fortalecer nuestras democracias y combatir las amenazas que sobre ellas se ciernen tales como la corrupcion, el narcotráfico y el terrorismo.

Estos objetivos apuntan a consolidar los fundamentos que nos han traído hasta acá. Y permítanme insistir en que considero que la construcción del ALCA no es sólo un ejercicio económico. Se trata de uno de los más ambiciosos proyectos políticos que han convocado al continente.

De nada serviría que avanzaramos en materias comerciales si a nuestro alrededor se derrumban las democracias carcomidas por la corrupción o los sectores populares se levantan contra la libertad de empresa, por considerarla equivocadamente responsable de la inhabilidad de los gobiernos para poner en marcha políticas sociales que realmente transformen las condiciones de vida de los sectores más necesitados.

Desde la Cumbre de Miami hemos aprendido a conocer mejor nuestras vulnerabilidades e incertidumbres. Hoy nos resulta más fácil ver en su conjunto los factores económicos, las limitaciones políticas y, sobre todo, las que hacen relación con el fortalecimiento del Estado que poco tienen que ver con su dimensión.

Lo que ha ocurrido en las Américas no dista mucho de los procesos políticos y económicos ocurridos en Europa del Este y en la antigua Unión Soviética. Hasta hace unos meses se creía que la globalización, la prosperidad, el progreso y la reforma económica constituían tendencias inatajables, por cuanto todos compartían valores económicos fundamentales y se minimizaban los escollos políticos y sociales. Nos encontrábamos bajo los efectos de una euforia desbordante. Hemos aprendido, sin embargo, que no existen utopías sin tropiezos.

Yo no creo que los países súbitamente decidan volver atrás. No estamos regresando a los viejos tiempos del aislacionismo y del proteccionismo. Eso no es posible. Y de intentarslo, sólo produciría daño a quien escoja dar la espalda a las realidades mundiales.

Creo más bien que estamos viviendo en un mundo más realista, sin milagros económicos y sin esa confianza ciega en una forma de determinismo en donde la fé en la fortaleza de la iniciativa privada y del libre mercado es suficiente para alcanzar el crecimiento y el bienestar.

Para comenzar tendremos que aprender que en varios países los ciudadanos empiezan a cansarse de la política económica como si se tratara casi del único tema del debate público, cuando hay tantos otros problemas acuciantes. No nos debe sorprender que en algunos de nuestros países nuestras gentes detonen cansancio al oir hablar de privatizaciones, déficits fiscales, políticas comerciales, grupos de trabajo y otros temas de igual naturaleza que hemos discutido en esta conferencia. Su cansancio no es rechazo. Es más bien la expresión de un clamor por la solución de sus problemas más cercanos.

Yo no creo que la gente quiera volver atrás. La reforma y la apertura siguen siendo un cambio bienvenido y apreciado. Nuestros pueblos no están pidíendo un retorno a un modelo económico que se agotó y que no ofreció perspectivas de bienestar. Están pidiendo que las reformas lleguen a las políticas públicas y a aquellas áreas del Estado que tienen que ver directamente con las preocupaciones cotidianas.

Hechos los ajustes económicos, debemos, mediante la acción combinada del mercado, del Estado y de la sociedad civil, avanzar hasta conseguir en bienestar de nuestros pueblos. No debemos interpretar como un reves de las estrategias de reforma y modernización, el hecho de que los ciudadanos se pregunten de nuevo cuál es el papel del Estado y el impacto que éste tiene en la transformación de sus propias vidas. Esta es una inquietud que volverá a ser, como ha sido siempre, el principal tema de la actividad política.

Quienes, aferrados al dogma, entienden la reforma económica como una forma de extinción del Estado en la que los sectores más desprotegidos son abandonados a la suerte caprichosa del mercado, están sembrando las bases para que el respaldo electoral y político que le han otorgado a la apertura de mercados y a la estabilidad los ciudadanos en todo el continente, se desvanezca en una avalancha de inconformidad.

Los ciudadanos quieren saber cómo va el Estado a defender las libertades económicas y políticas, pero tambien quieren saber cómo va a asegurar la igualdad y la justicia social, los nuevos derechos, la democracia, la participación y el control ciudadano.

Para lograr un proceso de integración en la próxima década, debemos entender que paralelamente con la defensa de la reforma económica en América, es igualmente crucial fortalecer la democracia y sus libertades, estimular la purificación de las costumbres póliticas y la lucha contra las diversas formas de violencia.Vuelvo al punto inicial. La creación del Area de Libre Comercio de las Américas es además un proyecto político.

Estoy convencido de que sólo entendiendo la economía política de la integración como una combinación de fuerzas económicas, sociales y políticas, necesaria para que ésta sea viable frente a las realidades concretas en nuestros países, podremos alcanzar las metas que nos hemos propuesto. De allí la importancia de entender mejor el tema de la pobreza y de la política social y su relación con todo el proceso de reforma económica y de liberación comercial.

Las raíces de la persistencia de la pobreza tenemos que encontrarlas en las falencias de nuestras políticas y no en simplistas explicaciones retóricas sobre el egoismo de nuestros empresarios o sobre la mala voluntad de nuestros gobiernos.

No han faltado por ejemplo quienes, a raíz de tropiezos recientes, quieran encontrar en la reforma económica y en la modernización de América Latina y El Caribe los orígenes de nuestra pobreza, en vez de buscarlos en las consecuencias de la crisis de la deuda en la década perdida, tales como la inaccesibilidad a fuentes internacionales de capital, la pérdida de capacidad de inversión pública y privada, el dramático estancamiento económico, la reducción del valor de nuestras monedas y el consecuente encarecimiento de los productos provenientes del exterior.

Es en estos fenómenos en donde debemos encontrar la razón del incremento de la pobreza en algunos países y no en las reformas estructurales de la economía. Al contrario, ahora que las reformas han empezando a dar frutos positivos en el frente económico, los países han recuperado un margen de maniobra que les permite pensar de nuevo en estrategias viables de desarrollo social.

Las economías más abiertas, más orientadas al mercado y más balanceadas fiscalmente, con un Estado más concentrado en sus funciones, han demostrado capacidad para incrementar la inversión social, producir mayores tasas de crecimiento económico y mejores empleos, condiciónes necesarias para reducir la pobreza de una forma significativa.

Así como es necesario reconocer que las políticas económicas por sí solas no tienen la capacidad de eliminar la pobreza, es también necesario entender que éstas ofrecen potencialidades que hay que convertir en realidades, tarea que se dificulta por la existencia de un Estado bastante debil en su capacidad de enfrentar la problemática social. Y esto es así porque, con muy pocas excepciones, se continúan aplicando esquemas de inversión y de gestión social ya agotados y heredamos del pasado. La reforma del estado emprendida por América Latina y el Caribe, con muy pocas excepciones, no ha llegado aún a esta área vital del funcionamiento gubernamental.

Para terminar, quisiera insistir en que aún si se lograra mejorar la calidad de la política social, el objetivo de disminuir la pobreza dependerá también de la capacidad para preservar la salud fiscal, para abrir espacios en el sector privado para inversión en infraestructura, y para aumentar las tasas de ahorro internas. Todo ello en un entorno de estabilidad macroeconómica y con crecimiento generado por economías abiertas que no le teman a una mayor competencia interna y externa.

La viabilidad de la integración está también íntimamaente relacionada con el incremento de la capacidad de inversión de nuestras economías. Todos nuestros países muestran inmensas necesidades insatisfechas en infraestructura física y de comunicaciones; en tecnología, maquinaria, equipos y modernización productiva; y en lo que es igualmente importante, en el desarrollo del capital humano.

Hoy existe un consenso prácticamente generalizado en el sentido de que el nivel de ahorro público y privado está muy lejos de ser suficiente para apoyar un crecimiento económico acorde con las necesidades de las gentes de América Latina y suficiente para permitir el aprovechamiento de todas las potencialidades que ofrece el proceso de integración. De hecho, el peor enemigo de la integración y de la estabilidad de las políticas de liberación comercial ha sido la volatilidad macroeconómica que tiene su origen primordial en el insuficiente nivel de ahorro interno, en la excesiva dependencia del financiamiento externo y en la mala asignación de los recursos de inversión.

Esto nos lleva a lo que podemos identificar como el factor fundamental para darle viabilidad a la integración hacia el año 2005. Para hacer las inversiones que requerirá esa transformación económica, en infraestrucutura, en maquinaria y equipo, y en el área social, es necesario incrementar de manera significativa nuestras tasas de ahorro y garantizar una inversión pública y privada racional y transparente.

Hemos revisado aquellos elementos fundamentales que creo son necesarios para hacer viable la integración del hemisferio. Hemos hablado algo de comercio y de economía, algo de política social y de la lucha contra la pobreza, un poco de modernización del Estado y, tal vez, no lo suficiente sobre democracia. En las Américas la prosperidad, el crecimiento, la paz, la justicia social y la igualdad están cimentadas en la democracia.

La lucha contra la pobreza no va a encontrar solución si no trabajamos también por la prevalencia de los derechos humanos, por una mayor participación ciudadana, por el respeto a las minorias étnicas y los derechos de la mujer, por una mejor administración pública y de la justicia.

La defensa del Estado de derecho tiene que ir de la mano con la determinación de erradicar la arbitrariedad y la discriminación. Ganar la batalla contra la pobreza pobreza es parte de una lucha integral para que todo habitante de las Amércias tenga una vida digna. La integración, en últimas, sólo tiene sentido si se convierte en sinónimo de democracia, de igualdad, de prosperidad y de dinamismo.

Muchas gracias.