Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
EN LA SEGUNDA CONFERENCIA ESPECIALIZADA INTERAMERICANA SOBRE TERRORISMO

23 de noviembre de 1998 - Mar del Plata, Argentina


Antes que nada deseo agradecer de manera especial al Señor Ministro Carlos Corach y al gobierno de la República Argentina por la invitación que me han hecho para que, como Secretario General de la Organización de los Estados Americanos, comparta con ustedes algunas reflexiones en la sesión de apertura de este trascendental evento que es la Segunda Conferencia Especializada Interamericana sobre Terrorismo.

Mi agradecimiento también para las autoridades de la Ciudad de Mar del Plata y a sus habitantes, que le han dado una calurosa bienvenida a los Señores Ministros del Interior de las Américas y a las delegaciones que han venidos de todos los rincones del continente.

Señor Ministro Corach:

En todo el hemisferio y en el mundo entero se habla hoy con respeto y admiración de la Argentina. Y ello tiene sin duda mucho que ver con las ejecutorias, los éxitos y aciertos que ha tenido el Presidente Carlos Saúl Menem como gobernante. Su inmensa capacidad para imaginarse los cambios que su país necesita y la decisión y el coraje para ponerlos en práctica, han logrado que su país ejerza hoy ese liderazgo que es reconocido por todos. Me refiero al liderazgo del buen manejo económico, de la integración, del impulso de las libertades públicas; al liderazgo del perfeccionamiento de la democracia y de la búsqueda de la reconciliación y la paz.

En cada uno de estos aspectos, el Gobierno encabezado por el Presidente Menem ha impulsado un enfoque, una manera de ver las cosas que ha sido tomado como punto de referencia o como modelo de buen gobierno o acción solidaria. La democracia ha echado raíces profundas desde que él ascendió al poder en 1988. La economía, que ya dejó atrás, muy atrás, los años de la hiperinflación, es hoy un modelo de estabilidad que ha generado condiciones propicias para el crecimiento y la inversión productiva.

Y en el escenario internacional, sin olvidar lo que con justicia defiende la Argentina, el gobierno ha iniciado el diálogo fecundo y constructivo con los adversarios de ayer.

Con este mismo sentimiento el gobierno, con el Presidente Menem a la cabeza, participó activamente en el proceso de negociación entre Ecuador y Perú que finalizó hace pocas semanas con la firma del acuerdo de Paz en Itamaraty. Y al celebrar con júbilo este trascendental hecho que colma de optimismo a nuestro continente, debemos reconocer que sin duda fue fruto del coraje y el valor de los presidentes Mahuad y Fujimori, pero también del apoyo de los cuatro países garantes entre los que se encuentra la Argentina.

La nueva relación del país con las naciones vecinas es motivo de beneplácito y esperanza para la comunidad internacional en general y la americana en particular. Desde la casi total superación de las diferencias limítrofes con la hermana República de Chile, con uso exclusivo de medios pacíficos y diplomáticos, pasando por la firma de los acuerdos de no proliferación armamentista con Brasil, y llegando hasta la consolidación del Mercosur como una contundente realidad política, económica y comercial, se han creado las condiciones para el desarrollo de una relación armónica y fructífera entre las naciones de la región.

Señor Ministro del Interior, amigos todos:

Argentina da hoy una nueva muestra del liderazgo que ejerce en el hemisferio con la realización de esta conferencia especializada sobre terrorismo. Las delegaciones de los países han llegado aquí precedidas por un intenso trabajo que tuvo lugar en nuestra sede en Washington en el marco del grupo de trabajo que fue creado para tal fin, y que fue conducido con inteligencia y esmero por el Embajador argentino ante la OEA, Julio Cesar Araóz.

Dentro de este mismo esfuerzo, el pasado 15 de octubre se celebró también en Washington una reunión preparatoria que contó con la muy significativa presencia suya, apreciado Ministro, quién expuso en detalle la propuesta argentina de crear en el ámbito de la OEA una herramienta de trabajo destinada a coordinar las acciones de cooperación de los Estados para combatir el terrorismo en el hemisferio.

Justo es reconocer que gracias al compromiso, dedicación y esfuerzo suyo y del Embajador Araóz, y para beneficio de nuestra región, fue posible que la iniciativa del Presidente Menem se abriera paso y fuera enriquecida por el aporte y las sugerencias de otras naciones.

Mi especial reconocimiento igualmente a la delegación de Estados Unidos que sometió a consideración del grupo de trabajo importantes iniciativas que también serán discutidas en esta reunión y que significan un paso adelante en compromisos de acción concretos contra las organizaciones terroristas.

Señores Ministros y delegados de las naciones de América:

Han transcurrido dos años y medio desde la Primera Conferencia Interamericana de Terrorismo celebrada en Perú, en la cual las naciones del hemisferio suscribieron la Declaración de Lima y el Plan de Acción sobre Cooperación Hemisférica para Prevenir, Combatir y Eliminar el Terrorismo.

Desde entonces, la amenaza no ha cesado. Lo comprobamos de forma dramática con la toma de la embajada japonesa en Lima el 17 de diciembre de 1996. Y también, cada día, en tantos países, en que un ciudadano es secuestrado o asesinado por personas que de forma cobarde y criminal toman esa vida en sus manos para imponer a la fuerza sus propios intereses.

Pero no hay duda, Señores Delegados, y la celebración de esta reunión así lo demuestra, que en América, en la lucha contra el terrorismo, hemos pasado de la condena a la acción; de las declaraciones retóricas al impulso de iniciativas concretas. Hoy todos somos conscientes de que nos enfrentamos a una amenaza permanente y que hay que actuar sin esperar que sobrevengan hechos graves. Y actuar de forma coordinada, utilizando los mecanismos de la cooperación internacional que son los únicos que nos permiten hacerle frente a este flagelo con la respuesta adecuada.

Esta respuesta política unificada fue la que se impuso a partir de la Cumbre de Miami de 1994 y de la primera reunión hemisférica sobre terrorismo en Lima. Con ella, los mandatarios y gobiernos de las Américas rompieron, de tajo, con ese pasado donde muchas veces prevaleció una actitud pasiva para encontrar caminos dentro del derecho internacional para combatir una de las peores formas de violencia que haya conocido la humanidad. No hay duda de que a partir de la convergencia que se ha dado en toda América en torno los valores de la democracia, de la libertad y la participación ciudadana, del mercado libre, las naciones se han reencontrado con esos valores ancestrales que las unen y con la necesidad de encarar su destino común.

Esa actitud del pasado, hay que decirlo con franqueza, abrió en nuestra región en no pocas ocasiones un cierto espacio político para expresiones de carácter terrorista. Afortunadamente hoy ya la historia y los acontecimientos se han encargado de mostrar que el terrorismo no es, en ninguna parte, una alternativa al proceso democrático, ni la violencia es aceptable para perseguir fines políticos.

Hemos comprobado en estos años que para hacerle frente al problema del terrorismo en América, no basta con la ejecución de nuestro Plan de Acción de Lima o del Compromiso que aquí se firme. Es necesario fortalecer aún más la democracia en el hemisferio y sus libertades; promover los mecanismos para una mayor participación ciudadana y la búsqueda de un nuevo equilibrio de los poderes públicos. Es necesario darle un nuevo rol a la sociedad civil y a los partidos políticos para que sean capaces de articular los distintos intereses sociales. Y es necesario, sobre todo, tener una administración de justicia accesible, eficaz, independiente, dignificada y sensible a los valores democráticos.

Sólo a partir de ese fortalecimiento de la democracia, que haga de nuestras instituciones unas instancias más representativas y legítimas ante los ojos de nuestros ciudadanos, podremos conseguir la vigorosa reacción no simplemente de los gobiernos sino de la sociedad para encarar toda forma de manifestación terrorista.

Este y no otro es el enfoque para luchar contra el terrorismo que nos han dado nuestros gobernantes reunidos recientemente en la Cumbre de Santiago de Chile. Y ese es el enfoque que hoy nos inspira al concurrir a esta Segunda Conferencia Interamericana contra el Terrorismo en la que constatamos que cada vez, con mayor vigor, las naciones de América utilizan los mecanismos del multilateralismo para hacerle frente a los enormes problemas que confronta nuestra región, no solo de violencia y criminalidad, sino de pobreza, preservación del medio ambiente, promoción de la educación o ampliación de las medidas de fomento de la confianza, para sólo mencionar algunos.

Nuestra propia experiencia en la OEA en la lucha contra el fenómeno de las drogas habla de las bondades del multilateralismo. Quién puede dudar hoy que la CICAD es un escenario de coordinación de políticas, de intercambio de experiencias y de información, de discusión y análisis de problemas, mucho más poderoso y útil para los países de lo que jamás nadie imaginó, porque facilita el consenso y reconoce con absoluta claridad la responsabilidad de todos en la lucha contra este fenómeno. Y será, seguramente, aún más poderosa esta instancia en el inmediato futuro, cuando se ponga en funcionamiento el mecanismo de evaluación multilateral de las políticas nacionales de lucha contra las drogas. A mi juicio, dicho mecanismo podría significar el replanteamiento más importante que nunca haya tenido lugar en esta materia, porque le va a dar a los países unos instrumentos que les permitirán ajustar, modificar o reforzar periódicamente sus políticas de lucha contra el fenómeno de las drogas y hacerlo en un escenario en el cual se tienen en cuenta todas sus manifestaciones.

Y al igual que el narcotráfico, el combate contra el terrorismo en nuestros días requiere de una estrategia colectiva. Los perfiles internacionales y globales que ha tomado el fenómeno así lo demandan.

En el pasado -por lo menos en nuestra región- el terrorismo estaba asociado a grupos y causas nacionales y sus blancos eran también personas o instituciones nacionales. Se ejercía violencia y terror en un país, por motivos originados allí y contra personas que vivían en esa nación. Hoy en día, además de ello que, en todo caso persiste en algunos países, un ciudadano cualquiera, en cualquier parte, puede morir en la esquina de su casa como consecuencia de un acto terrorista cuyas motivaciones se originan en otro continente y de las cuales él quizás ni siquiera conoce. O verse privado de su libertad como rehén de una causa que no tiene que ver con su país. Es lo que les ocurrió a las inocentes víctimas del brutal atentado de Buenos Aires de 1994 o a los ciudadanos extranjeros que quedaron prisioneros en la embajada japonesa en Lima en 1996.

Nos estamos enfrentando a una amenaza a al cual todos los ciudadanos, sin excepción, están expuestos. No importa si se trata de diplomáticos, empresarios, trabajadores, estudiantes, desempleados, niños o ancianos. Todos están expuestos en la medida en que el terrorismo no discrimina en cuanto al objetivo: busca la sorpresa y el asesinato o el secuestro indiscriminado, no importa donde, porque a través de los medios de comunicación el hecho repercute instantáneamente en el mundo entero.

Sin embargo es una amenaza a la cual, bajo ninguna circunstancia, debemos resignarnos. Mucho menos aceptarla como una consecuencia del desarrollo, la globalización o la existencia de los medios masivos de comunicación. No hay justificación alguna para que mueran inocentes, para que se mate indiscriminadamente. Es cierto que no podemos cuidar a cada ciudadano, pero si podemos hacer mucho y es lo que nos convoca aquí en Mar del Plata.

Podemos impedir que los terroristas y sus organizaciones tengan apoyo, asistencia financiera o santuarios donde refugiarse; podemos ponerles toda la presión policial y de los servicios de inteligencia para detectar sus cabecillas y colaboradores, sus cuentas bancarias o sus redes de suministro de armas; podemos cerrarles el cerco judicial con claras y contundentes normas internacionales para que puedan ser perseguidos donde quiera que se encuentren y sus crímenes no puedan ser perdonados jamás; podemos impulsar severas legislaciones internas que los disuadan de perpetran sus actos de barbarie; podemos mejorar los sistemas de coordinación e intercambio de información entre países para nunca darles descanso. Podemos, en fin, actuar de manera conjunta e imaginativa para mejorar cada día la capacidad de los Estados y las Organizaciones multilaterales para prevenir, controlar o reaccionar ante actos terroristas.

La cuestión hoy no es solamente cuantas vidas se han perdido en los ataques terroristas, sino cuantas podemos salvar en el futuro fortaleciendo nuestra alianza hemisférica y creando un ámbito de cooperación cada vez más útil y eficaz contra los mercaderes de la muerte.

Señor Presidente, Señores Ministros y Delegados, amigos todos:

Al iniciar esta reunión debemos ser objetivos y, si me lo permiten, críticos del camino hasta ahora recorrido. Es cierto que con el Declaración y el Plan de Acción de Lima, dimos un paso trascendental en las Américas en la lucha contra el terrorismo, pero también es cierto que los instrumentos y recomendaciones adaptados exigen seguimiento, lo mismo que un trabajo ordenado y metódico para que cumplan sus objetivos, dentro de ese renovado espíritu de cooperación que prevalece hoy en nuestro hemisferio.

Ese, a mi juicio, es el inmenso valor y quizás el principal propósito que debe cumplir un instrumento permanente de coordinación como el que aquí se va a discutir.

Lo que es claro es que una instancia como esta, cualquiera sea su forma finalmente aprobada por los países, facilitará el cumplimiento de buena parte de los propósitos enunciados en el Plan de Acción de Lima. Así, por ejemplo, el punto tres que habla de intercambiar información sobre leyes y regulaciones internas adoptadas en materia de terrorismo; o el noveno que menciona que los Estado "se informarán mutuamente" para prevenir y atender cualquier abuso vinculado a actos terroristas, de los privilegios e inmunidades establecidas por la Convención de Viena sobre relaciones diplomáticas y consulares; o el treceavo que dice que "coordinarán esfuerzos y examinarán medidas" para fortalecer la cooperación en materia de seguridad de fronteras, transporte y documentos de viaje para prevenir actos terroristas. Y así otros como el 17 que habla de compartir información en materia de investigaciones sobre actividades terroristas; o el 18 de atención a las víctimas del terrorismo; o el 21 de celebrar reuniones de consulta para distintos efectos.

Todos ellos encontrarán seguramente un ámbito apropiado para poder desarrollarse dentro de un mecanismo institucional como el que aquí será aprobado para que funcione dentro de la OEA. De parte de la Secretaría General a mi cargo, ofrecemos toda nuestra voluntad de servicio y entusiasmo para responder adecuada y rápidamente al requerimiento de apoyo técnico y administrativo que aprueben los países.

Señores Ministros, amigos todos:

En materia de terrorismo la experiencia nos ha enseñado que nunca se puede cantar victoria. Es una amenaza latente que aunque no se vea, sabemos que existe. Pero en todo caso, nos llena de optimismo el constatar que todas las naciones de América hayan respondido de manera tan contundente a la cita del Mar del Plata y a todo el trabajo previo que se llevó a cabo en Washington.

El mensaje que le estamos dando al mundo es claro: estamos a la ofensiva para restarle margen de acción a los terroristas y sus organizaciones. Estamos a la ofensiva para coordinar e impulsar nuevas estrategias. Hemos pasado de las reuniones en las que apenas se condenaban los actos terroristas, a las que se deciden políticas concretas.

Solo me resta desearles suerte en sus deliberaciones y agradecer una vez más al Gobierno de la República Argentina por su liderazgo y compromiso en la convocatoria de esta histórica cita que habrá de marcar un hito en el proceso de integración de las Américas.



Muchas gracias.