Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
CON MOTIVO DE LA INSTALACIÓN DE LA IV REUNIÓN ORDINARIA DEL CIDI

26 de abril de 1999 - Washington, DC


Quiero darle a todos los presentes la más cordial bienvenida al Salón de las Américas con ocasión de ésta, la cuarta reunión ordinaria del Consejo Interamericano para el Desarrollo Integral. La sesión que hoy comienza concluye 12 meses de intenso trabajo a lo largo de los cuales los gobiernos del Hemisferio, en el seno de la OEA y del Sistema Interamericano, se han esforzado por encontrar respuestas a los múltiples desafíos que nos ha traído la globalización, y también por buscar y encontrar modalidades de acción y cooperación que permitan desarrollar los mandatos de las Cumbres Hemisféricas.

Hace un año, cuando nos reunimos en Buenos Aires, nos congratulábamos del notable desempeño que había experimentado la economía de la región en el período inmediatamente previo. Una tasa de crecimiento récord en 25 años, acompañada de la inflación más baja en medio siglo daban pie para sentirse satisfechos de los significativos logros en nuestro desarrollo económico.

Pero después de algunas sorpresas, un poco ingratas en el más reciente pasado, fuimos conscientes de que el camino que estabamos recorriendo no era necesariamente rectilíneo, sin obstáculos. Reconocíamos, entonces, las importantes limitaciones de nuestras economías, la necesidad de continuar reformando estructuras e instituciones anquilosadas y, por sobre todo, de encarar decididamente las situaciones de pobreza y marginalidad en la que vive la mayoría de nuestros ciudadanos. Finalmente, en esa ocasión también reconocimos la amenaza que representaba la crisis financiera del Asia y de Rusia sobre nuestros propios sistemas financieros y productivos.

Tales debilidades señaladas entonces terminaron por afectar de manera significativa nuestro comportamiento económico, y los últimos doce meses han sido sin duda difíciles para todos nuestros países. La crisis económica y financiera en las llamadas economías emergentes volvió a producir una reacción de rebaño en los mercados internacionales de capitales y ha generado fuertes presiones sobre nuestras economías. Vale mencionar que los flujos de capital a la región cayeron a 64 mil millones de dólares comparados con casi 80 mil millones el año anterior. Al cuadro de estrechez financiera debemos agregar la caída en los precios de muchas de nuestros productos básicos, particularmente en el caso del petróleo y los metales.

Junto con esos males del sistema económico, vimos con tristeza las consecuencias de terribles desastres naturales. Al fenómeno de "El Niño" y de los huracanes Mitch y George en el Caribe y Centroamérica, tuvimos que sumar el terremoto en Colombia. Todo este cuadro de vicisitudes nos han llevado a esperar una contracción del crecimiento del orden del 0.5% para 1999, de acuerdo con las estimaciones anunciadas la semana pasada por el Fondo Monetario Internacional.

Sea del caso mencionar que los gobiernos de la región reaccionaron con prontitud, claridad y firmeza, adoptaron medidas que permitieron contener la crisis y aseguraron la estabilidad macro económica y la persistencia en el camino de la estabilidad y las reformas estructurales. Así, el año pasado la región mantuvo un nivel de inflación inferior al 10%. Ahora bien, las decisiones tomadas para realizar el ajuste fiscal y contener la inestabilidad cambiaria, que significaron un fuerte incremento de las tasas de interés, tuvieron el significativo costo recesivo que ya hemos mencionado. Sin duda la consecuencia más lamentable de esa situación ha sido el impacto sobre el empleo. El Banco Interamericano de Desarrollo estima que la desocupación afecta hoy a 10 millones de personas adicionales, dejando la cifra de desempleo de América Latina en 8% durante 1998.

Esto a su vez vuelve a subrayar la gravedad de nuestra situación social. De acuerdo con el BID en Latinoamérica y el Caribe hay 150 millones de personas que viven en la pobreza. América Latina mantiene su condición de tener la distribución de ingresos más desigual del mundo. El decil más rico de nuestra población tiene ingresos 17 veces superiores a los del decil más pobre, cuando en los países desarrollados esa proporción es de siete a uno.

El cuadro descrito nos ha mostrado de manera palmaria que la globalización, además de las oportunidades que nos ofrece y debemos aprovechar, nos ha traído también peligros y amenazas que debemos enfrentar. La más seria de todas es la volatilidad de los capitales frente a cualquier asomo de desajuste macroeconómico, sea este fiscal o cambiario. El mercado de capitales ha sobrereaccionado en casi todos los casos de inestabilidad de las variables macroeconómicas, y ha resultado mucho más exigente e impaciente que las propias instituciones de Bretton Woods en la toma de medidas de ajuste. Llega a veces a comportarse, tal mercado, de una manera caótica, con desconocimiento de la real situación de nuestras economías.

Pero pese a este cuadro que presenta una realidad dura y clara, los países del Hemisferio tienen razones para mostrarse optimistas. En general, todos nuestros países han recuperado a un alto costo su estabilidad cambiaria, han mantenido su camino de reformas, su compromiso con la integración económica y comercial, y se han movido con prontitud para fortalecer la supervisión de sus sistemas financieros, que en todo caso estaban en mejor situación que los asiáticos. Gracias a ello los fundamentos económicos siguen en buen pie y la región debiera comenzar un paulatino pero decidido proceso de recuperación, tal como lo reconociera recientemente un alto funcionario del Fondo Monetario Internacional.

El tema entonces es cómo logramos mantener niveles de crecimiento altos y estables sin los cuales es imposible reducir el desempleo y derrotar la pobreza? Para todos es claro que debemos preservar un manejo responsable de nuestra política macroeconómica y que debemos seguir enfatizando en la búsqueda de una política social que tiene que ser a la vez novedosa y eficaz. Y esto porque las políticas e instituciones tradicionales han demostrado sus enormes limitaciones, para no hablar de fracasos.

Existen también una serie de reformas de segunda generación aun pendientes. Es fundamental, después del significativo proceso de privatizaciones, fortalecer la función reguladora del estado, hacer más transparentes la toma de decisiones para combatir la corrupción, y hacer más eficiente la implementación de las políticas públicas. Necesitamos derrotar la impunidad y afirmar el Estado de Derecho. El sistema judicial debe servir para salvaguardar los derechos ciudadanos, y debe ser mas más accesible a las demandas de la gente y más ágil en sus procedimientos.

En el plano social y vinculado al punto anterior sobre desocupación, buena parte de nuestros países requieren reformas de su sistema laboral para, sin afectar los convenios de la OIT, asegurar una mayor movilidad y flexibilidad de la fuerza laboral. Actualmente un 56% de la fuerza de trabajo de América Latina se desempeña en el sector informal. Está claro entonces que debemos buscar formas de integrar en mejor manera a este sector a la economía formal, y mejorar su acceso a la red social básica sin sacrificar el bajo costo de capital necesario para crear nuevos empleos. Por otro lado, la brecha entre trabajadores calificados y no calificados en esta región es la más alta del mundo, lo cual repercute directamente en el nivel de vida de la población. Una reforma educativa que corrija los problemas originados en la marginalidad, la malnutrición, la ruralidad, y que al mismo tiempo nos prepare para competir internacionalmente, es también esencial.

Es en este contexto que quisiéramos señalar que además de la reacción pronta y oportuna de los gobiernos frente al volatilidad de los capitales, también ha quedado clara la necesidad y conveniencia de una mayor cooperación entre los países, y entre estos y las instituciones multilaterales. Y ese debe ser el centro de nuestras discusiones en esta reunión. En un mundo de cambios vertiginosos, y a veces amenazantes, es fundamental fortalecer los vínculos de confianza, solidaridad y cooperación. Es así como debemos interpretar que con posterioridad a la Asamblea de Managua y a la creación del CIDI en la Asamblea Extraordinaria de México, el fenómeno de la cooperación entre los países de las Américas ha tenido una intensidad imprevisible, surgiendo necesidades y demandas que superaron todas las expectativas, y haciendo del espacio de acción colectiva uno mucho más rico, diverso y flexible.

Es dentro de ese marco que las autoridades políticas del Hemisferio, al mas alto nivel, han realizado encuentros periódicos para identificar oportunidades, desafíos y problemas, y se han dado a la tarea de elaborar estrategias de acción colectiva y de cooperación. Y la OEA ha encontrado en tal proceso una importante fuente de renovación de sus mandatos políticos. Así mismo, los Estados miembros de la OEA han dado pasos decididos para fortalecer los mecanismos de cooperación solidaria. La OEA ha participado activamente de las iniciativas tendientes a fortalecer e intensificar el diálogo político. Se ha desarrollado un significativo Sistema de Información Regional que sirva de soporte a las acciones regionales y nacionales. Ha sido el escenario de un importante intercambio de experiencias y hemos empezado la tarea de crear Bancos de Experiencias exitosas. Hoy entendemos la cooperación solidaria como un ejercicio sostenido en el tiempo, que integra aspectos diversos de políticas públicas, y al que contribuyen todos las naciones, independiente de su desarrollo económico relativo. La cooperación integral y solidaria se constituye como uno de los pilares para construir una América más justa y equitativa. Es este un momento oportuno para examinar qué tanto camino hemos recorrido, y para volver a fijar el rumbo de cara a los desafíos que enfrenta la cooperación interamericana en los albores del nuevo milenio.

Pero la necesidad de realizar ajustes significativos en el desarrollo de las actividades del CIDI fue ya señalada con precisión en la Tercera Reunión Ordinaria llevada a cabo en Buenos Aires. Ya en nuestra intervención en ese entonces señalamos que además de las funciones a las que hemos hecho referencia, el CIDI puede y debe transformarse en el escenario para el diseño de políticas hemisféricas, lo que constituye una experiencia nueva para el Sistema Interamericano, y que se parecería mas a lo que hoy hace la OCDE. El CIDI debe ser el principal instrumento interamericano de consulta, coordinación y diálogo no sólo de una nueva forma de realizar la cooperación solidaria, sino además de como diseñar y ejecutar nuestras políticas de desarrollo.

Es del caso mencionar ahora que el Grupo Especial de Trabajo Conjunto del Consejo Permanente y del CIDI, establecido el año pasado por la Asamblea General para impulsar el proceso de modernización de la OEA, ha dedicado una parte sustantiva de sus deliberaciones a la identificación de las medidas conducentes a profundizar las reformas que produjo el Protocolo de Managua y la AGECID de México y, además, para movernos al rico escenario que han generado las Cumbres de Miami y Santiago de Chile. Ha sido tan intenso el proceso en materia de cooperación que ha desbordado el marco institucional del CIDI y nos ha dejado en una situación en la cual podemos señalar que ha quedado por debajo de su potencial pleno.

En la II Cumbre de las Américas esta vocación del CIDI fue reconocida por los Jefes de Estado y de Gobierno del Hemisferio al establecer en el Plan de Acción que las reuniones ministeriales, para dar seguimiento a las decisiones de la Cumbre, deberían celebrarse en el marco del CIDI, cuando ello resulte pertinente. En ese contexto, se llevó a cabo en Brasilia la Primera Reunión de Ministros de Educación para definir el plan de seguimiento de los compromisos adoptados en materia educativa en la Cumbre de Santiago de Chile. Allí los Ministros de Educación adoptaron el Programa Interamericano de Educación, que define un ámbito de participación para la OEA, y al cual la Comisión Ejecutiva Permanente del CIDI (CEPCIDI) le ha aprobado una porción bastante significativa de sus recursos para su implementación durante 1999.

Se puede señalar además que otras áreas del Plan Estratégico del CIDI ya comienzan a mostrar elementos positivos y realizaciones. Para esta reunión hemos preparado una exhibición de proyectos auspiciados por el FEMCIDI. Ella entrega a ustedes una visión de conjunto de nuestros resultados. Felicitaciones a Leonel Zuñiga y todos los funcionarios del CIDI por los logros de estos años. Pero sin restar valor a esas realizaciones, es preciso señalar con honestidad que las experiencias de estos tres años nos permiten también advertir importantes limitaciones al esquema y los procedimientos con los que hemos trabajado.

El funcionamiento del CIDI se fundamenta en la premisa de que el diálogo político debe ser el fundamento para la definición e impulso de las actividades de cooperación. De manera específica, los mecanismos del CIDI suponen que, en los distintos sectores del desarrollo, las autoridades del más alto nivel de los países del Hemisferio encontrarán en el CIDI espacios institucionales adecuados para adelantar el diálogo político y concertar la cooperación solidaria en torno a los temas más relevantes de la agenda interamericana.

La experiencia nos muestra que esos supuestos resultan válidos sólo en la medida en que los distintos ministerios perciban que el CIDI ofrece un mecanismo flexible en el que las autoridades sectoriales son quienes determinan las agendas a ser abordadas, los términos en que sus respectivos foros operan, los mecanismos más adecuados para dar seguimiento a las decisiones adoptadas. Los ministros deben recibir el concurso del CIDI para las tareas secretarial y logística, y recibir apoyo técnico de la OEA y otras agencias del Sistema Interamericano, siempre dentro de nuestros limitados recursos, y sometidos también al control presupuestal que realiza la Asamblea a través del CIDI y de la CAP en algunos casos.

Sería de la mayor importancia por lo tanto el cumplimiento del Plan de Acción de la Cumbre de Santiago en relación con la realización, en el ámbito del CIDI, de reuniones ministeriales de seguimiento, similares a la llevada a cabo por los ministros de educación en Brasilia. Sólo la OEA en el ámbito del CIDI puede ofrecer el marco jurídico e institucional aceptado por todos los Estados miembros y una prestación de servicios como la que hemos señalado.

Es indiscutible entonces que el CIDI tiene una potencialidad enorme de transformarse en el epicentro del diálogo político sobre muchas materias de la Agenda Interamericana y que a su vez las reuniones ordinarias deben reconocer esta particularidad del nuevo sistema interamericano surgido de las Cumbres. Y es también claro que para ser prácticos y no inmiscuirnos en decisiones que son de los ministros, la Asamblea anual debe dedicarse a definir y desarrollar la agenda interamericana de cooperación para el desarrollo y a atender la función de control de la gestión institucional interna.

Y para que la Asamblea del CIDI pueda cumplir de manera eficaz esa función, es preciso aceptar que las agencias de cooperación de los Estados miembros y los Estados Observadores Permanentes, la Banca Multilateral, las fundaciones, y otras agencias de cooperación técnica y financiera deben ver al CIDI como el ámbito propicio para dialogar y concertar iniciativas con una perspectiva hemisférica. De alguna manera se trata de un camino que ya se exploró con relativos buenos resultados en la reunión ordinaria del CIDI, en México, y también en alguna medida en Buenos Aires.

Se podrían organizar reuniones del CIDI dedicadas exclusivamente a la agenda interamericana de cooperación, convocando a las agencias públicas y privadas de cooperación técnica y financiera, que desarrollen los programas de mayor alcance en beneficio de los países del Hemisferio. La agenda a ser abordada debe ser definida conjuntamente, y organizadas de manera adecuada esas reuniones pueden contribuir a la definición de un ámbito más propicio para proyectar a la OEA y al CIDI como agentes catalizadores de la cooperación en el Hemisferio. Las reuniones anuales podrían seguirse realizando con la finalidad de evacuar los asuntos de gestión institucional interna. Para obrar de tal manera sería necesario incrementar de manera significativa las funciones de coordinación que para tal efecto tiene la Secretaria Ejecutiva del CIDI. (SEDI)

No puedo dejar de referirme en esta ocasión a las propuestas de reestructuración interna de la OEA, que han estado siendo consideradas en el marco del Grupo Especial de Trabajo del Consejo Permanente y del CIDI, encabezado por el Embajador Antonio Mercader. El Grupo Conjunto someterá a este Consejo un proyecto de resolución, cuyo origen es una propuesta de la delegación de Estados Unidos en cabeza del Embajador Marrero, para crear una agencia especializada en materia de cooperación y desarrollo, como órgano dependiente del CIDI.

Creo que la resolución propuesta constituye una iniciativa muy positiva. He seguido con interés las deliberaciones que han realizado las misiones permanentes sobre este particular, y estoy preparado a cumplir las responsabilidades que son de mi competencia para ejecutar e instrumentar las decisiones que eventualmente tomen los Estados miembros. En ese contexto, quiero mencionar algunos aspectos de esa decisión, que me parecen centrales en la posible reestructuración de las actividades de cooperación dentro de la OEA.

La integración de la gerencia de los fondos y programas de cooperación para el desarrollo que impulsa la OEA en una sola dependencia administrativa es una necesidad que, en cualquier escenario, es preciso resolver. Es aconsejable que, como lo han propuesto varios países, esa integración se realice en el ámbito de la Secretaría Ejecutiva del CIDI, a la que la Carta de la OEA le atribuye responsabilidades sustantivas, pero a la que, como lo he señalado en otras oportunidades, hay que facilitarle medios más adecuados para cumplirlas.

El régimen de descentralización que supone la creación de la agencia ofrece, sin duda, la posibilidad de adoptar mecanismos de trabajo a través de los cuales la Secretaría Ejecutiva pueda ejercer la administración directa de los fondos voluntarios destinados al auspicio de actividades de cooperación en el marco del CIDI, con el eventual apoyo de otras áreas de la Secretaría. De esta manera, estará en mejor condición de dar cuenta de los recursos aportados, de su destino y de los resultados de su aplicación.

La integración de las actividades de cooperación también demanda considerar una reestructuración interna de los servicios que ofrece la Secretaría General para apoyar a los órganos políticos y a los distintos foros de representación gubernamental, incluyendo los del CIDI y sus órganos dependientes. Una vez que los Estados miembros hayan establecido los parámetros políticos de la reestructuración de las actividades de cooperación, será necesario prestar atención a la organización de estos servicios.

El tema que se señala con mayor insistencia, al abordar la reestructuración de las actividades de cooperación, es la limitación de recursos disponibles y la consecuente necesidad de fortalecer la capacidad de movilizar recursos nuevos. La experiencia sugiere que los mecanismos que se aplican en el FEMCIDI debieran hacerse más flexibles, a fin de estimular el interés y la participación de distintas instituciones de adentro o externas al Sistema Interamericano. Como lo han reconocido algunos de los distinguidos representantes permanentes, con sus mecanismos actuales el FEMCIDI carece de incentivos para que otras instituciones movilicen a través suyo recursos adicionales.

La estructuración del FEMCIDI en cuentas sectoriales es realista y resulta consecuente con la intención de fortalecer, dentro de la OEA, los vínculos entre el diálogo político y la cooperación. Sin embargo, es aconsejable revisar los mecanismos de asignación de recursos del FEMCIDI, de manera que las instituciones nacionales que aportan los fondos tengan una participación más directa en la definición de su uso. El introducir elementos de mayor flexibilidad en el FEMCIDI parece necesario y oportuno.

El hecho de que una parte mayoritaria de las preocupaciones y esfuerzos, tanto de las representaciones gubernamentales como de las dependencias de la Secretaría General, se haya dedicado en los años iniciales del CIDI, en algunos momentos de manera casi exclusiva, a determinar los parámetros de administración y distribución de los recursos internos de la OEA, revela una carencia sustantiva en la concepción del papel y las posibilidades reales de la Organización y del CIDI.

Inclusive se da con frecuencia el caso de que las instituciones externas prefieren trabajar con otras dependencias de la Secretaría pues encuentran los mecanismos del CIDI un poco engorrosos para la ejecución de sus proyectos. Yo de veras creo que deberíamos hacer lo que esté a nuestro alcance para que sea el CIDI, con la cooperación de cualquier otra dependencia o Unidad, el que realice esas tareas. Uno de los objetivos de la eventual nueva agencia de cooperación debe ser el multiplicar los recursos de la manera más eficiente. Ello desde luego implica no sólo la creación de la agencia sino una Secretaría mas fuerte, con mayores funciones y con la posibilidad de usar recursos del CIDI dentro de los parámetros que apruebe el propio CIDI o la directiva de la nueva agencia para avanzar en los propósitos de multiplicación de recursos y catalizador de los esfuerzos regionales.

Resulta, por tanto, poco aconsejable pensar en la reestructuración de la cooperación, sin considerar la necesidad de diversificar las estrategias de movilización de recursos y de los mecanismos de financiamiento. En cualquier escenario, ésta debiera asumirse como una de las principales tareas de la agencia que se está considerando establecer. Esto significa que si la decisión de establecer una agencia ha de resultar eficaz, los servicios que la misma debiera ofrecer tendrían que estar centrados en la movilización de recursos humanos, técnicos y financieros, existentes tanto en los países miembros y observadores permanentes, como en los organismos regionales e internacionales que actúan en el Hemisferio.

Las tareas básicas de la nueva agencia debieran, por tanto, ir más allá de la simple transferencia de responsabilidades para administrar el FEMCIDI y los fondos específicos vinculados con las áreas prioritarias definidas por el CIDI. En lo inmediato, esa transferencia será sin duda una necesidad práctica. Pero es necesario advertir la urgencia de adoptar nuevos y más diversos instrumentos de financiamiento de la cooperación, que tomen como marco de referencia el horizonte definido por las agencias, fundaciones y bancos de desarrollo que actúan en el Hemisferio, y no sólo los recursos, quizá menguantes, de instrumentos que, aunque tienen su justificación, son insuficientes para responder a las realidades actuales y a las que se insinúan en el futuro inmediato.

Sólo como vía de ejemplo, me referiré a tres aspectos de esta necesidad de diversificación.

En otras ocasiones he señalado la necesidad de focalizar la cooperación en los países que más la necesitan. Es evidente que tal propuesta no ha encontrado el suficiente apoyo en el seno de nuestros Consejos o de la Asamblea General. Tal vez para buscar este objetivo de una manera mas limitada sería deseable establecer, en un número reducido de áreas, un fondo especial orientado al apoyo de los países con mayor necesidad de la solidaridad interamericana. Un fondo destinado a los países más pequeños, o de economías más vulnerables, pudiera captar el interés de donantes internacionales, en la medida en que a ellos pudieran ofrecérseles determinadas ventajas al alcance la Organización. Algunos de estos objetivos también podrían alcanzarse al darle nuevas atribuciones, como ya lo he señalado, a la Secretaria Ejecutiva (SEDI)

Un fondo de esta naturaleza podría orientarse a la preparación de proyectos de inversión para los bancos de desarrollo, ofreciendo líneas de servicio que pudieran ser del interés tanto de los países como de las instituciones financieras. En el mismo sentido, los recursos de este fondo podrían destinarse a preparar propuestas para fundaciones y otras entidades, públicas o privadas, que se interesen en el desarrollo de estos países, y cumplir de esta manera el papel catalizador que por lo menos en el ámbito teórico encuentra amplia acogida de numerosos países. Ello sería particularmente deseable para llevar a cabo actividades conjuntas y complementarias con otras instituciones, en particular con el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial.

Debo compartir con ustedes el sentimiento de frustración que en algún momento experimentamos ante los desastres causados por los Huracanes Georges y Mitch. Constatamos que, aún con la mejor voluntad, los recursos al alcance de los mecanismos de cooperación dentro de la OEA son a todas luces insuficientes para dar una respuesta significativa a las emergencias mencionadas. La Secretaría General hará todos los esfuerzos necesarios para que, con el apoyo de los gobiernos, se establezcan en el ámbito de la Organización mecanismos útiles para contribuir a expresar, de manera eficaz, la solidaridad interamericana frente a este tipo de emergencias.

La Secretaría General entiende las decisiones que han adoptado los Estados miembros para establecer una moratoria en la posibilidad de que la Secretaría, a través de sus Unidades, presente propuestas al FEMCIDI. Quiero sin embargo antes de darle total vigencia a tal decisión examinar algunos casos específicos que podrían significar considerable mengua en los servicios que la Organización le presta a los países, y en otros casos colocar en inferioridad la Organización para obtener recursos a los que podrán acceder otras instituciones.

Los fondos para el apoyo de los países más pequeños y de economías más vulnerables, los mecanismos para la atención de emergencias y los fondos semillas para la realización de actividades conjuntas y complementarias con otros organismos son, entonces, algunos de los instrumentos para la movilización de recursos adicionales que debieran considerarse en el marco de la reestructuración de las actividades de cooperación.

Habiendo cumplido tres años de funcionamiento, el CIDI puede mostrar ya realizaciones que anticipan un cumplimiento cada vez más exitoso de su vocación como foro de diálogo político y de instrumento promotor de la cooperación solidaria. También las experiencias cumplidas permiten advertir desafíos y limitaciones que habrá que superar. Con la contribución de todos estamos construyendo en las Américas un futuro común de prosperidad, democracia, igualdad, justicia y libertad.



Muchas Gracias.