Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
LA CONFERENCIA ANUAL DE LA SOCIEDAD INTERAMERICANA DE PRENSA

30 de julio de 1997 - Ciudad de Guatemala


Quiero agradecerle a la Sociedad Interamericana de Prensa la honrosa invitación de la que he sido objeto para dirigirme a todos ustedes en esta noche. Aquí se encuentran congregadas las voces, las palabras y los pensamientos que todos los días, en medio del cubrimiento de los sucesos, registran el palpitar de un continente que se debate entre la adversidad y la esperanza, entre un pasado de arbitrariedades, de intolerancias, de hegemonías, de injusticias y discriminaciones, y un futuro en el que tendrán vigencia los derechos fundamentales, las libertades públicas, la justicia, la paz y el desarrollo.

Constituye también para mí un gusto y un honor volver a Guatemala, país al cual la Organización de los Estados Americanos ha acompañado en estos meses en los cuales la bandera de la paz ha vuelto a ondear orgullosa y altiva. Para todos los americanos es motivo de orgullo el significativo éxito que el gobierno del Presidente Arzu y toda la sociedad Guatemalteca han tenido en superar uno de los conflictos internos mas antiguos y mas sangrientos del hemisferio.

Ejemplos alentadores como el de este país nos demuestran como, en estos últimos años, las Américas han vivido un intenso proceso de cambio. En todas las latitudes los países y los pueblos buscan romper las ataduras del pasado y volver ciertas sus expectativas respecto del mañana. Nuestros países tienen ahora no solo una identidad de propósitos y de medios, sino lo que podríamos denominar una ética común. La región ha dejado atrás la época del autoritarismo y el pasado cruel de la dictadura y de las conflagraciones internas, y se ha abocado a la construcción y consolidación de las instituciones democráticas.

La democracia es la columna vertebral de la renovación estructural del continente y es fundamental mirar a través de ese prisma para poder comprender la magnitud de las transformaciones pasadas y los desafíos del porvenir. De tal manera, existe en general una coincidencia sobre las bondades de este sistema de gobierno, lo cual nos permite compartir un mismo lenguaje y buscar de manera colectiva soluciones a problemas similares. Dicha circunstancia nos presenta una oportunidad histórica, cuyo significado a veces se menosprecia dentro de los avatares del día a día.

Ha sido mucho lo que el periodismo ha aportado para que la geografía hemisférica nos muestre una alentadora realidad: donde había gobiernos de facto, hoy ha renacido la expresión popular; donde abundaba una retórica de confrontación, hay hoy consensos y progresiva integración; donde no había canales de expresión genuinos, hoy encontramos opiniones públicas activas y vigorosas.

Es necesario destacar que luego de esas inmensas transformaciones, la prensa ha visto fortalecer su rol fiscalizador. Los medios masivos, además de su tradicional papel de apuntalar las temáticas de discusión en la agenda pública, también poseen una creciente capacidad de validación y legitimación de los comportamientos y conductas de los actores sociales, políticos y económicos. Esta característica probablemente no sea absolutamente novedosa pero sí lo es su contundencia, entre otros motivos, por que está acompañada de la consolidación de los medios, en muchos de nuestros países, cada vez más independientes de intereses partidistas o de sector.

No obstante constatar esa realidad, los desafíos abundan. Ustedes, quienes le miden el pulso cotidiano a las Américas, saben bien que la labor de defender los logros y encarar los nuevos retos es quizás más compleja que nunca. En los últimos tiempos han surgido nuevos llamados de alerta sobre el desencanto que en diversas naciones han producido las diversas reformas originadas en los procesos de apertura, integración y globalización. El escepticismo que a veces ha cundido pareciera identificar la democracia con los males que la aquejan. En el nuevo contexto los ciudadanos son permanentemente estimulados a asumir una actitud mas contestataria y participativa frente a las instituciones sociales.

Ello nos lleva a lo que constituye una de nuestras mas grandes responsabilidades. Cómo acometer todas estas amenazas con por lo menos el mismo vigor con que le hicimos frente a los mas acuciantes males de nuestras economías. Y cómo los medios contribuyen a lo que empieza a constituir una nueva agenda hemisférica que, a diferencia de las que habíamos tenido a hasta ahora - mas concentrada en temas económicos -, es mas compleja, tiene objetivos mas amplios y difusos, es mas difícil de cuantificar y cualificar en su evolución, y sus resultados mas difíciles de determinar en un periodo corto. Esta nueva agenda hace mas relación con las respuestas que el estado debe dar en la lucha contra la pobreza, el crecimiento de los salarios reales de los trabajadores, menores cifras de desempleo, un sistema educativo acorde con los requerimientos de la globalización y la revolución de las telecomunicaciones.

Y como los medios contribuyen a lo que empieza a constituir esa nueva agenda hemisférica también existen, y a veces con fuerza, manifestaciones que corroen ética y moralmente el funcionamiento de las instituciones de la democracia, como son el narcotráfico, el terrorismo, la corrupción y la intimidación a la labor periodística; flagelos que están íntima y perversamente ligados.

Sin embargo, a pesar de esas situaciones, creo que los tiempos en que se le podía colocar una mordaza a la prensa en nuestro continente pertenecen al pasado. La razón es tan sencilla, como fundamental: para nuestros ciudadanos una alternativa diferente a unos medios de comunicación libres, es inaceptable. Los ejemplos a ese respecto abundan y en todos los casos los enemigos de la transparencia y la información han debido en todo caso batirse en retirada. Pero siempre existen nuevos casos que requieren de la atención permanente de organizaciones como la SIP. Creo incluso que en las presentes circunstancias se justifica cada vez más la renovación de esfuerzos para asegurar que hoy y siempre se respeten los principios consagrados en la declaración de Chaoputepec.

Nuestra región está viviendo la certeza de que la democracia es un sistema de demandas múltiples, generador a su vez de nuevas demandas y de mecanismos que sepan escucharlas y amplificarlas. Ese proceso es incontenible y las permanentes innovaciones para atenderlas en los medios dan prueba de ello.

Oigamos qué es lo que se discute en esos espacios. ¿De qué se habla hoy en nuestras plazas públicas? Pareciera que las discusiones ya no giran en torno del sistema de gobierno conveniente, puesto que la democracia aparece como condición indispensable. También se acepta que el rol del Estado haya sido redimensionado y que la iniciativa privada y el libre mercado sean los motores del crecimiento económico, así hayan perdido parte del atractivo, la novedad, la fuerza aparentemente incontenible que tenían hasta hace poco tiempo, por lo menos en algunos países. Es claro que ya ningún país acepta la fórmula de "vivir con lo suyo" y, con distintas dinámicas, todos se aprestan a competir en el mercado global.

Pero este panorama que hemos esbozado lo único que ha hecho es enriquecer el debate democrático. De allí que se le esté pidiendo a la prensa que acentúe aún más su capacidad de escrutar y fiscalizar los hechos, las actitudes y los comportamientos de las sectores dirigentes. En ese nuevo clima, en esa inconmovible búsqueda de lo nuevo y de lo justo es que está apareciendo una opinión pública cada vez más bulliciosa. Y lo propio de la cultura democrática es el reclamo y la construcción de nuevos espacios de manifestación y expresión. La democracia activa busca formas semidirectas de manifestación y, también, otorga de manera dinámica nuevos roles para tradicionales actores sociales.

Es justo enfatizar el papel de la prensa en la defensa de la democracia, particularmente durante esta última década, en la que los procesos de transición hacia la democracia de muchos de nuestros países encontraban actores políticos débiles o aún no del todo consolidados. Todos recordamos como, aquí mismo en Guatemala, la prensa ocupó un lugar de vanguardia en la convocatoria y movilización del pueblo que detuvo el intento golpista y autoritario del 25 de mayo de 1993.

En ese marco de expansión democrática, en medio de procesos de transición y consolidación de las instituciones y también de crisis de representación que sufren los partidos políticos y los poderes públicos, el periodismo, muchas veces a su pesar, ha ocupado lugares que no le eran propios.

En ese sentido, en muchos de nuestros países se formulan consideraciones acerca de la prensa y los riesgos de que ella, por debilidad o descrédito de las instituciones de la democracia, intente sustituir a estas últimas. Esa discusión tiene toda la pertinencia de los debates que se establecen en las naciones democráticas.

Es comprensible que, en una época de cambios, los roles de cada uno de los actores sociales se superpongan y rivalicen por momentos, pero el bienvenido debate sobre estos aspectos y acerca de cómo fortalecer nuestros regímenes democráticos irá reubicando las cosas en el lugar que les corresponde en las sociedades libres con instituciones fuertes y eficaces.

De todas maneras, las reflexiones sobre cómo se van perfilando los roles y las responsabilidades de la prensa y los demás actores sociales no nos pueden hacer distraer de nuestro deber ineludible: el de velar por la libertad de expresión, bien intangible de las sociedades democráticas, y de expresar nuestro más categórico rechazo a cualquier forma de censura o intimidación que tenga como blanco a los periodistas, que son los agentes naturales de ese derecho inalienable.

En esa línea, la SIP es reconocida por su permanente disposición a ser el foro permanente y vigilante para la defensa de la libertad de prensa y el libre ejercicio de la labor periodística. Ayer, cuando los periodistas eran el blanco preferido de los gobiernos de facto, enemigos por naturaleza de la libertad de expresión. Hoy, cuando el flagelo del narcotráfico, la corrupción y el terrorismo, y algunos veces la intolerancia de agentes estatales, saben que el principal obstáculo para su accionar es una sociedad informada y en busca de la verdad.

Ese compromiso con la prensa libre se ha visto plasmado en la Declaración de Chapultepec, la cual es también un compromiso con la memoria. Memoria que nos obliga a reclamar el esclarecimiento de los crímenes cometidos contra periodistas en nuestro hemisferio.

La Declaración expresa sin ambigüedades que "el asesinato, el terrorismo, el secuestro, las presiones, la intimidación, la prisión injusta de los periodistas…..la violencia de cualquier tipo y la impunidad de los agresores coartan severamente la libertad de expresión y de prensa. Esos actos deben ser investigados con prontitud y sancionados con severidad".

Es por ello que el espíritu de esa declaración ha interpretado el sentir de todos: la prensa libre no es una corporación profesional más, sino el lugar en dónde se expresa la totalidad de la sociedad, y cuando se ataca a un periodista se atenta contra toda ella.

El Informe de la SIP sobre crímenes de periodistas, acerca del cual tuvimos la oportunidad de conversar con ocasión de la visita que recibí en la sede de la OEA en diciembre pasado, es una expresión de la firmeza y responsabilidad con la que ustedes están honrando el compromiso asumido en Chapultepec.

Alrededor de 200 periodistas han sido asesinados en los últimos diez años en nuestro continente. Lamentablemente, casi ningún país de las Américas escapa al dolor de integrar la lista. Es por ello que me comprometí ante ustedes, y lo reafirmo ahora, que mientras sea Secretario General de la OEA no cejaré en mi cometido de trabajar incansablemente para que en toda América la libertad de expresión y la seguridad para los periodistas, protagonistas esenciales en el cumplimiento de ese mandamiento laico, sean resguardadas como el bien preciado que son. La agenda hemisférica nunca estará completa si ese punto no ocupa el lugar central que merece.

Es vital este ejercicio de memoria. El más justo y merecido homenaje que podemos hacerles a quienes sufrieron la barbarie es renovar nuestro reclamo de que se conozca y castigue a los responsables de los asesinatos que ustedes denuncian en el Informe.

Como lo expresáramos en nuestro pasado encuentro, la OEA pondrá sus mejores esfuerzos en acompañarlos en esa digna tarea y en acercar y estrechar los vínculos entre la SIP y nuestra Organización.

Quiero decir al respecto que es motivo de satisfacción personal que la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, dando nueva muestra de su preocupación sobre estos asuntos y su independencia de toda consideración ajena a su inclaudicable defensa de los derechos humanos, haya abierto los casos de investigación de los asesinatos que ustedes le presentaran, de los recordados Guillermo Cano, Jorge Lajud Catalán, Héctor Felix Miranda, Víctor Manuel Oropeza e Irma Flaquer y les haya pedido refuerzo informativo para el caso de Jorge Carpio Nicole.

En ese mismo sentido, la SIP seguirá teniendo en la OEA y en este Secretario General un fiel aliado para recordar cada vez que haga falta que nuestro compromiso en la defensa de la democracia, pilar esencial de nuestra razón de ser como Organización, no es tal si no exigimos que se mantengan y mejoren, donde sea necesario, las condiciones que garanticen el irrestricto ejercicio del derecho a la información, la libertad de prensa y la seguridad personal para los periodistas.

Permítanme de todas maneras, expresar un anhelo que surge de la lectura del Informe que ustedes han producido. Hemos visto en él que en estos dos últimos años ha disminuido la siniestra estadística de crímenes contra periodistas.

No me parece que este dato sea independiente de la fuerza y decisión con la que nuestros pueblos han manifestado su rechazo a esos crímenes, en los que se une el dolor inaceptable por la pérdida de vidas y la herida infringida al sistema democrático. De la misma manera, ha sido valiosísima la predica que en ese sentido viene realizando la SIP y su obstinado reclamo para que no queden impunes esos crímenes.

Señoras y señores:

A pesar de los tropiezos que ustedes encuentran en su diaria labor, quiero terminar estas palabras con un mensaje de optimismo. Y así lo digo porque durante más de 25 años de vida pública he sido un testigo privilegiado que ha podido observar de cerca la evolución, crecimiento y profesionalización de los medios de comunicación a lo largo y ancho de las Américas. Es evidente que los retos son grandes y los desafíos amplios, pero también es cierto que ustedes han sabido consolidar la búsqueda de la verdad y la defensa de los derechos del ciudadano como norte de su labor.

De tal manera que yo los invito a no cejar en su empeño. La memoria de quienes han caído en el cumplimiento de su deber, es una razón poderosa y suficiente para perseverar en la lucha. En ese camino, la OEA y las demás instituciones del sistema interamericano, siempre les acompañaremos. El trabajo de ustedes requiere perseverancia y dedicación sin limites. Pero tanta responsabilidad tiene su gratificación. Porque ustedes, amigos periodistas, desempeñan el que, con razón, Gabriel García Márquez define como "el oficio más hermoso del mundo".

Muchas gracias.