Contexto


Discurso del Secretario General durante la sesion inaugural de la VIII Cumbre de las Américas

  13 de abril de 2018

*COTEJAR CON TEXTO PRONUNCIADO*


Señor presidente Martin Vizcarra
Señores jefes de Estado y Jefes de Delegación

Américas, nos debe constar a todos que tenemos un problema. Y que lo seguiremos teniendo. La corrupción es una enfermedad hereditaria, autoinmune, de cualquier sistema político donde los seres humanos son sus operadores. No reconoce fronteras de ningún tipo, ya sean ideológicas, de color político, incluso de niveles de fortaleza institucional.

• En años recientes escándalos de corrupción en todo el continente han asomado el problema más a la superficie, dando la impresión que el fenómeno es nuevo, o más pronunciado en contextos democráticos. Esto no puede ser más lejano a la realidad. La enfermedad de la corrupción, que destruye las partes sanas y bien intencionadas de la política, ha sido implacable y omnipresente en la historia, especialmente cuando se ha pretendido ignorar la misma.

• No es debido a la democracia sino gracias a la democracia, que el problema se ventila hoy con mayor franqueza y nos obliga a encararlo.

• Lo que hay que combatir es la enfermedad, no el sistema.

• Cuando juzgamos la corrupción, como se hace hoy en buena parte de nuestros países, el cuadro deja de ser tan pesimista. La intención aquí es ser realista. Se precisa de realismo respecto al problema de la corrupción, para intentar abordarlo. Es necesario partir de una premisa esencial, cuya lógica tomo prestada del premio nobel de literatura John Steinbeck: “No es que la cosa mala gane – nunca ganará – pero es que no muere.” La corrupción no se puede destruir completamente. No hay país en el mundo que tenga corrupción cero. Unos tienen más, otros menos. Pero debemos ganarle. Y debemos ganarle en clave de democracia.

• La primera buena noticia, , es que la estamos enfrentando en todo el continente y se ha demostrado que, aunque la corrupción quizás nunca morirá se la puede acorralar, se pueden lograr los cambios institucionales culturales necesarios y se le puede ganar.

• Para ganarle se necesita entender las causas y nuevas expresiones de la corrupción en democracia, especialmente en democracias jóvenes como las latinoamericanas. Existen todas las razones para necesitar imponernos a la corrupción. Muchos de ellas hacen referencia al argumento ético, que el abuso de poder y la impunidad son inmorales – lo cual es cierto.

• Es obvio, quien ostente un cargo público no debe robar de los impuestos de la gente ni usar influencias para fines personales. Los que buscan el servicio público deben entender de una vez por todas que la política no es una carrera para hacer dinero. Si quieren hacer dinero debemos empujarlos hacia oficios diferentes. Otros han cuantificado el costo económico y costo de la oportunidad de la corrupción, en detrimento claro esta del desarrollo económico y social. También una reflexión acertada.

• Lo que hace a la conexión entre corrupción y derechos humanos, se han analizado al menos dos perspectivas diferentes.

• Por un lado, se estudia si la corrupción en sí, en tanto acción llevada a cabo por funcionarios públicos implica una violación de derechos humanos. Indudablemente y esencialmente lo es, en tanto lesiona los principios básicos de una democracia de igualdad de oportunidades para los ciudadanos. Solo accede a derechos quien puede comprarlos. También colide con el interés público al originarse en la superposición de interés pblico y privado de los responsables.

• Es la segunda perspectiva, que claramente es consecuencia de la primera, la que mas nos preocupa. Esto es, cuando la corrupción llega a extremos de debilitamiento institucional que conllevan a la consolidación de la impunidad.

• Cuando esto ocurre, las garantías del derecho desaparecen por completo. Los derechos se relativizan, haciendo tambalear o desnaturalizando por completo el estado de derecho.

• El espacio de denuncia de la sociedad civil se reduce a una expresión mínima, cuando los contrapesos establecidos en las constituciones para garantizar a los ciudadanos a las ciudadanas y que sirven de límite fundamental a los poderes del Estado o a un Poder del Estado dejan de ser efectivos jurídicamente, dejan de ser también instrumentos válidos para detener la corrupción, o las violaciones de derechos humanos o desastres ambientales.

• Las fuerzas “del orden” pueden avasallar derechos sin motivos con la complicidad de los demás poderes del Estado y se generan las condiciones para las peores aberraciones. Las sociedades más corruptas son también las sociedades del deterioro de los derechos humanos.


• Haré referencia a las razones que considero más relevantes dada la coyuntura regional.

• La corrupción engendra corrupción, y a una velocidad incluso más rápida que a la que la democracia puede defenderse. Este abuso causa inestabilidad política y socava la institucionalidad formal mientras construye una paralela, caracterizada por malas prácticas contagiosas.

• Presidentes que han renunciado, que son enjuiciados y encarcelados, o presionados para actuar y terminan adoptando medidas para disimular y orear la presión, es sólo la parte visible.

• Es muy probable que sostener prácticas de corrupción al más alto nivel implique el apoyo de la estructura detrás y debajo del poder. Además, mandos medios y bajos siguen el ejemplo o forjan el ejemplo sobre el máximo liderazgo respecto a la permisividad de prácticas corruptas. Por eso no es posible el menor margen de tolerancia. Tolerancia cero contra la corrupción
n
• En tanto enfermedad, la corrupción es capaz de permear por completo un sistema político afectándolo desde o hasta la cúpula, hasta las actividades más cotidianas de convivencia social, como puede ser obtener un numero para hacer un trámite burocrático básico.

• Es también preocupante el desmérito del servicio público. Este es un efecto de la ola de escándalos y protestas ciudadana sobre la percepción de las nuevas generaciones. La persistencia de corrupción en la política atrae a personas no adecuadas para cargos públicos, desincentiva, ahuyenta a quienes tienen una genuina vocación de servicio público.

• Entonces, la política se percibe con una connotación negativa, cuyo sinónimo es sucio. Participar implica muchos riesgos, incluyendo la exposición pública, en vivo y constante en las redes sociales; así como la noción políticamente equivocada que para hacer que el gobierno funcione, son necesarios determinados niveles de corrupción. Eso es absolutamente intolerable

• Si queremos liderazgos políticos honestos que sigan profundizando la democracia en lugar de contaminarla, desde ya se necesita seguir sumando victorias contra la corrupción, victorias aún más contundentes, que pongan a la política y al servicio público bajo una luz más positiva. Esto no puede venir gratis y la sociedad no debe otorgarlo gratuitamente nunca.

• Por eso hay que ganárselo, con acción, con resultados, con procesamientos y condenas, con la construcción de instituciones más fuertes. Nuestra misión no puede fracasar en estos aspectos, no tenemos tampoco todo el tiempo del mundo para lograrlo, la lentitud y la mediatización con fines extraños a la lucha contra la corrupción no son aceptables, necesitamos investigadores e investigación, necesitamos compromiso institucional, necesitamos resolver las causas esenciales que permiten que la corrupción sobreviva en el sistema político, necesitamos eliminar las causales de la impunidad.

• Tenemos que entender que debemos hacerlo, que perder el tiempo sean dos días o dos años solo favorece a los corruptos o a la corrupción.

• Parte de eso significó a nuestra contrariedad respecto a cómo funcionaba la Misión de Apoyo contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras, MACCIH, pero la hemos curado en buena parte de su ineficiencia y de sus irregularidades internas; más fuerte ahora enfrenta más problemas, de los que la han atacado injustamente a partir de los cambios y de las condiciones que debe confrontar, pero nada detendrá los resultados que van a venir.

• Es esencial ganarle a la corrupción porque ha alimentado permanentemente los niveles de insatisfacción del ciudadano con la democracia. Es decir, la enfermedad de la corrupción hace que la democracia se debilite y empieza a generar importantes disfuncionalidades.

• La desconfianza con los partidos políticos y la insatisfacción con el sistema se ha acentuado en 2017 según mediciones fidedignas de Latinobarómetro.

• Lo paradójico es que al elevar la desilusión y desencanto con la democracia con base en la bandera anti-corrupción, más las probabilidades del surgimiento de candidaturas mesiánicas, mas se ha abierto el espacio para que populismos demagogos, con poca vocación institucional, lleguen al poder.

• Es irónico: el rechazo ciudadano a la corrupción abre el camino a candidaturas que son igual o peor que lo que se rechaza inicialmente, que se levantan de manera demagógica, como si la lucha contra la corrupción fuera una lucha contra la democracia.

• No hay recetas mágicas, pero desde la política debemos defender los derechos de los ciudadanos porque es la manera más eficiente de atacar el problema.

Aunque es difícil arribar a una lista de soluciones específicas, es factible acordar una meta y hoja de ruta común que enmarque nuestras acciones. Es necesaria nuestra cooperación y es necesaria nuestra solidaridad internacional, es necesario avanzar en el esquema y propuesta que ha trazado la Declaración de Lima
• No podemos aceptar la corrupción promoviendo soluciones anti-democráticas, la aplicación de un modelos mesiánicos, lejos del escrutinio y los derechos de la gente, esquemas que solamente terminan favoreciendo la impunidad de las autoridades y desestructurando las variables de independencia de la justicia. La justicia obviamente debe combatir la impunidad, pero la justicia tampoco significa linchamiento.


• Los sistemas donde se pretende que no pasa nada, hacen como si la corrupción es un mal ajeno, la misma nunca es juzgada y se declara la misma prácticamente inexistente, ello ha pasado durante la mayor parte de operación de Odebrecht y PDVSA, así como lo que documentan los llamados Panamá y Paradise papers.

• Si bien se van generando reacciones y condenas, la tentación de ceder a la impunidad en pos de una supuesta “gobernabilidad” o preservación del sistema, ha prevalecido en varias ocasiones. Eso pasa cuando la lucha contra la corrupción se transforma en un elemento decorativo que sirve para asegurar gobernabilidad y no para asegurar justicia, eso pasa cuando los actores de la lucha contra la corrupción se transforman en actores mediáticos o pasan a formar parte del mismo foro político.

• Los instrumentos o misiones para luchar contra la corrupción no pueden ser decorativos, deben ser eficientes, no deben perder tiempo, deben ser absolutamente apegados a metodologías científicas de investigación.

• Pedimos se refuercen los instrumentos de lucha contra la corrupción como se han fortalecidos los instrumentos de defensa de derechos humanos en el sistema interamericano. Es necesario que MESICIC tenga recursos suficientes para hacer mejores misiones, para un más efectivo seguimiento de las recomendaciones que formula, para que las mismas sean implementadas y llevadas a la práctica y no se transformen en meros ejercicios burocráticos o repetitivos.

• En realidad, respecto a la corrupción, solamente tenemos una opción: enfrentarla y lucharla llevar la luchas hasta el final.
• Luchar siempre parece más difícil. Pero luchar es lo que debemos hacer. De forma gradual debemos de hacer esta transición, dentro de nuestras sociedades y de la democracia misma, donde convirtamos cada caso de altos niveles de corrupción y alta impunidad, hacia el fin de la impunidad y la certeza de la justicia.

• Cada ciudadano/ciudadana, cada educador, cada persona, cualquiera sea su edad es responsable de lograr un cambio cultural indispensable. En esta ruta definitivamente no solo somos partícipes los líderes, los políticos, los diplomáticos. En esta todos, todas tenemos un rol que cumplir. La responsabilidad compartida es el costo que pagamos por la libertad y la democracia.

• Cada paso en la lucha contra la corrupción importa.


• El antídoto definitivo contra la corrupción es el que impregna los valores y principios de nuestra comunidad hemisférica: democracia, derechos humanos, garantías fundamentales libertades fundamentales.

• Para no fallar debemos concentrar nuestros esfuerzos en estos tres bastiones consustanciales a nuestra colectividad hemisférica.

• Honrar el acumulado histórico de nuestros predecesores implica trabajar cada día para tener países más democráticos, donde la promoción y protección de los derechos humanos sea la prioridad y las libertades la regla, porque eso nos acerca a soluciones en el tema de la corrupción.

• Anclar nuestros principios con fuerza en dichos valores y proyectar un hemisferio próspero.

• Vale siempre recordar que el corrupto y el opresor son parientes cercanos.

• El opresor que desnaturaliza los derechos de su pueblo para transformarlos en riqueza e impunidad personal navega con toda comodidad en las aguas de la corrupción.

• Y a su vez, el corrupto oportunista no encuentra mejor ambiente para florecer que el de las dictaduras o el de la debilidad del Estado de Derecho.

• Debemos demostrar que los derechos humanos deben ser protegidos siempre y en todo caso porque es la mejor de asegurar esta lucha efectiva contra la corrupción. Un ejemplo extremo del más ruin desprecio por los derechos humanos del que son capaces las dictaduras es el ataque con armas químicas del gobierno sirio contra su propia población. Ante esos crímenes de lesa humanidad no podemos permanecer callados. Debemos que tomar acción.


• Nuestros antecesores fueron sabios al forjar el herramental jurídico y político de nuestra comunidad hemisférica; debemos ser consecuentes con ellos, debemos resolver los temas fundamentales porque eso significa avanzar para librarse de la corrupción.

• Y es existencial, y consustancial a nuestros valores, recuperar la democracia para los ciudadanos de todo del Hemisferio, aun aquellos que hoy viven por fuera del Estado de Derecho y las libertades.

• Debemos tener presente en nuestra cabeza y en nuestra alma a los presos políticos, a los familiares de las víctimas de la represión, a los que padecen hambre y enfermedad, a los que no pueden votar ni expresarse libres del miedo, nos están mirando, nos están escuchando. Mirar para otro lado al respecto también es corrupción.


• A todos los que alguna vez padecieron una dictadura y a todos los demás que no merecen padecerla nunca.

• Ante ellos debemos rendir cuentas cada día.

• Sabiendo que nuestra deuda como líderes no estará saldada hasta tener un Hemisferio próspero, seguro, sin corrupción y con 35 naciones libres, respetuosas de los derechos humanos y viviendo en democracia.

Gracias

Referencia: D-012/18