Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
DURANTE LA CONFERENCIA DE MONTREAL, LA INTERDEPENDENCIA DE LAS AMÉRICAS

2 de junio de 1999 - Montreal


Es un gran placer y un honor para mi el tener la oportunidad de participar en esta quinta edición de la Conferencia de Montreal, que reúne a lo más granado de la clase empresarial, del gobierno y de la academia canadienses, así como a la proveniente de los Estados Unidos y de Europa. Frente a las oportunidades que nos ofrece la globalizacion y, también, frente a los retos o consecuencias indeseables que ella nos trae es importante contar con este foro de reflexión, de intercambio de experiencias, de conocimientos, y de información. Saludo y felicito al Señor Gil Remillard, fundador del Instituto Internacional de Estudios Administrativos de Montreal y Presidente de la Conferencia, por esta iniciativa.

Se me ha solicitado que les presente a Ustedes, desde la perspectiva de un organismo político multilateral como la Organización de los Estados Americanos, cuál es el sentido de la interdependencia que se da entre los países que conforman las Américas y las consecuencias que ésta puede tener para el futuro de nuestras sociedades.

La interdependencia podría definirse como un conjunto de elementos, de realidades que unen los destinos de las personas y de los pueblos entre sí, allende las fronteras, las clases sociales, las religiones y las razas. En el hemisferio, estos elementos se hacen aún más fuertes por la existencia de lazos culturales, históricos y geográficos comunes. Significa entonces que, a pesar de las diferencias de tamaño, riqueza y poder, las sociedades comparten una serie de problemas, de desafíos y de esperanzas. Significa igualmente, que todos y cada uno de estos temas deben ser abordados de manera colectiva, ya que soluciones estables y duraderas no pueden definirse de manera aislada, que el progreso de unos no puede alcanzarse en detrimento de los anhelos de sus vecinos, y que la forma como un país resuelva sus dificultades afecta a los demás.

El nacimiento de la llamada era de la información ha repercutido de manera sensible en la forma como los problemas se transmiten de un país a otro, de una región a otra, y también como los mismos son reportados, y percibidos a través del globo acrecentando de manera abrumadora la interdependencia de todos los protagonistas en el proceso de Globalización.

Y si queremos hablar más de interdependencia desde el punto de vista económico nos tendríamos que referir a la integración. El término integración comprende un número de diferentes elementos, incluida la decreciente significación de las fronteras políticas, la facilidad con la que se da el intercambio de bienes y servicios y la creciente influencia que nuestras acciones tienen en los demás. Esta interdependencia nueva ha sido traída por dos factores fundamentalmente: el cambio tecnológico y el cambio de la política de ahorro e inversión. La tecnología ha disminuido las distancias económicas y geográficas a través de los decrecientes costos del transporte y de la facilidad de las comunicaciones y de procesar la información. En la pasada década el comercio a nivel global ha crecido al doble que el producto y la Inversión extranjera ha crecido tres veces más rápido.

Y regresando al hemisferio quisiera señalar que la guerra fría tuvo para los países de las Américas un efecto bastante indeseable puesto que en muchas oportunidades vimos sacrificadas nuestras democracias a los temores del enemigo común: el comunismo. Se propiciaron y defendieron dictaduras militares y violaciones de los derechos humanos en aras de contar con gobiernos dispuestos a enfrentar las ideas comunistas con todos los medios a su alcance.

El escenario político regional cambió muchísimo, sin embargo, con el fin de la guerra fría. Tal vez lo más impresionante es la manera como hemos enterrado décadas de autoritarismo, de lenguaje confrontacional y de desconfianza. Hemos pasado de profundos desacuerdos a tener unos valores compartidos en lo político, lo económico y lo social.

Fue solo con el fin de la guerra fría que la defensa y el fortalecimiento de la democracia se convirtió en nuestro principal objetivo, Para ello en seno de la OEA hemos creado una doctrina de solidaridad con la democracia que actúa contra cualquier intento de los poderes públicos para anular a los demás, o contra cualquier amenaza militarista o de otra naturaleza, sin importar su denominación o ideología, que pretenda interrumpir el proceso democrático de un país. Y esa doctrina se pone en marcha desencadenando una serie de acciones diplomáticas y coercitivas, respaldadas en acuerdos e instrumentos de carácter internacional, plenamente aceptados por todos los países. Estos instrumentos han sido particularmente exitosos para resolver las crisis como el golpe de estado ocurrido en Haití en 1991, o el intento de golpe en Paraguay en el 96, o como el quebrantamiento del Sistema constitucional en Perú o Guatemala a comienzos de la década.

Pero también, la OEA ha desarrollado en estos años una experiencia y una capacidad propia en asegurar mediante la observación elecciones justas, limpias y transparentes; en protección de derechos humanos y preservación de las libertades públicas; en acciones pos conflicto en países que han sufrido confrontaciones internas como es el caso de las naciones centroamericanas, Haití y Surinam; hemos realizado una tarea pionera en el desminado de Centroamérica anterior a la vigorosa acción de la sociedad civil y de Canadá para impulsar la Convención de Ottawa que ha sido firmada por 33 países americanos y ratificada por 24. Y esa capacidad la hemos puesto al servicio de la reconstrucción de las instituciones democráticas.

Pero más allá de lo que hemos aprendido para defender la democracia tenemos que señalar que con el fin de la guerra fría y del enfrentamiento bipolar hemos podido apreciar, también, como la Agenda interamericana ha crecido de una manera vertiginosa hasta el punto de que ya podríamos decir que no hay tema de la Agenda doméstica que no tenga una dimensión internacional. Y tal circunstancia se puede verificar claramente en la manera como por ejemplo nuestra Organización, que en la reunión de Jefes de Estado y Gobierno, en Miami, recibió 12 mandatos, en Chile, vio triplicado su número. Para hacerles frente estamos creando una nueva arquitectura interamericana que nos facilite cumplir los planes de acción que nos han mandado nuestros gobernantes.

Es por eso que podemos afirmar que la agenda política e institucional no se cerró con la generalización de elecciones libres y transparentes. En el conjunto de nuestros países, desde Canadá hasta la Argentina, la búsqueda de formas para profundizar, ampliar y renovar las prácticas democráticas está en el orden del día. Con matices y diferencias naturales, seguimos buscando esos objetivos, a través de mecanismos de participación, de descentralización, de fortalecimiento de los mecanismos de rendición de cuentas y de medios eficaces para integrar al conjunto de los ciudadanos en la toma de decisiones, fundamentales y cotidianas, que afectan su calidad de vida. Y a lo largo de la última década nos hemos preparado también para hacerle frente a los peligros que acechan a nuestras democracias: corrupción, narcotráfico, terrorismo, tráfico ilegal de armas y miseria extrema.

Como lo mencioné anteriormente, la corrupción es una de las principales amenazas para la democracia en nuestro continente y en el mundo entero. Para combatirla en el nivel hemisférico nos hemos vinculado con una Convención Interamericana contra la corrupción que ha creado un valioso marco de cooperación judicial. Este ha esparcido sus buenas estipulaciones a otras regiones del mundo.

Pero antes de avanzar en otros temas supongo que la mayor parte de los presentes han recibido suficiente información sobre los avances en la creación de una zona de libre Comercio de las Américas que nos ofrezca un marco jurídico estable para la expansión del comercio y la promoción de inversiones en la región.

En lo que respecta al continente, desde los últimos años de la década de los 80 los países de las Américas han hecho significativos avances para conseguir una mayor estabilidad política y económica, han recuperado su capacidad de crecer, han fortalecido los sistemas financieros domésticos y han hecho tránsito hacia un sistema de comercio e inversión más abierto. Desde los 80’s las tarifas promedio en Latinoamérica han caído de 40% en promedio a 11%. Las más bajas tarifas han ayudado a estimular el comercio --que se ha duplicado en diez años en la región-- y la inversión, estrechándose así los vínculos económicos.

El camino recorrido de Denver a Santiago no siempre fue fácil pero el compromiso político de todos los países ha sido constante y los avances han sido muy positivos. Ha sido un ejercicio de aprendizaje, comprensión y de la expresión de una voluntad política excepcional al servicio de la más ambiciosa empresa que este hemisferio ha emprendido. Los Ministros han dado su orientación, y su apoyo político. El método de trabajo que han utilizado, ha sido en extremo útil porque se han establecido objetivos y plazos, lo cual ha permitido una revisión y evaluación periódica del proceso.

Seguramente han repasado ya el papel que los viceministros han jugado desde el punto de vista técnico en la etapa preparatoria y ahora en la fase de la negociación. Igualmente, el rol que han jugado los grupos de trabajo, como por ejemplo el Comité tripartita compuesto por OEA, BID, CEPAL.

Estoy seguro de que han revisado los principios básicos del Acuerdo: el consenso, la igualdad jurídica de los estados, su carácter balanceado y comprensivo, la voluntad de tener en cuenta las necesidades de las pequeñas economías. Al igual que la característica esencial de ser una empresa única, lo cual significa que todos los países tienen que aceptar todas y cada una de las obligaciones del Acuerdo. Otra característica importante es su consistencia con las reglas de la OMC.

Ya se han generado una serie de resultados positivos. Lo que era una esperanza o un sueño de un Hemisferio libre de aranceles aduaneros y de otras barreras al comercio de bienes y servicios y de inversiones, es hoy una realidad mucho más cercana que la que podrían haber previsto los observadores más optimistas.


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De otra parte, uno de los temores que se esgrimen a veces en contra de la integración es el efecto potencialmente negativo que ésta podría tener sobre los niveles de empleo y la protección adecuada de los derechos de los trabajadores. Se trata de encontrar un equilibrio, entre la necesaria flexibilización de los mercados laborales y las garantías de seguridad social de los trabajadores. La más reciente reunión de Ministros de Trabajo se realizó en Viña del Mar el año pasado, y en ella se acordó un plan de acción que hace especial énfasis en el manejo de las dimensiones sociales y laborales de la globalización, en la necesidad de encontrar fórmulas para asegurar la vigencia y aplicación de las normas laborales fundamentales, y sobre cómo mejorar las relaciones empleadores trabajadores.

Pero como todos sabemos, la integración no puede ser un proceso simplemente económico. Ya en Santiago nos preguntábamos ¿Cómo hacer de la integración no sólo un proceso comercial, sino uno de vastas consecuencias sociales y políticas? ¿Cómo vamos a hacer para preservar la voluntad política de los gobiernos, los congresos y la opinión pública a todo lo largo y ancho del hemisferio? ¿Cómo vamos a hacer para que se beneficien las economías pequeñas y las de más bajo ingreso por habitante? ¿Qué es lo que la OEA y el resto del Sistema van a hacer para apoyar a los países que necesitan atender las inmensas demandas que la globalización y la revolución informática imponen sobre sus economías y sociedades? ¿Cómo vamos a responder a la enorme presión que ya existe sobre nuestros sistemas de seguridad social? ¿O a los riesgos que se ciernen sobre nuestras culturas?

Nuestra educación no ha respondido al desafío generado por los nuevos modelos de desarrollo centrados en la competencia económica internacional, ni a las demandas políticas, económicas, científico-tecnológicas, sociales, culturales y éticas que emergen en los años noventa. Muchos analistas hablan de manera creciente de la separación radical entre nuestro sistema educativo y nuestras necesidades de cambio político, económico, y nuestro desarrollo social. Apuntan a la baja calidad de la educación pública, a su declinante rol en la promoción de la movilidad social, a la debilidad de la educación técnico vocacional en el nivel de secundaria y a la proliferación de sistemas universitarios sobreexpandidos, caracterizados por muchos establecimientos de baja calidad

Por esto en Santiago, los Presidentes señalaron la educación como la clave para el progreso. En dicho encuentro no solamente acordaron adoptar políticas y objetivos similares para mejorar la calidad, la cobertura y la pertinencia de la educación en cada uno de los países. También decidieron ordenar la creación de un plan de acción conjunto de cooperación en materia educativa y ordenaron la reunión de los ministros del ramo del hemisferio; reunión que tuvo lugar en Brasilia en julio del año pasado. Es bueno mencionar el significativo esfuerzo que se viene haciendo para incrementar el gasto en educación que entre 1990-1991 y 1996-1997 como porcentaje del PIB aumentó de 2.8% a 3.7%.

La seguridad jurídica y la solidez de los sistemas de justicia es una condición imprescindible para avanzar en la integración. Debemos fortalecer el poder judicial, su independencia, los mecanismos de cooperación en materias judiciales y atender los problemas de la sobrepoblación carcelaria. El pasado mes de marzo, en Lima, Perú, tuvo lugar la primera reunión hemisférica de Ministros de justicia. En ese marco pudo discutirse la necesidad de emprender estrategias conjuntas para enfrentar los nuevos delitos, como los cometidos a través de la Internet, y de los medios electrónicos. Se adelantaron propuestas también para mejorar la calidad, el acceso y la eficiencia de la justicia para todos los ciudadanos.

Y, también, tenemos que fortalecer nuestras instituciones de derechos humanos: profundizar su autonomía financiera, presupuestal, operacional, para cubrir más casos, para hacer más promoción, para fortalecer los mecanismos de investigación, para apoyar más y apoyarse más en los sistemas nacionales, para ampliar el ámbito de protección de los derechos, para hacer universal la ratificación de la Convención Americana y la aceptación de la jurisdicción de la Corte, en lo que hemos tenido significativos éxitos el último año con el ingreso de Brasil, México, Haití y República Dominicana. Y es necesario, igualmente, fortalecer a nivel hemisférico el derecho a la libre expresión -- para lo que se creo recientemente dentro de la OEA un relator, proteger los derechos de las mujeres, los niños y las minorías étnicas, de los pueblos migrantes, avanzar en el respeto a los derechos básicos de los trabajadores y de sus familias, proteger los derechos de los discapacitados y avanzar en la eliminación de todas las formas de discriminación. Canadá sigue siendo un país a la vanguardia en el continente, al decidir la creación de un nuevo y vasto territorio, Nunavut, que consagra el reconocimiento y los derechos de los pueblos indígenas Inuit del norte de este país.

La conciencia ecológica fue, sin duda alguna, pionera en demostrar el carácter incontrovertible de la interdependencia y su profundo significado para la humanidad entera. El reconocimiento de que el mundo es uno solo, de que todos dependemos de su mantenimiento y de los equilibrios ambientales que el ser humano agencie, plasma perfectamente el concepto de interdependencia. El control de las emanaciones que afectan la capa de ozono, las lluvias ácidas, la protección de nuestros ecosistemas, la biodiversidad y el manejo responsable de los recursos naturales son ejemplos tangibles de la creciente agenda ecológica.

La Declaración de Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, en 1996, realizada a nivel de jefes de Estado y gobierno, marcó una nueva etapa en el compromiso de todos los países del hemisferio para garantizar un desarrollo económico y social que sea compatible con las necesidades de preservar el medio ambiente y los recursos naturales no renovables. De esta manera la región fue pionera en traducir en compromisos concretos, plasmados en un Plan de Acción, las recomendaciones emanadas de la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro.

Y en medio de esta compleja agenda hay un problema crítico que debemos enfrentar si es que hemos de preservar el modelo económico que libremente hemos escogido y es el de la pobreza extrema y la mala distribución del ingreso. ¿Cómo vamos a hacer para que América deje de ser la región mas inequitativa del mundo? ¿Qué papel juegan en ello las políticas económicas o las sociales? ¿Cuál la educación? ¿Cuales la política fiscal? ¿Qué reformas necesita el Estado para acometer una empresa de tales proporciones?

La erradicación de la pobreza y la disminución de los niveles de desigualdad tienen un lugar prioritario en las preocupaciones de todos nuestros países. La Comisión Económica de América Latina y el Caribe, CEPAL, registró en su último informe que en la región entre 1990 y 1997 la pobreza disminuyó en la gran mayoría de los países latinoamericanos; el porcentaje de hogares en esa situación se redujo de 41% a 36%, con lo que prácticamente se recuperó el nivel existente en 1980 (35%). A pesar de dichos avances, es inaceptable, y hasta cierto punto paradójico, que una región tan rica en recursos humanos y naturales como la nuestra siga condenando a la miseria y la marginalidad a tantos de sus ciudadanos.

La seguridad es otro elemento que está presente en las preocupaciones de todos los países del hemisferio. A pesar de que hemos sido, sin lugar a dudas, la región del mundo que menos conflictos bélicos ha sufrido en el pasado, esto no significa que no debamos enfrentar riesgos y peligros que nos acechan. El reciente conflicto entre Ecuador y Perú nos enseñó los riesgos de dejar estos contenciosos sin resolver. Y su solución definitiva es también una buena muestra de las posibilidades de usar los mecanismos de solución pacífica de controversias previstos en nuestra Carta. Gracias al coraje y la decisión de los Presidentes Mahuad y Fujimori, y al decidido apoyo de Argentina, Brasil, Chile y los Estados Unidos, se alcanzó un acuerdo digno y beneficioso para ambos países,

Tal vez lo que mejor ha caracterizado los esfuerzos de crear una nueva agenda de Seguridad lo constituyen la celebración de dos reuniones para acordar medidas para estimular la confianza y la seguridad entre las Fuerzas Militares y entre los Estados siguiendo un poco los criterios que se siguieron en Europa para realizar los Acuerdos de Helsinki. Este esfuerzo nos debe llevar a la celebración de una gran Conferencia sobre asuntos de Seguridad a comienzos del próximo siglo y a que podamos abordar los temas de desarme y control de armamentos en un contexto multilateral.

De otra parte, la semana entrante, durante la Asamblea General de la Organización, se adoptará la Convención Interamericana sobre la Transparencia en las Adquisiciones de Armas Convencionales. Se trata de un paso innovador que hace obligatorio informar sobre la compra de armas por parte de los Estados parte. Este es un elemento básico, estoy convencido, para ayudar a contener el riesgo de una carrera armamentista en el hemisferio.

Otro de los problemas que ha puesto en peligro la seguridad de los Estados, aunque también tiene implicaciones sobre la democracia y la salud, es el del narcotráfico. Este se ha convertido, durante los últimos 25 años, en una fuente incesante de violencia, corrupción, destrucción y daño para generaciones enteras en todas las latitudes. Nuestro continente ha estado, desgraciadamente, en el centro de esta tragedia. El narcotráfico también ha dificultado las relaciones entre los gobiernos de la región. Su combate ha generado tensiones, recelos y recriminaciones mutuas.

Afortunadamente la cooperación en este campo ha avanzado de manera sustantiva. Así por ejemplo, en 1996 adoptamos, gracias a la labor de la Comisión Interamericana para el Control del Abuso de las Drogas, CICAD, una Estrategia Hemisférica contra este flagelo. A partir de ella fue posible, por mandato de los presidentes, trabajar de manera conjunta para crear espacios de confianza y de cooperación. El más reciente desarrollo, y con seguridad uno de los más importantes, ha sido la negociación, que está a punto de culminar, para establecer un mecanismo multilateral de evaluación de las políticas de lucha contra el fenómeno de las drogas que permitirá, una vez sea adoptado, en octubre próximo, cambiar radicalmente el esquema con el cual se trabaja internacionalmente y va a tener una gran legitimidad política.

El terrorismo constituye sin lugar a dudas, en un hemisferio por demás pacífico, una amenaza clara a la estabilidad de nuestras instituciones. Es, por esencia, un tema en el cual la cooperación multilateral es de la mayor significancia para poder combatirlo. A la imagen de la CICAD, se ha decidido la creación de un Comité Interamericano contra el Terrorismo que servirá de punto nodal para la cooperación en estas materias.

Quisiera ahora mencionar el que hasta ahora parece ser el efecto más indeseable de la Globalización y, al mismo tiempo, la más grande evidencia de la mayor interdependencia, la volatilidad de los capitales. Su más reciente expresión la hemos visto a partir de la manera como la crisis de Rusia y más recientemente la de Asia se esparcieron a las economías latinoamericanas poniendo en peligro lo que hemos logrado en la última década en estabilidad y crecimiento. El efecto contagio, la rapidez con la que se expande la desconfianza y con la que las corrientes de capital abandonan los países ante cualquier desajuste en las variables económicas, sean fiscales o cambiarias, constituye una grave amenaza a lo que hemos conseguido con sacrificios, coraje y decisión.

Algunos dicen que se ha puesto a prueba la solidez de nuestros fundamentos económicos, o que falta información o transparencia, o que hay demasiada lentitud o demasiado gradualismo en los ajustes. Afortunadamente de cada crisis hemos salido fortalecidos, mejor preparados, con mejores instrumentos, con instituciones más sólidas. También podemos decir de manera inequívoca que nuestras autoridades han reaccionado con excepcional prontitud y firmeza, y han puesto todo su capital político en la mesa para defender la bien ganada estabilidad de precios y las bien aprendidas lecciones de la conveniencia de los buenos equilibrios macroeconómicos, superando debates trasnochados, y recuperando en pocos meses el sendero de la estabilidad y el crecimiento. Esperamos avanzar a un sistema financiero internacional menos secreto, más seguro y transparente, uno mejor regulado.

Señor Ministro, estimados participantes,

Como pueden apreciar ustedes el número de temas en los cuales se refleja la progresiva interdependencia de nuestros países es amplio y creciente. La interdependencia seguirá avanzando. Es un fenómeno ineluctable, fruto de factores diversos, tecnológicos, económicos, políticos, sociales y naturales. El proceso que encaramos hacia el futuro nos depara inmensos desafíos y aún mayores posibilidades. Estoy convencido de que no podemos dejar que este proceso avance de manera espontánea, desordenada.

Si así lo hiciéramos, un nuevo sistema surgirá, pero no contará con los balances, los consensos y la confianza requeridos para garantizar que podamos superar los obstáculos, evitar los riesgos y maximizar las oportunidades que la interdependencia trae consigo aparejados. Es la integración bajo marcos jurídicos estables y con adecuados mecanismos para resolver controversias lo que nos permitirá que estos procesos ayuden a crear un mejor entorno para avanzar en el mundo inevitable y certero de la globalizacion.

Esa agenda común que mencioné al inicio, tiene que ser integrada, transformada y resuelta en un proyecto colectivo, sustentado por principios y valores comunes, orientado por sueños e ideales compartidos. El Señor Axworthy, Ministro de Relaciones Exteriores de Canadá, ha presentado y defendido durante los dos últimos años el concepto de la seguridad humana, el cual es un aporte significativo a la discusión y a la definición de ese proyecto articulado, que podríamos llamar la agenda política del hemisferio.

El concepto es realista y visionario, y logra acoplar tres aspectos que de una manera u otra están presentes en cada uno de los temas que he presentado hoy. Estos son la paz, los derechos civiles y el progreso económico y social. Como toda iniciativa ambiciosa y futurista, es hoy objeto de análisis a todo lo ancho del hemisferio.

Quisiera en particular señalar la importancia de la lucha contra la violencia que contiene esta propuesta. Las tasas de homicidio en las Américas son las más elevadas del mundo, y la violencia intrafamiliar continúa creciendo a pesar de la toma de conciencia sobre la necesidad de proteger de manera especial a los niños y las mujeres.

De manera más general, tomar como punto de referencia al ser humano, protegerlo de amenazas violentas y no violentas, garantizar sus derechos políticos y de acceso a la justicia, minimizar los riesgos y actuar solidariamente frente a las dificultades, son los fundamentos de la ética que para el siglo XXI nos propone con acierto el Canciller canadiense. Esos postulados filosóficos y de principio deberán ser adoptados de manera consensual por el conjunto de los Estados del continente. Precisamente por su vocación humanista, no podrán imponerse de manera unilateral. Contrario sensu, si los países se aglutinan a su alrededor, se convertirán en el faro guía del proceso de integración en el que estamos empeñados.

Permítanme decirles, inspirado en el lenguaje de los presidentes norteamericanos, que el estado de ese proceso de integración en el continente es bueno. El anhelo integracionista ha recibido un impulso vertiginoso desde el más alto nivel, con las cumbres presidenciales de las Américas en Miami y en Santiago de Chile que reunieron a 34 Jefes de Estado y de Gobierno. La próxima tendrá lugar en el año 2001 aquí en Canadá. En las dos primeras reuniones se han establecido los mandatos políticos necesarios para crear un conjunto de principios y propuestas que guían la agenda interamericana y un plan de acción que ha puesto en marcha un vasto proceso de integración hemisférico. Estamos seguros que Canadá nos dará un liderazgo excepcional para continuar esta jornada de creación colectiva.

Estimados amigos,

Con la visión de Canadá continuaremos la tarea de rehacer un Sistema Interamericano de Instituciones para que ellas correspondan a los objetivos que nuestros pueblos nos han dibujado: un horizonte de integración, paz y democracia. Pero también de igualdad, justicia y libertad. Uno de solidaridad, crecimiento y prosperidad. Y al mismo tiempo, uno que pueda hacerle frente a los problemas que le restan legitimidad a la democracia como la pobreza, la corrupción, el narcotráfico y el terrorismo.

Muchas gracias.