Discursos y otros documentos del Secretario General

UNA VOZ REVITALIZADA PARA LAS AMÉRICAS

25 de enero de 2016 - Washington DC

Por Jackson Diehl Editor Alterno Página Editorial de “The Washington Post”

Durante años el gobierno populista autoritario de Venezuela ha manipulado groseramente las elecciones y se ha salido con la suya. Así que imagínense la sorpresa en Caracas en noviembre, pocas semanas antes de la votación para elegir a la nueva Asamblea Nacional, cuando una carta de 18 páginas llegó proveniente de uno de los diplomáticos de alto nivel del hemisferio que, en detalle minucioso y mordaz, denunciaba el intento del régimen por mantener su mayoría legislativa por medio de una estafa.

No, el autor no era el Secretario de Estado John F. Kerry, quien ha cortejado asiduamente a los Castros de Cuba mientras ignoraba el régimen fundado por el fallecido Hugo Chávez. Fue Luis Almagro, un ministro de Asuntos Exteriores de izquierda antes poco conocido, proveniente del diminuto país sudamericano de Uruguay. Desde mayo, Almagro es Secretario General de una institución generalmente considerada como moribunda: la Organización de los Estados Americanos. Gracias a él, se está convirtiendo rápidamente en relevante otra vez.

La simple estrategia de Almagro ha sido la de hacer lo que ninguna otro figura de alto nivel en el hemisferio occidental -estadounidenses incluidos- ha hecho en las últimas dos décadas: denunciar públicamente las violaciones de los derechos humanos y de la práctica democrática allá donde y cuando ocurran en el hemisferio, en detalle y sin consideración por la sutileza diplomática. Su ambición, me dijo en una entrevista la semana pasada, es "dejar esta posición con un registro limpio -que si alguna vez hubo una violación de los derechos humanos o la democracia no estaba funcionando, yo no me callé”.

Es un astuto enfoque para revivir a la OEA, un grupo de 35 estados miembros que fue fundada en 1948 con el fin de defender la democracia contra el comunismo. Medio siglo después, la alianza parecía destinada a ganar un segundo aire cuando, el 11 de septiembre de 2001, adoptó un tratado que obliga a sus miembros a mantener las instituciones democráticas y que vincula a la acción colectiva contra los infractores. Pero mientras Estados Unidos, que había sido una fuerza impulsora detrás del grupo, puso su atención en las guerras de Medio Oriente, Chávez y otros populistas autocráticos impidieron a la OEA actuar al tiempo que creaban nuevas agrupaciones regionales que excluyen a Washington.

La llegada de Almagro como Secretario General coincide con un cambio de la dirección regional. Venezuela está padeciendo una crisis económica que amenaza con convertir a un país de 30 millones de personas en un Estado fallido. Argentina acaba de elegir a un Presidente de centro-derecha sobre los populistas peronistas. Demagogos nacionalistas se están hundiendo en América Latina con la misma velocidad con la que están surgiendo en Estados Unidos y Europa.

En ese contexto, la cruzada de Almagro toca una fibra sensible, igual que su enfoque sobre los abusos largamente ignorados en Venezuela. Su misiva antes de las elecciones -aderezada con citas de estadistas uruguayos y Bob Marley- detalló la monopolización de los medios de comunicación por parte del gobierno, el injusto encarcelamiento de los líderes de la oposición y la violenta represión del derecho a la libre asamblea, así como trucos de sucios previos a las elecciones.

El gobierno de Nicolás Maduro terminó perdiendo por goleada. Respondió llenando posiciones en el Tribunal Supremo para luego usarlo para privar a la oposición de una mayoría legislativa de dos terceras partes que potencialmente podría cambiar las reglas del juego. Eso llevó a otra carta pública de Almagro. "Durante estas elecciones y al principio de la sesión parlamentaria", escribió el 12 de enero,
“hemos visto la utilización del poder público para silenciar y acosar a la oposición, la violación de los frenos y contrapesos propios de la separación e independencia de los poderes, el nombramiento oportunista de miembros del poder judicial, la injerencia en distintos poderes del Estado, todo esto constituye lo que la doctrina conoce como erosión de la democracia”.

Como era de esperar, Almagro ha sufrido una lluvia de insultos por parte de los Chavistas. Sin embargo, sus denuncias parecen haber tenido efecto. Empujado por los militares, el gobierno reconoció los resultados de las elecciones; en los últimos 10 días, dejando de lado las amenazas para ignorar o suprimir la Asamblea Nacional, ha comenzado hablando sigilosamente con sus nuevos líderes. “Hemos ayudado a crear un marco ético", me dijo Almagro. Los (Chavistas) siempre habían logrado salir impunes de estos movimientos que fueron haciendo y nadie salió a denunciarlos. Dejamos en claro que tenían unos ojos puestos en ellos y que no había posibilidad de que pudieran tomar acciones que no serían denunciadas”.

El gobierno no ha abandonado su intento de despojar a la oposición de su mayoría absoluta, pero Almagro asegura que es positivo el diálogo frágil abierto. "Hubo un pragmatismo que es muy bienvenido”, dijo. "Tendrán que recorrer un largo camino, y ése fue un paso. Pero hay soluciones que Venezuela necesita que sólo pueden lograrse a través del trabajo conjunto del gobierno y de la oposición”.

El uruguayo no se ha limitado a apuntar a los Chavistas. También ha intervenido en la crisis electoral de Haití, un escándalo de corrupción en Guatemala y una disputa fronteriza entre Colombia y Venezuela. En cada caso, dice, se le aconsejó guardar silencio diplomático, un consejo a menudo inoculado a la administración de Obama por los gobiernos de América Latina.

Almagro lo rechaza. "Cuando te piden que te calles, no debes prestar atención", dijo. "Yo no prestaré atención”.