Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
EN LA CELEBRACION DEL VIGESIMO ANIVERSARIO DEL DIARIO EL MUNDO DE MEDELLIN

20 de abril de 1999 - Medellín, Colombia


Quiero comenzar mis palabras agradeciendo esta invitación que me permite hoy estar con ustedes cumpliendo una cita que, por lo menos en mi caso, se ha vuelto obligatoria cada lustro. No podría comenzar sin referirme a la muerte de Don Hernando Santos. Colombia está de luto. Ha muerto un gran colombiano que dedicó su vida entera al periodismo. Ha muerto un erguido defensor de nuestra democracia que enfrentó la más intensa persecución por defender el derecho a la libertad de expresión.

Hernando Santos enfrentó con su pluma valerosa a todos aquellos que desde cualquier extremismo quisieron imponer la violencia de las armas sobre la fortaleza de las ideas. El fue él más influyente de los colombianos en las décadas que me ha correspondido vivir y protagonista principalísimo de muchos de los acontecimientos de la vida colombiana en las últimas cinco décadas.

Defendió con ardor las ideas liberales y fue también un gran industrial. Bajo su guía El Tiempo se comprometió con un proceso de modernización que lo consolidó como el principal medio de comunicación de Colombia. Hernando Santos tuvo como periodista una cualidad ejemplar: en medio de los avatares de la vida colombiana siempre trató de colocarse en el contexto de las dificultades que encuentra el gobernante. En sus editoriales fue siempre firme, sereno y objetivo, y nunca se dejó arrastrar por el calor de los acontecimientos. Tal vez como nadie entendió las tribulaciones de gobernar a Colombia. Nuestras condolencias a su familia y a todos los miembros de la casa de EL Tiempo.

Para mí es siempre una ocasión especial venir a Antioquia porque como todos saben estoy ligado a ella por lazos indisolubles. De aquí vienen mis ancestros y son los mitos y las tradiciones que recibí en mi infancia; de ellas aprendí la honestidad, el tesón, la palabra empeñada, tantas crónicas, máximas y enseñanzas que tomé de mis padres y que representan un conjunto de valores que han hecho grande a Antioquia y le han dado impulso a la prosperidad de Colombia.

Este vigésimo aniversario del periódico El Mundo de Medellín es motivo de justificada celebración y oportunidad también de reflexión para hacer un alto en el camino, recorrer de nuevo el transitar de estas dos décadas y ver qué tanto hemos avanzado y en qué medida los hechos se ajustan a nuestros sueños y a nuestros ideales.

En estos últimos cinco años el Internet me ha permitido seguir el devenir de El Mundo y he conservado esa simpatía que siento por la forma vertical y sin tapujos como Guillermo Gaviria le toma el pulso al país; la manera como defiende con inteligencia y vehemencia los principios que orientan este periódico; su forma de interpretar creativa y constructivamente los sucesos del acontecer nacional; sus editoriales agudos incisivos polémicos y críticos; y sus ideas que se han formado en profundas convicciones pero también en el diario trajinar por la vida de nuestra convulsionada Colombia.

El Mundo ha registrado los hechos día a día de manera fiel y ha dado pruebas de un agudo sentido periodístico; ha diferenciado lo trascendental de lo fugaz y transitorio; la noticia de fondo del comentario superficial. Ha llegado así a ser un medio de información moderno y actualizado, un puente entre el lector y los acontecimientos que influyen en su vida. Es un instrumento que contribuye a crear un público bien informado, que no solo conoce los hechos sino que los interpreta para que sus lectores sean partícipes activos de nuestra vida pública y para modificar cuando sea del caso los parámetros de su existencia.

Para llegar a sus veinte años de vida éste periódico ha tenido qué superar dificultades de toda índole. Ello ha sido posible por la dedicación de ese grupo de periodistas y escritores antioqueños comprometidos con El Mundo, con los valores que animan su existencia y con los principios que justifican su devenir. Quienes han forjado El Mundo pueden sentir hoy la profunda satisfacción y el bien ganado orgullo de haber fraguado una empresa periodística que es orgullo de Antioquia y de Colombia.

Porque bajo el timonel de Guillermo Gaviría Echeverri El Mundo va en continuo ascenso, con una inquebrantable lealtad a los principios que inspiraron su fundación. Y esa no ha sido una empresa de pequeña monta pues el camino transitado no ha sido propiamente rectilíneo, sino lleno de abrojos y dificultades que se confunden con esas dos décadas de la historia de Antioquia y de Colombia toda. En estos años vimos a esta ciudad alzarse contra esa terrible oleada de violencia y, con la entereza, el coraje y la solidaridad de la raza antioqueña que no se doblegó frente a los violentos, superar las más duras pruebas que hayamos tenido no sólo en dos décadas, sino en los dos siglos de vida independiente. Don Guillermo Gaviria usted ha sido diestro conductor de este accidentado camino.

Y regresando al tema que nos ocupa quiero registrar como El Mundo ha sido una tribuna forjada en las ideas liberales, abierta a los postulados de igualdad, justicia y solidaridad, y defensora de la tolerancia por las ideas ajenas, un principio esencial en la defensa de la paz. O como bien lo dijera ese gran americano Don Benito Juárez: la paz es la defensa del derecho ajeno. Y solo cuando todos los colombianos aprendamos esa simple pero sabia lección podremos rectificar esa proclividad a la violencia que tanto nos daña. No se canse Don Guillermo de enseñar y pregonar la tolerancia que algún día ella va a anidar en el alma de cada colombiano; esa tolerancia que se debe encauzar dentro de la defensa del estado de derecho, de fortalecer la legitimidad de las instituciones, de defender a las Fuerzas Armadas en la búsqueda del monopolio del uso legítimo de la fuerza, y de rechazar el camino de las armas que solo nos ha traído violencia y desolación.

Ha sido también El Mundo defensor sin cuartel del pluralismo político en la defensa de todas las organizaciones con una causa justa por defender, no importa que tan pobres marginados o vulnerables sean los portadores de nuevas banderas. Y lo digo porque tuvimos al Mundo de aliado cuando a todo lo ancho de Colombia surgieron voces que reclamaban el derecho a ser escuchadas: los indígenas, las minorías religiosas, los jóvenes que querían tener unas instituciones a las que pudieran ser leales. Y El Mundo defendió esos derechos porque los encontró compatibles con la justicia social y con la promoción de la iniciativa privada que ha sido uno de sus pilares fundadores, y sin menoscabo de su convencimiento de la necesidad de partidos políticos fuertes que coadyuven y sean los principales protagonistas del desarrollo de nuestra democracia.

Ha mantenido pues El Mundo una actitud reformista indeclinable. Ha creído como pocos en el cambio pacífico. Cuando nos imbuimos en las agitadas aguas de la Asamblea Constitucional encontramos en El Mundo un aliado para darle un revolcón histórico a las instituciones. Para avanzar hacia unas instituciones democráticas, descentralizas en las cuales cada colombiano gozara de unos derechos fundamentales, irrenunciables, insuspendibles, fáciles de defender ante un juez y de una manera expedita y oral. El Mundo defendió la tutela desde cuando ella surgió en la Asamblea. Y desde luego para avanzar por tal camino se requería ensayar, correr el riesgo de equivocarse, abandonar algunas normas pétreas y centenarias de nuestra vieja constitución.

Pero con todo y el riesgo es mejor estar del lado de las reformas que de la visión nostálgica que pretende arrastrarnos al pesimismo según el cual todo tiempo pasado fue mejor; o que los colombianos tenemos que renegar de nuestros recientes cambios económicos y políticos porque supuestamente todo lo hemos hecho mal. Nada de eso. No nos dejemos amarrar de viejos dogmatismos. No se canse usted Don Guillermo de defender las reformas, de defender los cambios. Ellas son el fermento de las esperanzas de las que se alimenta nuestra democracia, y están dirigidas a fortalecer el Estado y no a debilitarlo.

Ha sido El Mundo además un militante en incorporar a todos sus lectores en los temas de política internacional, saltando por encima de una tradición de chauvinismo que ha caracterizado a los colombianos. Y cuando nos enfrentamos a la realidad ineludible de la Globalización tenemos que estar preparados para aprovechar las oportunidades que se nos ofrecen, para ver sus peligros y amenazas, y para defender los valores culturales que es necesario preservar. Y esa ha sido la línea del Mundo. Ha sido también El Mundo un baluarte contra el unanimismo. Ha reclamado para sí y sus columnistas el derecho a disentir, a no aceptar razones de estado como explicación de decisiones públicas, a pedir explicaciones sobre todas las actuaciones de quienes ejercen funciones públicas, a considerar que cuando se hace oposición de una manera constructiva se está haciendo patria. Y para satisfacción de El Mundo esa postura ido permeando otros medios de comunicación de Colombia.

Congratulo a quienes han sido honrados con esa distinción MUNDOS DE ORO que reitera la vinculación constructiva del periódico con la sociedad a la cual presta su contingente y con los campos principales de la actividad comunitaria. Me regocijan como a todos los presentes las muy honrosas condecoraciones otorgadas a este periódico con motivo del presente aniversario. Quiero hacer extensivas mis congratulaciones a Aníbal Gaviria Correa y a todos los trabajadores; a Jairo León García y a todos los periodistas. Y a los quijotes fundadores Alvaro Uribe Moreno, Aguilar Rodas, Carlos Posada Uribe, Jota Mario Aristizábal, Humberto López, Enrique Gaviria Gutiérrez, Juan del Corral y desde luego Darío Arizmendi, su primer director y con quien compartí un rico período de mi vida desde la dirección del diario La Tarde.

Anticipo que El Mundo continuará su ascenso por esa empinada cuesta que es la de hacer periodismo en Colombia; que seguirá defendiendo las ideas liberales; que perseverará en su defensa de la iniciativa privada y la justicia social; que seguirá siendo un buen soldado de nuestra democracia, de la defensa del Estado de derecho y del celoso respeto de los derechos humanos; que conservará su espíritu inquisitivo y de fiscalización o como diría el Cofrade q.p.d. de no tragar entero. Continúe Don Guillermo al mando de este barco que va a seguir navegando en aguas tempestuosas buscando hacer de Colombia una patria pacífica, pujante, próspera y democrática.

Muchas gracias.