Saludo al Presidente del Consejo Permanente, Embajador Lynn Raymond Young, Representante Permanente de Belize, a quien agradezco la convocatoria de este espacio; a la Ministra de la Mujer de República Dominicana; a la República de Chile que preside el MESECVI; a la Ministra de la Condición de la Mujer de la República de Costa Rica; a la Presidenta del Comité de Expertas del MESECVI, a la Comisionada de la CIDH; a Estados Parte y Observadores, a la Secretaria Ejecutiva de la CIM, a la Secretaria Técnica del MESECVI, a las distinguidas panelistas Sra. Tavárez Mirabal y Sra. Claramunt, y a todo el equipo que trabaja para erradicar la violencia contra las mujeres.
La violencia contra las mujeres es omnipresente. Allí donde las mujeres y las niñas concurren y participan, se manifiestan las distintas formas de violencia contra ellas.
La prevención, atención y sanción de la violencia contra las mujeres y las niñas es uno de los principales desafíos que enfrentan nuestras sociedades. Este tipo de violencia se ha convertido en la violación a los derechos humanos más sistemática e invisibilizada en el mundo. Esto es especialmente grave porque impide lograr un desarrollo personal, familiar y social integral a más del 50% de la población del hemisferio.
Desde la OEA, de la mano de la CIM, hace 30 años hicimos historia: logramos la adopción de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, la Convención de Belém do Pará, el tratado internacional más importante en la materia que cambió todos los paradigmas jurídicos, y marcó la ruta de la debida diligencia para una vida libre de violencia para todas las mujeres y las niñas en la región.
Sin embargo, a pesar de los avances alcanzados, la realidad da cuenta de que una de cada tres mujeres es víctima de violencia a lo largo de su vida. Es dramático cuando nos enfrentamos a datos como, por ejemplo, que el lugar más peligroso para las mujeres y las niñas en nuestro continente es su propio hogar.
Pero lo cierto es que esta violencia se da en todos los espacios en los que nos desarrollamos: las escuelas, el espacio público, la política y el mundo cibernético, que se ha convertido en el lugar donde desarrollamos gran parte de nuestras interacciones sociales. Las formas de violencia contemporánea que se producen en los entornos digitales y tecnológicos son una extensión de ese continuo de violencia contra las mujeres y las niñas de esta región.
En su máxima expresión, esta violencia puede culminar en feminicidios, los cuales tienen una tendencia al alza en prácticamente toda la región. Las acciones para prevenirlos no han sido suficientes y los altísimos niveles de impunidad den este tipo de casos mandan un mensaje de permisibilidad por parte del Estado y de la sociedad. La falta de justicia genera la perpetuación de estos terribles crímenes, y no es admisible en una sociedad democrática.
No podemos seguir perpetuando la discriminación estructural que deja a las mujeres y a las niñas en situaciones de desventaja y de vulnerabilidad. Como lo he venido diciendo en los últimos años, el derecho de las mujeres y las niñas a una vida libre de violencia debe ser admitido como una norma de ius cogens que nulifique cualquier acción que contravenga su más alto propósito y que accione a todos los órganos de los Estados y a los actores relevantes de la sociedad para cumplir con este mandato sin dilación y de manera eficiente.
El trabajo de la Secretaría Ejecutiva de la CIM, y de la Secretaría Técnica del MESECVI, que acaba de cumplir sus 20 años el pasado mes de octubre, sigue siendo pionero y nos advierte ahora sobre la persistencia de los viejos patrones de violencia y sobre los patrones emergentes. Debemos seguir trabajando para que estos no se sigan perpetuando.
En el marco de la conmemoración por el Día Internacional de la Violencia contra las Mujeres, quiero renovar el compromiso de la OEA y de mi persona, para brindar apoyo y acompañamiento a la lucha contra todas las formas de violencia contra todas las mujeres, independientemente de su edad, estatus migratorio, raza, etnia, orientación sexual, discapacidad, o creencia religiosa. Quiero hacer también un llamado para que todos los Estados miembros de la OEA avancen en la implementación de la Convención de Belém do Pará y apoyen a su Mecanismo de Seguimiento, teniendo como referente la esencia de su espíritu.
Este compromiso es por la transformación de las visiones patriarcales que oprimen a las mujeres día a día y que las convierten en ciudadanas de segunda categoría al no poder disfrutar de sus derechos en igualdad de circunstancias. Que no sigan muriendo las mujeres y las niñas por falta de protección de sus derechos.
Muchas gracias