Resoluciones Asamblea General


REFUGIADOS GUATEMALTECOS EN MEXICO: UN FINAL FELIZ

Por

Luis Ort�z Monasterio

El estudio de las disciplinas del asilo y del refugio podr�a ser de especial inter�s en M�xico por haber practicado este paRs, los distintos formatos de estas instituciones humanitarias, tanto en el �mbito universal como en el regional.

En efecto, por muy diversas razones hist�ricas y, muy especialmente durante este siglo, los distintos gobiernos mexicanos han practicado el refugio en su ascepci�n planetaria como el asilo, instituci�n eminentemente latinoamericana.

En estricto sentido, la protecci�n de los derechos de los que, huyendo de la intolerancia, se acogen a nuestro territorio se present� en las sombr�as jornadas de la guerra entre M�xico y los Estados Unidos, hace exactamente 150 a�os. Durante las dolorosas negociaciones del tratado de paz, las instrucciones a la delegaci�n mexicana, eran incontestables: no firmar la paz si no se garantizaba que el esclavismo no ser�a impuesto en los territorios reci�n conquistados.

Esto explica el Art�culo 2o. de la Constituci�n de M�xico, que a la letra dice:

"Est� prohibida la esclavitud en los Estados Unidos Mexicanos. Los esclavos del extranjero que entren al territorio nacional alcanzar�n por ese solo hecho, su libertad y la protecci�n de las leyes".

Para cualquier lector despistado este art�culo pudiera resultar un arca�smo. No lo es.

En el caso del asilo diplom�tico, M�xico no s�lo particip� en la codificaci�n de las tres convenciones interamericanas vigentes (La Habana 1928, Montevideo 1933 y Caracas 1954), sino que aplic� dichos instrumentos, tanto en el �mbito del asilo individual como del masivo.

Durante las d�cadas de inestabilidad pol�tica en Am�rica Latina, la instituci�n del asilo diplom�tico cumpli� con creces su cometido al haber salvado la vida y la libertad de un importante n�mero de activistas que se acercaron a nuestras misiones diplom�ticas.

Los casos m�s sobresalientes de asilo diplom�tico masivo los atestigu� la Embajada de M�xico en La Habana en los a�os 60, en vista de la suspensi�n de relaciones entre la totalidad de las naciones del Continente y la Isla de Cuba. El Gobierno mexicano hered� casi un millar de asilados en las embajadas de otros pa�ses.

Cinco fueron los refugios masivos sobresalientes en la historia de M�xico:

  1. El proveniente de la Guerra Civil espa�ola: 76,000. Mediados y fines de la d�cada de 1930.

  2. El exilio provocado por el macart�smo imperante en Estados Unidos. Fines de la d�cada de 1940.

  3. Chile. Principios de la d�cada de 1970.

  4. El originado por la Guerra Civil en El Salvador: 180,000. Fines de la d�cada de 1970.

  5. El proveniente de la Guerra Anti-Insurreccional de Guatemala: 80,000. Principios de la d�cada de 1980.

Por la alta vulnerabilidad de los contingentes, mayoritariamente ind�genas, por su ubicaci�n topogr�fica en las selvas de Chiapas y por la contig�idad geogr�fica con el teatro de operaciones, dedicaremos este trabajo al desarrollo de los refugiados guatemaltecos llegados a M�xico en la d�cada de los 80.

La presencia y desarrollo del refugio guatemalteco en M�xico no s�lo puso a prueba la arraigada tradici�n de la no-devoluci�n, sino que permiti�, por lo menos para M�xico, la acumulaci�n de un enorme acervo de innovaciones en el tratamiento exitoso de este complejo fen�meno.

El objeto de esta presentaci�n es documentar un caso paradigm�tico. A�n bajo condiciones muy adversas, es posible tratar, con relativo �xito, no s�lo de recibir refugiados, sino de prepararlos para la eventual repatriaci�n. No hay exilio sin retorno.

Cuando los primeros refugiados guatemaltecos llegaron a M�xico el 11 de mayo de 1981, al Ejido Arroyo Negro en Campeche, se desat� un proceso que a�n perdura hasta nuestros d�as. Este primer arribo de 470 refugiados, procedentes de La Caoba, era un s�ntoma claro del inicio de un nuevo enfoque en la guerra anti-insurreccional guatemalteca. Tierra arrasada.

Generalmente, las naciones no se sienten plenamente seguras cuando su frontera colinda con una guerra civil. Menos a�n cuando, como parte de la estrategia militar, contingentes tienden a cruzar su frontera.

A pesar de que M�xico ya hab�a vivido su propia Revoluci�n, la lejan�a geogr�fica de su frontera sur hab�a propiciado una dicotom�a contundente. De hecho, la Revoluci�n no hab�a llegado a Chiapas. Era evidente la aprehensi�n que las autoridades federales y las estatales ten�an del s�ndrome infeccioso de las guerras civiles centroamericanas.

Las fuerzas armadas mexicanas, conocedoras al detalle de la ecuaci�n fronteriza, ve�an con recelo la posibilidad de involucrarse, ya fuese con las insurgencias guatemaltecas o con sus adversarios, el ej�rcito guatemalteco y sus tropas de �lite, los Kaibiles.

El principio general de que si algo malo va a suceder, suceder� en el peor de los momentos, se cumpli� estrictamente en el caso que analizamos. El grueso de los contingentes de ind�genas quich�s arrib� al Campamento de Puerto Rico al mismo tiempo que la devaluaci�n de 1982 y su ya legendaria crisis de la deuda.

Desde luego, no fue �se el mejor momento para ganar el apoyo de la opini�n p�blica. De hecho, la prensa mexicana, con muy honrosas excepciones, se mostr� muy reticente a involucrar a M�xico en una guerra que se sent�a lejana y ajena.

Setenta mil ind�genas guatemaltecos, la mayor�a de ellos mujeres y ni�os, dividieron las opiniones de las autoridades en M�xico. Despu�s de largas negociaciones, se lleg� a un consenso y se impuso el sentido com�n: recibir a los refugiados, no en campamentos sino en asentamientos elegidos por ellos mismos.

En estas traum�ticas sesiones encabezadas por el Secretario de Gobernaci�n, se dise�aron pol�ticas que terminaron siendo enormemente ben�ficas, no s�lo para los refugiados, sino para poblaciones mexicanas de ind�genas de la misma etnia que los refugiados.

Me gustar�a subrayar, muy especialmente, una: respetar su integridad comunitaria. Al inducir el establecimiento de asentamientos por pueblos de origen, se logr� mantener la unidad de mando tradicional entre las comunidades, d�ndole a los refugiados un principio de auto-gobierno.

Estas directrices resultaron altamente eficaces para evitar la burocratizaci�n de las operaciones de auxilio m�dico, alimentario y educativo. El magro presupuesto de la Comisi�n Mexicana de Refugiados no hubiera permitido una presencia en cada uno de los asentamientos. Descansando en la organizaci�n tradicional de las comunidades ind�genas, en la que primaba la autoridad de los ancianos, se permiti� un sistema de auto-control de v�veres y ayuda.

En estas mismas sesiones se acord� aceptar la presencia de las Naciones Unidas en la zona de conflicto. En 1981 se firm� el Convenio de Sede entre el Gobierno de M�xico y el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados. Su presencia y su experiencia acumulada fueron parte esencial del esfuerzo por descodificar el fen�meno y sistematizar la ayuda. Fueron testigos de primera de la forma en que el problema de refugiados se convirti� en un fen�meno bajo control y en el detonante de una nueva cultura de los derechos humanos. Las consecuencias dentro de las ONGs, surgidas al calor de este conflicto, es una materia pendiente de estudio.

Las relaciones entre el ACNUR y las autoridades mexicanas fueron enormemente complejas. Si bien con la Comisi�n Mexicana de Refugiados se logr� establecer un lenguaje com�n, las naturales diferencias proven�an de la diferente percepci�n sobre temas muy delicados sobre soberan�a. La litis se centraba en el nivel de presencia de Naciones Unidas. Lo �ltimo que quer�a la COMAR era un escenario de Cascos Azules.

La verdad sea dicha, el organismo humanitario, dos veces premio Nobel, mostr� una enorme elasticidad y comprensi�n sobre las particularidades de M�xico en este campo. Una directiva que contradec�a su normatividad fue la clave del �xito de los programas con M�xico: aceptar el establecimiento de proyectos, a�n cuando los refugiados no fueran clasificados como tales, por no existir en la legislaci�n mexicana este concepto. La aceptaci�n por parte de ACNUR de que los recursos para los refugiados podr�an tambi�n usarse para la atenci�n de poblaciones mexicanas aleda�as a los asentamientos, nos habla de una burocracia internacional capaz de adaptarse a los m�s diversos retos in situ. Un an�nimo admirador de Naciones Unidas lo puso en estas palabras: "Naciones Unidas no tiene red tape, sino blue tape".

Desde luego, punto obligado de fricci�n entre el ACNUR y el Gobierno de M�xico lo fue el tema de la temporalidad.

La administraci�n mexicana tem�a que en este caso operara el principio general de que "no hay nada m�s definitivo que lo temporal", mientras que, desde la perspectiva de Naciones Unidas se requer�a un mecanismo que, en cierta forma, garantizara la integraci�n.

A la larga, habl� la Historia, al paso del tiempo, podemos afirmar, sin lugar a dudas, que este fen�meno complejo culmin� en un final feliz. La repatriaci�n voluntaria ha permitido que, cerca de 35,200 guatemaltecos se hayan reincorporado a sus comunidades de origen en su pa�s. Ello representa cerca del 50% de la poblaci�n refugiada que ingres� a M�xico hace 15 a�os. Para los pr�ximos 12 meses se espera que lo hagan 14,000 personas m�s.

Para ello, el gobierno guatemalteco ha instalado la oficina de apoyo a la repatriaci�n, anexa a su Consulado en la ciudad de Comit�n, Chiapas.

De la poblaci�n refugiada remanente en los campamentos, un 52% son nacidos en M�xico, por tanto, son mexicanos por derecho de suelo y guatemaltecos por jus sanguinis.

En reconocimiento del inter�s de las familias que desean integrarse a M�xico, nuestro gobierno ha ofrecido a los refugiados guatemaltecos, que hayan contra�do matrimonio con nacionales mexicanos, o que tengan hijos nacidos en M�xico, la opci�n de acogerse a la naturalizaci�n por la v�a privilegiada.

Algunos otros han preferido permanecer en M�xico en calidad de inmigrantes y, para el caso de lo que esperan poder repatriarse, la calidad de no-inmigrantes.

En tanto se culmine este proceso de soluci�n para el fen�meno del refugio, tanto por la v�a de la repatriaci�n como por la de la asimilaci�n, se continuar� la labor asistencial con el invaluable apoyo de ACNUR.

La cobertura educativa incluye a toda la poblaci�n escolar. Los refugiados gozan del mismo nivel de bienestar que las poblaciones mexicanas vecinas.

Con la llegada de los refugiados guatemaltecos, el pa�s no s\lo se enriqueci� con el aporte de conspicuos descendientes de los mayas. Su irrupci�n s�bita provoc� din�micas duraderas que se inscriben en el surgimiento de una recia sociedad civil en el M�xico contempor�neo.

En efecto, conforme la opini�n p�blica tom� conocimiento de este vulnerable contingente, se inici� una corriente de solidaridad notable. Agrupaciones internacionales y nacionales, algunas nacidas al fragor del fen�meno de refugiados, empezaron a brotar. El fen�meno fue de tales dimensiones que las autoridades de la COMAR dedicaban m�s tiempo a atender a las ONGs que a los propios refugiados. A la larga, de esas jornadas floreci� un recio y bienvenido movimiento de ONGs que hoy son la columna vertebral de la vigilancia c�vica de los derechos humanos. De esos d�as, surgieron personalidades civiles como Adolfo Aguilar Z�nzer, Sergio Aguayo y Oscar Gonz�lez, presidente de la Academia Mexicana de Derechos Humanos.

La coordinaci�n entre ONGs, periodistas sensibles y funcionarios p�blicos comprometidos con el asilo, logr�, en esos d�as de confusi�n, el establecimiento de una red de solidaridades a favor de los refugiados. Esa misma amalgama logr�, despu�s de pesadas negociaciones y m�ltiples audiencias congresionales, la reforma de la Ley General de Poblaci�n para reconocer la figura de refugiado. El resultado fue un mensaje muy claro: por primera vez en la historia congresional de M�xico, una iniciativa originada en las ONGs era aprobada por todos los partidos y por todos los miembros del Congreso.

Este evento, aparentemente simb�lico, vino a demostrar fehacientemente, que los mexicanos podemos estar divididos en muchos temas, y no en el del refugio.

Otro de los ingredientes que convierten al refugio guatemalteco en fuente de lecciones duraderas lo es el impulso a la auto-estima entre los refugiados.

Es evidente que no hay, en la faz de la tierra, una persona m�s despose�da que un refugiado, m�xime cuando es ind�gena en tierra ajena.

Gracias a una afortunada conjunci�n de voluntades y recursos, se logr� implementar, con refugiados en el estado de Campeche, la recuperaci�n de las ruinas arqueol�gicas de Edzn�. El principio era sencillo: rescatar ruinas mayas con manos mayas.

El resultado f�sico est� a la vista. Majestuosa plazoleta del per�odo cl�sico y una majestuosa pir�mide que permanecieron enterradas por siglos, recuperadas para enriquecer el patrimonio de M�xico y del mundo.

Pero el resultado espiritual fue algo mayor. De aquel refugiado humillado y desplazado de su comunidad ancestral, t�mido, no quedaba nada. Despu�s de la entrega de la primera parte de la recuperaci�n, los refugiados recuperaron su orgullo, su sentido de pertenencia a una cultura s�lida de constructores y astr�nomos. La fuerza motriz que gener� este reencuentro con su ra�ces, bien podr�a explicar su exitoso exilio mexicano y su sorprendente re-inserci�n en la Guatemala de hoy.

Un acontecimiento como el que describimos puede ser una cat�strofe social o un fen�meno bajo control, dependiendo del trabajo de relojer�a que se realice para administrarlo. Cuando se habla de refugiados, todos los gobiernos, muy especialmente las fuerzas de seguridad, se imaginan un L�bano local.

La clave para la administraci�n sana de un conflicto socio-pol�tico de esas dimensiones consiste en la informaci�n.

Lo primero que recomienda el sentido com�n es la des-dramatizaci�n del evento. Evitar el uso de terminolog�a tremendista. Cambiar de conflicto a simple fen�meno.

En el caso de M�xico, la opini�n p�blica fue muy sensible, a pesar de la problem�tica econ�mica interna, a la analog�a frontera norte-frontera sur.

En M�xico se percibe una creciente inter�s por las migraciones mexicanas a los Estados Unidos, iniciadas hace 150 a�os con los primeros mexicanos que permanecieron en ese pa�s, despu�s de la p�rdida territorial de m�s de 2 millones de kil�metros cuadrados.

Al resaltar la fuerza moral que se adquir�a aceptando y ayudando a refugiados del sur, se logr�, si no un entusiasmo desbordante, s� una tolerancia complaciente, con la cual el tema de los guatemaltecos no dividi� al paRs.

El bajo perfil informativo permiti� que casi 200,000 salvadore�os urbanos, refugiados en le Valle de M�xico, pasaran desapercibidos por la gran prensa y acogidos por la poblaci�n m�s modesta de la gran capital. En casi diez a�os de su estancia en M�xico, no se registr� ning�n caso de denuncia de un mexicano contra un salvadore�o por cuestiones migratorias.

CONCLUSIONES.

  1. Las migraciones son el sistema circulatorio de la historia. La migraci�n no es una patolog�a. Cualquier concepci�n est�tica de la demograf�a est� condenada al fracaso. Fallaron bardas, r�os caudalosos, murallas y muros. El �ltimo de ellos cay� en Brandenburgo a punta de cincel.
  2. A pesar de que M�xico no ha tenido como pol�tica atraer nuevas migraciones, su experiencia hist�rica le ha permitido no cerrar sus puertas a aqu�llos perseguidos por la intolerancia, ya sean �stos Le�n Troski o Jos� Mart�, o los cineastas de Hollywood perseguidos por McCarthy. Espa�oles, levantinos y latinoamericanos, sin excepci�n, han recibido la protecci�n no s�lo del Estado mexicano, sino muy especialmente de sus ciudadanos.
  3. El asilo no es considerado por M�xico como una carga. A la larga ha resultado enormemente ben�fico para sus instituciones. La migraci�n espa�ola dej� una huella perdurable en el campo de los negocios y la academia. Los asilados norteamericanos, cineastas en su mayor�a, est�n �ntimamente vinculados con el boom cinematogr�fico de la Edad de Oro. Los modestos guatemaltecos del quich�, nos dejaron como herencia las ruinas recuperadas de Edzn� en Campeche. M�s a�n, en este mismo estado, los refugiados guatemaltecos contribuyeron con el 12% de la cosecha total del ciclo agr�cola de 1996.
  4. Para enfrentar con �xito el arribo masivo de refugiados, se requiere, ante todo, de una labor que conlleve a un consenso gubernamental favorable.
  5. La presencia del organismo internacional especializado por excelencia, debe estar matizada por las peculiaridades culturales, hist�ricas y pol�ticas del territorio receptor. No se puede tratar por igual a refugiados ugandeses que a los guatemaltecos. El tratamiento de Naciones Unidas debe estar siempre supeditado a la sensibilidad local.
  6. Es recomendable que los asentamientos de refugiados no se encuentren en zonas cercanas a las fronteras en conflicto. Alej�ndolos del teatro de operaciones, se evitan tentaciones militares que atraer�an consecuencias b�licas que desnaturalizar�an al refugio.
  7. Para una pol�tica de refugiados verdaderamente exitosa, se requiere que en ning�n momento se utilice este fen�meno con fines pol�ticos y propagand�sticos. El uso y abuso de los derechos humanos, a nivel mundial, ha desnaturalizado su esencia humanitaria.
  8. Se requiere hoy, urgentemente, una revaloraci�n de los pa�ses receptores de refugiados. Algunos percibimos que los organismos humanitarios resaltan m�s la labor de aquellos pa�ses donantes, que aquellos otros que confrontan la problem�tica real, en su propio territorio y, muy a menudo, en explosivas zonas fronterizas. Los pa�ses territoriales sabemos que alg�n d�a tendremos un Alto Comisionado de nuestra regi�n.
  9. Un formato que no s�lo permite mantener el principio de no-intervenci�n, sino que facilita y despresuriza el fen�meno del refugio, es el principio de que el estado receptor de refugiados no juzga las causas del fen�meno en el pa�s de origen.
  10. La venerable instituci�n del asilo hace el milagro de convertir al perseguido, en ciudadano.