Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
EN LA INSTALACION DE LA XXVIII ASAMBLEA GENERAL

1 de junio de 1998 - Caracas, Venezuela


Gracias a usted y al pueblo de Venezuela, señor Presidente Rafael Caldera, por la cálida acogida, el cariño y el apoyo de que hemos sido objeto desde nuestra llegada. Todas las delegaciones que vienen de las Américas desean expresar la admiración que tienen hacia quien ha sabido encaminar el rumbo de su patria en los umbrales del siglo XXI. Su liderazgo visionario, su honorabilidad sin tacha y su incuestionable sentido del deber, auguran un futuro promisorio a todos los venezolanos.

Quiero también, con su venia, reconocer no sólo el profesionalismo y la seriedad que caracterizan al Canciller Miguel Angel Burelli, sino el entusiasmo y el compromiso de él y de los funcionarios del Ministerio con la celebración de este evento. Las grandes cualidades humanas e intelectuales que posee el Canciller Burelli han sido refrendadas con el éxito de esta reunión y con el brillo de que ella está rodeada, circunstancia que demuestra su estatura dentro de la diplomacia continental y que complace a sus amigos, dentro de quienes me enorgullezco de encontrarme.

Asistimos hoy, señor Presidente y distinguidos cancilleres, a un nuevo amanecer de la Organización de los Estados Americanos. Apenas pasado el calor de las celebraciones del cincuentenario de la firma de la Carta de Bogotá, vemos que hemos dejado atrás nuestra historia de rivalidades y de desconfianzas, de algunas empresas comunes y no pocos desencuentros, de grandes utopías, pero también de frustraciones.

En tiempos más recientes un nuevo espíritu guía nuestras relaciones. Ha habido cooperación, entendimiento y, por sobre todo, una creciente convergencia de principios y valores y la convicción de que compartimos el mismo destino. Hemos ido dejando atrás cierto pesimismo atávico en las posibilidades de nuestra relación común y cierto lenguaje confrontacional y divisivo. Hemos procurado celebrar nuestro aniversario pensando en el mañana. Y hemos usado lo mejor de nuestro tiempo para determinar cómo el sistema interamericano de instituciones va a responder a los inmensos desafíos que nos ha traído la globalización y a los retos que conllevan las relaciones más estrechas entre las naciones de las Américas.

Tal espíritu fue evidente hace menos de seis semanas en Santiago, cuando los 34 jefes de Estado y de Gobierno de los países aquí reunidos, demostraron con su actuación que, hoy, los lazos que nos unen son infinitamente más fuertes que las diferencias que a veces nos separan. La Cumbre de Chile dejó en claro que en este hemisferio tan amplio y tan diverso han aparecido ya los elementos que han de servir como grandes metas y objetivos a toda la comunidad americana de naciones con miras al próximo siglo.

Para la OEA la Cumbre fue un hito, pues si en Miami la Organización recibió una docena de mandatos, este número casi se triplicó en Santiago de Chile al subir a 31. Este es un voto de confianza que trae consigo una gran responsabilidad.

A la OEA se le han expandido sus tareas y debe ahora cumplir su papel de foro para la adopción de normas de derecho interamericano; de escenario por excelencia para el diálogo político; de centro para el intercambio de experiencias y el diseño de políticas de carácter común o colectivo; de responsable de preservar los sistemas de información hemisféricos; de instrumento de solidaridad continental con sus acciones de cooperación. Y debe igualmente llevar la memoria institucional del proceso de cumbres y darle apoyo técnico a las reuniones de ministros y de expertos que se llevarán a cabo para darle seguimiento y cabal ejecución a los mandatos de Santiago.

En Chile quedó renovado el compromiso interamericano con la democracia y con la defensa de los derechos individuales y las libertades públicas. En la OEA hemos desarrollado una experiencia en fortalecer las democracias más vulnerables y contamos con una capacidad propia en protección de derechos humanos, en desminado, en observación electoral para asegurar elecciones limpias, justas y transparentes, en atención a los países que han sufrido confrontaciones internas, y esa capacidad la hemos puesto al servicio de las instituciones democráticas. Hoy el andamiaje de nuestra diplomacia para defender la democracia y el régimen constitucional de los Estados y el uso de procedimientos pacíficos para solucionar las controversias, se conjugan de una manera sin par en el entorno internacional para hacer de la defensa de la democracia nuestra principal razón de ser. A esta férrea voluntad política se suma ahora el "Protocolo de Washington" que nos otorga nuevos instrumentos para impulsar el regreso al orden institucional, en la eventualidad de un quiebre democrático en uno de nuestros Estados miembros.

También en la Cumbre quedó claro que tenemos que fortalecer nuestras instituciones de derechos humanos, para profundizar su autonomía financiera, presupuestal y operacional; para cubrir mas casos; para hacer mas promoción; para fortalecer los mecanismos de investigación; para apoyar más y apoyarse más en los sistemas nacionales; para ampliar el ámbito de protección de los derechos; para hacer universal la ratificación de la convención americana y la aceptación de la jurisdicción de la Corte. La Cumbre dispuso que se impulsen programas de cooperación para el uso de la informática en áreas de administración de justicia, que se trabaje en capacitación policial y penitenciaria, en superar las condiciones infrahumanas en las cárceles, en educación en derechos humanos para jueces y magistrados. Se busca igualmente estrechar los vínculos con el Instituto Interamericano de Derechos Humanos y examinar las legislaciones nacionales de tal manera que se logren eliminar todas las formas de discriminación.

Y ahora, por mandato expreso de la Cumbre, es necesario fortalecer el derecho a la libre expresión apoyando al Relator Especial que sobre este tema se propone escoger la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, procurando con todos los medios a nuestro alcance esclarecer y castigar los crímenes contra periodistas.

Ha considerado la Cumbre igualmente indispensable fortalecer los derechos de las mujeres, con la plena incorporación de la perspectiva de equidad e igualdad de género en todos los programas, pues en algunos países todavía perduran leyes y prácticas discriminatorias de jure y de facto que limitan la plena participación de la mujer en la vida laboral, y aun persisten la violencia doméstica, el fenómeno de la feminización de la pobreza y la dificultad de acceso a la educación superior. Se buscará igualmente respaldar la labor del Comisionado Especial sobre Trabajadores Migrantes de la Comisión de Derechos Humanos y adelantar acciones dirigidas a promover los derechos de estos y de sus familias.

A partir de Santiago se nos abren también nuevas posibilidades en el marco de la reunión de Ministros de Justicia o de Ministros y Procuradores Generales, para fortalecer el poder judicial: cómo reforzar su independencia y los mecanismos de cooperación jurídica y judicial; cómo darle a todos los americanos acceso a este servicio público; cómo crear mecanismos alternativos de solución de conflictos, e introducir el juicio oral; cómo fortalecer los mecanismos para luchar control el crimen organizado y la delincuencia transnacional. Éste es el contexto en el cual debe enmarcarse nuestro nuevo programa, para la lucha contra el crimen y la delincuencia organizados.

A la reunión de mandatarios presentamos una evaluación rigurosa de las actividades desarrolladas desde la celebración de la Cumbre de Bolivia sobre Desarrollo Sostenible. Las instituciones multilaterales, con nuestra coordinación, han hecho un valioso aporte al proceso de selección de actividades enmarcadas en el Plan de Acción y a la identificación de mecanismos de aplicación que permitan traer el respaldo de las entidades de financiamiento y cooperación técnica. Hemos estado trabajando en la identificación de nuevos instrumentos y fuentes de financiamiento y en la creación de la red hemisférica de expertos. Esperamos que pronto se cree el foro ministerial que hemos propuesto para profundizar los acuerdos en el ámbito regional y subregional. Muchas de las iniciativas acordadas deben definirse con mayor precisión antes de establecer mecanismos de ejecución.

En el marco de la Conferencia Interamericana de Ministros de Trabajo, debemos encontrar fórmulas para asegurar la vigencia y aplicación de las normas laborales fundamentales o derechos básicos de los trabajadores. También, hay que identificar maneras de mejorar las relaciones entre empleadores y trabajadores, cómo modernizar los Ministerios del Trabajo y cómo asegurar el intercambio de información y métodos sobre estrategias de modernización.

Uno de los procesos más dinámicos al interior de la OEA es el de la definición de una nueva agenda de seguridad hemisférica, a través de la aplicación de medidas de fomento de la confianza y la seguridad. De la reunión que sobre este tema celebramos en El Salvador en febrero, tenemos ya 20 medidas que aseguran la predictibilidad y la transparencia en los ejercicios, decisiones y gastos militares. Éstas, unidas a la sensible disminución de tales gastos como porcentaje de nuestro producto, que hoy representa sólo 2%, nos colocan, como región, en el nivel mas bajo del mundo.

De tales medidas quisiera resaltar la gran oportunidad que tiene la Comisión de Seguridad Hemisférica para que, como se lo solicitó la Cumbre, y después de realizar un análisis sobre el significado, alcance y proyección de los conceptos de seguridad internacional en el hemisferio, desarrolle un enfoque que nos permita abordar los problemas del desarme y el control de armamentos, proceso para el cual, particularmente, América Latina está cada vez mejor dispuesta. Este sería el principal soporte para que no se genere una carrera armamentista ajena a los intereses regionales. Y de suyo sería también la más importante contribución para la seguridad en las Américas y la mejor garantía de que sólo se usarán los medios pacíficos para resolver las controversias y los conflictos con apego a los tratados vigentes y al derecho internacional.

Como lo anticipó la Cumbre, un proceso como el que se ha esbozado debería concluir a comienzos de la próxima década con una gran Conferencia Especial sobre Seguridad en el marco de nuestra Organización. Quisiéramos señalar la importancia de fortalecer las funciones y la Secretaría de la Comisión de Seguridad Hemisférica con miras a asegurar el efectivo cumplimiento de las importantes tareas a ella encomendadas. En referencia a los pequeños Estados insulares, deseo mencionar que también fue posible en El Salvador identificar y definir de manera exhaustiva sus problemas de seguridad, los cuales incluyen aspectos económicos, financieros y medioambientales, tomando en cuenta su vulnerabilidad y su nivel de desarrollo.

Y al hablar de problemas de seguridad no podría omitir una mención al positivo avance que vienen alcanzando Ecuador y Perú, conforme al Protocolo de Río y con la activa participación de los países garantes, para resolver sus diferencias. Tendría, igualmente, que pedir a todos los países que suscribieron la Convención contra las minas antipersonales en Ottawa que la ratifiquen, lo que sería esencial para los esfuerzos que buscan convertir al hemisferio occidental en una zona libre de minas antipersonales y permitirá a nuestro continente seguir siendo pionero en este enorme esfuerzo global y humanitario.

Todas estas acciones demandan que la OEA fortalezca los mecanismos de participación y permita una mayor presencia de la sociedad civil en el diálogo hemisférico y en las tareas para enfrentar los problemas colectivos. La Cumbre ha dispuesto que la OEA debe servir de foro para buscar mecanismos que permitan la formación de instituciones de la sociedad civil y fomenten diálogos y alianzas sector público-sociedad civil. La Cumbre ha hecho particular referencia a escoger las experiencias exitosas de los Consejos Nacionales para el Desarrollo Sostenible y de la Estrategia Interamericana de Participación Pública, entre otras.

Tenemos por otra parte en la CICAD, el enorme desafío de establecer los mecanismos y procedimientos para realizar una evaluación gubernamental de carácter multilateral de las políticas de los países contra las drogas, apoyándonos para ello en los principios de la Carta, en los lineamientos consignados en la Estrategia Hemisférica, y sobre todo en los principios de reciprocidad, responsabilidad compartida, integralidad y equilibrio en el tratamiento del tema y consenso entre los Estados. De lo que se trata es de fortalecer nuestra Alianza Hemisférica de una manera que le permita a los países fortalecer la confianza mutua, el diálogo y la cooperación. También les va a permitir ser más rigurosos en el análisis, tener unos parámetros para evaluar la calidad y pertinencia de las políticas, reforzarlas y ajustarlas de manera periódica, cotejar la eficacia de los métodos de trabajo, sacar mejor provecho de los aciertos y errores y beneficiarse de la información y experiencias similares de otros países. No se trata de crear un tribunal supranacional, ni está previsto el establecimiento de sanciones. Estoy cierto de que si logramos poner en marcha un mecanismo eficaz y basado en sólidos elementos técnicos, el proceso va a tener una enorme legitimidad y una gran credibilidad, y será punto de referencia obligado para gobiernos, medios de información y sociedad civil. El Grupo de CICAD ya inició su trabajo postcumbre con la propuesta que está para su consideración sobre la regulación modelo para armas de fuego y está trabajando en la actualización de las regulaciones modelo sobre lavado de dinero y precursores químicos.

En función del objetivo de hacerle frente al problema de las drogas, además de la enorme significación que tiene para la lucha contra el crimen y la delincuencia, también se han impuesto los países en Santiago la ratificación de la Convención Interamericana contra la Producción y el Tráfico Ilícito de Armas de Fuego y Municiones y Explosivos.

Esperamos también, como se acordó en Santiago, avanzar en la realización de la Segunda Reunión Hemisférica sobre terrorismo a realizarse en Argentina para evaluar los progresos alcanzados desde la reunión de Lima en 1996 y definir los futuros cursos de acción para su prevención, combate y eliminación. En materia de corrupción, además, la Cumbre hizo énfasis en la ratificación por todos de la Convención Interamericana, en buscar la implementación del Plan Interamericano de lucha contra ese flagelo, en elaborar los códigos de conducta para los funcionarios públicos, avanzar en fórmulas comunes para hacerle frente al lavado de dinero e implementar los acuerdos logrados en la reunión sobre Contribuciones a Campañas Electorales. Pronto avanzaremos en estos objetivos con la celebración en Chile del Simposio sobre el Fortalecimiento de la Probidad en el Hemisferio, dispuesto por la Cumbre.

Quiero destacar la celebración de nuestra reunión del CIDI en Buenos Aires. En dos años el CIDI ha demostrado tener la capacidad de adaptación y renovación que un hemisferio y un mundo en transformación requieren. La participación de las agencias de cooperación de las Américas, de la banca multilateral y de las agencias de cooperación de países observadores, nos han permitido una visión más amplia de la dimensión que pueden adquirir nuestras acciones y de la cooperación que podemos lograr. Y en lo que hace relación a su dimensión de políticas, no hay duda que el CIDI puede y debe transformarse en el escenario para el diseño de las políticas hemisféricas, para crear sistemas de información regionales y para el intercambio de experiencias políticas, económicas y sociales. El CIDI debería ser también el depositario del conjunto de los compromisos de políticas hemisféricas comunes y de acciones de carácter interamericano. De tal manera este Consejo debería convertirse en la principal fuente de instrumentación de las decisiones del proceso de Cumbres Hemisféricas. Es indudable que el CIDI está, entonces, por debajo de su potencial y que en los próximos meses nos debemos aplicar a la tarea de mejorar su eficiencia, tal vez separando los asuntos de cooperación de los de políticas, dándole a la Secretaría facultades que le permitan trabajar mejor con otras instituciones del Sistema Interamericano y examinando las propuestas que se han presentado ya por los países a nuestra consideración, entre otras por la delegación de Estados Unidos.

Y en esta recapitulación de nuestras tareas examinaremos ahora dos temas que tuvieron una enorme trascendencia en la Reunión de Santiago y que son cruciales en los empeños colectivos del Hemisferio. El principal de ellos es, por supuesto, la pobreza, factor fundamental para hacer de América Latina la región con mayores desigualdades en el mundo. Para todos resulta paradójico que un hemisferio rico en posibilidades y recursos haya dejado a millones de sus hijos desamparados, atrapados en las garras de la miseria. A pesar de que las tasas de crecimiento recientes han experimentado niveles superiores a los de otras décadas, éstas no han sido suficientes para lograr una reducción significativa en los todavía apabullantes indicadores de miseria. Incluso los niveles de empleo han reaccionado de manera rezagada, aún en aquellos países que registran las mejores cifras de crecimiento. Esperamos que el Plan Interamericano de Lucha contra la Pobreza diseñado por nuestras altas autoridades de Desarrollo Social, sea capaz de hacer una significativa contribución en lo referente a la calidad de las políticas y el marco institucional para hacerle frente a este flagelo colectivo.

Una mención especial merecen los mandatos que se nos han otorgado en materia de educación. Como todos sabemos, en la era de la globalización, el recurso más importante con que cuentan los países es la gente y no las riquezas naturales o el territorio. Para que nuestros ciudadanos tengan acceso a mejores sistemas educativos tenemos que resolver problemas de recursos, de instituciones, de procesos educativos, de calidad de la enseñanza, especialmente para los habitantes de las zonas marginales urbanas y rurales, para los de las minorías étnicas y para los que requieren una educación especial. Se trata de desarrollar programas que nos ayuden a resolver estos problemas y la Cumbre ha hecho particular énfasis en programas de valorización y profesionalización de los docentes, de gestión educativa e incremento de la capacidad institucional, y de orientación bilingüe y multicultural.

Nuestros esfuerzos estarán enderezados a que la educación sea la espina dorsal de nuestra estrategia de crecimiento formando ciudadanos autónomos, informados, responsables y tolerantes, que tengan los conocimientos, los valores, las habilidades laborales para ingresar al mundo del trabajo, para competir internacionalmente, para avanzar hacia una mayor igualdad, para proteger el entorno ambiental, para ambientar un clima de paz y protección de los derechos humanos. Lo debemos hacer, entre otras acciones y como lo dispuso la Cumbre, accediendo a tecnologías eficaces en información y comunicación, y desarrollando programas de educación a distancia y redes de información hemisféricas. Con ese objetivo en mente celebraremos el próximo mes en Brasilia una reunión de Ministros de Educación en la cual, con el apoyo de las demás entidades multilaterales, trataremos de iniciar la marcha para poner en práctica las decisiones adoptadas en Santiago.

En lo que hace relación con los temas de la integración comercial hemisférica las instituciones multilaterales que forman el Comité Tripartito (la OEA, el BID y la CEPAL) han movilizado una buena cantidad de recursos humanos, financieros y técnicos para apoyar las tareas de los ministros y de los grupos de trabajo que permitieron culminar la fase de preparación del ALCA. Hemos difundido entre el público un volumen sin precedentes de información confiable y de gran valor para acometer la etapa de negociación.

Nos corresponde en esta nueva etapa dar apoyo a los grupos de negociación que se han acordado, contribuir financieramente al sostenimiento de la secretaría administrativa del ALCA y dar asesoría técnica a las economías pequeñas para la formación y entrenamiento de negociadores, el acceso a la información y el fortalecimiento institucional. Es menester que estas últimas estén bien preparadas para la fase de negociación y puedan aprovechar los beneficios del libre comercio hemisférico. De todas maneras se trata de asegurar que la integración sea no sólo un proceso comercial sino uno de vastas consecuencias sociales y políticas. También se trata de garantizar que se preserve la voluntad política de los gobiernos, los congresos y la opinión pública en todo el hemisferio.

Las nuevas responsabilidades asignadas a la OEA en la reunión de Chile son, de alguna manera, un reconocimiento a la voluntad que ha mostrado la entidad para modernizarse y adaptar su agenda de trabajo a la de una región que evoluciona de manera permanente. En los últimos años la Secretaría ha hecho un esfuerzo notorio para mejorar su eficiencia al aumentar sus áreas de acción y reforzar sus campos prioritarios, dentro de un escenario de estrechez de recursos y reducción de personal. Esta vigésimo octava Asamblea va a ser, incluso, otra prueba más de que la Organización es abierta a intentar nuevos esquemas de trabajo. Gracias al liderazgo de la cancillería venezolana y en particular del embajador Francisco Paparoni, así como a la voluntad de los países miembros, vamos a tener una reunión más corta y ágil en la cual, esperamos, fructifique el diálogo y la creatividad de los cancilleres de las Américas.

Tales esfuerzos, sin embargo, pueden ser insuficientes frente a los nuevos retos que impone la realidad actual si no actuamos pronto con claridad de propósitos y alta voluntad política. Si alguna lección preliminar se puede obtener de lo sucedido en el continente en estos años, es que existe más multilateralismo que instituciones. Ha sido tan radical el cambio hacia un escenario de mayor cooperación e integración, que aun entidades como la OEA se han quedado rezagadas en algunas áreas ante la evolución vertiginosa de los hechos económicos y políticos.

Seguramente por esa razón, los Jefes de Estado y de Gobierno reunidos en Santiago solicitaron que sus ministerios responsables examinen la arquitectura del sistema interamericano y en particular de la OEA. Ese es uno de los temas centrales de esta Asamblea y ante esa perspectiva hago votos para que las discusiones que adelanten los jefes de delegación permitan definir los parámetros que conduzcan a una mejoría de las instituciones con las cuales desarrollamos la acción colectiva hemisférica.

Creo que ha llegado la hora en que las cancillerías y los señores cancilleres se involucren en el complejo proceso de toma de decisiones que nos espera en los próximos meses. En la Organización somos conscientes de que se espera que hagamos más con menos recursos humanos, técnicos o financieros, que reduzcamos nuestra planta y nuestros costos. Eso es lo que hemos hecho desde 1994. El número de empleos permanentes se ha reducido en 20% y el presupuesto real se ha reducido en más de 10% desde 1995.

Y aun así, la Secretaría considera que puede asumir la gran mayoría de los compromisos de Santiago con los recursos actuales, pero para ello es menester acometer con prontitud decisiones presupuestales que van a afectar algunos de los programas tradicionales de la Organización, por lo menos para los países medianos y grandes. Tales determinaciones permitirían que la OEA se transforme hacia las nuevas áreas y responsabilidades sin menoscabo de las actividades de cooperación que son esenciales para los países o economías de pequeño tamaño. Esto le daría también a la Organización elementos de una mayor solidaridad entre los paises de las Américas y un nuevo equilibrio político más acorde con las nuevas relaciones hemisféricas.

Es también necesario transformar algunos de los recursos humanos de la Organización para reforzar algunas de las áreas temáticas salidas de la Cumbre, mediante programas de retiro temprano. Así mismo, es indispensable el pago puntual de las cuotas y su mantenimiento en términos reales y es preciso que los países que tienen retrasos en sus obligaciones las atiendan. Debemos devolverle a la Secretaría algunas de las facultades que la Carta y las Normas Generales le dan en materias administrativas, pero que se han ido perdiendo por prácticas inveteradas y con una, a mi juicio, equivocada aplicación de la norma del consenso, no sólo para los asuntos políticos sino para la más elemental decisión financiera, administrativa o de personal. Esto hace a la organización lenta y elimina por la vía de la coadministracion el control político que deben ejercer los países.

La Organizacion ha estado en un intenso proceso de cambio a propósito de la creación del CIDI, cuando de manera simultánea se ha movido hacia la nueva agenda interamericana y se ha fortalecido el influjo de la Secretaría en las nuevas unidades técnicas. Hoy es más claro que debemos fortalecer el papel de la OEA como foro político de las Américas y como centro de información y de intercambio de experiencias. Pero debemos avanzar hacia cambios más profundos que nos permitan articular mejor todo el sistema de Cumbres Presidenciales, Asamblea General y Grupo de Seguimiento de Cumbres, de una manera que nos permita usar la Asamblea como punto de grandes definiciones, coordinación de tareas que en el año siguiente se van a realizar en todo el hemisferio, y asignación de recursos tanto de la Organización como de los países.

Es necesario también adoptar algunas de las nuevas formas exitosas de organización para atender las nuevas áreas dispuestas en la Cumbre, en particular para las reuniones ministeriales de Trabajo, Justicia y Educación. Asímismo, fortalecer las tareas en el área política de la OEA, tal vez con la creación de una Subsecretaría de Asuntos Políticos; unificar la agenda hemisférica y evitar la duplicación en agendas paralelas; y hacer algunos cambios a los mecanismos de cooperación que nos permitan amoldar mejor su funcionamiento a las necesidades del nuevo proceso de Cumbres. A este respecto es necesario tener en cuenta las razonables preocupaciones de grupos de paises de Centroamérica y el Caribe, para asegurar que los cambios no vayan en desmedro de la cooperación y los recursos que ellos reciben.

El proceso de renovación de la OEA necesita tanto de la voluntad como de la participación directa de todas las cancillerías de los paises miembros. La Secretaría aspira a que en esta Asamblea se definan los parámetros y se emita un mensaje claro a nivel político, tanto en los temas de reforma de la OEA, como en relación con el presupuesto y algunos de los temas de cooperación. Esperamos que la Asamblea Extraordinaria que se va a realizar en el segundo semestre para adoptar el presupuesto, nos sirva igualmente para tomar las determinaciones que nos permitan cumplir los mandatos de nuestros jefes de Estado y de Gobierno, transformar nuestra agenda y ser útiles al proceso de integración en que están comprometidos nuestros países.

Quiero asegurarles a este respecto que en lo que corresponda a la Secretaría a mi cargo, cuento con toda la voluntad y el entusiasmo para poner en práctica las decisiones que ustedes adopten. El compromiso de trabajar por el sistema interamericano es indeclinable pues estoy convencido de que las oportunas y certeras desiciones que ustedes adopten dependerá el que la Organización comience con pie derecho su senda por la ruta del siglo XXI.

Señor Presidente, distinguidos Cancilleres:

No podría finalizar estas palabras sin mencionar un tema que con tanta frecuencia nos preocupa. Me refiero, por supuesto, a Cuba, miembro fundador de esta Organización hace 50 años en Bogotá. Es claro para todos que, a partir de la visita de Su Santidad Juan Pablo II a la Isla, se ha creado un nuevo clima para aproximarse de manera más constructiva a esta temática, como lo han planteado recientemente algunos Jefes de Estado y de Gobierno y Cancilleres de la región.

Lo que hoy resulta pertinente es estar atentos a las oportunidades que eventualmente se presenten para contribuir a buscar una solución al que aun constituye el problema político mas importante por resolver en el hemisferio. Muchos en América quisiéramos ver que a este problema se le apliquen las fórmulas de diplomacia, negociación y gradualismo que han resultado eficaces en otras regiones. Tenemos siempre la expectativa de que en la medida en que se logren disminuir las tensiones, y se avance hacia mayores libertades públicas y económicas y a una mayor protección de los derechos humanos en la Isla, será posible considerar el regreso de Cuba al Sistema Interamericano.

Señor Presidente, señores cancilleres, amigos todos:

Dije al iniciar estas palabras que la Asamblea que hoy comienza es la primera de los próximos 50 años, que estamos avanzando con renovado vigor y altura de miras, que la relevancia y la vitalidad de la OEA van a depender de su capacidad de adaptación, de su capacidad de moverse a la nueva agenda, a las nuevas aspiraciones y a las nuevas esperanzas de nuestros pueblos. Para nuestra fortuna, muchas de las ataduras que en el pasado inmovilizaron a la OEA han desaparecido. Hoy tenemos una organización más eficaz, más equilibrada y más universal en sus objetivos políticos.

Vamos a actuar con decisión sobre la larga lista de tareas, siempre en permanente evolución para resolver los problemas que nos son comunes y aquellos que surgen de una vecindad más vital y más estrecha. Esperamos hacer realidad el sueño de Simón Bolívar cuando convocó el Congreso Anfictiónico de Panamá con la pretensión "de formar de todo el nuevo mundo una sola nación y un sólo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo", porque: "la unión de la América no nos vendrá por prodigios divinos, sino por esfuerzos bien dirigidos". Sea la voluntad de Bolívar nuestra guía al comenzar el nuevo siglo.

Muchas gracias.