Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
EN LA SESION DE INSTALACION DE LA TERCERA CONFERENCIA DE MINISTROS DE DEFENSA DE LAS AMERICAS

30 de noviembre de 1998 - Cartagena, Colombia


No podríamos iniciar este acto sin expresar nuestra solidaridad con los países Centroamericanos que han sido víctimas del huracán Mitch, e instar a todas las naciones de América para que continúen prestando su apoyo solidario a estas naciones en la etapa de la reconstrucción. De parte de la Organización de los Estados Americanos no ahorraremos esfuerzo para ofrecer nuestro concurso y respaldo irrestricto a los pueblos hermanos de Centroamérica que han perdido tantos miles de compatriotas y que han sido afectados tan gravemente en su capacidad productiva y de prestación de servicios públicos.

En mi condición de colombiano y de Secretario General de la OEA es un honor y un orgullo estar hoy aquí en Cartagena de Indias, en presencia del Presidente Andrés Pastrana y de todos ustedes, en la apertura de la Tercera Conferencia de Ministros de Defensa de las Américas. Permítame, Señor Presidente, expresar la emoción que siento al retornar a esta histórica ciudad, orgullo de Colombia y emblema de toda América, y encontrarme con tantas caras amigas, con tantos buenos recuerdos y con ese espíritu alegre, espontaneo y sincero que caracteriza al hombre caribe colombiano. El mismo talante del que está hecho este país y todas sus gentes, que no se doblegan ante la adversidad y que hacen de los problemas oportunidades.

Con la venia del Señor Presidente, quisiera agradecer al Ministro de Defensa de Colombia, Rodrigo Lloreda, por la invitación que me hiciera para exponer en este evento algunas ideas en torno al tema de la seguridad hemisférica. Su liderazgo y jerarquía, apreciado Ministro, se pueden apreciar no solo en su larga y brillante lista de servicios a Colombia, sino en la respuesta favorable que tuvo en todo el Hemisferio su convocatoria a esta reunión, y en el trabajo serio y enjundioso que bajo su dirección se llevó a cabo para su preparación. Mi reconocimiento también a las autoridades de la ciudad, a los miembros de nuestras Fuerzas Armadas y a todos los Cartageneros por la cálida bienvenida que nos han brindado.

Señor Presidente Pastrana:

Hace pocas semanas tuvimos la fortuna de recibirlo a Usted en el Consejo Permanente de la OEA en Washington, y allí escuchamos sus planteamientos sobre política internacional y sobre algunos de sus planes y estrategias para hacerle frente a los múltiples y complejos problemas de Colombia. El gran entusiasmo y el aplauso cerrado que le fue tributado al término de su intervención, fueron una expresión contundente de la simpatía y respaldo que las causas de Colombia despiertan a todo lo ancho de nuestras naciones. Fue también una muestra de admiración por el coraje y la decisión con la que usted ha emprendido la tarea de responder a los anhelos de paz de los colombianos y por retomar la senda de la prosperidad y desarrollo que todos los colombianos demandan esperanzados.

Sus compatriotas sabemos que éste será un camino lleno de obstáculos, pero también sabemos que en las actuales circunstancias la búsqueda de la paz bien justifica explorar nuevas posibilidades, ensayar, tratar caminos no recorridos, sin duda tomar riesgos y actuar con audacia y decisión. Son demasiados años de violencia, de dolor, de sangre derramada y doloroso sufrimiento para centenares de miles de familias. Son demasiadas viudas y demasiados huérfanos por cuenta de resolver un asunto ya dirimido por la historia de una manera contundente.

Y si por falta de voluntad de la guerrilla no encontráramos el camino de la paz, nadie podrá decir después que su gobierno no facilitó las vías de entendimiento o no hizo los gestos o las concesiones necesarias para crear un clima de confianza mutua que facilitara encontrar las soluciones políticas capaces de resolver el problema del enfrentamiento armado. Nadie podrá decir después que a la sociedad colombiana le faltó generosidad. Si hay tropiezos insalvables en este camino, Señor Presidente, no será su falta sino la de los insurgentes que terminarían por confirmar lo que algunos temen: que no tienen voluntad de paz o que ya no pueden recorrer la senda de la negociación, porque las actividades delincuenciales se convirtieron en su modus vivendi, en su única ley.

Y también sabemos los colombianos Señor Presidente que, como lo señalamos en la OEA, su política de paz incluye el fortalecimiento de las Fuerzas Militares y de la Policía Nacional para que sean garantes de la defensa de nuestra democracia, de la legitimidad y el orden constitucional. Las deficiencias que tenga la sociedad colombiana no son de su responsabilidad, ni tampoco las falencias o debilidades del Estado colombiano. Si las Fuerzas Armadas, con estricto apego a la defensa de los derechos humanos, han tenido tropiezos, no por ello dejan de merecer nuestro respaldo decidido. Y si han encontrado en algunas regiones frentes guerrilleros con un poderío militar inusual, ello se debe a la abundancia de un financiamiento criminal del que somos responsables los dirigentes colombianos y los de los demás pueblos, que no hemos encontrado aun soluciones eficaces al problema de las drogas.

Quiero dar fe, por mi conocimiento cercano en dos períodos presidenciales sucesivos, que las Fuerzas Militares y de Policía no han obstaculizado la búsqueda de la reconciliación, ni ellas son las responsables de que no haya paz. Si en ocasiones las Fuerzas del Orden no encuentran la necesaria cooperación civil, o no tienen suficiente presencia en algunas regiones, es más nuestra falta que la de ellas. Lo que debemos buscar hacia el futuro es que el orden Constitucional que ellas están llamadas a defender sea, de manera creciente, uno que nos convoque a todos, que tenga los cimientos de una sociedad más tolerante, más justa y más igualitaria Y esa es una responsabilidad en la que cada colombiano tiene obligaciones que cumplir.

A lo largo de este proceso los mismos subversivos habrán de entender, además, que en Colombia la búsqueda de la paz no puede hacerse en desmedro de las Fuerzas Armadas, ni contra ellas. La paz se debe y se puede hacer con su concurso. Esa es la paz que todos anhelamos y la que a todos nos sirve.

Sepa Señor Presidente Pastrana que en sus esfuerzos por la paz de Colombia, su Gobierno y el proceso que ha iniciado cuentan con el respaldo solidario de todos los pueblos y gobiernos de las Américas.

Señor Ministro Rodrigo Lloreda, Señores Ministros de Defensa de las Américas y Delegados a esta Conferencia:

He creído que mi mejor contribución a los debates de esta Conferencia es centrar mis reflexiones en dos cuestiones. Primero, responder a la pregunta de cómo podemos avanzar en las Américas en el examen necesario para encontrar un nuevo concepto de seguridad continental; y segundo, mirar los vínculos que existen entre este proceso que se ha creado en torno a las reuniones de Ministros de la Defensa del continente y del Caribe y el que se lleva a cabo al interior de la OEA, particularmente en nuestra Comisión de Seguridad Hemisférica, compuesta por representantes de todas las naciones miembros de la Organización, y cuyo Presidente, el embajador Carlos Portales de Chile, nos acompaña en esta reunión.

Lo primero que hay que reconocer es que quizás no exista otro tema en la actual agenda hemisférica del cual se pueda decir, sin caer en exageraciones, que de su definición y de su nueva concepción y contendidos, dependerá en que medida vamos a avanzar en la construcción de un nuevo orden internacional en las Américas, en un entorno de seguridad y respeto mutuos y de cooperación para hacerle frente a las amenazas comunes.

Y es bueno recapitular sobre lo que ha pasado en nuestro entorno. Para todos es relativamente claro que con el fin de la guerra fría ha quedado sin mucha razón de ser la concepción de seguridad continental que prevaleció a lo largo del último medio siglo. En los noventas el panorama político del hemisferio se transformó radicalmente: desaparecieron el autoritarismo y la dictadura; el conflicto con un alto contenido ideológico que se vivió en varias naciones centroamericanas llegó a su fin; se generalizaron los medios diplomáticos y políticos para la solución de las controversias entre países y los conflictos de orden interno; la democracia se impuso y echó raíces en prácticamente todas las naciones. Y lo que surgió en medio de las cenizas de la guerra fría fue el vasto proceso de integración económica, social y política que se está dando a partir de las cumbres presidenciales de Miami y Santiago de Chile.

Si en el pasado fue el miedo el que aglutinó a nuestros países en el tema de la seguridad hemisférica, hoy es la cooperación el elemento que crea sinergia y une voluntades. Si en el pasado fueron los asuntos de la defensa colectiva los que dominaron la agenda de seguridad, hoy ésta se ha abierto a un universo más amplio de problemas y preocupaciones. Hoy sabemos que debemos combatir enemigos comunes que no conocen fronteras y que los desafíos incluyen riesgos no militares. El terrorismo internacional, el tráfico de drogas, las actividades delictivas transnacionales, el deterioro de la seguridad ciudadana, el tráfico de armas, son las cuestiones que están a la orden del día. Pero también, la explotación ilícita de recursos naturales, los fenómenos y desastres causados por la naturaleza o, en otro plano, y teniendo en cuenta de manera especial a los pequeños Estados insulares del Caribe, las amenazas al turismo o a ciertos productos de exportación, pueden llegar a constituirse en problemas que ponen en peligro la estabilidad de esas naciones.

Este es el carácter multidimensional de las preocupaciones de seguridad de los Estados con el cual hemos ido conformando nuestra agenda en la OEA. Soy consciente, sin embargo, que para muchos puede sonar bastante heterodoxo hablar de temas de comercio, turismo o desastres naturales en una conferencia sobre la seguridad continental o caribeña. Pero ello es señal, sin duda, de los nuevos tiempos. ¿Cómo, en efecto, se le puede negar a un país o a grupo de países que una amenaza latente, cualquiera que ella sea, que tenga el potencial de atentar contra la supervivencia misma de ese país, o contra la mayoría de su población, o que signifique un colapso de su economía, no pueda ser considerada como una amenaza legítima a su seguridad nacional?

Lo que me parece fundamental de este debate son sus implicaciones sobre la definición del nuevo paradigma de seguridad del Hemisferio. En mi sentir, no podemos llegar a él partiendo simplemente de decir que existe una dimensión de seguridad en casi todos los temas políticos, sociales o económicos. Caer en la tentación de elaborar una definición demasiado amplia de la seguridad hemisférica que pretendiera ser comprehensiva para todos los países, traería confusión en la identificación del papel que deben cumplir las instituciones militares a nivel nacional y aun en la identificación de los temas que nos deben ocupar de manera colectiva a todos los americanos.

La seguridad debe tener su ámbito e instituciones propias y la construcción de dicho concepto deberá realizarse, en mi sentir, a partir de combinar tres procesos: el imperativo que tienen las naciones de enfrentar poderosos enemigos comunes que no conocen fronteras; la necesidad de administrar, reponer o reducir los arsenales militares acumulados por algunas naciones durante el período de mayores tensiones y, finalmente, el deber irrenunciable que tienen los Estados de defender la integridad de su territorio y el orden constitucional.

¿Cómo avanzar en nuestro hemisferio en unos consensos básicos que nos permitan reelaborar un pensamiento estratégico que cobije y sea aceptado por todas las naciones? Creo, en primer lugar, que respetando los principios de la Carta de la OEA: no injerencia en sus asuntos internos, respeto de su soberanía e integridad territorial, derecho a su autodeterminación, igualdad jurídica de los Estados. En segundo lugar utilizando los mecanismos de solución pacífica de controversias que prevé la Carta: la negociación directa, los buenos oficios, la mediación, la investigación y la conciliación, el procedimiento judicial, el arbitraje y los que especialmente acuerden las partes. El acuerdo recientemente firmado entre Ecuador y Perú dentro del proceso de Itamaraty, nos ha llenado de júbilo y optimismo a todos los americanos, y hoy queremos dar testimonio del coraje y el valor de los presidente Mahuad y Fujimori y del apoyo de los países garantes Brasil, Chile, Argentina y Estados Unidos, que hicieron posible la culminación exitosa de ese proceso de negociación.

En tercer término, para alcanzar los consensos que nos permitan reconstruir ese concepto de seguridad hemisférica, creo que debemos partir de los acuerdos bilaterales, pasar a los sub-regionales y luego al ámbito hemisférico. Es lo que está sucediendo. No hay razón para que una serie de acuerdos sub-regionales sobre temas de seguridad, como por ejemplo los que ya existen en modalidades avanzadas en Centroamérica y el Caribe, no puedan posteriormente hacerse compatibles dentro de unos consensos básicos de carácter regional.

Y en cuarto lugar, fomentando aún más las acciones de cooperación. Creo que las naciones de América tienen cada día mayor confianza en el multilateralismo. Nuestra propia experiencia de la lucha contra el fenómeno de las drogas es el mejor ejemplo. La CICAD es hoy un escenario de coordinación de políticas, de intercambio de experiencias y de información, de discusión y análisis de problemas, mucho mas poderoso y útil para los países de lo que jamás nadie imaginó. Y esto se da porque facilita el consenso, crea mecanismos de carácter multinacional y reconoce la responsabilidad de todos en la lucha contra este fenómeno. Sin duda sus acuerdos y pronunciamientos tienen hoy una mayor legitimidad política a los ojos no solo de los gobiernos, sino de la sociedad civil y de los propios medios de comunicación.

Lo mismo sucede en la lucha contra el terrorismo. Apenas la semana pasada los países miembros de la OEA, bajo los auspicios del Presidente Menem y el Ministro Corach en la Argentina, acordaron en la Declaración de Mar del Plata recomendar a la próxima Asamblea General de la Organización la creación del Comité Interamericano para la lucha Contra el Terrorismo que, aunque dentro de un marco de acción distinto a la CICAD, deberá cumplir funciones similares a esa Comisión. Tendrá un carácter permanente y contribuirá de manera decisiva a hacer efectivos las decisiones que los países se han trazado en materia de cooperación jurídica y judicial, policial y de inteligencia, y hará de esta lucha un esfuerzo de veras colectivo creando una sólida alianza contra esta grave amenaza contra nuestras democracias.

Ahora bien, en lo que hace al diseño de una política hemisférica de seguridad, el punto de partida ya lo tenemos si consideramos el proceso en marcha de medidas de fomento de la confianza y de la seguridad. En efecto, dentro de ellas que, como se sabe, son un total de 20 aprobadas en las reuniones de Santiago de Chile de 1995 y de San Salvador en marzo de este año, hay algunas que se refieren a temas puramente castrenses como el suministro de información sobre ejercicios o gastos militares; otras que los trascienden como las relativas al manejo de desastres naturales o el impulso de programas educativos para la paz; o las que tienen en la cooperación su elemento central como la de celebración de reuniones fronterizas para coordinar acciones contra enemigos comunes. En otras palabras: dentro de ellas se encuentra toda la gama de preocupaciones de seguridad que conviven en los diferentes países y subregiones del Continente y del Caribe.

También es claro que ha sido en buena parte gracias a este proceso que las naciones de América han podido avanzar en los últimos años en temas tan importantes como las discusiones sobre una Convención Interamericana de Transparencia en las Adquisiciones de Armas Convencionales que se está negociando actualmente en el seno de un grupo de trabajo de la Comisión de Seguridad Hemisférica de la OEA; o la Convención Interamericana Contra la Fabricación y el Tráfico Ilícito de Armas de Fuego, Municiones, Explosivos y Materiales Relacionados que, por iniciativa de México, fue negociada en la OEA en el 97y que entró en vigencia el pasado 1° de Julio.

Sin embargo, si bien este es el punto de partida, no podemos quedarnos ahí, porque la aplicación de medidas de confianza no es un fin en sí mismo, sino un medio para lograr el objetivo de consolidar la paz y la seguridad. Por ello creo que dados los avances significativos que se han dado dentro de los países miembros de la OEA en la adopción de medidas de confianza, el paso lógico a seguir debe ser el de iniciar consultas para avanzar en los temas de control y limitación de armamentos y aun de desarme mutuamente convenido, particularmente en armas ofensivas. Bien podría ocurrir que ese sea el tema central alrededor del cual se reúna la próxima Conferencia Hemisférica sobre temas de Seguridad, que fue convocada para los primeros años del próximo siglo por los mandatarios de las Américas reunidos en la Cumbre Presidencial de Chile.

En nuestro hemisferio, por supuesto, América Central es ya un vivo ejemplo de desarme sub-regional, llevado a cabo activamente desde comienzos de la década. Y América Latina, con un 2% de su producto interno bruto dedicado a gastos militares, exhibe el más bajo promedio de presupuestos de defensa que cualquier otra región del mundo, además de haberse convertido en zona libre de armas nucleares desde la suscripción del pionero Tratado de Tlatelolco.

Pero también debe quedar perfectamente claro que un proceso como este no se puede llevar a cabo en desmedro de las Fuerzas Militares de los países o afectando las necesidades que tienen estas instituciones de mantener un nivel adecuado de preparación y disciplina de las tropas, conforme a estándares modernos, y la posibilidad de modernizar y renovar parte de su equipo periódicamente.



Señores Ministros y Delegados:

El plan de trabajo que está cumpliendo actualmente la Comisión de Seguridad Hemisférica de la OEA es ambicioso. En primer lugar, el análisis, sistematización y seguimiento del proceso de medidas de confianza, que ya hemos mencionado, mediante diversas acciones para difundir esta información con mayor celeridad entre los países, promover el oportuno cumplimiento de los compromisos adoptados por los Estados y, en general, fortalecer el diálogo hemisférico alrededor de estas cuestiones.

En segundo lugar, el impulso y seguimiento de los distintos proyectos de desminado en Centroamérica. Sobre esto hemos traído a Cartagena una información detallada. Quisiera resaltar que se trata de una de las iniciativas más importantes de la OEA realizada a través, entre otros organismos, de la Junta Interamericana de Defensa, que se basa en la cooperación entre países y significa un aspecto concreto de trabajo conjunto de militares de varias nacionalidades, los cuales han logrado un excelente grado de coordinación con las instancias del poder civil y las comunidades afectadas. Algunos de estos proyectos fueron afectados por el huracán Mitch, pero ya hemos iniciado, en coordinación con los países y la Junta Interamericana de Defensa, las labores de revisión de los mismos.

En tercer lugar, la iniciación, mediante una reunión de expertos nacionales a realizarse en los próximos meses, de un programa de educación para la paz orientado a fortalecer las prácticas democráticas y de solución pacífica de conflictos locales y regionales.

Y en cuarto lugar, el inicio de las discusiones entre países en torno al significado, alcance y proyecciones de los conceptos de seguridad internacional en el hemisferio, con el propósito de desarrollar enfoques comunes.

A su turno, este proceso de las Conferencias de Ministros de Defensa de las Américas tiene una amplia y consistente agenda que abarca todos los temas de seguridad de interés de los gobiernos y sus Fuerzas Armadas, para ser tratados al más alto nivel político. En mi sentir, son dos procesos, el que se lleva a cabo en el marco de la Comisión de Seguridad Hemisférica de la OEA y este de los Ministros de Defensa, que se complementan entre sí y se alimentan el uno al otro. Es claro que ambas agendas tienen puntos comunes: terrorismo, narcotráfico, medidas de fomento de la confianza, desminado, seguridad de los Estados del Caribe, promoción de los derechos humanos, desarrollo de las relaciones entre civiles y militares, cooperación para el control del tráfico ilícito de armas, transparencia en la compra de armas.

Hacia el futuro, seguramente, se profundizará aún más el proceso que actualmente se verifica al interior de la Comisión de Seguridad Hemisférica de la OEA, el cual lo hemos reforzado mediante la creación de una oficina de apoyo dentro de la Secretaría General. Y seguramente también, por decisión de los países, se mantendrá este importante escenario de las reuniones ministeriales. Creo que será indispensable, en todo caso, ir creado los necesarios vasos comunicantes entre estos dos procesos que se nutren y complementan mutuamente. Por parte de la Secretaría General de la OEA a mi cargo, ofrecemos a los Señores Ministros de Defensa toda nuestra voluntad de servicio para cooperar en los términos que juzguen más convenientes.

Señor Presidente Pastrana, Señores Ministros y Delegados, amigos todos:

Nunca antes había existido una oportunidad tan clara para transformar las relaciones político-militares en el hemisferio de manera que reflejen verdaderamente los intereses colectivos. En el pasado, nuestra seguridad era una consecuencia derivada de los acontecimientos mundiales. Ahora tenemos la oportunidad de definir nuestro propio destino construyendo una agenda común de seguridad al servicio de nuestros propios valores y problemas. Una agenda que abarque a todos los países y cubra todas sus preocupaciones. Donde no haya imposiciones ni omisiones. Una, en fin, que surja del consenso y del diálogo democrático, abierto y franco. Ese es el gran desafío que tenemos por delante con miras a la celebración de la Cumbre sobre Seguridad Hemisférica que habrá de reunirse a comienzos del próximo siglo.

Hago votos por el éxito de esta reunión que se constituirá en un nuevo y fundamental hito en el proceso de creación de un futuro mejor para todos los hijos de este continente, donde estemos unidos en la igualdad, la solidaridad, la justicia y la paz.



Muchas gracias.