Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
EN LA INSTALACIÓN DE LA REUNIÓN DEL GRUPO DE TRABAJO PARA CONSIDERAR EL PROYECTO DE CONVENCIÓN INTERAMERICANA CONTRA LA FABRICACIÓN Y EL TRÁFICO ILÍCITOS DE ARMAS DE FUEGO, MUNICIONES, EXPLOSIVOS, Y OTROS MATERIALES RELACIONADOS

15 de octubre de 1997 - Washington, DC


Embajadora Carmen Moreno, Presidenta de la Comisión,

Embajador Flavio Darío Espinal, Vicepresidente de la Comisión,

Señores Delegados:



Es particularmente placentero para mi encontrarme en la mañana de hoy reunido con Ustedes en lo que será, probablemente, dado el avance de los acuerdos, la última ronda de discusión del Grupo de Trabajo que viene negociado los términos de una Convención Interamericana contra la fabricación y el tráfico ilícito de armas de fuego, municiones, explosivos y otros materiales relacionados.

Cuando la Embajadora de México me pidió que los acompañara en el inicio de esta ronda de negociaciones para que, como Secretario General de la OEA, expresara mis opiniones sobre estos aspectos, no dudé un solo momento en hacerlo por la trascendencia que reviste el tema y por el significado de abordar esta temática en el seno de la Organización. Quisiera, entonces, de manera breve, referirme a tres puntos que considero vitales en todo este proceso. En primer lugar la agilidad y rapidez con que se ha trabajado en esta negociación; en segundo término, en el tipo de Convención que seguramente se suscribirá luego de esta última ronda de negociaciones y, por último, en la importancia que este proceso reviste hacia el futuro como precedente y como punto de partida para abordar temas similares.

Sin duda, lo que primero llama la atención de la labor que se ha realizado en este Grupo de Trabajo es que en muy poco tiempo -seis meses y medio desde la primera reunión que se realizó en abril de este año- se hayan abordado tantos y tan delicados aspectos para los países, y que en pocas semanas la comunidad interamericana le entregue al mundo una Convención amplia en temas y concreta en tareas, que busca enfrentar uno de los males mas agobiantes de nuestra época, como lo es el de la producción y el tráfico ilícito de armas de fuego, municiones y explosivos.

A mi modo de ver esto refleja de forma contundente la voluntad política de los gobiernos de las Américas por encontrar nuevos y más eficaces instrumentos de cooperación internacional en su empeño por brindar seguridad a los habitantes de sus países. Y refleja también la urgencia de abordar desde los organismos multilaterales y teniendo como objetivo la cooperación internacional, la temática de la seguridad ciudadana. Una temática que en el pasado reciente no era objeto de foros y discusiones internacionales, a no ser que se le relacionara con el narcotráfico o el terrorismo. Aunque sin duda, los avances que se consigan en el campo de la limitación de la producción y el uso de armas de fuego convencionales y explosivos, tiene implicaciones importantes en la lucha contra estos flagelos, las tiene aún más cuando se enfoca el tema de la delincuencia común.

Hoy los estudios académicos, los informes periodísticos y las encuestas de opinión que se realizan en muchas de las naciones del hemisferio, demuestran que la población percibe el ascenso de la criminalidad como uno de los problemas más apremiantes. De hecho, los índices de homicidios en la región muestran que estamos ante un fenómeno de características devastadoras: América Latina y el Caribe tienen en la década de los noventa una tasa promedio de casi 30 asesinatos por cada 100.000 habitantes, lo que es seis veces mayor que el promedio del mundo y más del doble que cualquier otra región considerada independientemente, como Africa o el Medio Oriente. Según estimativos de investigaciones del Banco Interamericano de Desarrollo, en América Latina asesinan cada año cerca de 120 mil personas. Aunque no es un fenómeno que afecta por igual a todos los países del hemisferio, si es una situación que ha tocado a un número creciente de naciones. Con excepción de los Estados Unidos, en el resto de los países del hemisferio los índices de homicidios han ido en aumento en los últimos años.

La delincuencia común, aquella que no está asociada directamente con grupos armados, con el narcotráfico o el terrorismo, es la responsable, en todos los países del continente, del mayor número de muertes y víctimas. En ella se entrelazan diversos fenómenos que no es del caso analizar aquí, pero que hoy representa, como aquí se ve, el mayor y más apremiante de los desafíos para las políticas de seguridad nacional en esta parte del mundo. No es exagerado decir que junto con la pobreza, es el tema que ocupa los primeros lugares en las agendas de problemas a resolver de buena parte de los gobiernos.

De ahí la trascendencia de enfocar, como aquí se ha hecho, uno de los aspectos de esta problemática y buscar, mediante la cooperación internacional, soluciones y respuestas institucionales más contundentes.

Y esto me da pie para hablar del segundo aspecto: el tipo de Convención que aquí se está discutiendo es pionera en el mundo. En efecto, no existen antecedentes de un acuerdo entre naciones que, como se dice en uno de los considerandos, "la prioridad para los Estados Partes es impedir, combatir y erradicar la fabricación y el tráfico ilícito de armas de fuego, municiones, explosivos y otros materiales relacionados". Existen antecedentes de resoluciones sobre estos temas en otros prestigiosos organismos internacionales, o convenciones sobre limitación de armamentos convencionales, pero no acuerdos sobre armas de fuego que se comercian ilegalmente. No me cabe duda que dado el entusiasmo y la voluntad política que ha asistido a los gobiernos para trabajar este tema con tanta celeridad, esta convención ha de convertirse en punto de partida para que de manera multilateral se aborden otros temas de la seguridad ciudadana que hoy permanecen ausentes de la agenda internacional. Debe resaltarse eso sí, la iniciativa que en este tema tuvo el Grupo de Río, que fue la instancia de donde partió la iniciativa y el primer borrador de Convención que sirvió para el inicio de las conversaciones de este Grupo de Trabajo.

Y el tercer aspecto se refiere a la trascendencia de este acuerdo al constatar que entre sus futuros Estados firmantes se encuentran todos los que forman parte de la producción, comercio y uso de las armas de fuego, municiones y explosivos. De una u otra forma, de manera legal o ilegal, al interior de los países que vienen negociando esta Convención se hallan los diversos actores que forman la cadena desde cuando un troquel, en una sofisticada fábrica, ensambla un gatillo en un revolver, hasta cuando a miles de kilómetros alguien oprime ese mismo gatillo para cegar la vida de una persona.

Es de esperar que el éxito de esta Convención radique en que los países cumplan efectivamente con aquello a que se han comprometido, ya que la sumatoria de todo lo establecido en esta Convención, desde sus considerandos hasta sus medidas concretas, son el reflejo del compromiso de todos los actores involucrados en el problema.

Sin entrar en este momento en mayores detalles ya que aún quedan algunos puntos importantes por discutir, quisiera resaltar algunos aspectos de la Convención que, como su texto lo indica, deben realizarse sin menoscabo de la soberanía de las naciones: adopción de medidas legislativas nacionales para tipificar ciertos delitos como fabricación y tráfico ilícito de armas de fuego; exigencia de nuevos métodos de marcaje a los fabricantes de armas de fuego para facilitar el rastreo e identificación de las mismas; adopción de medidas en los Estados para impedir que las armas confiscadas llegue a manos de los particulares o retornen a los circuitos del comercio ilegal; modernización y armonización de los sistemas de licencias para la importación o exportación de este tipo de materiales; intercambio de información sobre productores y comerciantes de armas; capacitación de personal idóneo para llevar a cabo estas nuevas tareas; asistencia judicial para la recopilación de pruebas; y, en general, de una muy variada lista de temas de cooperación en el campo de la inteligencia y el intercambio de la información y experiencias entre policías y organismos competentes, incluidos aquellos de carácter judicial.

Y para llevar a la práctica estas tareas, la Convención prevé la creación de una Comité Consultivo permanente encargado de apoyar la puesta en práctica de todas las medidas propuestas en la misma y hacer un seguimiento de ellas.



Para finalizar quisiera hacer un reconocimiento especial a todas las delegaciones involucradas en estas negociaciones y en especial a la dedicada y eficiente labor de la Embajadora Carmen Moreno, quién con profesionalismo y sentido del deber ha presidido este grupo de trabajo. Sin duda la Organización de Estados Americanos le debe especial reconocimiento a esta diplomática mexicana, quién ha representado a nuestra institución con sobrada competencia. También quiero agradecer el trabajo dedicado del Embajador Flavio Dario Espinel, quién ha actuado como Vicepresidente del grupo. Y debo resaltar así mismo, el interés de las delegaciones de los distintos países que presentaron sus respectivas iniciativas a lo largo de las conversaciones, las cuales sirvieron de base, junto con la propuesta enviada por el Grupo de Río, para las discusiones.



Señora Presidente del Grupo de Trabajo, señor Vicepresidente, señores delegados:

La agilidad con que se han desarrollado estas negociaciones es un buen augurio para la eventual entrada en vigencia de la Convención y los resultados que con ella se logren en beneficio de los habitantes del hemisferio.

Y es un buen preludio para la próxima Cumbre de Presidentes y Jefes de Estado a realizarse en marzo del próximo año en Santiago de Chile, de cómo la voluntad política de los gobiernos se puede traducir en mejores instrumentos para luchar contra uno de los problemas que mas agobian y preocupan a los habitantes de este continente. La concreción de esta Convención interamericana contra la fabricación y el tráfico ilícito de armas y explosivos, nos debe llevar a reflexionar en torno a si otros problemas de criminalidad en América se pueden abordar de manera sistemática en el seno de la OEA y de otros organismos e instancias del sistema interamericano

Tenemos frente a nosotros la inmensa responsabilidad de responder y de aportar desde nuestra perspectiva multilateral a los apremiantes problemas de seguridad que hoy viven las naciones de América. Debemos hacer un esfuerzo por concretar una agenda de prevención y lucha contra el crimen más sistemática, más ordenada, más contundente. Es el momento de hacerlo, entre otras cosas porque finalizados los conflictos y las confrontaciones internas en algunos países de Centroamérica, es un tema -este de la cooperación internacional para luchar contra la criminalidad- que puede manejarse en el hemisferio con mucha mayor libertad y creatividad que en el pasado. Es, sin duda, una oportunidad que se abre pero ante todo un desafío. Un desafío por contrarrestar el dolor y el miedo con el cual conviven día a día millones de familias en el hemisferio.

Y debe constituirse también este esfuerzo en un complemento, útil y necesario, a aquel que se realiza en toda América para combatir el narcotráfico y el terrorismo. Son esfuerzos paralelos para enfrentar enemigos comunes que tienen muchas cabezas e infinidad de ramificaciones. Nadie podría decir hoy con exactitud por ejemplo, que porción del problema que ha ocupado las conversaciones de este grupo de trabajo se deriva del fin del conflicto en Centroamérica y del paso por vias ilegales de arsenales de armas de fuego a manos de civiles en toda la región. O situaciones similares, pero de traspaso de miles de armas en otras partes del continente de grupos de narcotraficantes a manos de civiles. O de las armas de guerrillas desmovilizadas hacia otros sectores de la sociedad. Son problemas entonces, que deben enfrentarse en sus distintas manifestaciones, pero contando para ello con el invaluable instrumento de la cooperación internacional en todos los casos.

Hoy más que nunca este es un tema que requiere nuevos enfoques y tratamientos. Esta convención, dará, estoy seguro, un gran aporte en este sentido. Nos está señalando un camino, una urgencia que ha concitado la voluntad política de los gobiernos del continente en un tiempo récord para lo que son las negociaciones internacionales de asuntos tan sensibles.

Es, pues, una señal que a la vez nos alienta y nos obliga a persistir en este empeño por aportar nuevas soluciones a los problemas de crimen y seguridad ciudadana.



Muchas gracias.