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Apéndice B. Evaluación de los impactos ambientales seleccionados

A pesar de la relativamente breve historia que rodea a la evaluación de los impactos ambientales, existe un consenso sobre la necesidad de obtener un mínimo de información relacionada con los recursos naturales, como por ejemplo:

a) identificación de los impactos;
b) predicciones;
c) interpretación;
d) determinaciones y preferencias basadas en evaluaciones de impactos alternativos, y
e) comunicaciones (Munn, 1975). Sin embargo, casi todos los planes han probado ser menos que satisfactorios en el acopio de datos, en la interpretación, y en el despliegue de la información requerida.

Los métodos de evaluación se han centrado sobre una de las cuatro estrategias generales:

a) listados temáticos para verificación;
b) matrices;
c) sistemas de distribución, y
d) sobrepuestas de mapas. En cada una de estas estrategias el foco del método se centra en la identificación de los impactos ambientales. La ponderación de los valores relativos de estos impactos ha recibido solamente un énfasis secundario.

El listado temático que es común a muchos de los métodos hace uso de un catálogo de impactos que podrían esperarse de actividades diferentes. Esto puede ser valioso por sí mismo, pero dice muy poco acerca del alcance o de la importancia relativa del impacto.

Un ejemplo del listado temático es el desarrollado por Batelle (ver Dee, et al 1973), que divide los impactos potenciales en cuatro categorías principales:

a) ecología;
b) contaminación ambiental;
c) estética, y
d) interés humano. Estas se dividen a su vez en 18 componentes y 78 parámetros. Si bien el método hace hincapié en el impacto cuantitativo, la metodología para ponderar los varios parámetros de los impactos y convertirlos a una base común (unidades de calidad ambiental) mediante gráficos específicos y funciones de valores es un tanto incontrolable. Otras metodologías relacionadas con las listas de nombres incluyen la de Adkins y Burke (1971) para la evaluación de los impactos de orden social, económico y ambiental de la construcción de carreteras, y la "Metodología Georgia", que incorpora 56 componentes ambientales específicos para la evaluación de alternativas de proyectos de carreteras (Instituto de Ecología, 1971).

Las matrices combinan una lista de posibles impactos con diferentes actividades de proyectos que podrían estar asociados con tales consecuencias. La intención es ser más explícito para discernir las acciones específicas que harán impacto sobre características ambientales determinadas. Va más allá de un simple listado para tratar por lo menos en forma inicial con las relaciones de causa y efecto.

El hoy enfoque clásico de Leopold et al (1971) utiliza el enfoque matriz para identificar 100 actividades de proyectos y 88 características ambientales o condiciones que podrían recibir el impacto. Como Leopold lo ha presentado, se hace hincapié en los impactos ecológicos y físico-químicos en vista de que los impactos sociales y económicos, así como los impactos secundarios no son evaluados.

Las propuestas de los sistemas de distribución intentan tratar enteramente con las relaciones de causa y efecto. Al igual que en otros métodos, los impactos son puestos en una lista, pero las indicaciones de cómo se logran son presentadas por medio de diagramas de flujo. Sorensen (1971) y Sorensen y Pepper (1973) utilizan ejemplos de este enfoque. Las ventajas estriban en sus capacidades para trazar las sendas que permitirán identificar tanto los impactos primarios como los secundarios.

Las sobrepuestas de mapas tratan de encontrar áreas con menos conflictos entre los usos de recursos y los valores ambientalmente importantes. Esto se consigue sobreponiendo distintos mapas que muestran diversas características ambientales, tales como tipos de vegetación, cursos de agua, sitios culturales e históricos, y habitat para la vida silvestre. Uno de los pioneros en el desarrollo de este enfoque fue McHarg (1968, 1969). Su ventaja es que puede ser utilizado como un método de primera clase para identificar alternativas de sitios para proyectos a fin de efectuar posteriormente análisis más detallados de los impactos. Sin embargo, resulta difícil establecer la importancia relativa de las interrelaciones entre los usos de los recursos.

En todos estos métodos, uno de los mayores problemas es saber cómo asignar valores de significación para pronosticar cambios; las cosas deben ser consideradas con mayor o menor importancia de acuerdo con alguna escala, y esto, casi por definición, habrá de variar según el individuo que haga la evaluación. Esto, a su vez, crea problemas de comparabilidad y reproducibilidad entre las alternativas y quizá dentro de ellas. De igual manera, los impactos serán expresados normalmente en una variedad de unidades de medida, pero alcanzar un numerario común resulta un verdadero problema. En consecuen- cia, los índices resultantes son inherentemente arbitrarios debido a que dependen en gran medida de la ponderación subjetiva utilizada. También hay desventajas al sustituir un solo número por un ordenamiento de información que podría resolver los conflictos más provechosamente (Lord y Warner, 1973). Es muy obvio también que los actuales procedimientos y métodos no son adecuados para dar un balance justo de los valores económicos, técnicos y ambientales en la planificación de proyectos, ni tampoco ejercen una influencia apropiada a través del proceso de planificación. Es evidente también que los procedimientos actuales pueden ser muy pesados y onerosos, que se provee un enfoque muy poco claro para el acopio de datos, y que a menudo se da sólo un criterio muy vago para comparación y ponderación. Si bien los métodos están aún evolucionando, parece que ahora, al contrario de lo que ocurre con muchos de los trabajos que se hacen en el área, la investigación en estos momentos no debería estar dirigida simplemente a encontrar una lista más larga de los tipos de impactos que pueden hallarse como resultado de la iniciación de un proyecto, aunque esa lista sea más complicada e ingeniosa. Una lista de confrontación por si misma no es suficiente para hacer otra cosa que proveer la enumeración de impactos estimulando simplemente el listado de la pronosticada definición de los recursos ambientales. Si bien el primer paso es útil, no hace nada para asegurar que tales enumeraciones se toman en cuenta explícitamente en la evaluación de la deseabilidad de un proyecto, e infortunadamente da lugar muy a menudo a una virtual oscuridad.

A pesar de estos problemas, la experiencia ha indicado que los valores ambientales reciben atención más apropiada y explícita cuando se hace una evaluación del impacto ambiental.

De esta breve revisión de los métodos de evaluación del impacto ambiental pueden obtenerse varias conclusiones sobre la metodología, entre las que se cuentan características útiles y características problemáticas.

Las características útiles son:

- Los métodos pueden discriminar las mínimas necesidades de información.

- Proporcionan listas muy amplias de las clases de impactos y consecuencias potenciales.

- Pueden producir la reacción y articulación de valores de las partes más afectadas, incluyendo al público.

Las características problemáticas son:

- Suponen la existencia de una buena base de datos, esto es, no hacen sugerencias al acopio de datos o a los métodos de levantamientos de campo.

- Suponen que la acción propuesta no toma en consideración los impactos ambientales en forma adecuada.

- No desarrollan información para usarla en los análisis económicos.

- Hacen una distinción artificial entre los costos socioeconómicos y los beneficios y cambios en las condiciones ambientales.

- No muestran eslabonamientos en forma adecuada.

Resulta obvio que los varios métodos que hay en existencia deben ser estrechamente analizados y adaptados si van a ser utilizados eficazmente en cualquier parte del mundo. También, y lo que es quizás lo más importante, resulta claro que el concepto de la evaluación del impacto, como se practica actualmente, no está totalmente apto para su adaptación en las etapas iniciales de la planificación de cuencas hidrográficas.

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