Temas considerados por la Comisión
Programa de Educación para la Paz
Informes
CONSEJO PERMANENTE DE LA
ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS COMISIÓN DE SEGURIDAD HEMISFÉRICA
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OEA/Ser.G
CP/CSH-160/99 rev. 1
25 enero 1999
Original: español |
LINEAMIENTOS PARA LA ELABORACIÓN DE UN PROGRAMA
DE EDUCACIÓN PARA LA PAZ EN EL HEMISFERIO
(Documento preparado por la Unidad para la Promoción de la Democracia
y considerado por la Comisión en su sesión celebrada el 21 de enero de 1999)
I. ANTECEDENTES
La decisión de formular un Programa de Educación para la Paz en el
Hemisferio tuvo su origen en la Conferencia Regional sobre Medidas de Fomento de la
Confianza y de la Seguridad, realizada en Santiago de Chile en 1995. En la Declaración de
Santiago, los Estados miembros de la OEA acordaron la elaboración de "programas de
educación para la paz" como una de las medidas de fomento de la confianza y de la
seguridad.
En junio de 1996, la Asamblea General, mediante resolución AG/RES.
1409 (XXVI-0/96), solicitó al Consejo Permanente que, a través de la Comisión de
Seguridad Hemisférica "presente los lineamientos generales para el programa de
Educación para la Paz en el ámbito de la OEA". A través de la resolución AG/RES.
1494 (XXVII-0/97) sobre "Medidas de Fomento de la Confianza y de la Seguridad en las
Américas", la Asamblea General de Lima dispuso "solicitar al Consejo Permanente
que, con el apoyo de la Secretaría General, intensifique sus trabajos y consultas con la
UNESCO y con otras instituciones con miras a considerar la conveniencia de celebrar una
reunión de expertos sobre la materia, con el fin de completar antes del 50º. aniversario
de la OEA, un Programa de Educación para la Paz en el Hemisferio, dentro de los recursos
asignados en el presupuesto y otros recursos". En el marco de esta resolución, se
solicitó continuar con la cooperación de la UNESCO, iniciada en febrero de 1997,
teniendo en cuenta su experiencia en el tema de educación para la paz, tanto en términos
generales como con relación a los problemas y necesidades en el Hemisferio.
En la Declaración de San Salvador, adoptada por los Estados miembros
el 28 de febrero de 1998 en la Conferencia de San Salvador sobre Medidas de Fomento de la
Confianza y de la Seguridad reunida en seguimiento a la Conferencia de Santiago, se
recomendó que la Comisión de Seguridad Hemisférica del Consejo Permanente
"concluya la elaboración del programa de educación para la paz en el Hemisferio
acordado por la Asamblea General de la OEA y dé inicio a su implementación."
El 3 de junio de 1998, la Asamblea General reunida en Caracas reafirmó
el compromiso de adelantar un programa de Educación para la Paz (AG/RES.1604 XXVIII-O/98)
y resolvió "convocar a una reunión de expertos de los Estados miembros para
diseñar un proyecto de programa de educación para la paz en el Hemisferio, teniendo en
cuenta los aportes de los expertos de la UNESCO, y otras instituciones pertinentes como el
Colegio Interamericano de Defensa, el cual será considerado por el Consejo Permanente, a
través de su Comisión de Seguridad Hemisférica."
Un Programa de Educación para la Paz en el Hemisferio debe inspirarse
en los mismos principios y propósitos que dieron origen a la OEA, y que la consagran como
la organización internacional desarrollada por los Estados Miembros, "para lograr un
orden de paz y de justicia, fomentar su solidaridad, robustecer su colaboración y
defender su soberanía, su integridad territorial", constatando además la certeza de
que "la democracia representativa es condición indispensable para la estabilidad, la
paz y el desarrollo de la región".
La aprobación en el seno de la Organización de medidas de fomento de
la confianza y de la seguridad han permitido avanzar en la puesta en práctica de valores
consagrados en la Carta de la Organización. Tanto la Declaración de Santiago sobre
Medidas de Fomento de la Confianza y de la Seguridad (1995), como la Declaración de San
Salvador (1998), establecen el marco para desarrollar esas medidas de fomento de la
confianza, una de las cuales es la elaboración de un programa de educación para la paz.
Estos documentos señalan que el respeto al derecho internacional, el
fiel cumplimiento de los tratados, la solución pacífica de controversias, el respeto a
la soberanía de los Estados, la no intervención y la prohibición del uso o amenaza de
la fuerza, de acuerdo con los términos de las Cartas de la OEA y de las Naciones Unidas,
son la base para la convivencia pacífica y la seguridad en el Hemisferio y constituyen el
marco para el desarrollo de medidas de fomento de la confianza. Los mencionados documentos
manifiestan además que la condición esencial para lograr un efectivo régimen
internacional de seguridad es que todos los Estados se sometan a reglas universales,
iguales y vinculantes (Declaración de San Salvador).
La Declaración de Santiago precisa que las medidas de fomento de la
confianza y de la seguridad deben adaptarse a las condiciones geográficas, políticas,
sociales, culturales y económicas de cada región y tienen su propio ámbito de
aplicación, como lo demuestra la amplia experiencia alcanzada en el Hemisferio.
La Carta de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación,
la Ciencia y la Cultura (UNESCO) afirma que "puesto que las guerras nacen en la mente
de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la
paz...". Desde su creación, la UNESCO ha proyectado su acción en este terreno. Al
"fomentar una educación para la paz, los derechos humanos y la democracia, la
tolerancia y el entendimiento internacional", la UNESCO reconoció que "la
educación constituye el centro de toda estrategia de consolidación de la paz". Por
medio de la educación "se imparte de la manera mas amplia posible una iniciación a
los valores, las aptitudes y los conocimientos que fundan el respeto de los derechos
humanos y los principios democráticos, el rechazo de la violencia y el espíritu de
tolerancia, el entendimiento y la apreciación mutua entre personas, grupos y
naciones."
En su XVIII Conferencia General celebrada en París en noviembre de
1974, esta organización aprobó la "Recomendación concerniente a la Educación para
la Comprensión Internacional, la Cooperación y la Paz y la Educación relativa a los
Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales", que ha servido de marco conceptual
a muchas de las acciones realizadas a partir de entonces. La Estrategia a Plazo
Medio 1996-2001 de la UNESCO1 es un
punto de referencia de gran valor para desarrollar un programa a nivel hemisférico sobre
el tema Educación para la Paz y debe servir de referencia para la colaboración entre la
UNESCO y la OEA en este campo.
El desarrollo de los países del Hemisferio en la segunda mitad del
siglo XX se ha visto condicionado por una serie de factores que con frecuencia ponen en
peligro la paz, la democracia, la justicia, la libertad e incluso la soberanía. A
problemas ancestrales aún sin solución, tales como la pobreza, se han agregado, o
intensificado, fenómenos como el narcotráfico, la corrupción, el terrorismo, el crimen
organizado, la inseguridad pública y otros.
Ante estas realidades, la OEA y otras organizaciones internacionales
han iniciado un proceso de reflexión, dirigido a crear una conciencia sobre la necesidad
de luchar contra todos aquellos factores que amenazan hoy la democracia y la paz en las
distintas regiones del mundo. Con el fin de aprovechar mejor los recursos existentes y
hacer uso de las experiencias y las capacidades de cada una de las organizaciones
internacionales es fundamental que ellas trabajen en forma coordinada y armonizada en los
temas comunes. Los programas y proyectos ya realizados por la OEA en el campo de la paz y
la democracia apuntan a propósitos similares a los de organizaciones internacionales como
la UNESCO y por lo tanto se dan las condiciones para que la formulación de un Programa de
Educación para la Paz en el Hemisferio sea una oportunidad para una mayor y mejor
coordinación entre los organismos internacionales.
II. COMPONENTES DE UN PROGRAMA DE EDUCACIÓN PARA LA
PAZ
El Programa de Educación para la Paz debe
concebir la educación como un proceso de enseñanza y aprendizaje de valores,
conocimientos, creencias, actitudes y comportamientos conducentes a la preservación y la
promoción de la paz. El Programa debe orientarse a la enseñanza y el aprendizaje de
valores y prácticas democráticas tanto a nivel formal como no formal, ya que se entiende
que en última instancia la democracia no es sólo un sistema de gobierno, sino un estilo
de vida que estimula y privilegia el tratamiento y el manejo de los problemas y conflictos
por la vía pacifica de las instituciones y del respeto a las reglas de juego formales y
no formales. El programa debe también contribuir a un mejor entendimiento y a un
tratamiento adecuado de aquellos problemas que en el ámbito hemisférico, regional,
subregional o local, perturban o amenazan la paz.
De acuerdo con estas premisas, el programa
se debería concentrar en las siguientes áreas substantivas.
a) La educación y la solución
pacífica de conflictos
Los Estados del hemisferio están
creando nuevos espacios de participación y diálogo en la sociedad civil para enfrentar
adecuada y conjuntamente los desafíos de la gobernabilidad y resolver de una manera
pacífica los conflictos que los mismos acarrean. Adicionalmente, la experiencia
latinoamericana reciente demuestra que la transición y la consolidación de la democracia
requieren fortalecer la capacidad de sus instituciones para consolidar el Estado de
Derecho y superar las condiciones que generan problemas en los temas o áreas críticas de
cada sociedad. En ese sentido, varios países del Hemisferio se encuentran promoviendo
procesos de concertación y consenso, en diferentes sectores, por medio del desarrollo de
mecanismos para tratar y manejar conflictos, incluyendo entre otros, el análisis
empírico de conflictos, la mediación, la conciliación, la negociación y la
facilitación del diálogo. Un programa de educación para la paz debe contemplar entonces
cursos regionales de capacitación en técnicas de análisis, prevención y resolución de
conflictos y organizar encuentros regionales e internacionales sobre las mejores
prácticas y formas de institucionalización de sistemas de resolución de conflictos.
b) La educación y la promoción de
los valores y prácticas democráticas
La formación de ciudadanos, desde la más
temprana edad, con un mayor conocimiento y entendimiento de las instituciones, valores y
prácticas democráticas, así como con un mayor compromiso con las mismas, es fundamental
para el desarrollo de una cultura política democrática, así como la participación
plena de la población en los quehaceres de la política o la vida ciudadana, incorporando
valores propios de la cultura indígena y grupos minoritarios. Dicha cultura es
base indispensable para la viabilidad de la democracia y es conducente y facilitadora de
la cooperación y de las relaciones pacíficas entre las naciones-estados. Por lo tanto,
tales valores y prácticas deben ser objeto de los procesos de enseñanza y aprendizaje
formales y no formales. Por la vía del sistema educativo formal, la enseñanza y el
aprendizaje de los valores y las prácticas democráticas debe involucrar activamente a
los Ministerios de Educación, las instituciones de educación superior, las instituciones
formadoras de docentes, la familia y las organizaciones no gubernamentales. El principal
beneficiario de un programa educación para la paz debe ser la juventud, en especial los
niños a nivel primario, ya que éstos representan el futuro de su país. Al nivel no
formal, la promoción de tales valores y prácticas debe incluir los partidos políticos,
los medios de comunicación, la academia y las organizaciones no gubernamentales. Asimismo
se debe promover un mayor acercamiento entre las instituciones civiles y militares a fin
de facilitar la interacción y la confianza entre estos dos sectores.
c) La educación y la promoción de
la paz entre los Estados
Como resultado de la creciente
globalización, la paz entre los países, la cooperación y la solución de conflictos o
diferendos por la vía pacifica de la negociación y el respeto por el derecho
internacional depende en gran medida del grado de interdependencia y comunidad de
intereses socioeconómicos, geográficos y políticos entre los Estados. Con el
resurgimiento global de la democracia, también ha cobrado vigencia nuevamente la tesis de
que las relaciones entre naciones-estados con gobiernos democráticos tienden a ser
pacíficas. Si esta tesis es válida, un programa de educación para la paz en los países
de las Américas debe priorizar la promoción en los diferentes niveles del sistema
educativo de cada uno de los países, del estudio de la historia, la cultura, las
tradiciones, la política, la sociedad, los derechos y las normas y las relaciones
internacionales con los países vecinos. Esto conllevaría al mayor entendimiento y
conocimiento mutuo de las diferentes realidades nacionales y de la creciente
interdependencia y comunidad de intereses entre las naciones del Hemisferio. Por otro
lado, dicho programa debe también abordar el tema de la interdependencia y del
fortalecimiento de relaciones entre los países vecinos.
III. LA REUNIÓN DE EXPERTOS
Los principios, el marco general y las
actividades señaladas en este documento constituyen una síntesis de las discusiones
adelantadas en el seno de la Comisión de Seguridad Hemisférica e involucran tanto las
opiniones de los Estados miembros como las sugerencias de la UNESCO hechas a solicitud de
la OEA en cumplimiento de la resolución AG/RES. 1494 (XXVII-097) sobre "Medidas de
Fomento de la Confianza y de la Seguridad en las Américas", aprobada por la Asamblea
General de Lima.
Sobre esta base, la Comisión de Seguridad
Hemisférica de la OEA invitará a los estados miembros de la OEA a enviar representantes
y especialistas en el tema de educación para la paz a una reunión de expertos, en la que
se presentarían documentos de discusión sobre los temas arriba mencionados, con especial
énfasis en la relación entre valores y prácticas democráticas y la convivencia
pacífica. Los expertos profundizarán el análisis de dichos temas e identificarán con
mayor precisión las actividades que se considerasen más adecuadas para poner en marcha
el Programa de Educación para la Paz. Para ello se tendrá en cuenta el aporte de la
UNESCO y de la misma OEA, así como de otras instituciones tales como el Colegio
Interamericano de Defensa. Los expertos analizarán igualmente los costos financieros del
programa, las posibles fuentes de financiamiento y las contrapartidas gubernamentales.
Sobre la base de los principios y las
áreas temáticas identificadas anteriormente, las actividades especificas del Programa de
Educación para la Paz tendrán que adaptarse a los intereses, las necesidades, las
posibilidades y los recursos de cada país. En ese sentido, se podrán sugerir un conjunto
de actividades cuya ejecución, teniendo en cuenta las realidades de cada país,
contribuiría a mediano y largo plazo, a la promoción y la vigencia de los valores y las
prácticas democráticas íntimamente vinculadas a la convivencia en paz. Asimismo,
se deben establecer nexos de cooperación entre la OEA y la UNESCO, así como con otras
organizaciones internacionales, tales como UNICEF, para asegurar una mayor coordinación
entre programas similares existentes a fin de evitar duplicación de esfuerzos. En
especial se tomará en cuenta el trabajo de la UNICEF, debido a que ésta organización ha
declarado la educación como tema prioritario para 1999.
Las recomendaciones de los expertos
sentarán la base para elaborar el marco general del programa, que será posteriormente
adoptado por la Comisión de Seguridad Hemisférica y aprobado por el Consejo Permanente
de la Organización. Este marco general servirá como una guía de lineamientos a seguir
con el fin de que los países participantes diseñen sus propios programas de acuerdo a
las necesidades e intereses de cada Estado miembro.
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
1.
Este Plan
se rige por el Plan de Acción Mundial sobre la Educación para los Derechos Humanos y la
Democracia (Montreal, 1993); la Declaración y Programa de Acción de la Conferencia
Mundial sobre Derechos Humanos (Viena 1993), que hace referencia al Plan de Acción de
Montreal; la Declaración aprobada por la Conferencia Internacional de Educación (Ginebra
1994), que la Conferencia General aprobó e hizo suya en su XXVIII sesión (1995), y el
Plan de Acción Integrado sobre la Educación para la Paz, los Derechos Humanos y la
Democracia; por último, el Plan de Acción para el Decenio de las Naciones Unidas para la
Educación en la Esfera de los Derechos Humanos (1995-2005), que aprobó la Asamblea
General en su cuadragésimo noveno período de sesiones.
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