INTERVENCION DEL MINISTRO DE RELACIONES EXTERIORES DE ECUADOR EN EL DIALOGO DE CANCILLERES

XXXII PERIODO ORDINARIO DE SESIONES DE LA ASAMBLEA GENERAL DE LA OEA

BRIDGETOWN, BARBADOS

 

LUCHA CONTRA EL TERRORISMO

 

Un año antes de los trágicos acontecimientos del 11 de septiembre, la Misión del Ecuador ante el Consejo Permanente de la Organización expresó, en una reunión especial de la Comisión de Seguridad Hemisférica, que nuestro Gobierno no compartía el optimismo de quienes consideraban que con la conclusión de la llamada “Guerra Fría”, habían desaparecido las “antiguas amenazas” contra la seguridad regional, porque más bien, persistiendo aquellas debido a la incambiable naturaleza del hombre, habían surgido otras igualmente nefastas para la seguridad de los pueblos y los estados, como el narcotráfico, el terrorismo y el fanatismo religioso, por lo que nuestro hemisferio seguía siendo “tan vulnerable como antes y tan dependiente como siempre de su propia capacidad de defensa, sustentada en las relaciones de solidaridad de todos los países que lo integran”.

 

En las dramáticas circunstancias en las que se realizó, pocas horas después de consumados los monstruosos atentados en las ciudades de New York y Washington, la sesión de clausura de la Asamblea Extraordinaria reunida en Lima para aprobar la Carta Democrática Interamericana, manifesté mi firme rechazo al crimen terrorista y anticipé la decisión del Gobierno ecuatoriano de “respaldar solidariamente todas las acciones que decidiera emprender el Gobierno del país afectado, en uso de su legítimo derecho a la defensa y con el propósito de erradicar la amenaza del terrorismo que constituye una verdadera afrenta para la humanidad”

 

Al intervenir en la XXIII Reunión de Consulta de Cancilleres celebrada en la ciudad de Washington por iniciativa del ilustrado Gobierno de México, para adoptar las medidas conducentes a la aprobación de un compromiso hemisférico contra el terrorismo, luego de reafirmar nuestra condena a este “hecho delictivo que afecta con impacto deletéreo la dignidad del ser humano” y de renovar nuestra solidaridad en la defensa del Estado Miembro “en cuyo territorio se había perpetrado un atentado cuya horrenda magnitud había estremecido a la humanidad entera”, reiteré que el Gobierno del Ecuador comprometía “su más irrestricta colaboración en todos los ámbitos de la acción administrativa policial y política” para enfrentar y erradicar el terrorismo de nuestra América, y añadí que, a este efecto, consideraba indispensable que la OEA, con la urgencia del caso, diera inicio a las labores preparatorias de una Convención Interamericana que estableciera los compromisos, los mecanismos, y modalidades de acción apropiados, para que esa lucha común tuviera la contundencia y eficacia necesarias.

 

En la misma fecha, en el seno de la XXIV Reunión de Consulta de los Cancilleres de los Estados Parte del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, convocada por el Ilustrado Gobierno de Brasil, expresé que, sin perjuicio de emprender en la tarea de crear el instrumento interamericano indicado, en vista de que los ataques terrroristas perpetrados en el territorio de los Estados Unidos de América eran actos de agresión y amenaza permanente a la paz y seguridad del hemisferio, la invocación del TIAR, que habíamos tenido el honor de copatrocinar, era legítima y procedente, “pues el terrorismo transgrede los valores más preciados del convivir civilizado, atenta contra la paz y la seguridad de las Américas y la inviolabilidad y la soberanía de nuestros territorios, valores jurídicos éstos contemplados en el Tratado de Rio de Janeiro”.

 

Con estos antecedentes, reafirmo este momento el convencimiento del Gobierno del Ecuador de que esta no es hora ni para dilaciones ni para las especulaciones sino para la acción, y que el combate al terrorismo tiene que darse en la escala universal en que el fenómeno se genera y se presenta y con la decisión y frontalidad que demanda su terrible magnitud y la gravedad de sus implicaciones. Por lo mismo, hemos brindado nuestro apoyo irrestricto a las labores del Comité Interamericano contra el Terrorismo (CICTE) y ejecutado de buena fe y con el máximo interés, todas las sugerencias y decisions aprobadas en el mismo. De igual manera, hemos participado en el complejo y laborioso proceso de elaboración del proyecto de la Convención Interamericana que nos disponemos a rubricar en esta Asamblea; y, por supuesto, hemos respaldado, en el ámbito de las Naciones Unidas, todas las acciones de cumplimiento obligatorio derivadas de la Resolución 1373 del Consejo de Seguridad.

 

Con este convencimiento y en armonía con estos propósitos, decidimos, hace tres años, facilitar la utilización de la Base Aérea de Manta al Gobierno de los Estados Unidos de América, para la instalación de un sistema de monitoreo y control de las actividades del narcotráfico, y ello ha permitido la incautación y destrucción de varios centenares de millones de dólares de drogas ilícitas que, de otro modo, habrían incrementado el financiamiento de las actividades delictivas del terrorismo internacional que es engendro del narcotráfico en el mundo. Este resultado justifica los grandes sacrificios políticos que ha realizado mi Gobierno para enfrentar a los sectores interesados en impedir la utilización de esta Base Aérea y los altos riesgos de expansion del conflicto interno de la hermana República de Colombia hacia nuestro territorio y nuestra gente.

 

Naturalmente, consideramos que todos los países que forman la comunidad internacional y, en especial, la de nuestro hemisferio, deben comprometerse a esta histórica tarea en acatamiento al Derecho Internacional y a sus principios rectores. Ningún combate contra el terrorismo podrá ser legítimo y podrá justificarse fuera de estos parámetros de conducta de los Estados en sus relaciones recíprocas. En tal contexto, esa lucha es un imperativo moral, una obligación jurídica y un vital motivo de supervivencia en función de la paz, de la seguridad, de la democracia y, por supuesto, del desarrollo.

 

Es  asimismo necesario tener en cuenta que, la capacidad operativa y el nivel de eficacia con que cada uno de los Estados participe en la tarea común, será tan asimétrica como es, lamentablemente, la disponibilidad de recursos. Es obvio admitir que la sola voluntad política y la firmeza de las convicciones no basta para resolver problemas politicos, técnicos y logíticos de muy compleja naturaleza. Por lo mismo, en lugar de poner énfasis en evaluaciones prematuras e infundadas sobre el cumplimiento de los compromisos que hemos contraído, la cooperación efectiva de quienes más pueden debe ser proporcional a sus posibilidades y requerimientos puesto que, de no ser así, el riesgo de fracasar en nuestro empeño se volverá inevitable.

 

Es sobre la base de estos antecedentes y estas realidades que mi país suscribirá la Convención Interamericana contra el Terrorismo, no sin dejar constancia de que el Ecuador deplora que los Estados Miembros de la OEA no hayamos podido llegar a un consenso para tipificar explícitamente este delito y caracterizarlo como un crimen internacional de lesa humanidad, así como, para aprobar un texto que definiera de modo más inequívoco, nuestra actitud frente a los perpetradores del mismo.

 

Formulo votos, sin embargo, para que dicha Convención aúne nuestros esfuerzos y nuestra voluntad política para dirigirnos con el pensamiento y con la acción en la única dirección que cabe frente al terrorismo, que es la de prevenirlo, combatirlo y eliminarlo, siempre en la búsqueda de un mundo menos pobre y más seguro, en el que impere la grandeza de la condición humana, individual y colectiva.

Bridgetown, 3 de junio de 2002