Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
EN LA CEREMONIA PARA LA FIRMA DE LA CONVENCIÓN SOBRE LA PROHIBICIÓN DEL EMPLEO, ALMACENAMIENTO, PRODUCCIÓN Y TRANSFERENCIA DE MINAS ANTIPERSONALES Y SOBRE SU DESTRUCCIÓN

2 de diciembre de 1997 - Ottawa, Canadá


Quiero al empezar, agradecer la hospitalidad del gobierno canadiense y de la ciudad de Ottawa, que han puesto a disposición de los países firmantes y de todas las delegaciones aquí presentes, un escenario óptimo para la celebración de esta trascendental reunión.

Ello es reflejo, por supuesto, del liderazgo que hoy ejerce Canadá en el mundo entero para la búsqueda de la paz y la convivencia entre las naciones. Un liderazgo que, junto al de Noruega, Bélgica, Sur Africa y Austria, se ha convertido en motor insustituible del proceso de eliminación total de las minas antipersonales a lo largo y ancho del planeta.

De manera especial quiero referirme a la gestión del Ministro de Relaciones Extranjeras del Canadá, Lloyd Axworthy, que nos ha inspirado a todos y nos ha servido de ejemplo.

Al hablarles hoy del tema de las minas, quiero hablarles, antes que nada, de la gente. De los cientos y miles de víctimas de estos artefactos mortíferos.

Presentación Florián, habitante de Mozote, Nueva Segovia, en Nicaragua, fue uno de ellos. Un día cualquiera, no hace mucho, como todas las mañanas salió de su casa a trabajar la tierra, pero nunca regresó. A los cuatro días, su esposa salió a buscarlo y solamente lo encontraron 6 días después en la montaña, muerto, desangrado, solo, con un tornique en la rodilla que hablaba del sufrimiento inmenso que padeció. Había pisado una mina. Dejó a cuatro hijos sin padre y sin sustento.

Cientos de casos dramáticos como éste, que nos relató el Director de la OEA en Nicaragua, han visto los funcionarios de nuestra Organización que desde hace cinco años trabajan en los programas de desminado en Centroamérica.

Y es a estas personas a quienes están dirigidos todos nuestros esfuerzos. Estamos aquí reunidos para iniciar de manera conjunta todos -gobiernos, organismos multilaterales, organizaciones no gubernamentales, fundaciones privadas- la batalla final para erradicar de la faz de la tierra estas minas.

Una lucha, por cierto, contra la peor de las armas: la que, como se ha dicho, mata o lesiona una persona en el mundo cada 22 minutos.

Y en este colosal esfuerzo que nos compromete a todos, quiero contarles lo que hemos hecho en nuestra región y en la Organización de los Estados Americanos.

Fue en 1991 cuando por primera vez los países de Centroamérica expresaron su deseo de que la OEA los apoyara en su tarea de desactivación y destrucción de las minas enterradas durante los precedentes años de conflicto fratricida que sufrió esa región.

Desde ese momento, el tema ha sido para la OEA una preocupación constante. En 1996 nuestra Asamblea General tomó la decisión política de adoptar como metas, la eliminación global de las minas terrestres antipersonales y la conversión del Hemisferio Occidental en una Zona Libre de ellas. Hizo, además, un llamado a los Estados miembros para que declararan una moratoria en la producción, uso y transferencia de todas estas minas en el hemisferio occidental; y solicitó, como medida de confianza, que nuestro Consejo Permanente en coordinación con la Secretaría General, establecieran un registro integrado y completo de las que están en poder de los países miembros, así como de los planes existentes para su remoción y destrucción.

Por su parte, los países Centroamericanos, en el marco de la OEA, establecieron el año 2.000 como meta para estar libres de minas antipersonales, objetivo que, me complace mucho decirlo, han reafirmado hace pocas horas aquí mismo en esta reunión.

De esta manera puedo decir con orgullo, que en la OEA fuimos pioneros en el mundo en adoptar este tipo de decisiones políticas, que hoy, felizmente, confluyen a nivel mundial en el proceso de Ottawa.

Los resultados que hemos alcanzados en los programas de desminado nos impulsan a continuar. A los ya existentes en Costa Rica, Honduras y Nicaragua, sumaremos el proyecto de Guatemala.

La Junta Interamericana de Defensa es el organismo responsable de coordinar el equipo de expertos internacionales para el desminado proporcionados por países miembros de la OEA.

Los países afectados, hacen una enorme contribución al proyecto, ofreciendo los zapadores que son los que arriesgan sus vidas en la labor de remoción de las minas. Así mismo, proveen recursos financieros y materiales.

La OEA, por su parte, a través de la Unidad para la Promoción de la Democracia, cumple las labores de coordinación general y administra los recursos de los países donantes.

Quisiera resaltar en esta ocasión, de manera especial, la ayuda de algunos de los Estados miembros de nuestra Organización como son Canadá, Brasil, Argentina, Colombia, Chile, El Salvador, Perú, Uruguay, Venezuela y Estados Unidos que han colaborado con el suministro de especialistas militares y equipo. Y, por supuesto, Francia, Alemania, Japón, los Países Bajos, España, Suecia, Canada, Reino Unido y Dinamarca, cuya ayuda financiera ha hecho posible la realización de estos proyectos.

Quisiera detenerme, brevemente, a compartir con ustedes algunas de las valiosas experiencias que en la OEA hemos adquirido trabajando en programas de desminado.

En primer lugar, tenemos plena conciencia en torno a que las labores de desminado trascienden los aspectos puramente militares porque estas minas, además de ser una amenaza contra las personas, impiden el desarrollo económico de los países y frenan las obras de infraestructura.

Por ello, y este es el segundo aspecto, nuestra experiencia indica que si en los países afectados trabajan de manera coordinada instancias del gobierno dedicadas al desarrollo social y económico, con los militares y los organismos internacionales, los proyectos arrojan mejores, más rápidos y más completos resultados.

En tercer lugar, nuestra experiencia muestra que este tipo de proyectos son un efectivo mecanismo para acercar y crear lazos de cooperación entre distintos Ejércitos de nuestro hemisferio. A través del desminado se ha promovido el acercamiento entre ellos, constituyéndose en una efectiva medida de confianza.

En cuarto lugar, en los países donde se llevan a cabo programas de desminado, se produce una convergencia de intereses por la paz. El trabajo hombro a hombro de militares y civiles en distintas instancias nacionales y regionales, contribuye a que antiguos enemigos ahora trabajen por un mismo objetivo.

En quinto lugar, hemos aprendido que en materia de desminado hay que ser disciplinados en la elaboración de planes, pero flexibles en el cumplimiento de plazos.

Hoy sabemos que en este tipo de proyectos, los planes están sometidos a innumerables contingencias relacionadas con las condiciones climáticas, la topografía o la disponibilidad de helicópteros, equipos y personal especializado. A esto se agrega que, en muchas oportunidades, quienes en el pasado colocaron las minas, no dejaron planos de su ubicación.

Y, finalmente, luego de la fase de remoción de las minas, viene una etapa nueva que aún no ha sido formulada en nuestro caso, pero que es necesario abordar, tal como lo prevé la propia Convención que hoy se firma.

Me refiero a dos aspectos: primero, a la rehabilitación, capacitación y reinserción a la sociedad de los cientos de personas lisiadas que han quedado en estos países y, segundo, a los proyectos de carácter socioeconómico que pueden adelantarse en las áreas que se declaren libres de minas, que en la mayoría de los casos son zonas pobres con inmensas carencias.

Será muy útil para todos, sin duda, la discusión de estos temas en el marco de algunas de las mesas redondas de esta conferencia.

Señores organizadores de este evento, autoridades canadienses, señores delegados, amigos todos:

Sabemos que con la firma de esta histórica Convención que hoy nos convoca, no estamos asistiendo a la culminación sino al inicio de un proceso, al que, con justicia, se ha denominado Proceso de Ottawa.

Ha contado con el muy significativo acompañamiento de la sociedad civil a través de la campana internacional para la prohibición de minas y hoy recibe la adhesión y el respaldo político de más de 120 de países.

Esta Convención vincula a los Estados firmantes, en el proceso de erradicación total de las minas antipersonales. No sólo prohibe, sin excepción alguna, el empleo de estos artefactos, sino también su desarrollo, producción, adquisición y almacenamiento.

Esta Convención es, pues, un llamado al trabajo conjunto y al espíritu de cooperación de las naciones del mundo.

Es, en mi sentir, un llamado a la solidaridad humana para que no vuelvan a repetirse jamás historias como la de Presentación Florián, que a todos nos llenan de rabia y de vergüenza.

Muchas gracias.