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DISCURSOS   

 

Palabras del señor Roberto Rojas, Ministro de Relaciones Exteriores y Culto de la República de Costa Rica ante la Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores y la reunión del Organo de Consulta del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca

Washington D.C., 21 de setiembre de 2001

 

 

Excelentísimos señores Cancilleres y Jefes de Delegación:

 

Costa Rica desea, en primera instancia, reiterar una vez más su más sentido pésame, y se une al dolor que embarga al Gobierno de los Estados Unidos, y a los demás Gobiernos americanos, por las víctimas que perecieron en el brutal atentado terrorista de la semana pasada. Las acciones terroristas que el mundo entero presenció con horror en días pasados merecen la más enérgica condena de parte de toda la humanidad.

El terrorismo desde ningún ángulo puede ser justificado. Jamás los intereses políticos, económicos, ideológicos o religiosos podrán estar por encima ni de la vida humana ni del derecho de las personas a su seguridad y tranquilidad. Aquellos que piensan que con este tipo de acciones están contribuyendo a su causa particular se equivocan, pues en realidad la están desprestigiando. Ninguna causa religiosa, política, ideológica o de otra índole que predique el odio podrá considerarse una inspiración divina o incluso humana. Por esto, quien comete este tipo de acciones está negando su propia humanidad.

El atentado terrorista que acabamos de vivir nos ha expuesto a una cruda realidad: la vulnerabilidad de nuestras democracias a este tipo de acciones. Es vital, por lo tanto, que los países del Continente Americano actuemos en conjunto para enfrentar este tipo de amenazas. Debemos de inmediato asegurar que los responsables no se queden impunes. Los autores y cómplices de este, y de cualquier otro acto terrorista, deben saber que enfrentarán todo el rigor de la ley y del derecho internacional. En este sentido, expresamos todo nuestro apoyo a las acciones que la comunidad internacional, liderada por el Gobierno de Estados Unidos, emprenderá para combatir firmemente el flagelo del terrorismo.

Debemos, además, tomar las medidas necesarias para prevenir que este tipo de atentados se vuelva a repetir. Esta necesidad igualmente requiere del trabajo concertado de todas las naciones del Hemisferio y, sin duda, implicará una gran coordinación de trabajo policial, entre otras medidas. Los Presidentes centroamericanos se reunieron hace dos días en Honduras, y emitieron una declaración en la cual se comprometieron a una serie de medidas conjuntas para fortalecer y perfeccionar los mecanismos para prevenir, combatir y eliminar el terrorismo. Estas medidas incluyen intercambio de información concerniente a posibles actos terroristas; incremento de la seguridad en las fronteras, puertos y aeropuertos; control y vigilancia de los flujos migratorios, y reformas legales para tipificar y sancionar este tipo de delitos, estableciendo asimismo mecanismos para una expedita extradición y entrega de estos criminales a los Estados que los requieran, entre otras.

El terrorismo contemporáneo poco tiene que ver con los modelos tradicionales de defensa basados en el principio de seguridad nacional y dependientes de los ejércitos. Estamos hoy ante nuevos hechos históricos que demandan inteligencia y creatividad de nuestros países para desarrollar modelos de seguridad ciudadana, con órganos policiales maduros y eficientes, que defiendan efectivamente a nuestras sociedades. En ese sentido, acciones conjuntas para prevenir y sancionar a los responsables pueden poner en evidencia no sólo la capacidad y voluntad de los países americanos de trabajar juntos contra la violencia y por la paz, sino también la articulación de políticas que nos acerquen más como pueblos a la construcción de una comunidad internacional verdaderamente solidaria.

Todas estas acciones deben realizarse, sin embargo, dentro del marco del derecho internacional, y en particular de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario. No podemos permitir que nuestra lucha conjunta contra el terrorismo pueda de la más mínima forma afectar los derechos humanos y libertades fundamentales de las personas. Ese es precisamente el reto que tenemos por delante, el cual demanda creatividad de nuestra parte para diseñar y fortalecer mecanismos de prevención del terrorismo, determinación para sancionar a los responsables y sus cómplices, pero sobre todo un férreo compromiso con los derechos humanos y el derecho internacional humanitario.

Por otra parte, desde hace tiempo se ha evidenciado la necesidad de revisar nuestra concepción actual de seguridad, la cual todavía parece estar enmarcada en la época de la guerra fría. Esta concepción de seguridad es la que marca el espíritu del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, que es el instrumento que tenemos a mano hoy día y que guiará nuestra respuesta conjunta ante los ataques terroristas. Este instrumento, sin embargo, debe ser oportunamente revisado y modernizado. A la par de los esquemas colectivos de defensa, es hora de que el concepto tradicional de la seguridad nacional se complemente con principios de seguridad humana. Las personas deben gozar de seguridad contra el hambre, contra la ignorancia, contra la pobreza, contra la discriminación y contra la alteración súbita de sus vidas.

Más que partir de hipótesis de enfrentamiento armado entre países americanos, lo cual cada día debería ser menos probable y más reprochable, debemos contemplar amenazas a la seguridad propias de un mundo globalizado: terrorismo, narcotráfico, crimen organizado, delitos informáticos, corrupción, delincuencia, discriminación y odio motivado por razones raciales, étnicas, religiosas o culturales.

Todo esto implica que el Continente Americano deberá en el futuro pensar en un nuevo instrumento marco de seguridad colectiva que, junto con la solidaridad hemisférica para enfrentar amenazas de carácter militar, contemple acciones adecuadas para enfrentar desafíos cada vez más vastos y complejos. La Conferencia Especial sobre Seguridad que se llevará a cabo el próximo año será la oportunidad para ello.

Este terrible episodio que hoy todos estamos viviendo debe convertirse en el preámbulo de una nueva página de la Historia. Una nueva página que debe escribirse cuidadosamente y con inteligencia, haciendo acopio de los mejores valores y logros que ha alcanzado la humanidad como tal a nuestros días, resellándolos, comprometiéndonos con ellos, pero con verbo y acción decidida a la erradicación de toda forma de amenaza que penda sobre el género humano y mine su plena existencia y potencialidad. Es el momento de tomar consciencia, de una buena vez, que el bienestar de unos no puede existir sin el bienestar de todos.

En estos días en que el terrorismo es analizado a la luz del fenómeno de la globalización, la dimensión humana debe primar sobre cualquier otra consideración. De ninguna manera la indignación que los ataque terroristas han despertado deberán traducirse en sentimientos de intransigencia, xenofobia u odio entre religiones o culturas. Esta no es una lucha entre religiones o culturas, ni siquiera entre pueblos. Es una lucha contra aquellos que han hecho de la violencia y el terror su forma de vida. Debemos dejar que la tolerancia, el respeto mutuo y la admiración por la diversidad humana guíen las acciones que en esta lucha se tomarán. Lo que construyamos y escribamos en este momento histórico implica una enorme responsabilidad de cara a las generaciones futuras y a la existencia misma de una sociedad internacional tolerante, pacífica, solidaria y, sobre todo, más digna, más segura y más humana.--


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