Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
EN LA INSTALACIÓN DE LA CUARTA CONFERENCIA MINISTERIAL DE DEFENSA DE LAS AMÉRICAS

17 de octubre de 2000 - Manaus


Es para mí un privilegio estar reunido con Ustedes, acompañando al Presidente Fernando Henrique Cardoso en Manaus para asistir a esta Conferencia de Ministros de la Defensa de las Américas. Gracias al Gobierno de Brasil y al Ministro Magela da Cruz Quintao, por su hospitalidad y por la excelente preparación de esta reunión.

Su ofrecimiento para servir anfitrión a este encuentro de los Ministros de Defensa del Hemisferio es una demostración más del compromiso de su país con los ideales americanos de fomentar la paz, el diálogo, y la cooperación entre los países del Continente y el Caribe. Es prueba también del reconocido papel de liderazgo que el Gobierno del Presidente Cardoso ha asumido en la región.

Los temas de esta Conferencia son de la mayor trascendencia. En efecto, la actualización y revisión de los conceptos de seguridad a la luz de la nueva situación geopolítica mundial y regional, el papel de las medidas de fomento de la confianza y de la seguridad, y la búsqueda de formas de cooperación para afrontar las nuevas amenazas que enfrentan nuestros países, constituyen tres pilares esenciales para edificar un sistema interamericano que garantice a todos paz y seguridad.

La otra razón por la cual este temario me llena de satisfacción es que me permite constatar a qué punto las prioridades identificadas por los Ministros de la Defensa se encuentran en la misma línea de los temas que tratamos en la Organización de los Estados Americanos. Me acompaña hoy el Presidente de la Comisión de Seguridad Hemisférica, el Embajador Marcelo Ostria Trigo, de Bolivia.

En esta intervención quisiera abordar brevemente los tres temas de trabajo desde la perspectiva de lo que hacemos en la OEA para aportar respuestas consensuadas a esos interrogantes.

Para nadie es un secreto que los cambios y transformaciones de los últimos años en el panorama político y estratégico mundial han impuesto la necesidad de revisar las bases que sustentan las relaciones entre los Estados en materia de mantenimiento de la seguridad en el ámbito mundial y regional.

Nuestro Hemisferio ha asumido el fin de la guerra fría y la consolidación de la democracia como la oportunidad histórica para renovar y fortalecer su compromiso y vocación profundos con la paz, construyendo un nuevo paradigma de seguridad. Estos temas han encontrado en la Organización de los Estados Americanos un espacio privilegiado de discusión y negociación franco y constructivo.

Hitos notorios en este proceso han sido las conferencias regionales sobre medidas de fomento de la confianza y la seguridad cumplidas en Santiago de Chile en 1995 y San Salvador, en 1998, así como la creación de la Comisión de Seguridad Hemisférica en 1995 y los mandatos emanados de la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de Santiago.

En 1998 la Cumbre ordenó a la Comisión la tarea de identificar las formas de revitalizar y fortalecer las instituciones del Sistema Interamericano sobre bases conceptuales renovadas y seguir promoviendo la aplicación de medidas de fomento de la confianza. Los Estados miembros han venido trabajando, buscando identificar los elementos necesarios para alcanzar consensos respecto de los valores y principios que inspiren el nuevo sistema, los temas a tratar, y las instituciones e instrumentos pertinentes.

Está a nuestro alcance buscar acuerdos entorno a los valores y principios. Los valores son los que sustentan la identidad americana: la democracia y el respeto al Estado de Derecho. Son ellos los que permiten compatibilizar y armonizar el carácter multidimensional y, a veces en apariencia divergente, de las preocupaciones de seguridad de cada uno de los Estados de la región.

Los principios por su parte se desprenden de la Carta de la OEA: el respeto de la soberanía e integridad territorial, el derecho a la autodeterminación, la igualdad jurídica de los Estados, la no-injerencia en asuntos internos, la solución pacífica de controversias y el rechazo del uso de la fuerza o la amenaza de su uso para resolverlas. A ellos debe agregarse el fundamento de nuestra acción multilateral que es la cooperación.

En este sentido los aspectos ligados a la dimensión militar y estratégica de la seguridad son primordiales. El objetivo debe ser la consolidación de un clima de confianza y respeto que sea el resultado de la credibilidad, la transparencia, y la oportunidad de la información y el conocimiento mutuo respecto de las políticas de defensa, así como sobre el tamaño, dispositivo y equipamiento militares.

Para ello es indispensable seguir avanzando en la consolidación y profundización de las medidas de fomento de la confianza y de la seguridad adoptadas en Santiago y San Salvador, las cuales han venido siendo aplicadas por los países, en los ámbitos binacional, subregional y hemisférico. Hacia el futuro, cada una de ellas debería ser el objeto de esfuerzos detallados para promover y extender su aplicación. La Comisión de Seguridad Hemisférica de la OEA debe continuar su labor y convertirse en un instrumento principal para el intercambio sobre las decisiones de los estados respecto del cumplimiento de las medidas y para la consideración de desarrollos futuros.

Un ejemplo de los beneficios derivados del tratamiento de este tema en el seno de la OEA lo constituye la adopción de la Convención Interamericana sobre Transparencia en las Adquisiciones de Armas Convencionales y de la Convención Interamericana contra la Fabricación y el Tráfico Ilícitos de Armas de Fuego, Municiones, Explosivos y Otros Materiales Relacionados.

La vigorosa aplicación de las medidas de fomento de la confianza y de la seguridad deberá facilitar el paso lógico siguiente, es decir, el inicio de consultas en temas de control y limitación de armamentos, incluyendo el desarme, particularmente de los sistemas de armas de carácter ofensivo. Se entiende que un proceso como éste no se puede llevar a cabo afectando las necesidades que tienen las fuerzas militares de mantener un nivel adecuado de preparación y disciplina de las tropas, conforme a estándares modernos, ni la posibilidad de modernizar y renovar periódicamente parte de sus equipos.

Los temas de la agenda no se limitan a la integridad territorial del conjunto de la región frente a amenazas militares externas. Diversos foros y analistas, gubernamentales y académicos, han señalado factores de riesgo adicionales para la seguridad regional, tales como el narcotráfico, el terrorismo, el tráfico ilegal de armas, el crimen organizado, los desastres naturales, la degradación ambiental, y auún los problemas como la pobreza y la fragilidad de las economías más pequeñas frente a los desafíos de la globalización.

Es claro que frente a las circunstancias específicas de cada país, es difícil argumentar la validez de uno u otro argumento para definir que constituye una amenaza real para la seguridad de una nación. La OEA, como foro de discusión política para la cooperación en el mantenimiento de la paz y la seguridad, el fortalecimiento de la democracia y el desarrollo, debe responder al conjunto de estas preocupaciones. Sin embargo, la solución no se encuentra en decir que los temas políticos, económicos y sociales tienen una dimensión de seguridad y por lo tanto deben ser tratados dentro de la agenda de seguridad internacional.

El desafío no está en la mera elaboración de una lista taxativa de las amenazas a la seguridad, sino en la definición de los espacios y de los instrumentos más idóneos para enfrentarlas. Debemos, en acuerdo con nuestros valores y principios, dotarnos de instituciones y herramientas ágiles y eficientes. La seguridad del conjunto de las sociedades americanas y caribeñas no se obtendrá mediante la construcción de un edificio monolítico que pretenda englobar todos los temas. La región deberá avanzar apoyándose y reconociendo los esquemas y mecanismos binacionales y subregionales por un lado, y afinando los instrumentos temáticos específicos por el otro. El panorama institucional de seguridad en la región hacia el futuro será configurado por un conjunto de instancias especializadas que cooperen y se apoyen mutuamente.

En este sentido, el sistema hemisférico debe ser el complemento y el soporte natural de los esfuerzos y de los sistemas subregionales. Las decisiones políticas expresadas en la declaración del Mercosur, Chile y Bolivia, el Tratado Marco de Seguridad Democrática de Centroamérica, o el Sistema de Seguridad Regional del Caribe conforman bloques concurrentes que deben converger, encontrar apoyo y a su vez sustentar el esquema hemisférico.

En cuanto a los temas de la agenda, debemos tener una aproximación especializada. Creo que en los aspectos más tradicionales de la seguridad, la Comisión de Seguridad Hemisférica es un espacio idóneo para el diálogo, el intercambio y la negociación de instrumentos de cooperación. Pero para que pueda cumplir plenamente su papel, debe recibir insumos, ideas y propuestas de foros técnicos y políticos como estos encuentros ministeriales y otros procesos de diálogo entre altas jerarquías militares.

Por ello creo que los vínculos y la coordinación entre estas Conferencias y la Comisión de Seguridad Hemisférica deben fortalecerse. Algo similar sucede con la Junta Interamericana de Defensa. Su vinculación jurídico-institucional con la Organización debería ver clarificada ya que es fundamental que la Junta y todos los demás elementos del sistema se integren y articulen bajo la dirección política de los gobiernos a través de la Organización, para cumplir con la decisión de los Presidentes de contar con un renovado y fortalecido sistema de seguridad que reúna al conjunto de los países del hemisferio.

Para ciertos temas, específicos, debemos seguir desarrollando herramientas idóneas. Quiero citar tres ejemplos:

Primero, nuestra respuesta colectiva al desafío de las drogas. El narcotráfico puede constituirse en una amenaza real para la estabilidad de las instituciones democráticas, y en algunos casos generar tensiones entre países. Sin embargo, sería un error tratar este flagelo exclusivamente como un tema más de la agenda de seguridad.

En la CICAD hemos venido desarrollando una estrategia conjunta, unos mecanismos de cooperación y asistencia conjuntos, y el paso más reciente, un mecanismo de evaluación y recomendaciones de carácter multilateral. La CICAD ha desarrollado un cuerpo de conocimiento particularmente útil en temas relacionados con el narcotráfico como, el lavado de activos o el tráfico ilícito de armas. Esta experiencia está siendo aprovechada por la Comisión de Seguridad Hemisférica.

Hemos avanzado en un proceso similar con respecto del terrorismo. Es necesario que las autoridades que tienen la responsabilidad y se dedican a combatirlo puedan encontrar un foro para fomentar la cooperación y el intercambio de experiencias. Por ello, los Estados decidieron crear el Comité Interamericano contra el Terrorismo, CICTE, el cual debe actuar en coordinación con la CICAD y con los demás órganos de la OEA.

Los desastres naturales también pueden convertirse en amenazas, tal y como ha sido reconocido en el tratamiento de las amenazas a la seguridad de los pequeños Estados insulares. Pero su tratamiento requiere integrar todas las facetas de esta problemática, desde los esquemas de desarrollo y la reducción de las vulnerabilidades, hasta la atención humanitaria de urgencia y la reconstrucción posterior. Para ello, se creó el Comité Interamericano para la Reducción de Desastres Naturales, en el cual participa, entre otros, la Junta Interamericana de Defensa, y en el cual se debe analizar el importante papel que juegan las Fuerzas Armadas en el auxilio a los damnificados.

Con estos ejemplos quiero subrayar que debemos tener herramientas y mecanismos adaptados a cada tema, reconociendo y aprovechando la sinergia existente entre todos ellos, lo cual debe redundar en un tratamiento más completo e integral de la agenda global de seguridad.

Todos estos foros deben no sólo articularse de manera estrecha entre sí, sino también y sobre todo responder coordinadamente a las decisiones y orientaciones de política que los máximos representantes de los Estados miembros adopten.

De esta manera, reunida en torno a valores y principios comunes, definiendo un sistema y unos instrumentos apropiados, la región estará preparada para responder de manera eficaz y flexible a los desafíos, presentes y futuros, de manera de garantizar la democracia, la paz, la seguridad, y el progreso de todos los pueblos de América.

Señores Ministros de la Defensa,

El proceso iniciado en Williamsburg es de gran importancia. Permite reunir a los responsables de las políticas de Defensa Nacional de todos nuestros países para intercambiar experiencias, fomentar la discusión, analizar la situación global y regional y sobre todo generar confianza mutua y transparencia. Estoy convencido no sólo de su utilidad, sino de su necesidad y de su importancia en el proceso que los Jefes de Estado han iniciado para garantizar la seguridad y la paz en el hemisferio. Permítanme reiterarles hoy, como lo hice en Cartagena, la disposición de la Organización de los Estados Americanos para estrechar sus vínculos con este foro. Les deseo los mejores éxitos en sus trabajos.

Muchas Gracias.