Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
EN EL SEMINARIO "LA OEA EN SUS CINCUENTA AÑOS ENCARA EL SIGLO XXI", CELEBRADO EN LA CASA DE AMERICA, MINISTERIO DE ASUNTOS EXTERIORES DE ESPAÑA

9 de octubre de 1998 - Madrid, España


Su Alteza Real, Príncipe de Asturias:



Hace quinientos seis años un hombre desafió al mundo con sus sueños. Su audacia se impuso sobre la incredulidad de una época. Nada pudo doblegarlo: ni la espera, ni el rechazo, ni la incomprensión de sus contemporáneos. Ya había exorcizado de sí mismo los monstruos que poblaban las mentes y el conocimiento de su época. Cristóbal Colón tenía una opinión certera de que había un mundo nuevo allende los mares o que había una ruta mas corta a los viejos mundos recién descubiertos, y sólo los que tenían el linaje de la audacia, los que soñaban con una España grande en su historia, comprendieron la magnitud del desafío y creyeron en él. Ellos fueron los Reyes Católicos, Fernando e Isabel. Antes de que el navegante genovés cruzara el océano, ellos ya habían cruzado el abismo de la incredulidad, se habían alzado en rebeldía contra lo imposible y le habían apostado a la propuesta colombina. Su hazaña consistió en tener fe, en creer. Fue este sueño compartido el viento certero que impulsó las tres carabelas que permitieron el encuentro de dos mundos.

Desde entonces, y a lo largo de cinco siglos, surgieron en América nuestras instituciones, nuestras culturas, nuestras naciones; fue creándose la rica amalgama de lo español, lo aborigen, lo africano. Fue ella heredera de nobles y piratas; de conquistadores, descubridores y aventureros; de hombres de ciencia, religiosos y poetas; y también de los toltecas, mixtecas, mayas, incas, chibchas y caribes; y otro tanto de las culturas africanas. Estaban también las tradiciones del derecho romano, de las prerrogativas de las Cortes y de los gremios, y del enorme poder unificador y centralizante de la corona de Castillo y Aragón. Todas se fundieron en una sola cultura y ello es el legado por excelencia del encuentro del viejo y el nuevo mundo.

Y en los albores del siglo XX, España y las Américas vuelven a encontrarse en el terreno de la democracia y en una mejor apreciación de los roles del mercado libre y el estado. España se alzó contra el autoritarismo con el estandarte de la democracia. El justamente llamado milagro español es el milagro de la democracia en acción, del buen entendimiento de la monarquía constitucional, del clima de tolerancia y respeto que se ha impuesto, del buen manejo económico, de la exitosa política de integración a Europa y el mundo. Y, por supuesto, es fruto de la actitud de los nuevos protagonistas de esta nación: su monarca, su pueblo, sus dirigentes y partidos políticos.

España, Su Alteza Real, es para nosotros ejemplo de lo que es capaz una nación cuando se impone metas que comparte todo su pueblo. Y su padre, el Rey Juan Carlos de Borbón, es ejemplo para el mundo entero de lo que puede hacer un Jefe de Estado en la construcción de una democracia fuerte y de una nación vital, llena de empuje, orgullosa de su papel en el escenario de las naciones. El también soñó con una España grande en su historia y le apostó al futuro, y gracias a su hazaña su país es también un nuevo mundo, abierto, libre, lleno de optimismo y de confianza en un mañana mejor.

Sr. Secretario de Estado para la cooperación internacional e Iberoamérica:

Y las Cumbres Iberoamericanas, con la presencia anual de sus Majestades los reyes de España y la del Presidente del Gobierno Español, se han convertido en el más rico escenario de reflexión de nuestra historia común, del examen riguroso de los problemas hemisféricos y de la evolución de sus Instituciones Políticas, Económicas y Sociales. Lo ha sido también para intercambiar experiencias sobre nuestras economías y los procesos de Integración, sobre la gobernabilidad y los problemas que nos ha traído la globalización. Han surgido también de allí y como prueba palpable de solidaridad hispanoamericana una multitud de acciones puntuales en materia de educación, ciencia y cultura. Es una nueva forma de percibir a la España asertiva, segura de sí misma, orgullosa de sus tradiciones, de su lengua y su cultura, preparada para tener una relación mas madura y menos paternalista con estados que han superado también ese pesimismo atávico que caracterizó nuestras sociedades. Y hemos descubierto, como en España, que la integración es hoy más viable que en el pasado, gracias al proceso de democratización regional.

El gobierno encabezado por el Presidente del Gobierno Don José María Aznar ha desplegado una valerosa política exterior que ha reforzado los lazos de hermandad de España con América. Y ello ha creado esa sinergia en la cual nuestro continente, especialmente América Latina, se hace fuerte cuando se asocia con España, y España se engrandece a los ojos del mundo cuando se proyecta como miembro de una comunidad que se extiende al otro lado del Atlántico. No hay duda, además, de que gracias a la tenacidad y visión del Presidente Aznar se han podido impulsar las reformas estructurales que han traído a España a la modernidad y que la han colocado a la vanguardia de la Unión Europea.

Sepa, apreciado Secretario de Estado, que reconocemos en España su bien ganado liderazgo; que vemos en su proceso político un ejemplo de lo mucho que se puede avanzar dentro del marco de unas instituciones democráticas sólidas y actuantes; y que estamos orgullosos de contar con su país como uno de los miembros observadores más destacados de la Organización de los Estados Americanos y nosotros en América, hemos comprobado, también, que al abrirnos al mundo nos abrimos a nosotros mismos, nos encontramos como región. Así como Colón para hallar su destino tuvo que derrotar los monstruos que dominaban su época, nosotros en América tuvimos que derrumbar las murallas que nos separaban, las de las dictaduras militaristas, el excesivo proteccionismo, el aislacionismo y la desconfianza, para encarar nuestro destino y volver a acariciar el sueño de la unión.

Si ayer la unión de las Américas era una retórica vacía, hoy es una realidad palpable, un proceso de vastas proporciones que va de Alaska a La Patagonia y que incorpora todos los temas que de una u otra forma preocupan a las naciones y los habitantes de este hemisferio. Quien revise hoy la agenda de integración hemisférica comprobará que se ha ampliado de forma inusitada desde la realización de las Cumbres presidenciales de Miami en 1994 y Santiago de Chile hace pocos meses. Ya no hay terrenos vedados para nuestra acción multilateral. Hemos abierto a la acción colectiva hemisférica todos los temas que puedan incidir en nuestro discurrir por las agitadas aguas del fin de este Milenio.

Señores Organizadores de este evento, Señores Embajadores, amigos todos:

Quiero agradecer vivamente al Gobierno español y particularmente al Ministerio de Asuntos Exteriores, la invitación que me han hecho para que, como Secretario General de la OEA, comparta con ustedes algunas reflexiones sobre el papel que le corresponde jugar a la OEA y al Sistema Interamericano de instituciones para adecuar esa estructura, para construir ese marco institucional que recoja esas necesidades crecientes de cotejar experiencias, de construir sistemas de información hemisféricos, esa voluntad de integración, ese espíritu de solidaridad hemisférico que a veces pareciera desbordarnos. Porque si hay una realidad evidente hoy es que en América al final de siglo tenemos más acciones colectivas, más cooperación, más necesidad de multilateralismo que instituciones con las cuales canalizar esas realidades.

No podría ser entonces más apropiado el enfoque que le han dado a este seminario, al proponer que se hable del futuro de las relaciones interamericanas de cara al siglo XXI. Porque este fue el mismo enfoque que le dimos a nuestra celebración de los cincuenta años en la OEA: el de mirar hacia adelante, el de airear nuestras opiniones y pensamientos, el de realizar un análisis descarnado y fresco de nuestro pasado, de nuestro presente y de nuestro porvenir. El de invitar a hablar a quienes pudieran hacerlo desposeídos de las limitaciones que se imponen a quienes tenemos que cumplir funciones públicas internacionales. Y para ello, tuvimos varios eventos en nuestra sede de Washington y en Bogotá que quiero compartir con ustedes.

Primero, un encuentro de los premios Nobel de las Américas en el cual plantearon sus puntos de vista, libre y espontáneamente y en un ambiente exento de formalidades, sobre la ciencia, la literatura, la economía, la paz, las relaciones internacionales, la educación. Luego, una serie de paneles con líderes jóvenes de nuestro hemisferio en el cual se analizaron las perspectivas de la globalización y los procesos de integración, el futuro de la democracia en la región, las negociaciones para la creación del área de libre comercio de las Américas y las acciones para disminuir la pobreza, defender los derechos humanos, mejorar la educación y preservar el medio ambiente.

Y el tercer evento lo hicimos en Bogotá, en el mismo lugar donde hace cincuenta años se firmó la Carta de la OEA, con los cancilleres de la región que en ese momento venían de la Cumbre Presidencial de Santiago de Chile y se aprestaban para participar, pocos días después, en nuestra Asamblea General de Caracas. Fue un alto en el camino para hablar francamente sobre nuestras limitaciones y nuestras experiencias y nuestras fortalezas y ventajas comparativas y, por sobre todo, de la ambiciosa empresa de transformación que tenemos por realizar.

Y culminamos ahora con este seminario en tierras españolas que nos permite tomar distancia y otear el horizonte desde esta Casa de las Américas, donde de veras nos sentimos a gusto, para poder ahondar nuestras reflexiones y afirmar nuestros compromisos de integración y solidaridad.

De tal manera que finalizada la Guerra Fría, a la OEA, a todo el Sistema Interamericano de Instituciones lo estamos rehaciendo para que responda a los objetivos que nuestros pueblos nos han dibujado: un horizonte de integración, paz y democracia; pero también de solidaridad, preservación de la naturaleza, crecimiento y prosperidad. Y al mismo tiempo, uno que pueda hacerle frente a los problemas que le restan legitimidad a nuestras democracias como son el narcotráfico, el terrorismo, la corrupción, la impunidad y la pobreza extrema.

Lo primero que debe reconocerse es que hemos clausurado décadas de aislacionismo, confrontación y desconfianza. Atrás ha quedado el enfrentamiento bipolar que justificaba el uso de todos los medios, que nos imponía toda clase de miedos y de silencios, que tantas veces sacrificó los principios democráticos y los del fiel respeto a los derechos fundamentales de nuestros ciudadanos. Hemos dejado atrás la retórica de la confrontación y hemos avanzado hacia la búsqueda de valores comunes en lo político y en lo económico. Las transformaciones que hemos hecho hasta hoy han estado signadas por el afán de adecuar nuestra agenda a las nuevas realidades, a los propósitos que nos han trazado los jefes de Estado y de Gobierno.

Porque hay algo que debiéramos tener siempre presente: la relevancia e importancia de la Organización de los Estados Americanos en nuestro continente no proviene ni de su antigüedad ni continuidad en el tiempo, como tampoco depende de su accidentado tránsito por la vida colectiva de las Américas. Proviene de algo más sencillo pero fundamental: de su capacidad de adaptación a un hemisferio y a un mundo en cambio permanente y a su vocación de respuesta a los desafíos de cada época.

Y es en tal contexto que debe enmarcarse la agenda de la integración interamericana que se ha ampliado dramáticamente a partir de las Cumbres Presidenciales de Miami en 1994 y Santiago de Chile en 1998. Prácticamente no quedan ya terrenos vedados para la cooperación internacional y la acción multilateral. Si en Miami la OEA recibió una docena de mandatos, ese número se triplicó en Santiago. En temas como la lucha contra la corrupción, el narcotráfico, el terrorismo o el control de armas, las naciones de América han suscrito en este período convenciones o estrategias regionales que las vinculan jurídica y políticamente en la búsqueda de objetivos y resultados comunes.

En este escenario, la OEA debe convertirse en el enorme paraguas bajo el cual se desarrolle el proceso de integración. Esa es su vocación: ser una institución multipropósito al facilitar un adecuado balance entre lo político y lo técnico; al permitir la discusión de materias especializadas y, al mismo tiempo, ser capaz de producir respuestas y decisiones de carácter político sobre todos los asuntos de la vida interamericana. Ello sin olvidar sus tareas solidarias de cooperación y defensa de la democracia y los derechos humanos.

¿Cómo concebimos entonces la nueva OEA, la surgida de la Cumbre Presidencial de Santiago? Concebimos la institución cumpliendo su papel como el principal foro del diálogo político en el hemisferio; como escenario para la creación del derecho internacional interamericano; como depositaria de los convenios, tratados y estrategias en todos los temas; como centro para el diseño de políticas comunes o colectivas y para el intercambio de experiencias; como responsable para construir y preservar los sistemas de información continental; como instrumento de la solidaridad para impulsar los proyectos de cooperación. Y, por supuesto, como soporte técnico de las reuniones ministeriales y de expertos que habrán de dar seguimiento al Plan de Acción de Santiago de Chile y como responsable de la memoria institucional del proceso de Cumbres Presidenciales.

En esta nueva etapa la defensa y fortalecimiento de la democracia se ha convertido en el principal objetivo de la OEA. Hemos logrado en América converger no solamente alrededor de los elementos básicos de la democracia, de cómo defenderla de los peligros que la acechan, sino también alrededor de lo que significa la defensa de los derechos individuales y las libertades públicas; de lo que significa la celebración de elecciones libres, limpias, y transparentes, el respeto al ordenamiento constitucional y el efectivo balance de los poderes públicos.

Cuando hablamos de respeto y protección de los derechos humanos estamos hablando del celoso y militante respeto por las libertades públicas y protección de derechos fundamentales estipulados en la Convención Americana que con tanto acierto y valor han defendido las instituciones de nuestro Sistema Hemisférico: La Corte y la Comisión Interamericanas de Derechos Humanos. Con los mandatos de nuestros mandatarios nos hemos propuesto fortalecer estas instituciones, profundizar su autonomía financiera, presupuestal y operacional, para cubrir más casos, para hacer más promoción, para fortalecer los mecanismos de investigación, para apoyar más y apoyarse más en los sistemas nacionales. Nos hemos propuesto igualmente fortalecer a nivel hemisférico el derecho a la libre expresión, los derechos de las mujeres y de las minorías étnicas, de los pueblos migrantes, avanzar en el respeto a los derechos básicos de los trabajadores y de sus familias y avanzar en eliminar todas las formas de discriminación.

Con el mandato que los gobiernos nos han otorgado, hemos creado también, en la OEA, una doctrina americana de solidaridad con la democracia que actúa contra cualquier intento de los poderes públicos para anular a los demás, o contra cualquier amenaza militarista que pretenda interrumpir el proceso democrático de un país. Esta doctrina se pone en marcha desencadenando una serie de acciones diplomáticas y coercitivas, respaldadas todas en acuerdos e instrumentos de carácter internacional, plenamente aceptados por los países. Estos instrumentos han sido particularmente exitosos para resolver crisis como el golpe de estado ocurrido en Haití en 1991 o el intento de golpe en Paraguay en 1996; o como el quebrantamiento del Sistema Constitucional en Perú o en Guatemala a comienzos de la década.

Y también, la OEA ha desarrollado en estos años una capacidad propia en asegurar mediante la observación, elecciones justas, limpias y transparentes; en acciones post conflicto en países que han sufrido confrontaciones internas como es el caso de las naciones centroamericanas, Haití y Suriname; hemos realizado una tarea pionera en desminado de Centroamérica anterior a la vigorosa acción de la sociedad civil para pactar un Acuerdo global.

Nos hemos también aplicado a la tarea de crear una zona hemisférica de libre comercio que cubra todas nuestras naciones de Canadá a Tierra del Fuego. Hemos recién concluido la etapa de preparación, en medio de un proceso en el que se acumuló un significativo volumen de información, del contenido comparativo de carácter legal en las distintas materias que serán materia del Acuerdo y del análisis comparativo de los acuerdos subregionales. En general se ha logrado un significativo conocimiento mutuo y una enorme cantidad de información fiable para todas las partes. La OEA, el BID y el CEPAL han prestado el apoyo técnico necesario. A partir de Chile hemos iniciado un proceso de negociación que todos esperamos pueda concluir para el año 2005.

Una empresa que a veces parece a nuestro alcance como un simple desarrollo de las fuerzas incontenibles de la globalización, pero que en otras épocas como en las actuales, parece un poco quimérica e inalcanzable por los desarrollos recientes de especulación y volatilidad de los capitales, de sobrereacción de los mercados, de deficiencias de los mecanismos de regulación. Pero en las Américas hemos salido fortalecidos de cada crisis por la firmeza de nuestros mecanismos democráticos, por la mayor transparencia de nuestros mecanismos de mercado, por la efectiva vigencia de medios de control. También porque nuestros gobiernos han tomado con coraje y prontitud todos los correctivos necesarios y porque nuestros ciudadanos al ejercer la función de elegir han premiado la seriedad, la consistencia, la estabilidad y han decidido una expresa aceptación de los sacrificios que sean menester para asegurar los programas de Reforma económica, como ha sucedido recientemente en Ecuador, Colombia, y Brasil. Pero más allá de esas circunstancias la integración es, de manera creciente, un sentimiento vivo en el alma de cada americano y está sintonizada con un espectacular crecimiento de las corrientes de comercio a iniciativa de nuestros empresarios. Sea esta la ocasión para agradecer al Banco Central de España y al Gobierno Español por el oportuno y generoso apoyo que ha ofrecido como complemento del apoyo que el Fondo Monetario internacional y los Bancos Multilaterales están preparando para algunos países latinoamericanos con miras a resolver problemas de liquidez que se han presentado por el efecto contagio de la crisis asiática.

Quisiera ahora volver sobre algunas de las preguntas que nos hicimos en Santiago. ¿Cómo vamos a hacer de la integración no solo un proceso comercial sino uno de vastas consecuencias sociales y políticas? ¿Cómo vamos a hacer para preservar la voluntad política de los gobiernos, los congresos y la opinión publica a todo lo largo y ancho del hemisferio? ¿Cómo vamos a hacer para que se beneficien las economías pequeñas y las de más bajo ingreso por habitante? ¿Qué es lo que la OEA y el resto del sistema van a hacer para atender a los países que necesitan satisfacer las inmensas demandas que la globalización y la revolución informática imponen sobre sus economías y sociedades? ¿Cómo vamos a hacer para responder a la enorme presión que ya existe sobre nuestros sistemas de seguridad social o a los riesgos que se ciernen sobre nuestras culturas?

La principal respuesta que hemos encontrado y que nuestros mandatarios ya decidieron en Santiago es poniendo en marcha un basto programa de mejoramiento de nuestros sistemas educativos que nos permita formar ciudadanos autónomos, informados, tolerantes, críticos frente a la información, que adquieran la capacidad de razonar y aprender por su propia cuenta, que adquieran las capacidades de ingresar al mundo del trabajo y a competir internacionalmente.

Esperamos que este esfuerzo nos ayude a que América Latina deje de ser la región mas inequitativa del mundo, porque es sorprendentemente paradójico que un hemisferio rico en recursos y posibilidades haya dejado a millones de sus hijos atrapados en la miseria. Lo que más preocupa es que este problema, para el que se ha encontrado como su explicación fundamental las deficiencias en la educación, parece residir más en la calidad de las políticas y las instituciones educativas, y no tanto en el porcentaje de nuestro producto que dedicamos a cumplir esta función.

Y hemos avanzado, también, en la protección de nuestro entorno natural a partir de 1996 con la celebración de la Cumbre sobre Desarrollo Sostenible en Bolivia, evento que colocó al hemisferio occidental como la primera región en tener un plan para desarrollar los acuerdos de la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro.

Nos hemos propuesto además, con el respaldo de todos los países, crear en el seno de CICAD un sistema de evaluación multilateral de las políticas de los países en relación con las drogas, a partir de los principios acordados en una Estrategia Hemisférica que ya hemos aprobado, y cuyo elemento principal es el de la responsabilidad compartida. Estoy seguro de que si logramos poner en marcha un mecanismo eficaz y basado en sólidos elementos técnicos el proceso va atener una gran legitimidad y una gran credibilidad.

Tenemos también la responsabilidad, en el marco de los acuerdos sobre medidas de fomento de la confianza y la seguridad, de examinar la posibilidad de avanzar hacia el desarme y el control de armamentos; se trata de medidas similares a las que se pactaron en Europa en el Acuerdo de Helsinki y que tanto sirvieron a la distensión y a contener los efectos de la guerra fría. Y en el contexto de la reunión de Ministros de Justicia debemos fortalecer el poder judicial, su independencia, los mecanismos de cooperación en esta área y buscar cómo darle acceso a todos los americanos a este servicio público. Y en el marco de la reunión de Ministros de Trabajo asegurar la vigencia y aplicación de las normas laborales fundamentales, así como mejorar las relaciones entre empleadores y trabajadores.

Atender tantos frentes implica desde luego fortalecer el papel de la OEA como foro político de las Américas y como centro de información y de intercambio de experiencias; ampliar los mecanismos de participación para permitir una mayor presencia de la sociedad civil en el diálogo hemisférico y en las tareas para enfrentar los problemas colectivos; modificar los mecanismos de cooperación sin menoscabo de los recursos que reciben los países de economías más pequeñas; transformar algunos de los recursos humanos de la Organización para reforzar las áreas temáticas salidas del proceso de cumbres presidenciales; adoptar algunas de las nuevas formas exitosas de organización para atender las reuniones ministeriales; y fortalecer las tareas en el área política de la OEA.

Estamos viviendo una transición del viejo orden a uno distinto que apenas estamos delineando. Pero es claro que muchas de las ataduras que en el pasado inmovilizaron a la OEA han desaparecido. Hay más espacio para un fecundo intercambio de experiencias, para la resolución pacífica de los conflictos, para la cooperación solidaria, para la acción colectiva en una agenda temática que se expande de manera inusitada. Gracias a todo ello, hoy tenemos una OEA más equilibrada, más universal en sus objetivos políticos y más centrada a trabajar en los temas de la integración.

Su Alteza Real, Señor Director de la Casa de América, Embajadores, amigos:

Quisiera dejar establecido que no hemos olvidado ni por un minuto que el objetivo final de la acción del sistema multilateral de instituciones no son los Estados, sino los individuos a los que hay que educar, ofrecerles seguridad, oportunidades de empleo, un medio ambiente sano y, por supuesto, libertad y protección de sus derechos. No hemos olvidado que nuestro objetivo supremo es la dignidad de cada americano.

Son ellos los que deben beneficiarse de todo este esfuerzo de concertación colectiva que estamos llevando a cabo en nuestro hemisferio. Son ellos los que inspiran nuestro trabajo: los más de 700 millones de americanos que comparten esa tierra fecunda que va de Alaska a La Patagonia y en la que se hablan cuatro idiomas y decenas de dialectos ancestrales.

Sabemos que en el camino de la integración, las sendas de España y la OEA están entrelazadas Y como lo dije al comienzo de mis palabras, nos sentimos orgullosos de contar con España como el miembro observador más activo en la OEA, y el socio extraregional que más contribuye a nuestros proyectos de cooperación técnica o cooperación solidaria como preferimos llamarla. Con el apoyo de España también se han ampliado considerablemente los vínculos de solidaridad entre la Unión Europea y nuestro Hemisferio. Paro sólo mencionar algunos aspectos, quisiera destacar el aporte al Caribe a través de la Convención de Lomé, el apoyo a la recuperación política y económica en Centroamérica, incluyendo los programas de desminado, y el valioso diálogo político con el Grupo de Río. Y esperamos con gran interés el desarrollo de la iniciativa franco española de la Cumbre Unión Europea América Latina y el Caribe.

Hasta hace poco el mundo estaba dividido por un inmenso océano de odio, miedo y desconfianza. Hoy somos protagonistas de la construcción de un mundo nuevo que demanda unidad, porque América Latina se hace fuerte cuando se asocia con España, y España se hace grande antes los ojos del mundo cuando se proyecta como una comunidad que se extiende al otro lado del Atlántico. Mi llamado es para que América Latina y España continúen luchando juntos contra la miseria y el atraso, contra los engendros autoritarios que se esconden detrás de los fanatismos de cualquier especie, contra el terrorismo, el trafico de armas, contra la corrupción y el soborno transnacional, contra la xenofobia y todas las formas de discriminación. Y también deben luchar por la afirmación de los valores que protegen la dignidad humana. En suma por la igualdad de la justicia y la prosperidad de nuestros pueblos.

Quiero reiterar nuestro agradecimiento al gobierno español y a la cancillería y en especial al embajador Francisco del Villar a cuya gran tarea diplomática y de hermandad hispanoamericana debemos en gran medida el que esta celebración de nuestro quincuagésimo aniversario se de en este marco maravilloso de Madrid bajo su hospitalidad, su alteza, la del gobierno y la del siempre pródigo y generoso pueblo español. Estoy seguro de que la discusión del seminario que hoy se inicia nos debe llevar mas allá de las realidades del presente para ubicarnos en el mañana. En un horizonte que nos permita pensar en nuestros ideales, en nuestros valores y en la convicción de que tenemos un destino común. Y de lo que más quisiéramos oír es de todo lo que nos falta por hacer, del largo camino que nos falta por recorrer

Muchas gracias.