Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
EN LA ASAMBLEA ANUAL DEL BANCO INTERAMERICANO DE DESARROLLO

27 de marzo de 2000 - New Orleans


Sin duda cuando el Secretario de la OEA se dirige a esta audiencia lo que esperan todos es un poco sus precisiones sobre los desafíos políticos de carácter hemisférico y la manera de enfrentarlos, puesto que estos parecieran estar en aumento y ser cada vez más importantes.

En los últimos quince años hemos sido testigos de un proceso sin precedentes de difusión, consolidación, defensa y profundización de la democracia en los países americanos. Pero también es cierto que este proceso está lejos de ser definitivo y concluyente, que aun tenemos tropiezos y retrocesos, que hay países con instituciones demasiado vulnerables y que todavía hay sistemas con rasgos autoritarios, sin suficiente equilibrio de los poderes y sin suficiente participación ciudadana.

Pero tal vez el punto que más llama la atención es el de la relación de causalidad entre la democracia y las reformas económicas y sociales. El sentido de tal causalidad es cada vez más elusivo a los ojos de muchos ciudadanos. Las reformas fortalecen la democracia?

Más allá de estos comentarios creo que sería difícil comprender los desafíos políticos de hoy sin una rápida ojeada a la década que recién terminó.

Con el correr de la década nos movimos hacia un mundo cada vez más complejo, donde las recetas de lo que entonces se llamó el Consenso de Washington no fueron suficientes. La realidad se fue tornando más compleja y fuimos necesitando cada vez más elementos de análisis para entender los nuevos desarrollos, para incluir las variables no previstas, para analizar los problemas insospechados y hacer frente a los entornos inesperados. Solo tengo que mencionar la volatilidad de los capitales y la propia globalización para tener una idea de los fenómenos que alteraron casi por completo nuestro discurrir en los noventas
Pero tal insuficiencia de las formulas no significa que la mayoría de países todavía no necesite profundizar más algunas de las reformas allí prescritas o que ellas no fueran acertadas. Hoy todos reconocen que no hay política pública que sea substituta de una buena política macroeconómica que resuelva los desbalances fiscales, cambiarios o monetarios.
Desestimar un poco la importancia de las variables políticas o la necesidad de los cambios o mejorías de las instituciones políticas pareció ser un camino errado, como lo fue el creer que el desarrollo estaba determinado solo por variables económicas. A lo largo de la década fueron surgiendo entonces no solo nuevas variables económicas sino significativos escollos políticos tanto para profundizar las reformas como para implantar las nuevas para soportar los embates de la volatilidad y las drásticas caídas del producto que ella trajo.
Algunas de estas políticas que nos llevarían a la prosperidad no eran el punto de llegada, sino apenas el punto de partida, como bien lo ha señalado Moisés Naim. Más allá de la estabilidad o el crecimiento la gente reclama resultados en materia de equidad o en las cifras de desempleo o en el sistema educativo o de lucha contra la pobreza.
Las reformas fueron muy profundas y consiguieron sus objetivos económicos de estabilidad y de crecimiento. Sin embargo, más allá de que sean una precondición en el Hemisferio son muchos los que creen que ellas son las causantes de que tengamos la peor distribución del ingreso del planeta. Sin duda el nuevo modelo tuvo que cargar con nuestras falencias y debilidades centenarias. Y eso no es tan grave si no nos dejamos paralizar el camino de las reformas.
Debemos reconocer que en la mayor parte de los países ha habido un desencanto con la reforma económica y que ha ido generando cierto escepticismo colectivo. Ya no hay optimismo desbordante, ni se habla del "fin de la historia", ni de que el desarrollo seguiría una senda rectilínea. Cada vez quedó mas claro que ya no hay espacio para las sobre-simplificaciones, que no hay atajos, ni caminos cortos, ni milagros ni formulas simples o sencillas.
Pese a esos brotes ningún país ha dado marcha atrás a las reformas económicas. La mayor competencia, el creciente papel del mercado siguen siendo por doquier cambios apreciados pero han perdido el brillo político, la novedad, la fuerza incontrastable que tenían en la primera mitad de la década. Esa especie de fe ciega en el mercado que haría como superfluo al Estado.
Todos queremos defender lo que hemos avanzado en materia de comercio internacional y queremos avanzar hacia la creación del ALCA.
El Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el BID. Ellos están cumpliendo mas allá de una función financiera (que fue muy importante), una académica que nos ha ayudado a navegar en medio de las tempestades de la volatilidad.
Desconocer las realidades políticas puede no solamente poner en riesgo las reformas, sino también, los cimientos mismos de las democracias.
¿Cómo encarar esos desafíos políticos? Qué es lo que entendemos por la preocupación por la política más allá de las consideraciones económicas? ¿Lo primero es que con lo difícil que pudo ser esta década para implantar las reformas económicas el camino por recorrer es mucho más difícil en los cambios institucionales o políticos. Podremos decir, sin mucho exagerar, que heredamos malas políticas, malas instituciones y pocos recursos y un Estado en retroceso, debilitado ideológicamente por la crisis de la deuda y por el implantamiento de las reformas de mercado.

Y nuestras necesidades en el terreno institucional y político van en el sentido totalmente opuesto y demandan ante todo un significativo fortalecimiento del Estado en el cumplimiento de sus responsabilidades sociales. Es necesario asegurar que enfrentemos con éxito la desigualdad y la pobreza, y es imperioso que eliminemos la miseria. Tenemos la misión de fortalecer al Estado en sus funciones de supervisión, regulación y control, en sus funciones educativas y de salud, en la protección de poblaciones vulnerables, en sus funciones de justicia, policía y seguridad. Hay que defender la democracia de muchos de los peligros que la asechan, como la corrupción, el narcotráfico, la criminalidad urbana, el terrorismo.

En comparación con las prescripciones del Consenso de Washington hoy sabemos que estas tareas son más complejas, demandan mas apoyo político y una base social más amplia, sus objetivos son más dispersos o difusos, sus resultados solo se ven en el mediano plazo y son más difíciles de cualificar o cuantificar en su evolución. Y que las debemos adelantar sin que se presente un crecimiento del tamaño del Estado que ahogue la iniciativa privada.

Tenemos que reconocer que difícilmente avanzamos en como hacer que las instituciones del sector publico funcionen bien. Sabemos que las escuelas, los hospitales o los departamentos de policía están desbordados por las demandas ciudadanas o simplemente no funcionan atrapados en problemas sindicales o en sistemas de administración clientelistas, o paternalistas.

Nuestros jueces disponen de precarios instrumentos para defender a los ciudadanos de la arbitrariedad ancestral de la que son víctimas, del dramático crecimiento de la delincuencia urbana o de la necesidad de proteger las inversiones. Los resultados de las Reformas judiciales no han logrado rebasar el deterioro de la Justicia tal vez atribuible a que el Estado ha seguido deteriorándose.

Muchos países, tal vez la mayoría, no saben aun como crear un sistema de salud que de veras llegue a los pobres y que no solamente mejore el uso de los recursos para los estratos medios, sino que preserve algún derecho a la escogencia y que establezca algunos principios de competencia.

Y aun más, todos nuestros países han identificado la educación como una prioridad para mejorar el crecimiento, atenuar la desigualdad y preparar los países para competir internacionalmente. ¿Pero sí sabemos lo suficiente de cómo mejorar la calidad de nuestras políticas e instituciones? ¿Sabemos qué ha ocurrido con las experiencias de descentralización educativa? ¿Sabremos cómo distribuir los recursos en los tres niveles educativos para la educación pública y que estos no se asignen por costos históricos o presiones locales o institucionales? ¿Estaremos claros en la forma de superar los escollos políticos o laborales para reformar la educación publica? ¿Sabremos hasta dónde compensar los problemas originados en la malnutrición, en el nivel educativo de las familias o en el caso de las etnias indígenas?

La primera pregunta que nos tenemos que hacer es si tenemos suficiente conocimiento. Con todo y lo difícil que es hacer generalizaciones yo en verdad creo que no. No tenemos suficiente conocimiento y no hemos dedicado aun los mejores recursos humanos a esta empresa. La banca multilateral y en particular el BID están haciendo un gran esfuerzo en muchas áreas criticas: salud, educación, justicia, en las instituciones para ejecutar política social. Y se están desarrollando acciones puntuales inclusive con nuestra participación en temas como la democracia, los derechos humanos, la lucha contra la corrupción, la preservación de los valores culturales, los derechos de los pueblos indígenas, la igualdad de genero, entre otros.

Pero al mismo tiempo veo que los recursos que se pueden dedicar a estas empresas son muy limitados. Se necesita mucha mas investigación, se necesita un vigoroso intercambio de experiencias, y tenemos que vincular a este esfuerzo a un grupo de americanos mucho más vasto, a nivel de cada nación, para tener alguna posibilidad de ser eficaces en el fortalecimiento de las instituciones políticas y sociales. Y probablemente América Latina necesite hoy los bancos más en su función académica que en su función financiera.

Para terminar quisiera decir que estas tareas van mucho mas allá de los esfuerzos que realizamos en la OEA para defender y fortalecer la democracia, para evitar que resurjan formas de militarismo o autoritarismo o de aquellos por asegurar elecciones limpias, justas y transparentes. Van mucho más lejos de nuestras iniciativas para promover la tolerancia, para aceptar la diversidad, fortalecer la protección de los derechos humanos o para crear un espacio regional con la idea de proteger nuestro entorno natural y avanzar hacia el desarrollo sostenible. O de lo que hacemos para enfrentar la corrupción, las medidas de confianza para mejorar la seguridad hemisférica, la evaluación multilateral de las políticas de drogas y el apoyo que damos a numerosas reuniones ministeriales. Estas son apenas pequeñas acciones muy parciales, muy limitadas en su alcance, en medio de un enorme volumen de tareas que están pendientes.

Tal vez tendríamos que reconocer que es mucho lo que hablamos sobre reforma institucional, o cambio político y muy poco lo que sabemos. A veces se cree que cuando se habla de los desafíos políticos nos referimos a las habilidades de nuestros dirigentes para impulsar las reformas o a los vicios o debilidades de nuestros partidos políticos. Pero fortalecer el estado es mucho más que eso.

Es frecuente oír hablar de la forma de invertir más en capital social o cómo darle un mayor rol a la sociedad civil. Pero de ahí a tener políticas que de verdad sean útiles y tengan un buen impacto hay un gran abismo.

Son las enormes fallas en el cumplimiento por el Estado de sus obligaciones lo que le esta abriendo una enorme brecha a las instituciones democráticas y su credibilidad y legitimidad. En América Latina solo un Estado fuerte, eficaz, prestigioso nos puede asegurar la defensa de nuestra democracia.



Muchas gracias.