Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
CON MOTIVO DE LA VISITA DEL PRESIDENTE DE GUATEMALA ALFONSO PORTILLO

3 de julio de 2001 - Washington, DC


Señor Presidente, permítame agradecer su visita y darle la bienvenida a la sede de la Organización de los Estados Americanos. Esta Organización sigue de cerca los esfuerzos de su gobierno por consolidar la democracia, por hacer de la sociedad guatemalteca una más justa y más equitativa, por fortalecer la economía y por crear un entorno de prosperidad para todos.

Y en este empeño usted ha encontrado enormes obstáculos. Para comenzarse ha dado la tendencia al recrudecimiento de la violencia desde ambos extremos que no quieren aceptar que Guatemala no puede regresar a su pasado, a la lucha fratricida, a los excesos de violencia, a los tiempos aciagos cuando se hacía justicia por mano propia. No entienden que Guatemala no quiere ni puede revivir los tenebrosos sentimientos de venganza, ni ver de nuevo el mundo a través de los lentes de un enfrentamiento bipolar que ya no existe, de una izquierda o derecha radicales que la historia dejó atrás.

Desde la campaña usted creó grandes expectativas de cambio político, social y económico que despertaron en sus compatriotas una ola de esperanza y fe en que Guatemala estaba ad portas de dar el salto hacia la modernización. Pero grandes han sido las dificultades para realizar esos anhelos. Tal vez nunca esperó que los personeros del pasado iban a pesar tanto en la Guatemala de hoy. Tal vez los enormes desafíos que Latinoamérica ha encontrado en estos tiempos de globalización pesan mucho más en Guatemala que en otros países.

Y ello es así porque Guatemala tiene un estado pequeño y frágil, tal vez el más pequeño de América Latina. En su discurso de posesión usted señaló tener plena conciencia de que su país padecía un gran déficit de Estado en casi todos los campos, pero sobre todo en las áreas de desarrollo social y las regiones pobladas por las comunidades indígenas y por ladinos empobrecidos. Dijo también que además de reconstruir el Estado era necesario construir muchas de sus funciones básicas.

Tenía usted razón. El estado tiene que encarar un gran cúmulo de problemas diversos, desde la pobreza crítica y la marginación de la economía de mercado de segmentos importantes de la población, hasta las tensiones que perduran entre grupos étnicos heterogéneos. Y a ello se suma que el país está saliendo de un largo período de guerra civil que absorbió las energías de todos casi por dos décadas.

No hay la menor duda que cuando sobre nuestro acontecer se van acumulando necesidades y problemas que no encuentran sino muy tenues soluciones la gente va perdiendo la esperanza y el sentido de rumbo.

A los desafíos de naturaleza económica se han ido sumando los que surgen de instituciones democráticas sometidas al severo análisis de los medios de comunicación, de protagonistas de la sociedad civil que juzgan las instituciones guatemaltecas de manera comparada con las de otras latitudes, que reclaman políticas sociales eficaces, servicios públicos de buena calidad, partidos políticos modernos que articulen bien la sociedad, un Congreso que ejerza en forma debida el control político, que contribuya a las tareas de modernización de las estructuras económicas. Todos demandan modernización sin los sobresaltos que los cambios usualmente traen.

Todos a una piden también que Guatemala haga el enorme esfuerzo que representa avanzar hacia una sociedad multilingüe, pluricultural, multiétnica. Todos reclaman mejor infraestructura física, todos piden políticas efectivas para disminuir la desigualdad, todos quieren eficacia en la justicia.

Lo que tenemos sin duda es un cúmulo de necesidades, de aspiraciones, de propósitos. Pero casi nadie se preocupa de dotar al estado guatemalteco de los medios necesarios para acometer la formidable tarea que tiene el país por delante. Y lo grave es que a ello no contribuyen ni sus contradictores, ni sus aliados o coreligionarios Presidente Portillo.

Es por eso que como Secretario General de la OEA he señalado de que el país, sus estamentos económicos y sociales tienen que hacer un alto en el camino, y en torno a la convocatoria de la figura presidencial propiciar unos consensos esenciales para hacer realidad los acuerdos que se derivaron del proceso de paz. Existe allí una extraordinaria agenda que obliga a todos y no sólo al gobierno o al presidente.

Todos, amigos y adversarios, deben aceptar ese llamado. No de otra manera puede el país encarar la multitud de tareas y problemas a superar. Y no se trata de que nadie renuncie al derecho de critica o de libre expresión, ni que abandone una visión critica de la sociedad. Se trata de que todos entiendan que los guatemaltecos tienen derecho a reclamar, a pedir, a exigir que sus derechos sean respetados y que las instituciones funcionen. Pero también tienen --y en particular sus clases dirigentes-- deberes, obligaciones para con el país. Es responsabilidad de todos contribuir, en función de sus posibilidades, a la reducción del déficit de Estado que usted ha señalado.

Sr. Presidente,

Para encarar los retos de la construcción de una Guatemala moderna y democrática, puede usted estar seguro que encontrará siempre en la comunidad hemisférica una mano tendida y dispuesta para unirse a los esfuerzos que su país consienta hacer en ese noble propósito.

La solidaridad interamericana se siente ante todo para defender la democracia. En 1993 los estados de la región actuaron de manera colectiva para prevenir una deriva autoritaria y un quebrantamiento del necesario equilibrio entre los poderes públicos. Esta unidad de criterio y decisión pudo nuevamente palparse hace poco tiempo. En efecto, en marzo de este año su gobierno dio aviso a la comunidad internacional que fuerzas que querían subvertir el orden constitucional estaban propagando rumores infundados y para generar un clima de inestabilidad y caos, que les permitiera avanzar en sus fines inconfesables. El Gobierno tomó las medidas que consideró necesarias dentro del marco de la constitución para devolver la calma a los ciudadanos y así conjurar el peligro de una crisis mayor.

El Consejo Permanente de la OEA se mantuvo atento y adoptó una resolución en la que expresaba su apoyo al gobierno del Presidente Portillo, exhortaba a las distintas instituciones del país a reafirmar su respeto a la constitución, e instruía al Secretario General a mantenerse en contacto su gobierno y a informar sobre cualquier desarrollo que ameritara una reacción de la Organización. En ese caso, la voluntad democrática de los guatemaltecos, la solidaridad de los demás países, y los mecanismos que el sistema interamericano ha dado a la OEA para acudir en defensa de la democracia confluyeron para enviar un mensaje de rechazo a quienes tuviesen la intención de crear zozobra o de subvertir el orden constitucional.

Quisiera por un momento traer a nuestra atención como la OEA ha jugado un rol mportante en el apoyo post conflicto al pais después de la firma del proceso de paz. En respuesta a un pedido del gobierno, la Asamblea General de la OEA aprobó el programa especial de apoyo a Guatemala. El programa busca facilitar la implementación de las reformas democráticas derivadas de los acuerdos de paz, fortalecer la capacidad interna de las instituciones democráticas, fortalecer el desarrollo de prácticas democráticas, difundir los derechos y responsabilidades de los ciudadanos en un régimen democrático y continuar con las tareas de desminado y destrucción de artefactos explosivos.

Señor Presidente,

A pesar de los obstáculos y la adversidad, su pueblo con usted a la cabeza lucha por hacer realidad el ideal de una sociedad democrática, solidaria y tolerante, de un estado eficiente, justo y respetuoso de los derechos de todos. Guatemala ha dado pasos valientes para avanzar hacia las metas que se ha fijado, que no son otras que las metas de todos los pueblos de las Américas.

Es justo reconocer que se han puesto en marcha varios medidas que de manera metódica, coordinada, e inteligente buscan resolver algunos de los problemas más apremiantes.

Guatemala ha entendido que democracia implica la defensa vigorosa de los derechos de las minorías. Su país, señor Presidente, puede sentirse orgulloso el papel que ha ejercido en la defensa de los derechos de los pueblos indígenas. Hace apenas un par de meses casi un centenar de líderes indígenas se reunieron durante varios días con representantes de los Estados miembros para trabajar en la elaboración del proyecto de Declaración Americana sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. El Presidente de ese grupo de trabajo fue el Embajador de Guatemala Ronalth Ochaeta, a quien quiero ofrecer un reconocimiento especial por su destacado liderazgo y su compromiso con la promoción y protección de los derechos humanos, especialmente de los derechos indígenas de nuestro hemisferio.

En el campo de la administración de justicia, Guatemala ha dado algunos pasos hacia un sistema judicial fuerte e imparcial. Quizás los más importantes han sido la creación de una policía de carácter civil y, hace unos días, la condena de los asesinos del obispo Juan Gerardi. A pesar de un ambiente de intimidación y de repetidas amenazas, los jueces lograron lo que hace unos años habría sido imposible. Su compromiso con la verdad y la justicia mostraron a todo el mundo que, aunque precarios, existen mecanismos para castigar a los delincuentes y que nuestros pueblos están dispuestos a grandes sacrificios para poner fin a la impunidad.

En el campo de las relaciones internacionales, Guatemala tomó, junto con su vecino Belice, la valerosa decisión de buscar fórmulas para superar sus diferencias, y para ello decidieron recurrir a los mecanismos que establece la Carta de la OEA para la solución pacífica de controversias. A principios del año pasado, Guatemala y Belice solicitaron al Secretario General que apoyara y asistiera como testigo a las conversaciones de ambos países para resolver su diferendo territorial. A través de dicho proceso, las partes crearon mecanismos para estudiar distintos aspectos del diferendo. Decidieron proseguir con unas reuniones ministeriales encargadas de orientar el proceso y debatir del fondo del diferendo con el apoyo de un Panel de Facilitadores. Crearon una comisión mixta y adoptaron una serie de medidas de fortalecimiento de la confianza, así como mecanismos para su seguimiento y aplicación, como por ejemplo reuniones entre las fuerzas militares de ambos países. Decidieron también unas reglas generales para presentar los argumentos de cada parte al Secretario General y el Panel de Facilitadores.

Esta fase, que va pronto a cumplir un año, ha portado frutos. La creación de la zona de adyacencia y sus reglas de funcionamiento han permitido resolver problemas y disminuir las tensiones, lo cual ha redundado en la reducción significativa de incidentes. Las partes han tenido la oportunidad de elaborar y presentar por escrito y verbalmente sus puntos de vista y concepciones sobre la naturaleza de sus diferencias, lo que contribuye a su tratamiento. Finalmente, dentro de tres semanas, se volverán a reunir aquí en Washington las delegaciones ministeriales de ambos países para escuchar las recomendaciones que el Panel de Facilitadores hará en cuanto a posibles líneas de acción para seguir avanzando en la solución de sus diferencias, heredadas de los tiempos de la colonia. Guatemala y Belice siguen comprometidos en ese empeño y el sistema interamericano reconoce y apoya su determinación.

En este mismo campo de las relaciones internacionales, Guatemala ha apoyado con decisión la lucha de nuestros pueblos contra la corrupción y por garantizar la transparencia en la adquisición de armamento. En efecto, el Congreso de Guatemala ratificó el 30 de Mayo la Convención Interamericana Contra la Corrupción. El Presidente Portillo depositará hoy ante la Secretaría General de la Organización la ratificación de dicha Convención y el instrumento de ratificación de la Convención Interamericana Sobre Transparencia en la Adquisición de Armas.

Señor Presidente,

Guatemala ha recorrido un camino muy largo y doloroso. Con la firma de los acuerdos de paz en 1996, el país inició un proceso de reconstrucción política, económica, y social extremadamente difícil y complejo. Los esfuerzos y sacrificios del pueblo de Guatemala para forjar una democracia fuerte y una economía sólida en las que se respeten especialmente los derechos de las minorías son un ejemplo de la fortaleza de nuestros pueblos, de su valor ante la adversidad, de ese poder creador que nos ha permitido sobrevivir tragedias inmensas sin perder el optimismo, la alegría, o las ganas de seguir trabajando por lo que anhelamos, para no condenar a generaciones futuras a los peligros y a la incertidumbre que a ésta le ha tocado vivir. Es claro que queda aún mucho camino por recorrer. Pero será posible hacerlo si Guatemala logra unirse en ese propósito colectivo bajo su eficaz liderazgo.

Señor Presidente,

Quiero reiterarle que en ese empeño admirable, Guatemala, sus gentes y su gobierno, pueden contar con el apoyo efectivo y solidario de la comunidad americana de naciones.

Muchas gracias.