Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
COMISIÓN INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS

24 de febrero de 1997 - Washington, DC


Desde que tuve la ocasión de dirigirme a ustedes por primera vez en el 87o. período de sesiones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, a fines del 1994, es mucho lo que en América se ha logrado en el campo de los derechos humanos. En esa oportunidad les comenté que a mi juicio una de nuestras prioridades debería ser fortalecer el sistema interamericano. Desde entonces hemos experimentado cambios reconfortantes por parte de algunos países frente a nuestras instituciones, se dio un vigoroso impulso de los Jefes de Estado y de Gobierno en Miami para seguir ese camino, y ha surgido un nuevo clima de urgencia para mejorar el apoyo administrativo y financiero y para acometer igualmente aspectos operativos y normativos.

Hoy estoy aquí para reiterarles ese, mi compromiso, que lo es hoy de todos los protagonistas del sistema, desde los miembros de la Comisión, de la Corte y los Representantes de los países, hasta de quienes desde afuera nos fiscalizan, me refiero a muchas de las ONGs. Es también bastante alentador el proceso de consolidación de la democracia a lo ancho del hemisferio y la manera favorable cómo se han sorteado las situaciones adversas. Sigue también en marcha el propósito de crear en nuestras sociedades una cultura democrática de respeto a los derechos humanos, un proceso de fortalecimiento de los sistemas judiciales, un mejor balance entre los poderes públicos, y una mejoría en las instituciones nacionales de control que tienen por misión la protección de los derechos humanos.

Pero también hay factores inquietantes. Mientras a pesar del efecto tequila los países han recuperado pronto su capacidad de crecimiento y en general pueden mostrar buenas cifras económicas, aún persisten problemas de incremento o perpetuación de la pobreza extrema, la marginación económica de regiones enteras y el desconocimiento de los derechos de importantes sectores de la población. A ello se suma el debilitamiento de muchas instituciones del Estado por la crisis de la deuda y de la reestructuración del sector público. Se han presentado igualmente rebrotes de violencia en países y regiones donde estos problemas parecían superados. Todo ello continúa siendo un enorme desafío a las instituciones de gobierno, al orden público y a la estabilidad de nuestras democracias.

Otro aspecto preocupante es que en algunos países han resurgido tendencias hacia la ampliación del papel que juegan las fuerzas militares en áreas históricamente no tradicionales. Esa tendencia, que parece no conocer fronteras, promete consecuencias riesgosas para el ámbito de los derechos humanos y para la delicada trama democrática que estamos tejiendo.

Ha habido también cambios en nuestra propia casa. Desde el año pasado ha cambiado un gran número de miembros de la Comisión. Después de la Asamblea General en Lima vendrán más cambios que también afectarán a la Corte. Pero lo más importante, hoy por hoy, es que está en marcha el mecanismo de los cuerpos políticos de nuestra organización para evaluar cuidadosamente nuestro sistema interamericano de derechos humanos con miras a su perfeccionamiento, y a lograr que esté en condiciones de hacerle frente a las nuevas realidades hemisféricas y a encarar los desafíos que debemos afrontar en el próximo siglo.

La reunión de expertos gubernamentales sobre este tema está prevista para comienzos de abril, y el temario para dicha reunión se está preparando en la Comisión de Asuntos Jurídicos y Políticos del Consejo Permanente bajo la hábil dirección de la Embajadora del Perú, Beatriz Ramacciotti.

Sé también que existen múltiples opiniones de cómo llegar a perfeccionar nuestro sistema. El Seminario patrocinado por la CIDH en diciembre resaltó la complejidad del tema y el vasto interés que existe en encontrar las mejores soluciones frente a un diagnóstico común sobre el cual pareciera existir cada vez más consenso. Debo sinceramente felicitar a la CIDH y en especial a su presidente Claudio Grossman por la iniciativa que tuvo al convocar esa histórica conferencia de expertos en la sede de la OEA. La idea de la CIDH fue la de reunir expertos, no sólo del sistema interamericano, sino también de otros sistemas de protección de derechos humanos, como el europeo y el de la ONU, para examinar a nivel global el estado actual de nuestro mecanismo de protección.

El objetivo fue intercambiar ideas al mejor nivel, reflexionar sobre la realidad política y jurídica del hemisferio, y obviamente derivar de esa discusión ideas para robustecer nuestro sistema. Creo que el Seminario cumplió decididamente con esas metas. Faltaría solamente el informe del relator del seminario que se está preparando en la CIDH y que esperamos con interés. Será un elemento muy importante para las deliberaciones que se llevan a cabo en la Comisión de Asuntos Jurídicos y Políticos, y será un insumo esencial para los expertos gubernamentales que se reunirán en abril.

Otro instrumento que podemos utilizar para consolidar la jurisprudencia hemisférica fue presentado por el presidente de la Comisión y por el Centro de Derechos Humanos y Derecho Humanitario. Me refiero al Proyecto para la Creación de un Repertorio de Jurisprudencia del Sistema Interamericano de Derechos Humanos que analiza la Convención Americana, artículo por artículo, y expone sistemáticamente la actual jurisprudencia con respecto a cada uno de ellos. Tengo entendido que este valioso recurso estará muy pronto disponible en el Internet. El proyecto está financiado por el Ministerio de Cooperación para el Desarrollo de Holanda, y quisiera aprovechar esta oportunidad para agradecerle al gobierno de ese país esta importante contribución.

Con respecto a los remedios efectivos para fortalecer el sistema, ya he expuesto mi punto de vista. En el seminario de diciembre tuve la oportunidad de hacer algunas reflexiones sobre este tema en el trabajo titulado “Hacia una Nueva Visión del Sistema InterAmericano de Derechos Humanos”.

Como saben ustedes en ese trabajo se exponen algunas sugerencias y recomendaciones las cuales, tanto a corto como a largo plazo, podrán ayudar a identificar los problemas que tiene el sistema y quizá sus soluciones posibles. El documento siempre tuvo como propósito principal producir un efecto catalizador en este debate y ampliar la discusión para considerar soluciones que puedan existir mucho más allá de los confines del sistema actual.

Los cambios propuestos son varios, entre ellos sobre la tramitación de los de los casos; una relación más fluida y mas especializada entre la Corte y la Comisión; mecanismos más claros y eficaces para la instrucción de los procesos, evitando innecesaria duplicacion de actividades; una nueva relación con los sistemas nacionales en los cuales recae la mayor responsabilidad en su protección; la revinculación de los sistemas regionales y los nacionales a través de enlaces operacionales especiales con magistraturas nacionales, fiscalías y oficinas de los ombudsman; y la generación de un nuevo interés en el sistema por parte de los ciudadanos así como entre los órganos políticos de la OEA.

También sugerimos cambios para modernizar la administración y gerencia del sistema con el fin de adaptarlo a las demandas actuales. Por un lado la Comisión y su Secretaría están actualmente presionadas para atender un volúmen creciente de casos, y los actuales procedimientos ni permiten asegurar una mayor eficiencia ni hay nuevos recursos finacieros y administrativos a disposición. Simultáneamente, y como consecuencia de la consolidación de la democracia en el hemisferio, en los Estados miembros se hace mayor uso del sistema y además ellos mismos demandan de un mayor apoyo técnico en promoción de derechos humanos.

Podríamos entonces señalar que como parte del diagnóstico se ha avanzado en tres elementos.

En primer lugar, a pesar de que la lucha contra el abuso de los derechos humanos siempre es un tema que tiene prioridad absoluta en nuestra agenda hemisférica, los procedimientos vigentes como ya lo hemos mencionado no aseguran eficiencia, y el sistema está crónicamente deficitario en sus recursos financieros y administrativos.

En segundo lugar, las líneas de defensa de los derechos humanos están penetrando cada vez más el escenario doméstico, los sistemas nacionales pesan cada vez más en la tarea de protección, y necesitamos modificar nuestro instrumento regional para poder estimular y fortalecer esa tendencia.

En tercer lugar, no todos los Estados miembros son parte del sistema. Tenemos que encontrar las razones por las cuáles aún no hemos logrado una adhesión universal al sistema y buscar una serie de soluciones eficaces para lograrlo.

En el proceso de fortalecimiento y en el debate que lo rodea, no debemos limitarnos a la preservación de la normatividad actual de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Al aproximarnos al año 2000, se deberá considerar también si es o no necesario efectuar revisiones sistemáticas y fundamentales a este instrumento. No debemos perder esta oportunidad de debatir y examinar a fondo la viabilidad de cambiar profundamente, si fuera necesario, los modelos de promoción y vigilancia de los derechos humanos para nuestra región.

Señores Representantes de los Estados miembros, señores Embajadores y distiguidos miembros de la CIDH. Nos encontramos en un diálogo quizás único en la historia de nuestro sistema interamericano de derechos humanos. Tengo la esperanza de que estas diversas voces converjan en un diálogo institucional que nos lleve a un sistema que, como en los años 70 y 80, pueda seguir creando un espacio histórico dentro de nuestro sistema hemisférico y nos asegure estar a la vanguardia de la lucha por una democracia vigorosa en las Américas.

Nuestro objetivo es nada menos que fortalecer un arma indispensable para lograr un futuro y una cultura democrática que sea tan importante como lo son sus elementos esenciales: consolidar el Estado de derecho, fortalecer la sociedad civil, preservar las libertades públicas, garantizar elecciones libres, equitativas y transparentes, y estimular el funcionamiento del sistema económico de un manera que beneficie a todos.

Antes de terminar quisiera reclamar un momento de reflexión sobre el renovado interés que en la protección de los derechos humanos se da actualmente en todas las latitudes: abramos un periódico de la semana pasada y leamos la historia de Steven Biko, a quien asesinaron hace más de 20 años en una cárcel de Sudáfrica. Hoy por hoy, sus asesinos han confesado por primera vez y están pidiendo amnistía a la Comisión de Verdad presidida por Monseñor Tutu. Leamos sobre los esfuerzos actuales de los tribunales de Ruanda y de la ex-Yugoslavia para castigar crimenes de lesa humanidad, mientras tratan desesperadamente de mantener el delicado equilibrio entre la justicia y la reconciliación nacional.

Volvamos sobre los compromisos de nuestras sociedades: amnistías, indulgencias, indultos. Pero esos son hoy, entre nuestros problemas, los menos acuciantes. Nuestra atención se puede hoy concentrar en cómo por la via del diálogo político creamos un nueva normatividad de derecho internacional americano que nos ayude a la la plena vigencia de los derechos humanos, a fortalecer nuestros valores democráticos y a crear sociedades en paz, justicia e igualdad.

Muchas gracias