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DISCURSOS

Versión oficial del discurso del señor Ministro de Relaciones Exteriores del Ecuador, Doctor Heinz Moeller Freile

Señor Presidente,

Los distinguidos colegas que me han antecedido en el uso de la palabra han abundado en acertadas descripciones del episodio de horror acaecido en 11 de septiembre en las ciudades de New York y Washington de los Estados Unidos de América, lo mismo que de sus trágicas y siniestras consecuencias, que afectarán sin duda a todos los países y pueblos del planeta y, con impacto mayormente negativo, a los que constituimos la Organización de los Estados Americanos.

Por este motivo y con el fin de contribuir a la pronta aprobación de las resoluciones que nos competen, me limitaré a reiterar las expresiones de profunda y sincera condolencia  y de plena e irrestricta solidaridad que el Excmo. Señor Presidente Constitucional del Ecuador, doctor Gustavo Noboa Bejarano, le hiciera llegar al Excmo. Presidente  George W. Bush, a los pocos minutos de haberse perpetrado el horrendo atentado terrorista antes referido, el mismo que ha sido condenado de modo unánime por el pueblo ecuatoriano.

El 7 de noviembre de 1.969, en la sesión inaugural de la Conferencia Especializada de nuestra Organización, que se celebró en San José para aprobar el proyecto de Convención Interamericana sobre Derechos Humanos, el ex - Presidente Constitucional del Ecuador, señor Galo Plaza Lasso, entonces en funciones de Secretario General de la OEA, expresó:

“Es muy alentador que los pueblos americanos se reúnan con miras al mantenimiento de la paz y para fomentar su desarrollo económico y social. Pero creo que es tanto o más plausible que se reúnan para consagrar en un pacto solemne la protección internacional de la dignidad humana, meta superior a que puede aspirar una comunidad políticamente organizada.”

Creo, distinguidos colegas, que estos momentos estamos, precisamente, dando cumplimiento a ese pacto solemne que nos obliga a proteger internacionalmente la dignidad humana, brutalmente ofendida por el horrendo crimen del 11 de septiembre. Es que no hay hecho delictivo que afecte con impacto más deletéreo la dignidad del ser humano que el “terrorismo”.  La afecta porque al perpetrarse indiscriminadamente contra seres inocentes, los convierte en meros objetos de un designio perverso que, a la vez, degrada al perpetrador a una condición incompatible con la dignidad del hombre.

Este es el motivo fundamental para que nuestra participación en estas Reuniones de Consulta tenga el carácter de un compromiso ineludible. Pero además, porque el Ecuador ha entendido siempre que la razón de ser de nuestra Organización Hemisférica es la que se consagra en el primero de los artículos de su Carta Constitutiva, en el que se dice que sus países miembros la  hemos conformado, para “lograr un orden de paz y de justicia, fomentar su solidaridad, robustecer su colaboración y defender su soberanía, su integridad territorial y su independencia”.

Creo por lo tanto que estamos aquí para reafirmar estos dos compromisos: el de combatir, perseguir y eliminar el terrorismo como delito de lesa humanidad, y el de  ser solidarios en la defensa del Estado Miembro en cuyo territorio se ha cometido un atentado cuya magnitud ha estremecido a la humanidad entera.

Consideramos que tal atentado constituye una “agresión que puede poner en peligro la paz de América”, como lo estipula el Art. 29 de la Carta de la Organización y, por ende,  “en desarrollo de los principios de la solidaridad continental o de la legítima defensa colectiva”, nos impone la obligación de “aplicar las medidas y procedimientos establecidos en los tratados existentes en la materia”, como explícitamente se dispone en la misma norma que antes he citado.

Por estas consideraciones, el Gobierno del Ecuador recibió con beneplácito  las iniciativas de los ilustrados Gobiernos de México y Brasil de solicitar las convocatorias a la vigésimo tercera Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores en el marco de la Carta de la OEA y, además, a la vigésimo cuarta Reunión de Consulta en aplicación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca.

Los ataques terroristas perpetrados son actos de agresión y amenaza permanente a la paz y seguridad de la región, así como a los ideales democráticos que sustentan nuestras sociedades. Ningún Estado está libre del flagelo terrorista; por lo mismo, prevenir, reprimir y castigar su ocurrencia es un compromiso interamericano que va más allá de la solidaridad ética, insuficiente para este caso, y se transforma en una obligación jurídica regional. Por ello la pertinencia y oportunidad de la convocatoria a esta Reunión.

Los Estados Parte del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca tenemos la responsabilidad histórica de asumir con decisión nuestros compromisos internacionales vinculantes y accionar las medidas contempladas en el artículo 8 del Tratado

Para el Ecuador no hay espacio para persistir en el arcaico debate jurídico sobre la definición de lo que es “agresión” en el derecho internacional. Simplemente vale la pena recordar que, incluso en los años de aguda disputa ideológica de la Guerra Fría, la Organización de las Naciones Unidas concurrió a identificar varios elementos configurativos del concepto de agresión: “uso de la fuerza abierto o encubierto, directo o indirecto, o de cualquier manera incompatible con los propósitos de la ONU”.

Tampoco se puede desconocer que esa misma Resolución advierte que el uso de la fuerza, que puede ser calificada como  agresión, incluye organizar, apoyar o dirigir la lucha civil violenta o actos de terrorismo en otro Estado (“organizing, supporting or directing violent civil strife or acts of terrorism in another State”)

De otro lado, es de particular importancia subrayar la facultad, amplia y suficiente, clara y manifiesta, que tiene este Órgano de Consulta para, en virtud del artículo 9 del TIAR,  caracterizar como agresión  actos como los acaecidos el 11 de septiembre. Así lo hizo la Sexta Reunión de Consulta que se celebró en San José de Costa Rica entre el 16 y el 21 de agosto de 1.960, para considerar, a petición del Gobierno de Venezuela, “los actos de agresión del Gobierno de la República Dominicana”, como así fueron calificados y sancionados con severidad de histórica trascendencia, los que culminaron con el atentado dinamitero, típicamente terrorista, contra la vida del ilustre estadista venezolano don Rómulo Betancourt. 

Por todo lo expuesto, el Ecuador tiene el convencimiento de que las Resoluciones que adoptaremos y las acciones futuras devenidas de las mismas, son compatibles con el Derecho Internacional, la Carta de la Organización de las Naciones Unidas y las resoluciones de sus Órganos políticos, la Carta de la OEA y, por supuesto, el Tratado de Río de Janeiro.

En consecuencia, además de aprobar las resoluciones que estimemos conducentes al logro de estos objetivos, a nombre del Gobierno del Ecuador, comprometo nuestra más irrestricta colaboración en todos los ámbitos de la acción administrativa, policial y política que nos fuere requerida o que estimemos necesaria, a fin de optimizar el combate al terrorismo a escala internacional.

Para este efecto consideramos indispensable que la OEA, con la urgencia que el caso requiere, perfeccione  los instrumentos jurídicos que fueron diseñados para enfrentar, mediante la acción hemisférica, esta  clase de amenazas. Concretamente me refiero a las Declaraciones de las Conferencias Especializadas Interamericanas sobre Terrorismo y al Comité Interamericano contra el Terrorismo. El carácter meramente retórico de las primeras y la nulidad operativa del segundo, son incompatibles con la terrible gravedad del flagelo y con los reiterados pronunciamientos de la Organización y de sus países miembros. Urge, por lo tanto, que se de inicio a las labores preparatorias de una Convención Interamericana contra el Terrorismo, y que se avance en el mismo sentido en la realización de la postergada Conferencia sobre Seguridad Hemisférica.

Para terminar, quiero, a nombre del Gobierno y el pueblo ecuatorianos, rendir emocionado tributo de admiración a los centenares de heroicos ciudadanos estadounidenses que han ofrendados sus vidas en defensa de las víctimas de esta tragedia, y el testimonio de nuestra más profunda condolencia a los familiares de quienes perdieron sus vidas, entre los cuales se cuentan varios centenares de  nuestros compatriotas, que llegaron a este gran país para identificarse con sus valores y para  contribuir a su progreso.


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